Los desafíos del “Coqui”

Jorge Capitanich asumió la Jefatura de Gabinete. Enfrenta desafíos grandes y en algunos casos, urgentes (sobre todo en el área económica). Tiene experiencia en la gestión ejecutiva y ocupó el mismo cargo en un momento mucho más crítico que el actual, y en el cual, junto a otros, comenzó a cimentar la recuperación del infierno del 2001.

Tendrá, a diferencia de sus antecesores, más poder decisorio y ejecutivo. Todo indica que Cristina le dará amplios márgenes de acción, y él no se rehusará a usarlos. Hiperactivismo y, a tono con la época, reflejado al instante por los medios tradicionales y los más modernos. Cristina debe tener una actitud más pasiva por su salud y encontró en Capitanich alguien en quien puede confiar y delegar funciones y, al mismo tiempo, darle más activismo y coherencia a la gestión nacional.

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Los próximos pasos de +a

En los meses previos a las recientes elecciones legislativas, una de las especulaciones centrales era qué haría Sergio Massa con el capital político que le asignaban las encuestas. ¿Se quedaría en Tigre o se lanzaría a la arena electoral? ¿Lo haría “por adentro” o a través de un sello nuevo, con eje en el armado que venía pergeñando con muchos de sus colegas intendentes del GBA? ¿Cuál sería su discurso: saldría con los botines de punto o caminaría por el insípido pero rendidor centro, es decir, rescatando lo bueno y criticando lo malo del modelo? En caso de lanzarse, ¿cómo le iría en términos electorales?

Después del 27 de octubre, quedaron respondidas esas preguntas y afloraron otras parecidas. ¿Cómo usará el capital político que le asignan, ya no sólo las encuestas, sino las urnas? ¿Cómo construirá: se acercará al PJ o seguirá por afuera con su estrategia renovadora? ¿Irá por la presidencia de la Nación, la gobernación o se quedará en el Congreso? Estas preguntas, y otras más, se irán respondiendo con el tiempo, aunque ya hay pistas de análisis.

Por el lado de la construcción y el armado político, Massa seguirá jugando por afuera con su estrategia renovadora, aunque sin desconocer su origen peronista. Dialogará con muchos dirigentes, recorrerá el país y también sumará kilometraje internacional.  Es lógico: muchos quieren hablar con él para sumarse al Frente Renovador o, al menos, para ser tenidos en cuenta en caso de que el tigrense quiera pegar otro salto en 2015.  Massa privilegiará a los intendentes, especialmente a aquellos jóvenes, con perfil de gestión, de ciudades con poblaciones medias y grandes, con ganas de crecer políticamente, deseosos de buscar otro lugar bajo el sol y de todos los signos políticos. La excusa de los encuentros será compartir experiencias de gestión y el mascarón de proa será un instituto de políticas municipales del que se están puliendo los últimos detalles. Sabe, también, que no conseguirá adhesiones explícitas, aunque tampoco los buscará. Por razones financieras, no todos pueden darse el lujo de sacarse los pies del plato a dos años de los próximos comicios.

La idea no es sólo sumar voluntades sino evitar quedar desdibujado en el Congreso, donde el FpV seguirá marcando los tiempos y el margen de acción del FR será muy acotado, aunque ya está sumando miembros a sus filas, incluso en el Senado, y tendrá un bloque mayor que el que se computó inicialmente. No quiere quedar como un mero comentador. A Massa le gustan los cargos ejecutivos, y así se proyectó a la política. Sin la intendencia formal de Tigre, deberá ensayar otras maneras de potencial su perfil de gestor. También hablará con otros dirigentes de mayor envergadura, sobre todo peronistas. Muchos encuentros serán por lo bajo para no quedar “pegado” a figuras que poco tienen de renovadoras y que ahora no le suman. Donde el massismo sí tendrá un rol más activo es en la Legislatura bonaerense, donde cuenta con dos bloques sólidos, y desde donde buscará hacer una oposición más agresiva a la gestión de Daniel Scioli, a quien ven como principal competidor para 2015 y a quien le apuntarán sus dardos más fuertes.

