Recetas cuidadas: el Gobierno se sienta a nuestra mesa

Adam Dubove

El Ministerio de Salud acaba de lanzar un nuevo programa llamado “Recetas Cuidadas” con el objetivo de “mejorar la nutrición de los argentinos y cuidar sus bolsillos”. El lanzamiento de un  nuevo programa bajo la marca “Precios Cuidados” habla de la necesidad del gobierno de continuar instrumentando herramientas que oculten las verdaderas causas de la inflación. Las diez recetas basadas en alimentos incluidos en “Precios Cuidados” que propone este nuevo programa serán tan eficientes para controlar la inflación como para saciar el hambre.

El flamante recetario estatal habla de la estrategia del gobierno frente a la inflación, pero también acerca de cómo el gobierno se sienta en nuestra mesa.

El aspecto económico de la medida no resiste a ningún análisis. Nunca el gobierno se planteó con seriedad “combatir la inflación”. Desde hace tiempo existe un consenso entre los economistas de todo el mundo acerca de que los controles de precios no son efectivos. Creer que el plan del gobierno es controlar la inflación a través de estos de programas es una postura naif.  “Precios Cuidados” y sus derivados son una estrategia de comunicación para señalar a los productores de alimentos y supermercados como responsables de la inflación y al mismo tiempo deslindar al gobierno de sus causas. Por eso dirigen sus cañones contra los aumentos de precios y eligen ignorar la causa de esos aumentos que se puede encontrar en el Banco Central: la emisión monetaria. Controlar los precios en las góndolas y no la política monetaria del gobierno es una maniobra de distracción, saca del foco la responsabilidad del Banco Central e invierte los roles pretendiendo posicionar al gobierno como un defensor del “bolsillo de los argentinos” cuando son ellos mismos los únicos responsables del deterioro de la moneda.

Las recetas estatales, por otra parte, nos recuerdan cómo el Estado interfiere en la vida familiar involucrándose de lleno en la mesa de los argentinos.  El recetario del Ministerio de Salud está basado en las llamadas Guías Alimentarias para la Población Argentina, un documento en el que se incluye cuáles son las conductas alimenticias saludables que deberían mantener los argentinos.

El interés del Estado en proponer pautas alimentarios está claro. Una población con hábitos poco saludables se traduce en problemas de salud que impactan en la productividad, y en consecuencia, en la recaudación fiscal. Esta concepción coloca al individuo al servicio del Estado, en un medio para cumplir una finalidad superior. Los derechos individuales y la libertad de consumir son dejadas de lado y el ciudadano es concebido como un engranaje más que alimenta y hace funcionar la maquinaria estatal.

Una vez más la solución a los “problemas” que perciben los políticos son abordados con mayores restricciones a las libertades o planes gubernamentales que prometen promover una alimentación y vida sana. Para esto, recurren a las pirámides nutricionales, a la demonización o glorificación de ciertos alimentos, a la creación de impuestos para desalentar “conductas nocivas” y al engrosamiento de la legislación dedicada a proteger a las personas de actividades que, de ser nocivas, únicamente afectan al que las realiza. Como es habitual los costos de salud o la recaudación fiscal son puestos por encima de los derechos individuales y la libertad de poder elegir que consumir.