Salvadores de la patria

Adrián González

Con los distintos actores pero repitiendo los mismos roles, nuestro país fue vaciado reiteradamente a lo largo de su historia. Los despojos más recientes se hicieron presentes con el Plan Bonex, de la mano de Menem y, casi 10 años más tarde, del radicalismo en 2001.

Nuestro país tiene una memoria dolarizada, es cierto. La liberación de tasas que comenzó con la dictadura y la proliferación de la valorización financiera convirtieron a muchos ricos en más ricos y a la mayoría de la sociedad en más pobre. La cosa, con sus más y sus menos, con algunos casos aislados de ejercicio de soberanía, transcurrió así hasta el colapso de fin de siglo pasado y principios de este.

Antes y ahora existe por parte del poder económico -lo que incluye a los medios concentrados- la intención de disciplinar la acción de gobierno por la vía del mercado (en este caso el de cambios).

Los grandes medios dicen que “la gente compra dólares porque intuye que algo va a pasar”, y que “si el gobierno regula, habrá mayor demanda aún”. Sin embargo, la fuga de divisas ha mermado y los que pujan por imponer las leyes de mercado no parece ser la gente, la de a pie por lo menos. Y pocos son los que hacen un gran negocio con quienes compran en el mercado ilegal y que “tienen la suerte” de poder dolarizar excedentes.

Sin embargo, ninguno de los economistas representantes de la ortodoxia que llevaron el país al fracaso, dicen qué medidas tomarían para hacer frente a los inconvenientes económicos que plantean. Tal vez porque sus propuestas resultarían inconfesables ante la cercanía del 2001 y la crisis que por estas horas carcome al continente europeo en su festín neoliberal.

Los ex titulares del BCRA, Alfonso Prat Gay y Martín Redrado, pontifican desde algunos medios, luego de sus rotundos fracasos. Prat Gay, hoy diputado de la Coalición Cívica, fue mencionado por la Comisión de Fuga de Capitales por haber sacado al exterior 780 mil dólares. Informe elaborado, entre otros, por Elisa Carrió cuando aún regenteaba el ARI y confesado por la diputada Graciela Ocaña en entrevistas periodísticas de la época. Misteriosamente su nombre fue quitado de aquella lista y tiempo más tarde resultó primer candidato a diputado por la persona que lo acusaba y dirigió aquella investigación. La razón, según las fuentes consultadas, es que Alfonso Prat Gay habría financiado la campaña electoral de la Coalición Cívica, asegurándose un lugar en la Cámara baja para tapar sus desaguisados. El ex hombre fuerte de la banca JP Morgan (banca casualmente mencionada por el arrepentido Hernán Arbizu, quien acusó a empresarios argentinos de fugar una millonaria montaña de dólares), que ocupó la titularidad del BCRA para tapar la sangría de divisas ocurrida a principios de siglo, pontifica ahora sobre qué nos conviene a los argentinos desde cuanto micrófono se encienda.

El ex ejecutivo, jefe de monedas del JP Morgan, llegó al Central cuando el país ardía por los cuatro costados. Y los bancos, que incautaron los depósitos de los ahorristas ni siquiera podían abrir sus puertas. A todo esto, en los balances del Banco Central, había grandes rastros del atraco que habían cometido las entidades financieras contra las reservas. Eran tan evidentes que los propios auditores externos del Banco Central (la consultora KPMG) y la Auditoria General de la Nación (AGN) habían rechazado en agosto del 2002 los balances del 2001 debido a las gravísimas inconsistencias que presentaban sus cuentas.

En este delicado contexto asumió Prat Gay la presidencia del Banco Central. Y su arribo “tuvo como objeto tapar todo lo acontecido en torno a las reservas y el contrato de pases contingentes, hechos en lo que el JP Morgan estaba seriamente comprometido”, explicó el ex diputado Mario Cafiero en su momento. “Prat Gay fue el gran encubridor”, agregó.

Su llegada también implicó un inmediato acuerdo con el FMI. Y una compensación integral a los bancos por la pesificación asimétrica y los activos que tenían en dólares. “No sólo ocultó la maniobra. A la par procuró, junto con Lavagna, que los bancos, los grandes responsables de la catástrofe del 2001, no salieran perjudicados”, concluyó el ex diputado.