Por el lado del discurso, Massa seguirá ubicándose en el ambiguo centro, hablando sobre los temas de mayor preocupación ciudadana (inseguridad e inflación, en primer lugar), defendiendo muchas políticas kirchneristas y criticando, de modo selectivo, a las más impopulares. Y a sus más impopulares interpretes, también: eso explica sus recurrentes menciones (gaffes incluidos) a Guillermo Moreno en la campaña.  En muchos casos, propondrá profundizar muchas de las iniciativas puestas en marcha por el Gobierno. Sabe que las líneas directrices del “modelo” siguen teniendo mucha aceptación social. Se define como keyensiano y muchos de sus asesores económicos, con la excepción de unos pocos, no pueden ser vistos como liberales. Evitará que lo corran por izquierda porque, en definitiva, busca votos en el amplio cofre peronista, aunque no solamente allí. Seguirá hablando de la esperanza, de la no confrontación y con ese lenguaje casi chabacano (por ejemplo, suele decir “chorros” en vez de delincuentes). Buscará sacar ventaja de su corta edad (dentro del lote de presidenciables es, por lejos, el más joven) para conectar con los jóvenes, cada vez más gravitantes en el padrón. Mientras buena parte del arco opositor tiene un discurso antikirchnerista, con eje en el Gobierno, el de Massa luce como un lenguaje poskirchnerista, con eje en las expectativas y el futuro. Otros critican, él propone. Pero, al estar en el Congreso y ser un dirigente nacional y ya no municipal, deberá opinar y definirse sobre una variedad de temas, algunos incómodos, que irán surgiendo en el debate público y cuyos efectos políticos no serán neutros.

Así planea avanzar Massa en los próximos meses. Sabe que mide bien en las urnas pero, también, que lo votaron para diputado. Sabe, o debería, que no puede hacer proyecciones lineales sobre su caudal electoral y no se dormirá en los laureles. Nadie es dueño de los votos, y el electorado argentino lo demuestra con periodicidad. Si bien el objetivo de Massa es llegar a la Casa Rosada, recién tomará la decisión a finales de 2014. En el horizonte, 2015 es más que tentador: sin Cristina en la boleta, probablemente habrá un cambio mayúsculo de quienes detentan el poder, quizás el cambio más radical desde 2003, y nadie sabe cuándo se abrirá la próxima ventana para la emergencia de un nuevo liderazgo nacional. Cuando sea el momento de tomar la decisión, analizará los dividendos de sus recorridas nacionales y, tal como hizo para esta elección, verá cómo se posicionan los demás actores, especialmente el Gobierno. Encuestas en mano, recién allí tomará su decisión. Por ahora, es tiempo de crecer.

Una estrategia defensiva

A 10 días de las primarias en las que el Frente para la Victoria (FpV) ganó la Antártida pero perdió la provincia de Buenos Aires (que el lector pondere la importancia de ambos resultados a piacere), el Gobierno empieza a reaccionar y salir del estupor que suponen las derrotas importantes. La autocrítica no es una cualidad del kirchnerismo ni, en rigor, de los políticos en general. El objetivo de corto plazo de Balcarce 50 es tan claro como complejo: evitar otra caída en las urnas en octubre y evitar que crezcan las filtraciones en la coalición. Las encuestas que llegan a las Casa Rosada no dan mucho margen para el optimismo. El Frente Renovador de Sergio Massa merodea el 40% de los votos en la provincia de Buenos Aires y el FpV perderá en las otras provincias grandes (CABA, Córdoba, Santa Fe y Mendoza) y en otros distritos menores del interior. El único aliciente es que, de darse esos resultados, las bancadas oficialistas del Congreso no sufrirían grandes cambios y no tendrían un escenario tan adverso como en 2010-2011.

Quienes esperan una agenda populista cargada de anuncios o se esperanzan con el hecho de que “el kirchnerismo siempre se fortaleció en las derrotas” se quedarán con sabor a poco. La Presidenta lo anticipó la noche del 11 de agosto: no esperen grandes cambios ni promesas que no podamos cumplir. El periodista Marcelo Zlotogwiazda menciona algunas de las decisiones que tomó el Gobierno luego de la derrota legislativa de 2009: la Asignación Universal por Hijo, el plan Argentina Trabaja, el Fútbol para Todos, la aprobación de la ley de Servicios de Comunicación Audiovisual que había sido presentada antes de la elección, la estatización de la ex fábrica militar de aviones de Córdoba, el nuevo DNI barato y de fácil tramitación, la eliminación del delito de calumnias e injurias contra funcionarios como figura penal, la modificación de la ley electoral con la creación de las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias y el plan Conectar Igualdad. ¿Hay margen, voluntad y energía para eso ahora? Parece que no, aunque sólo han pasado 10 días de la elección y resten igual cantidad de semanas para las generales. Mientras, los temas incómodos de la agenda pública (desde el “affaire LAN” hasta las denuncias realizadas por el programa de Jorge Lanata) siguen incómodamente presentes.

