La Justicia, en deuda con Nisman y con la gente

El fiscal federal Alberto Nisman murió hace un año. Somos muchos los que sospechamos que alguien lo mató y parecería que en el único lugar donde hay dudas sobre si fue un homicidio o un suicidio es en el expediente judicial, donde —como trascendió a través de los medios— ocurrieron varias inoperancias, ineficiencias, demoras y absurdos.

La deuda del Poder Judicial con el país y con la gente es enorme y recordar ahora todo lo que funciona mal sería demasiado largo para esta columna. Los sistemas judicial y de seguridad argentinos están muy mal, como lo muestran los hechos y las encuestas sobre la bajísima confianza de la gente en esos sectores del Estado.

La investigación por la muerte de Nisman no es el único delito que sigue en un limbo, porque es parte del altísimo porcentaje de impunidad que asola a nuestro país y que nos coloca a todos en una situación de indefensión que percibimos como casi absoluta. Continuar leyendo

Macri: desarrollo, equilibrio y Justicia

Ganó Macri  y ganó bien. La conclusión es que será nuestro presidente y también que la mayoría de la gente quiere que la Argentina cambie, como lo reafirman los éxitos de María Eugenia Vidal y Gerardo Morales, por citar los casos más notables.

Esa decisión de cambio es una excelente noticia, porque el único denominador común de todos los gobiernos desde hace años es que la Argentina tiene cada vez menos educación y salud pública, menos respeto por las leyes y en paralelo, más pobres, más inseguridad, más droga, más fracaso y más muerte. Al fin se hizo obvio que tenemos que cambiar.

Parece una eternidad esta espera del instante en que el kirchnerismo dejará el gobierno. Faltan 18 días en los que es probable que Cristina Kirchner abuse en los estertores de su mayoría, dictando leyes con sus legisladores autómatas e incorporando cámporas con sus decretos, siempre contra el próximo gobierno.

Ojalá nos equivoquemos, pero la experiencia enseña que el kirchnerismo siempre superó nuestra capacidad de asombro y nunca para bien.

La buena noticia es que, al fin, el 10 de diciembre Macri y Cambiemos tendrán el poder y muchos recursos para reinstalar la seriedad, la cordura y la modernidad en la Argentina. Continuar leyendo

Un freno al avance kirchnerista sobre el Poder Judicial

La Corte Suprema ha dictado un fallo unánime e impecable, declarando la inconstitucionalidad del sistema de subrogancias, que había establecido la ley 27.145, ideada y promulgada por la presidente Cristina Kirchner.

En pocas palabras, la Corte se hace pleno cargo de su condición de poder de la Constitución y cabeza del Poder Judicial, y restablece un sistema constitucional, serio y lógico de cobertura de vacancias, que como primerísima medida debe proteger la independencia del Poder Judicial frente a las injerencias del Poder Ejecutivo, que era precisamente lo que ocurría con el régimen invalidado.

No podemos obviar que el kirchnerismo detenta siete votos en el Consejo de la Magistratura, y así es que queda evidente la inconstitucionalidad de dejar en las manos de esos votos, es decir del Poder Ejecutivo, la elección de jueces subrogantes que aunque no serían jueces de la Constitución, con el régimen invalidado, podrían haberse mantenido durante años en decenas de cargos de jueces y camaristas.

Porque, como señala la Corte, hay tantos juzgados sin cubrir que en más de doscientos, podría haber este tipo de “jueces amigos” de un kirchnerismo que nos demuestra todos los días que hace lo que desea. Hasta que se le pone freno, claro.

En este fallo, la Corte dice, en otras palabras, que tanto la ley 27.145 como las resoluciones dictadas en virtud de ella por el Consejo de la Magistratura son inválidas, porque lesionan la regla esencial del juez natural, amparo final e imprescindible para que exista real libertad individual frente al poder gubernamental.

Y con rigor y criterio realista y de búsqueda de eficacia, la Corte también impone un lapso breve, de 90 días, para que terminen su actividad todos los jueces subrogantes nombrados de manera inconstitucional. Esto puede parecer excesivo, pero así se posibilita cubrir esas vacantes de manera seria, ordenada y sin perjudicar a la gente que tiene pleitos en esos juzgados y tribunales.

Eso sí: tengamos en claro que lo decidido por la Corte no impedirá que, por ejemplo, dentro de ese plazo de 90 días en las causas del pacto con Irán y de Hotesur, ocurran sentencias viciadas por la parcialidad de jueces inconstitucionales, pero esos fallos podrían ser revisados por la propia Corte e incluso si son fraudulentos, siempre podrán ser dejados sin efecto en el futuro.