Aun así la tarea no fue sencilla. En el 2003 la AGN y la consultora KPMG rechazaron nuevamente los balances del Banco Central. Ambos auditores continuaban señalando que no había continuidad en las cuentas del Central. Este balance llevaba estampada la firma del ahora señor “sabelotodo” Prat Gay. Recién en el ejercicio del 2003, el actual diputado por la Coalición Cívica pudo alinear las cuentas, sin hacer una sola mención de los 26 mil millones de dólares que se fugaron en el 2001 de las bóvedas del sistema financiero argentino. Hoy administra la millonaria herencia de Fortabat (Loma Negra), empresa que también está en la lista de quienes fugaron divisas al exterior.

Martín Redrado, ex candidato a diputado por el duhaldismo, erró todas sus predicciones cuando se atrincheró en su despacho con la complicidad de cierta oposición golpista. Buscó protagonismos desde su spot publicitario en donde se autodefinía como el “guardián de las reservas”. Para comprender la “responsabilidad” que equivocadamente se atribuye a sí mismo el “golden boy”, basta recorrer algún período de su presidencia del BCRA para comprobar su ineptitud o su complicidad con la banca privada.

El BCRA emite títulos Letras del Banco Central (Lebacs) y Notas del Banco Central (Nobacs) para absorber la expansión de base monetaria resultante de su intervención en el mercado de cambios, cuyo origen es el comercio internacional. Si el BCRA no hiciera esta operación financiera, la gran afluencia de dólares que ingresaban al mercado interno hubiese apreciado la moneda local con la consecuente pérdida de competitividad.

El BCRA emite pesos para hacer frente a la liquidación de las divisas del comercio exterior comprando esas divisas a los exportadores. A su vez, licita con títulos esos pesos en el mercado pagando un interés. Esta tasa que abona el BCRA es déficit cuasi fiscal, que dependerá del costo-beneficio de comparar el interés que se paga y el que se obtiene por la totalidad de las reservas.

Es por ello que dichos títulos no pueden ser adquiridos por inversores extranjeros. Ello está expresamente prohibido por la normativa vigente. El motivo es evidente: dichas emisiones se realizan con el propósito de esterilizar (absorber) la liquidez excedente en pesos en el mercado local. Si los fondos provinieran del exterior, al ser cambiados a pesos, producirían el efecto contrario: expandirían la base monetaria.

Sin embargo, cuando Redrado estaba al frente del BCRA, estos títulos devengaban un interés de 500 pb en dólares sobre los del tesoro de los EEUU, de ahí la fuerte demanda existente. Durante 2007, el 70% de esas emisiones fueron adquiridas por inversores extranjeros contraviniendo las prohibiciones.

Los inversores extranjeros (o residentes locales con fondos en el exterior) hicieron las transacciones a través de bancos locales, que mantuvieron las Lebacs y Nobacs en cartera como si se tratara de una inversión propia, cuando en realidad los tenían en “custodia”. El BCRA conducido por el “responsable” Martín Redrado no hizo ningún esfuerzo por evitar este desvío. Lo cual supone una importante contradicción a saber: que parte de la deuda que emite el BCRA esté destinada a absorber los dólares que el propio BCRA atraía con el buen rendimiento en dólares de sus propias colocaciones. Los inversores externos, quienes no deberían tener acceso a semejante negocio, estuvieron, naturalmente, agradecidos al autor del libro Sin reservas.

Esa operatoria comandada por Martín Redrado aseguró una rentabilidad más alta a los “inversores” externos, y alentó el ingreso de capitales especulativos, que atentó contra el modelo de tipo de cambio competitivo, dificultando la propia tarea del BCRA, que tuvo que intervenir aún más en el mercado de cambios esterilizando la mayor liquidez, con mayores costos para el conjunto de los argentinos.

Carlos Melconián no fue presidente del BCRA, pero fue joven funcionario del área Deuda Externa en 1982, y junto con Cavallo, estatizaron la deuda privada que se cargó al pasivo de todos los argentinos. También forma parte del listado elaborado por la Cámara de Diputados de quienes sacaron dólares del país en el 2001 usando información confidencial, que el nuevamente candidato del PRO hizo extensiva a las empresas que asesora desde su consultora.

Históricamente, desde su creación en 1935 y salvo raras excepciones, el Banco Central ha sido utilizado para sus propios fines por las corporaciones económicas con intereses en nuestro país, mientras que los argentinos debimos solventar la fuga de capitales y la remisión de utilidades a través de balanzas de pago deficitarias. Digámoslo claramente: Prat Gay, Redrado y Melconián son agentes al servicio del sistema financiero. No fueron salvadores de las reservas, sino contrariamente, los facilitadores de su pérdida.