En el frente económico, se destaca la reunión que mantuvo la Presidenta junto a su equipo económico (curiosamente, sin Guillermo Moreno) con algunos (en efecto, pocos) de los principales empresarios y peces gordos del país. ¿Qué se habló en esa reunión? Salvo los escuetos trascendidos de los participantes, no se sabe. Lo que importa es la reunión. La señal. El Gobierno buscó mostrarse activo, sensible a los reclamos de los sectores productivos y acaso con ganas de enviar señales apaciguadoras de que no habrá “chavización”. En los discursos oficiales, el compromiso con “el modelo” sigue intacto y no deberían esperarse grandes cambios. Al menos que se lo fuerce el mercado, no habrá ajuste ni cambio de rumbo.  El Gobierno recogió el guante del reclamo del mínimo no imponible del impuesto a las ganancias pero aclaró que subirlo cuesta plata. Puede ser que haya alguna suba antes de octubre. Hasta ahora, no anunció nada y lo que más trascendió fue la comparación que realizó CFK con Australia y Canadá. Poco y nada. El Gobierno sabe que no hay mucho para hacer antes de octubre para recuperar votos y tampoco tiene muchos márgenes económicos adicionales para empujar más la economía. Ya hizo casi todo.

En el frente político, se destaca la hiperactividad de Daniel Scioli. Casi como ocurriera con el Papa Francisco, el gobernador pasó de ser un timorato y cadete de Clarín a un militante camporista más, aunque aún no excomulgado del todo por el kirchnerismo de paladar negro. Es cierto que el FpV precisa de un Scioli “aliado” y que fortalezca la gobernabilidad, pero también es cierto que el gobernador necesita que al Gobierno no le vaya mal para mantener sus aspiraciones presidenciales vivas. Esto queda claro en sus recientes apariciones públicas. El gobernador presidirá la semana que viene un encuentro con la plana mayor del PJ para frenar la diáspora de “garrocheros” (Jorge Asís dixit), mostrar señales de unidad en torno a la Presidenta y empezar a colocarse como el sucesor. En el Gobierno ya no molesta que ventile sus aspiraciones de llegar a la Casa Rosada. ¿Habrá una interna peronista, o del FpV al menos, en 2015?

En definitiva, el Gobierno parece tener una estrategia defensiva (y algo resignada), buscando evitar que se siga licuando su poder. Caída la re-re y la “Cristina eterna”, está consciente de sus limitaciones. A diferencia del discurso de Tecnópolis del miércoles 15, es posible que Cristina se muestre más dialoguista y menos confrontadora. Si estas tendencias se mantienen en el tiempo, es posible que la transición política que se avecina sea menos traumática de los que muchos opinan hoy. Ese sería el mejor escenario para el Gobierno, para las fuerzas opositoras que aspiran a sucederlo y, sobre todo, para los más de 40 millones de argentinos.

Massa, al 40% y más allá

El Frente Renovador (FR) cumplió su primer objetivo con creces: le ganó al Frente para la Victoria (FpV) en la provincia de Buenos Aires por casi 500.000 votos.  Julio Burdman, uno de los mejores analistas políticos vernáculos, denominó su victoria como una “pequeña revolución electoral”. Mario Ishii, ex intendente de José C. Paz y poeta frustrado, fue más sutil: “Fue una cagada a palos tremenda”.  Ahora, el FR va por más y aspira a llegar a los 40 puntos en octubre. Grosso modo, deberá, además de mantener los actuales, sumar unos 500.000 votos más.

Y es probable que llegue, o incluso supere,  ese umbral.  Como quedó demostrado en las PASO de 2011, la sociedad “premia” a los ganadores de las primarias en las generales porque el ganador siempre está de moda o porque muchos se decepcionan con la performance de su candidato original. En 2011, los beneficiarios fueron Cristina Kirchner y Hermes Binner. También los intendentes bonaerenses, junto a parte de sus aparatos, suelen moverse al son de las urnas. No por nada muchos de ellos han permanecido por varios años, sino décadas, en sus despachos viendo desfilar a distintos presidentes por Olivos y gobernadores por La Plata. Otros varios candidatos provinciales buscarán pegarse a su boleta. Massa también se beneficiará por el efecto voto “estratégico” o “útil” mediante el cual los votantes utilizan al candidato para un determinado fin como, por ejemplo, castigar al Gobierno Nacional.