Ejemplaridad y valentía

Después de 32 años como Juez de la Corte Suprema, renunció el doctor Carlos Fayt.

Durante su vida escribió varios libros importantes, enseñó a un innumerable número de estudiantes y dictó sentencias de gran trascendencia.

Pero todo tiene un final y el 11 de diciembre no tendremos más a Fayt en la Corte.

Nuestro desafío como país será ser buenos alumnos de Carlos Fayt y entender cuáles fueron sus enseñanzas profundas.

Obviamente que en los distintos campos jurídicos que recorrió ha dejado muchas ideas que ojalá sean prolíficas, pero en estos días tan especiales, donde termina un Gobierno que es el que más ha durado desde 1852, probablemente el mayor desafío para los que, por nuestra edad, debemos tomar la posta del doctor Fayt, es saber cuáles han sido las esencias de su larga actuación pública.

No es difícil. Ha sido decente, serio, trabajador, coherente, librepensador y, sobre todo, valiente.

Con un gobierno en contra, como el de Cristina Kirchner, no se asustó. No optó por el cómodo retiro dorado de un Juez de la Corte.

Siguió dando batalla porque un juez independiente se retira cuando él decide, no cuando lo ordena el Presidente de turno o lo pretenden un grupo de legisladores sumisos al Ejecutivo.

El kirchnerismo jamás entendió que no todos se asustan o se venden.

Al agredir y agraviar a Fayt no solamente se ganaron algunas páginas en la antología de las bajezas políticas y humanas, sino que además le renovaron su fuerza vital.

Porque Fayt, como todo verdadero hombre de derecho, es un luchador.

Ignoro si hoy se sigue estudiando el libro “La lucha por el derecho” de Rudolf von Ihering, pero lo concreto es que el Juez Fayt personifica al verdadero hombre de derecho, que quiere un mundo mejor y mas justo, y está dispuesto a pelear para lograrlo.

La enseñanza más trascendente de la vida del Juez Fayt es la de haber luchado por el derecho y por la Justicia hasta sus venerables 97 años.

No lo hizo en un país nórdico sino en la Argentina, un país presidencialista donde algunos  mandatarios han creído ser dueños de la vida y honor y fortuna de los argentinos, pese a que lo prohíbe la Constitución.

El Juez Fayt no lo ha permitido y, por eso, nos deja una herencia de fortaleza, que nosotros deberemos emular.

Porque él pudo, deberán poder quienes lo sucedan en la Corte.

Ese será su gran legado: el ejemplo.

Más vergüenza en la investigación Hotesur-Kirchner

Es lamentable que, una vez más, se demore y retroceda en la investigación de los delitos que se imputan a la familia presidencial y suframos una verdadera vergüenza.

Al apartar al juez del caso, Claudio Bonadio, la Sala I de la Cámara Federal provoca un retardo y entorpecimiento de la investigación, que desde cualquier punto de vista son negativos. Es inconcebible que un pedido judicial a cuerpos periciales de la Corte Suprema pueda ser causal de nulidades investigativas o de supuesto prejuzgamiento. Estamos viendo cómo simples formalidades son usadas para dilatar y entorpecer una investigación crucial para la confianza de la gente en el gobierno.

La Argentina sufre de una crisis terminal: nuestro sistema legal es estructuralmente favorable a la impunidad. Tanto que somos uno de los pocos o quizás el único país del mundo donde no hay una sola persona presa por corrupción. Si no revertimos esto, la Argentina no tiene ningún futuro.

Lo lógico sería que si se pone en duda el origen de la riqueza presidencial, sea el propio Poder Ejecutivo el que ponga toda la información posible a disposición de los jueces, para demostrar todo lo limpio y legítimo de su fortuna. Usar trucos procesales para impedir el conocimiento de la verdad es, como mínimo, antidemocrático.

La causa Hotesur, precisamente por pertenecer a los Kirchner, tendría que ser un ejemplo de rapidez, profundidad y agudeza investigativa. En vez de eso, todo indica que se convertirá en otra vergüenza nacional.

Afortunadamente, a partir del 10 de diciembre veremos cómo la Justicia estará nuevamente en condiciones de investigar, descubrir y castigar los delitos, sobre todo los de corrupción, de los que somos víctimas 40 millones de argentinos. Aunque haya habido sentencias, podrán ser declaradas nulas si fueron fraudulentas. Y quienes hayan violado la ley deberán ir presos, sin condenas condicionales ni prisiones domiciliarias.

