Educación y esclavitud

Alejandro Gómez

En el artículo La Economía de la Esclavitud, el economista afroamericano Thomas Sowell analiza el impacto que tuvo la economía del sistema esclavista y las externalidades negativas que el mismo generó en el sur de los Estados Unidos. Es interesante considerar algunos de los temas que propone en su artículo a la luz de las reformas que se implementarán en el sistema educativo de la Provincia de Buenos Aires a partir de 2015. Sobre todo porque las medidas que se toman en el presente suelen tener un impacto muy profundo en el futuro.

En una parte de su análisis, Sowell destaca que los métodos para controlar a los esclavos eran muy costosos e ineficientes, ya que mantenerlos encadenados reduciría notablemente su capacidad de trabajo en las plantaciones; así como también levantar vallas a lo largo de todo el perímetro de las mismas lo haría económicamente insostenible. Es por ello que se utilizó otro método más económico: no educarlos. En este sentido, el autor sostiene que “mantener a los esclavos sumidos en la más absoluta ignorancia era un método mucho más barato que las cadenas, las vallas y los guardias armados para impedir la fuga y la resistencia”. “En la mayoría de las plantaciones del Sur antes de la Guerra Civil -escribe Sowell- los esclavos eran analfabetos; los propios amos fomentaban ese estado de cosas, que era legalmente obligatorio. Incluso si algún dueño de esclavos consideraba que el analfabetismo de los suyos era innecesario o inconveniente respecto de los costos, la facilidad con que podría propagarse el alfabetismo habría representado grandes costos externos para los otros dueños de esclavos y para la esclavitud como sistema, ya que podía llegar a generalizarse entre una población de esclavos que solía intercambiar visitas con esclavos de otras plantaciones.”

Además, “el analfabetismo no estimulaba el anhelo de libertad y virtualmente eliminaba los medios de alcanzarla. La ignorancia reducía el universo del esclavo al pequeño mundo de su propia experiencia”, ignorando todo aquello que no estaba a su alcance y temiendo a los cambios que le resultaran extraños. Todo ello hizo más sencillo para los amos poder dominarlos y mantenerlos bajo su ala.

Así las cosas, no sorprende (¿o debería?) que las medidas tendientes a nivelar para abajo los niveles de exigencia educativa terminen por consolidar un sistema de política clientelar y de dádivas gubernamentales a largo plazo. 

Ahora bien, si es como han argumentado en las últimas horas las autoridades educativas de la Provincia de Buenos Aires, la idea es eliminar el sentimiento de frustración que sienten los alumnos que resultan aplazados con 1, 2 o 3. El argumento vuelve a ser endeble. En este caso también el artículo de Sowell nos da una muestra de cómo hicieron aquellos dueños de esclavos que querían obtener un mejor rendimiento de los mismos. Para ello se implementó un sistema de incentivos positivos que llegaban hasta la obtención de la libertad en forma definitiva. Con ese fin, en algunas plantaciones se estableció un sistema de pago salarial que fomentaba una mejora en su desempeño en vista a trabajos futuros y con el fin último de poder comprar su libertad. En este sentido, podemos apreciar que si queremos mejorar las condiciones de las personas y disminuir su nivel de frustración es necesario elevar los incentivos y no igualar hacia abajo, porque esto repercute directamente en las otras personas que ven desaparecer los incentivos que los motivaban a subir en la escala del conocimiento.

Por último, Sowell también llama la atención en su artículo sobre una externalidad negativa que permaneció en el tiempo y que de alguna manera persiste hasta el día de hoy, ya que en aquellas regiones de Estados Unidos donde prevaleció el sistema esclavista por más tiempo y con mayor magnitud, las condiciones de vida, el nivel educativo y de ingreso per cápita siguen siendo los más bajos del país, como ser el caso de los estados de Alabama, Georgia, Carolina del Sur, Mississippi y Luisiana. No deberíamos perder de vista este factor porque las cosas que no hagamos bien hoy tendrán consecuencias negativas en el futuro.