Salvo grandes imponderables, caben pocas dudas de que Massa “robaría” buena parte de los 100.000 votos que obtuvo el partido Compromiso Federal, que no llegó a piso del 1,5% (desde ya se llevará los 33.000 de Eduardo Amadeo); algunos miles de los 135.000 votos del partido  Fe de “Momo” Venegas (según los datos provisorios pasaría el umbral de 1,5%, pero podría bajarse); varias decenas de miles, sino cientos, de los 915.000 de Francisco de Narváez y otros miles al propio FpV.  Sumando todas esas migraciones, Massa llegaría a los 40 puntos.  En términos geográficos, el FR tiene espacio para crecer en el interior provincial y en “el campo”, que ya se entusiasmó con algunas de las propuestas del equipo económico massista.  Por ejemplo, puede sumar votos en la Quinta (tiene un padrón de más de un millón) y la Sexta Sección Electoral; en ninguna de las dos superó el 25% de los votos.

Hasta octubre, Massa seguirá con su libreto. Equipo que gana no se toca, y menos si juega bien. También continuará con su mensaje atrapa-todo y despojado de confrontación, que parece haber sido bien recibido.  Además, él y sus acompañantes seguirán presentando proyectos sobre temas de alto impacto popular, como la inseguridad y el bolsillo. Por ejemplo, ya propuso subir sensiblemente el mínimo no imponible. Mientras tanto, seguirá reclutando full-time.

¿Y el largo plazo? En mi anterior columna planteaba que todo político en ascenso debía atravesar tres etapas secuenciales (la comunicacional; la electoral y la política) y que Massa sólo había pasado la primera. El domingo pasó, con bastante éxito, la segunda y, si repite en octubre, se encamina a la tercera. Para 2015 falta muchísimo, pero Massa ya se prepara.

Los próximos pasos de Massa

Desde hace algunos años, Sergio Massa es uno de los políticos argentinos con más imagen positiva en la sociedad, y no sólo en Tigre, el conurbano norte o en la vastísima provincia de Buenos Aires. Incluso en los distritos más lejanos del país, y para la curiosidad de muchos encuestadores, Massa “mide bien”. Con semejantes números y con las grandes ambiciones que tienen, según quienes lo rodean, era más que obvio que Tigre le quedaba chico. Sin re-re de Cristina a la vista y con un oficialismo que no pasa por su mejor momento, Massa debía salir a la cancha este año si quiere llegar a la Casa Rosada en 2015 o, cuanto menos, no dilapidar su capital. Si se quedaba en Tigre existía el riesgo de que la gente se olvidara de él. Por eso, siguiendo el manual, salió a la cancha.

Si bien el anuncio fue sobre la chicharra, estuvo lejos de ser una decisión intempestiva. Su candidatura está lejos de estar basada, únicamente, en las encuestas o en la buena relación con los grandes medios opositores, siempre al pie del cañón para apoyar a quienes puedan acabar la “pesadilla kirchnerista”. La candidatura de Massa también se asienta en un paciente y estratégico armado en el territorio que comenzó a tejer tras su paso por el Gobierno. Por eso, hoy tiene el apoyo de más de 10 intendentes de municipios importantes del conurbano, varios más del interior provincial y, sotto voce, algunos más. No es un “invento de los medios” ni de las encuestas, aunque ambos hoy lo ayuden.

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Insaurralde, un buen candidato

Luego de meses de especulaciones, Martín Insaurralde resultó el elegido para encabezar la boleta del kirchnerismo en la provincia de Buenos Aires. Si bien su inclusión en la lista no fue sorpresiva, sí lo fue su ubicación y, sobre todo, la falta de acompañantes de peso. En las elecciones en la provincia de Buenos Aires, el kirchnerismo siempre tiró toda la carne al asador. Y de pronto se inclina por un joven intendente que, según una encuesta de Poliarquía, es un desconocido para más del 50% de sus potenciales electores. Ese déficit fue, por lejos, el más señalado por los analistas políticos. Además, quienes completan el podio (la moronense Juliana Di Tullio y la matancera Verónica Magario) son igual, o aún más, desconocidas.