Otro ataque del Gobierno a la independencia de la Justicia

La mayoría kirchnerista en el Consejo de la Magistratura removió al juez Luis Cabral de su  cargo en la Cámara de Casación.

Los argumentos son falaces, porque la Constitución, la jurisprudencia de la Corte y los tratados internacionales firmados por la Argentina otorgan estabilidad a todos los jueces y además imponen que sean nombrados por mayorías especiales del Consejo, elegidos por el Ejecutivo y con acuerdo del Senado. Continuar leyendo

Carlés, un candidato que no está a la altura

El doctor Roberto Carlés, candidato del kirchnerismo para la Corte Suprema, expuso su pensamiento en la audiencia del Senado del día de ayer.

Pero lo hizo parcialmente, porque negó haber escrito tuits que lo comprometen, algo que más allá de ser de difícil prueba, es muy lamentable: una persona que quiere ser juez, aunque fuese de 1º Instancia, debiera tener la honorabilidad y entereza de admitir lo que ha hecho y dicho, en todo caso, pidiendo perdón si ahora considera equivocado lo que hizo antes.

Dejando de lado los otros vicios en los antecedentes de este candidato (falseamiento de datos del currículum, ausencia casi total de experiencia, actividad académica casi exclusiva con Eugenio Zaffaroni), ha sostenido tesis que son sencillamente anti-judiciales y merecerían un aplazo en la facultad.

A la pregunta sobre qué debería hacer ese máximo tribunal cuando sus fallos no son atacados por otros poderes, como tantas veces ocurrió con los Kirchner y concretamente por el caso Sosa, respondió que “La Corte, cuando decide sobre cualquier materia, debe considerar también su imperio, es decir, cuál es la capacidad que tiene de imponer su criterio” y tras decir que el de Santa Cruz no era el único caso insistió en el concepto anterior, añadió que “en un sistema democrático, ninguna decisión tomada por 3 o 4 personas puede, por más Corte Suprema que sea, ir en contra de políticas que requieren mecanismos de decisión más complejos”.

Es decir que para el juez supremo que quiere Cristina Kirchner, la Corte –y todos los jueces, claro- deben fallar solamente aquello que consideren que el gobierno va a aceptar cumplir.

Es la quintaesencia de lo que no debe ser un juez. Ningún juez. Ni siquiera un juez de línea.

Con semejante criterio, la Justicia debería volver al absolutismo previo no a las democracias modernas, sino a la República Romana de hace 2.000 años.

Es increíble que semejante tesis sea sostenida por alguien que ha pasado por una Facultad de Derecho.

Para empeorar su concepto –si cabe- sobre lo que debe ser una Corte Suprema, la equiparó a un organismo representativo, para justificar el aumento del número de sus integrantes y poder así tener “…una mayor representatividad de distintas extracciones sociales, geográfica, de las mujeres, de diferentes especialidades“, lo cual nada tiene que ver con la función de la Justicia.

También fue elíptica pero evidente su negación a la libertad de prensa, al defender la teoría de ciertas formas de control social por “la influencia que tienen los medios de comunicación en la configuración de conducta” de la gente.

Para justificar su total inexperiencia laboral como abogado o funcionario judicial, se defendió diciendo que “para los que no venimos de una familia dedicada al derecho no es fácil entrar en el circuito”, excusa pueril y mendaz, porque desde hace décadas, ingresan al ejercicio de la abogacía más de 3.000 abogados por año, trabajando poco o mucho, pero trabajando al fin. Con esfuerzo y sacrificio. O sea, la antítesis de comenzar una carrera judicial desde la Corte, con el madrinazgo presidencial.

Fue elusivo en su postura frente al aborto, tema en el que se escudó en que la ley lo prohíbe, lo que no significa –aclarémoslo- que él como juez supremo no votaría para declarar inconstitucional esa prohibición. Sobre todo si tenemos en cuenta su referencia a la cantidad de abortos ilegales y sus resultados, argumento usual de los abortistas.

Otra asombrosa afirmación, contraria a las esencia del sistema legal universal, fue su tesis de que los pueblos llamados “originarios” tendrían el privilegio de que las penas contra sus miembros podrían reducirse si en sus comunidades recibieron algún castigo, lo cual además de violar la regla de igualdad ante la ley, habilitaría a los integrantes de cualquier comunidad a invocar similar beneficio.

No vale la pena ahora detallar los argumentos de los senadores del oficialismo para defender al pliego de Carlés, ya que todos sabemos, tras tantos años de kirchnerismo, que pueden decir cualquier cosa. Como por ejemplo, que la juventud del candidato le impondría mayor “dinamismo y calle” a la Corte, como si se tratase de formar un equipo de maratonistas de barrio y no una Corte Suprema.

