La contracara del sueño americano

No basta con los desastres que ha provocado Bush II ni los estropicios de Barack Obama respecto a los derechos individuales; ahora irrumpe en la escena política Donald Trump, el exitoso agente inmobiliario que por esa razón cree que puede llevarse al mundo por delante con sus propuestas fascistas de gran repercusión en el público estadounidense.

En su discurso de cincuenta minutos de junio último desde el Trump Tower en Manhattan el personaje de marras lanzó parte de su campaña presidencial que por el momento, según las encuestas (frecuentemente sujetas a gruesos errores), lidera las preferencias en círculos republicanos.

Sus aseveraciones resultan por cierto inquietantes para cualquier persona mínimamente inclinada a los postulados de la sociedad abierta. Desafortunadamente, está en línea con los resurgimientos de los nefastos nacionalismos europeos de estos tiempos.

La emprendió contra la inmigración, especialmente contra los mexicanos, a quienes tildó de traficantes de drogas, violadores y criminales, al tiempo que aseguró que construirá un muro muy alto que hará financiar a los propios mexicanos. Continuar leyendo

Dios, la psique y el libre albedrío

Nos parece que la religión no es un asunto de los domingos, es mostrar interés por de dónde venimos y hacia dónde nos dirigimos. No es un asunto menor. Los hijos adoptados en algún momento muestran curiosidad por saber quiénes son sus padres biológicos, ¿cómo no vamos a estar interesados el resto de los mortales (y ellos también) en saber acerca de un origen más profundo y primero?

Es inexorable el principio, de lo contrario, si las causas que nos dieron origen irían en regresión ad infinitum, literalmente nunca hubieran comenzado las causas que nos permiten estar donde estamos hoy. Llamar a la primera causa Dios, Yahveh, Alá o lo que fuere no resulta relevante. Lo importante es la idea necesaria de la primera causa, no como la contradictoria noción panteísta, sino como agente fuera de la naturaleza. Tampoco es cuestión de pensar que se debe ser religioso; ya bastantes trifulcas, torturas, inquisiciones y matanzas han habido en nombre de Dios, la misericordia y la bondad como para insinuar obligaciones que no son tales. Solamente pensamos que se la pierden los que deciden cerrar los ojos sobre la pesquisa de marras. Continuar leyendo

Desenredar la madeja

Hay quienes están muy ocupados y preocupados con la transición desde un sistema estatista a uno menos paternalista o directamente más cercano a la sociedad abierta. En esta nota miraré el asunto desde otro ángulo, en el sentido de sostener que la transición no es el problema sino saber hacia qué meta debemos dirigirnos. Una vez comprendidos los objetivos, la transición se hará lo mejor posible, es decir, lo que permita la opinión pública al efecto de acercarse a la libertad. Pero esa transición, precisamente, se podrá hacer en pasos mayores en la medida en que se haya trabajado bien en explicar las metas.

Los debates sobre políticas de transición son interminables y muy farragosos cuando, como queda dicho, el ojo de la tormenta radica en saber hacia dónde debemos encaminarnos. Con razón ha dicho Séneca que “no hay vientos favorables para el navegante que no sabe hacia dónde se dirige”. No es que haya que abandonar por completo las ideas de transición, se trata de un tema de prioridades, las cuales están enormemente desbalanceadas a favor de las políticas que pretenden desplazarse de un punto a otro sin tener en claro cuál es ese otro. Y lo alarmante es que muchas veces se pretende navegar con las mismas instituciones y políticas que se desea reemplazar sólo que con “funcionarios buenos”. Con eso no vamos a ninguna parte ya que como nos han enseñado autores como Ronald Coase, Douglass North y Harlod Demsetz, el asunto es de incentivos que corresponden a instituciones y no de personas que son en verdad del todo irrelevantes al efecto de lo que venimos considerando.

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