Con las PASO (determinantes, como quedó demostrado en 2011, de los resultados de las generales dos meses después) a poco más de un mes de distancia, la estrategia es, cuanto menos, arriesgada. Sus principales rivales (Sergio Massa, Francisco de Narváez y Margarita Stolbizer-Ricardo Alfonsín) son, en cambio, mucho más conocidos para el elector bonaerense. La maquinaria oficial, la más potente desde la vuelta de la democracia, deberá acelerar el proceso de “instalación” de Insaurralde.

Pero no todo depende de él, claro, y por eso la jugada es menos arriesgada de lo que parece. Insaurralde no será el único caballito que empuje. Las boletas también traccionarán “desde abajo”, vía legisladores provinciales o candidatos a concejales testimoniales, como Fernando Espinoza. En definitiva, “el voto es al sello”, como sostiene Julio Burdman. Ni siquiera Néstor Kirchner encabezando la boleta pudo evitar una derrota en 2009.

Por ello, es probable que quienes quieran votar al kirchnerismo (el famoso núcleo duro que oscila entre 25-35% del padrón), lo voten. Es difícil pensar que quienes hayan acompañando al oficialismo y tengan pensado hacerlo ahora no se inclinen por el FpV porque no sepan quién es Insaurralde o no lo reconozcan en el cuarto oscuro. Las boletas, además, ayudarán. Por lo tanto, la falta de conocimiento del lomense no pareciera ser un déficit mayúsculo para su performance. En efecto, la amenaza a ese núcleo duro no es interna sino externa: básicamente, una economía que crece poco y la irrupción de Massa, que seguramente perforará ese núcleo duro.

Dejando a un lado este déficit, hay aspectos positivos de la candidatura del intendente de Lomas de Zamora, que no fueron tan recogidos por los analistas. En primer lugar, parece ser un dirigente “querible”. Según la misma encuesta de Poliarquía, en la populosa zona sur del Gran Buenos Aires, su área de influencia natural, ostenta una imagen positiva interesante (52%) y un desconocimiento de 32% (alto pero menor al promedio provincial). Su carácter de “querible” puede asociarse a sus características personales (cada vez más decisivas a la hora de decidir el voto), a los desafíos de salud que debió superar o a sus dotes como gestor, también muy importantes para decidir el voto (tal como lo demuestran, también, los casos de Massa o Darío Giustozzi). La pregunta es si el lomense podrá pescar votos, no en territorio enemigo, sino en ese tercio del electorado volátil que no forma parte del núcleo duro opositor ni oficialista.

Al no ser un miembro conocido del elenco oficial, puede presentar cierta imagen renovadora y recorrer el espinel, tan en boga por estos días, de rescatar lo bueno y desechar lo malo. Además, los opositores tienen menos elementos para apuntar cañones contra él (como sí los hubieran tenido en caso de que, por ejemplo, Florencio Randazzo estuviera en la boleta). “No lo conozco mucho”, dijo Stolbizer, y difícilmente se escuchen críticas altisonantes desde el campo massista. Incluso Eduardo Duhalde lo bendijo. “Es un buen chico”, dijo el también lomense. Esto le permitirá a Insaurralde presentarse (hasta cierto punto, claro) “aislado” de los problemas del Gobierno Nacional.

Asimismo, el intendente de Lomas, de 43 años apenas cumplidos, ha ensayado algunos gestos novedosos y diferenciadores, como brindar entrevistas a medios opositores (casi se concreta una con Clarín) y está lejos de la épica retórica (“la reforma de la Constitución no está en la agenda” y “nadie es eterno”, dijo) y la verba inflamada del camporismo del siglo XXI. Como Daniel Scioli, forma parte del ala de “paz y amor” del kirchnerismo. Además, se refiere, sin tapujos, a la inseguridad y la inflación, casi ausentes del discurso oficial.

En definitiva, Cristina, la que puso el gancho a su candidatura, optó por la racionalidad más que por la radicalización: no haber puesto a jugar a Alicia o no haber llenado las listas boanerenses de “camporistas”, al menos en los primeros puestos, apuntan en el mismo sentido. Puso a jugar a alguien que, además de aglutinar el núcleo duro, puede pescar votos más allá de las fronteras. Poner a un joven intendente con laureles de gestión y exitoso electoralmente (superó el 66% de los votos en 2011), al igual que Massa, sirve para demostrar que el kirchnerismo también tiene una cantera de candidatos como los que hoy parece demandar y valorar más la sociedad. Si gana (las encuestas lo muestran peleando el primer lugar con su colega tigrense), ingresará a las grandes ligas.