No fue sorpresivo que la mayoría K aprobara el pliego.

Sí sería sorpresivo que algunos de los 28 senadores que se comprometieron a no votarlo se ausenten a la sesión del 15 de abril, porque eso significaría que el gobierno adquirió su voluntad para poder meter en la Corte alguien que siquiera tiene antecedentes para ser juez de 1º instancia.

No investigar la denuncia de Nisman es impunidad

La historia que todos conocemos es fácil de resumir: nombrado por orden de Néstor Kirchner al frente de la fiscalía especial AMIA, Alberto Nisman investigó durante años el mayor atentado sufrido por la Argentina. Pero posteriormente, la presidente Cristina Kirchner cambió el criterio de su predecesor -y marido- y, en trámite exprés, firmó e hizo aprobar con la obediencia (in)debida de sus legisladores, un tratado con Irán, que fue declarado inconstitucional, donde sacrificaba nuestra soberanía judicial por primera vez en la historia. En un momento dado, el fiscal Nisman denunció a la Presidente, a su canciller y a un grupo de para-funcionarios, por encubrimiento a favor de acusados por la masacre de la Amia, precisamente a través de ese tratado. A los pocos días, el fiscal Nisman apareció muerto de un tiro en la cabeza. Pocos días después, el fiscal Pollicita apoyó la denuncia de Nisman y pidió 46 medidas de prueba.

Pero el juez Daniel Rafecas desestimó la denuncia sin más trámite, hasta teniendo en cuenta elementos ajenos a la causa inicial, que en definitiva sirvieron de prueba a los imputados: para ellos sí hubo posibilidad de pruebas. Para los fiscales, o sea para todos nosotros, no.

Apeló el fiscal Pollicita y el fiscal German Moldes lo acompañó, pese a las presiones brutales que recibió. Incluido el absurdo retiro de su auto oficial.

Ahora la Cámara de Apelaciones, por su Sala I y por el voto de sus miembros Jorge Ballestero y Eduardo Freiler, convalida la desestimación del juez Rafecas e impide que siga o mejor dicho, que empiece, la investigación de un delito que -si existió- involucra a las máximas figuras del gobierno en un tema de lesa humanidad que costó la vida a 85 argentinos y al fiscal Nisman.

Hasta aquí, parece el argumento inicial de una película clase “B”, en la que los buenos al final triunfarán. Pero desgraciadamente es nuestra realidad, y casi todos tenemos miedo de que el mal triunfe. Esta vez, el mal tendría éxito al impedirse la investigación por formalismos kafkianos sin sentido jurídico ni común.

Todos los fallos merecen respeto, pero eso no implica acatarlos: la decisión de la Cámara Federal es apelable ante la Cámara de Casación y hasta lo que decida ésta Cámara puede llegar a la Corte Suprema, dada la monumental gravedad del caso, a través del “per saltum”.

Recordemos que el sistema de aplicación de las leyes, aquí y en todo el mundo, depende de hombres que tienen debilidades humanas y por eso se superponen etapas apelativas, para al menos reducir el riesgo inevitable del error. Espontáneo o inducido, claro.

El fiscal Moldes ya había anticipado que apelaría. Queda saber si el fiscal que tomará el caso lo seguirá, y si Casación revocará las lamentables decisiones de primera y segunda instancias, que nos niegan a todos los argentinos, saber si la denuncia de los valientes Nisman, Pollicita y Moldes contra la presidente y su grupo, tenía fundamento o no.

Ojalá que el sistema funcione correctamente y que, de una buena vez por todas, empecemos a vencer la brutal impunidad que nos aplasta como personas y como país.

Es inadmisible desde todo punto de vista que semejante escándalo quede sepultado en un archivo, sin ser investigado. Eso se llama impunidad, y no podemos seguir conviviendo con ella.

La denuncia del fiscal Nisman fue ratificada por los fiscales Pollicita y Moldes. El denominador común entre estos tres fiscales ha sido el más básico de una República: no deben impedirse las investigaciones de posibles delitos, sin importar que puedan haber sido cometidos por gobernantes.

Incluso si la Cámara de Casación confirmara el fallo de Rafecas y de la Cámara, debería solicitarse a la Corte Suprema que por el instituto del “per saltum”, intervenga y permita que la investigación se lleve a cabo, porque repitámoslo hasta el cansancio: lo que menos necesita la Argentina es que sigamos con una impunidad que nos mata.