¿Se UNEN ahora y se desunen después?

En 2011, Elisa Carrió, Ricardo Alfonsín, Hermes Binner y Pino Solanas fueron los engranajes de cuatro de las 10 fórmulas que se presentaron a las PASO del 14 de agosto. A Carrió y Solanas (que apuntalaba la fórmula Argumedo-Cardelli) les fue tan mal que, en el caso de Proyecto Sur, no pasaron el corte y no llegaron a las generales. Alfonsín y Binner sí lo hicieron, aunque tampoco les fue muy bien: el radical terminó tercero en las generales y el socialista, segundo. Ambos, a más de 30 puntos de CFK. Pero eso es pasado. La novedad es que, dos años después, están todos en un mismo espacio, o algo similar.

“Lilita” y “Pino” irán juntos en una de las varias boletas de UNEN que se presentarán en la Ciudad; Alfonsín, y el radicalismo, acordaron ir junto al FAP (salvo algunas deserciones) a las elecciones de octubre en la provincia de Buenos Aires y Binner dejó a un lado su competencia con los radicales y encabezará la lista que compondrán las fuerzas que integran el frente de partidos que le arrebató la provincia de Santa Fe al peronismo en 2007 y que aún hoy la gobierna. En todo el país, este “espacio”, además, tendrá oferta en 16 distritos. Será algo similar al Acuerdo Cívico y Social (ACyS) de 2009. Los más críticos se remontan más de una década atrás y hablan de una reedición de la Alianza.

No es una gran acuerdo nacional ni un frente, al estilo del Frepaso y mucho menos la Alianza. Son acuerdos de menor escala y circunscriptos a cada provincia. Tampoco parece ser muy útil definirlos como de centroizquierda. Lo que los define, más bien, es el hecho de ser opositores al Gobierno y no ser peronistas. Tampoco intentan negociar con los peronistas no alineados, como sí hace el PRO. Son todos dirigentes que quieren y sienten que pueden “ir por más” y jugar en las grandes ligas: saltar desde sus bancas de senadores o diputados a cargos ejecutivos provinciales o, por qué no, nacionales. El que tiene más credenciales dentro del espacio es Binner: salió segundo en 2011 y gobernó una de las provincias más importantes del país. Y seguramente gane en Santa Fe este año, y gran parte del mérito será suyo.

Si se compara este activismo coalicional de la centroizquierda con el del polo de la centroderecha (que componen los peronistas disidentes, los ex K y el PRO) el contraste es notable. Para la ciudadanía opositora que venía reclamando una unión de la oposición, es una buena noticia. Como recuerda Pablo Ferreyra en su columna, Jorge Lanata los felicitó. No es un patrocinio menor. Además, si se suman todas las boletas que se presentarán en las PASO por el espacio (en la ciudad de Buenos Aires habrá, como mínimo, tres) podrán juntar votos de varias canastas. Lograr repetir esos números en las generales no está asegurado: ¿los votantes de Terragno-Lousteau estarán dispuestos a votar por Carrió, Solanas, Gil Lavedra o “la política que te gusta” o viceversa? No se sabe.

Algunos de los acercamientos (por ejemplo, entre Libres del Sur y la UCR en la Ciudad) se vienen trabajando hace un tiempo, pero otros (como la sumatoria de “Pino” y “Lilita” a ese frente o el acercamiento FAP-UCR en la provincia) fueron enhebrados entre gallos y medianoche. En este caso, lo que primó parece haber sido más la conveniencia electoral que las coincidencias o los consensos. ¿Premiará la sociedad la vocación de poder o le bajará el pulgar al rejunte?

Viajemos a la mañana del 28 de octubre, y seamos optimistas con el espacio: Binner ganó en Santa Fe, UNEN hizo una muy buena elección en la Ciudad, en la provincia Alfonsín-Stolbizer salen segundo pisándoles los talones al kirchnerismo y el espacio consigue algún otro buen resultado por ahí. Nada mal. Pero ¿cómo sigue? La clave, para el espacio, será encontrar un factor aglutinante, es decir, un candidato a presidente y evitar el vedettismo. Binner, por sus credenciales, parece el elegido. Pero ¿estará dispuesto a hacer una convocatoria generosa? O, más importantemente, ¿aceptarán todos los heterogéneos integrantes del espacio, especialmente los radicales, la invitación? Alfonsín también podría buscar ser el líder. ¿Y los mendocinos Cobos y Sanz? Las dudas a futuro son muchas. ¿No se pelearán antes? ¿Seguirán unidos? ¿Les irá bien en las elecciones? No se sabe. Por lo menos, y no es poco, han dado el primer paso.

¿El oficialismo mantendrá el control del Congreso?

El 27 de octubre se realizarán elecciones legislativas en el país. Como siempre, estos comicios suelen interpretarse como un plebiscito de la gestión del Gobierno Nacional y se compara, por ejemplo, con cuántos votos perdió o ganó desde la elección nacional de dos años antes. Casi siempre el porcentaje de votos que el oficialismo obtiene en las legislativas es menor que en las presidenciales porque el voto tiende a fragmentarse más.

Pero, más allá de esta lectura política, hay mucho poder real en juego en octubre. Concretamente, como indica la Constitución, se renueva la mitad de la Cámara de Diputados (127 legisladores) y un tercio de la Cámara de Senadores (24 legisladores). Actualmente, el oficialismo (entre propios y aliados) cuenta con mayorías en ambas cámaras. Por eso controla el quórum y logra aprobar las leyes que quiere.

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Los desafíos de la UCR

La Unión Cívica Radical (UCR) tiene activos que ningún otro partido opositor tiene. Por ejemplo, una historia centenaria (de hecho, es uno de los partidos más antiguos de América Latina) y presencia, tanto física como simbólica, en buena parte del territorio nacional. Es el único partido que le ha podido ganar elecciones presidenciales al peronismo (en 1983 y 1999), gobernó varias provincias y es el único, aparte del Partido Justicialista (PJ), que ha llegado a gobernar el país a través de elecciones limpias. Actualmente, cuenta con un gobernador (Ricardo Colombi, de Corrientes), pero es la segunda minoría cómoda en ambas cámaras del Congreso, tiene decenas de intendentes en todo el país, varios centenares de concejales y un brazo universitario (Franja Morada).  ¿Qué otro partido, además del PJ, puede exhibir esos activos? Ninguno. Visto desde este prisma, uno podría pensar que el radicalismo goza de buena salud o, incluso, que el antiguo bipartidismo sigue vivito y coleando. Pero esto no es así.

Empezando por los propios radicales, siempre dispuestos a la autocrítica, el análisis imperante es que el partido fundado por Leandro Alem está en decadencia y, los más pesimistas, no dudan en afirmar que jamás volverá a ser lo que fue. Nostálgicos, se imaginan que el “volveremos a ser gobierno/como en el ‘83” los acompañará varios años, o décadas, más. Pero tampoco esto es cierto, y no hay motivos para ser tan pesimistas sobre su desempeño electoral futuro.

Un dirigente radical, que pidió no ser nombrado, realizó recientemente un cuestionario exhaustivo sobre el estado del radicalismo y se lo envió a varios correliginarios de alta jerarquía para que den su opinión. Una de las preguntas se refería a las debilidades del partido. Entre las respuestas se destacaban la falta de sintonía con los sectores juveniles (cada vez más importantes, en términos relativos, en los resultados electorales), las desgastantes internas, la falta de innovación, la carencia de una base electoral sólida y, además, la falta de una conducción estratégica nacional. Este último, me parece, es el problema más serio que enfrentan los radicales. La carencia de una estrategia nacional conduce al caudillismo provincial, la fragmentación y la anomia.  En 2011, por ejemplo, el radicalismo cordobés de Oscar Aguad coqueteó con el PRO; el santafesino, con el Partido Socialista, con quien gobierna la provincia hace más de cinco años y el radicalismo bonaerense, con el peronismo disidente de Francisco de Narváez.  Mientras que para algunos radicales K la Concertación Plural que pergeñó Néstor Kirchner en 2007 sigue vigente.