Cristina y el 18F

En un larguísimo texto difundido por internet y titulado El 18F, bautismo de fuego del Partido Judicial”, la Presidente vuelve a insistir tácitamente con su actitud de que el país le pertenece, de que ella no está sometida ni a la Constitución ni a las leyes y, para peor, que quienes no le obedecemos, somos traidores a una Patria ficticia que ella y “él” fundaron en 2003.

Dejemos de lado sus razonamientos numéricos sobre cuántos cientos de miles fuimos al 18F. Obviemos su sistemática repetición de falacias estadísticas que no alcanzarán jamás a tapar la realidad cotidiana que todos palpamos a cada paso. No nos detengamos en su reivindicación de una libertad que cada día se reduce más, o en sus alusiones a insultos que no existieron y solo repiten su tendencia a victimizarse. Tampoco caigamos en discusiones sobre otras afirmaciones presidenciales, que siquiera merecen análisis fuera de Tribunales.

Lo gravísimo es que en estos días en que el modelo chavista acaba de atropellar otra vez a la oposición, encarcelando al alcalde de Caracas con una acusación de golpismo, la Presidente utiliza razonamientos similares para descalificar no a un líder opositor sino a cientos de miles de ciudadanos comunes que nos manifestamos porque quisimos, ejerciendo nuestra libertad.

Todos podemos pedir Justicia porque si la Presidente es abogada debe saber que el Poder Judicial carece de autonomía y autarquía presupuestarias y además, ni siquiera tiene una Policía Judicial que le obedezca. Mientras perduren estas debilidades, nuestros jueces y fiscales podrán, y es más, deberán pedir Justicia, porque no tienen todas las herramientas de las que sí dispone la Justicia en los países realmente republicanos.

Enumerar la lista de intentos de seducción, de presión, de coerción económica, jurídica y hasta física que el kirchnerismo viene cometiendo contra el Poder Judicial desde su época en Santa Cruz sería demasiado largo, pero vale referirlo para que no lo olvidemos.

Oponer los antecedentes de la familia presidencial y sus adláteres a las acusaciones contra algunos fiscales sería entrar en un juego inútil, que debemos dejar a la Justicia, que seguirá investigando y ojalá condene a quienes cometieron de delito de lesa humanidad de corrupción.

El 18F cientos de miles de conciudadanos demostraron su homenaje a Nisman y su pedido de verdad y Justicia. Negarlo es una necedad y en un político es algo peor: un error catastrófico.

Ojalá que estos tweets presidenciales no sean el preaviso de una “madurización” del gobierno, algo que todavía descartamos como antes habíamos descartado excesos que terminaron sucediendo.

Es perverso decir que el 18F fue el bautismo de un supuesto e inexistente “partido judicial”, para colmo golpista, alentado por supuestos grupos económicos perversos. Es Goebbels puro y duro.

Ojalá sean solo palabras y no el preludio de una más feroz demonización del sistema judicial, que tiene por finalidad hacer cumplir las leyes y ponerle límites a los poderosos, de los que el gobierno es, de hecho y de derecho, el primero.

La estrategia de Chávez fue eliminar al Poder Judicial venezolano, hasta encarcelando y violando a una de sus juezas. Otros países similares, por suerte pocos, han hecho barbaridades parecidas. El kirchnerismo intentó controlar a los jueces y después a los fiscales y viene fracasando. Pero sigue dominando al Congreso, en el que sus diputados y senadores actúan con una obediencia debida que sería ilegal hasta en un militar.

Hoy más que nunca debemos estar muy atentos.

Cristina presagia, burlándose claro, que la próxima marcha será de un millón de personas. Si sigue así, va a hacer realidad esa pesadilla. Lo malo es que, mientras tanto, nosotros vamos a tener que sobrellevar nuestra propia pesadilla.

¿Cómo llegamos a esto? La verdadera Argentina es mucho mejor que todo lo que nos está pasando.

Luchemos para que ningún delito quede impune.

Está terminando un día histórico

Fuimos cientos de miles de personas en todo el país, pese al calor, la lluvia, y las desgraciadas sugerencias de violencia.

En silencio, con respeto y pidiendo Justicia.

Eramos 400.000 argentinos en la Capital, más todos los de otros lugares en las provincias. Un país de pie, con respeto.

Ninguna cámara pudo reflejar lo que fue realmente la marcha: 4 ó 5 personas por metro cuadrado, todos empapados, llenos de dolor y de firmeza por Nisman y por nuestro país. Continuar leyendo