Relacionado a esto, la UCR también tiene otro obstáculo: a diferencia del FAP y el PRO, hoy no cuenta con un presidenciable. Aunque sí tiene algunos potenciales, no hay uno que sirva de faro para el resto del espacio ni que sea el referente del partido ante el gran público. El último líder de la UCR fue Raúl Alfonsín, de quien recientemente se cumplió el cuarto aniversario de su muerte. Esta carencia aumenta las probabilidades de la fragmentación del partido. En 2007, la UCR debió recurrir al peronista Roberto Lavagna para conformar la boleta presidencial. Esto se potencia con la actitud de los otros partidos (de la oposición e, incluso, del kirchnerismo -al menos hasta 2007-) de buscar aliados en la cantera radical y de fagocitarlo paulatinamente. Por mencionar algunos casos: Julio Cobos o Gerardo Zamora fueron con el FpV; Margarita Stolbizer, con el FAP, y Gustavo Posee y Silvana Giúdice con el PRO. Otros dirigentes, como Elisa Carrió o Ricardo López Murphy, abandonaron el partido y trazaron sus propios caminos. “Algún error debemos estar cometiendo si las noticias en el radicalismo son que los dirigentes se van y no que la gente viene”, dijo Aguad recientemente.

Sin duda, otro obstáculo surge de sus devaluadas credenciales como partido del orden o de la estabilidad. El último presidente radical en concluir su mandato fue Marcelo T. de Alvear en 1928.  “Ya tenemos preparado el helicóptero para el próximo presidente”, suele decir un dirigente radical en broma. Revertir esta creencia llevará su tiempo y la UCR deberá exhibir amplios apoyos de distintos sectores para demostrar capacidad de gobernabilidad.

Un balance

La amenaza de desintegrarse o de ser cooptado por los demás partidos opositores es cierta, y los dirigentes radicales lo saben. La UCR podría quedar relegada a una pieza cada vez más pequeña de los futuros engranajes opositores. Más que aliarse con él, los distintos sectores opositores parecen deseosos de desmembrarlo. Su lugar de segunda fuerza hoy está más en riesgo que nunca.

Este desenlace, sin embargo, no es inevitable. El radicalismo ha sabido resurgir de sus cenizas en más de una ocasión y, como ocurrió en 1983 y 1999, el renacimiento se produjo luego de contextos en los cuales el PJ, como hoy en día, parecía acaparar transversalmente todo el espacio político.

Como decíamos al comienzo, la UCR tiene activos (aunque no los está aprovechando) que otros partidos opositores no tienen y que no son constatados por las encuestas de opinión. “La UCR carece hoy de programa y base social: no se sabe lo que pretende y pocos sectores ciudadanos la apoyan. Es, meramente, una organización electoral con arraigo nacional. ¿Una cáscara vacía? Sí. Pero las cáscaras contienen, protegen, dan forma. Un nuevo liderazgo podría llenarla de contenido”, sostiene el politólogo Andrés Malamud. Generar un nuevo líder es un desafío medular para renacer espiritualmente, volver a ser competitivos electoralmente y lograr darle una disciplina nacional de la que hoy carece el partido. El líder, además, es algo fundamental en la era de la personalización de la política.

No todo está perdido para la UCR. El partido centenario puede frenar su hemorragia, mantener su carácter de segunda fuerza a nivel nacional, ser protagonista de una alternativa al peronismo y aspirar, antes de que sea muy tarde, a colocar por octava ocasión en su historia a un correligionario en la Casa Rosada.

Las variantes sucesorias de CFK

Es poco probable que el kirchnerismo busque reformar la Constitución para habilitar a Cristina para un tercer mandato consecutivo. No hay votos, ni potenciales apoyos extrapartidarios ni voluntad en la sociedad.

Es más improbable aún que, de buscarlo, lo logre. Si bien no habrá una “Cristina eterna”, como pedía la diputada Diana Conti, tampoco hay que pensar en una “Cristina efímera o ausente”, es decir, prescindente de su propia sucesión o del futuro Gobierno.  Sin re-re, la gran decisión (que se instalará con fuerza luego de octubre) es qué modelo de sucesión buscará implementar la Presidenta y su mesa chica. Y qué probabilidades de éxito tienen.

Hay varios esquemas a través de los cuales la Presidente puede administrar su sucesión y convertirse, como sostienen los analistas más cercanos al oficialismo, en la gran electora.  Desde la recuperación de la democracia, el único presidente peronista que le entregó el bastón de mando a otro peronista fue Néstor a Cristina en 2007.  ¿Cristina hará lo mismo?

La opción predilecta de la mesa chica cristinista es instalar discrecionalmente, es decir, sin un método previo o consensuado como las internas, lo que se conoce en la jerga como un “delfín”.

Al respecto, recomiendo la columna de Nicolás Tereschuk:El formato Dilma de sucesión”.  Lula, con el mismo impedimento constitucional que Cristina, escogió a una ministra bastante ignota como su sucesora. Dilma Rousseff se hizo conocida rápidamente, mantuvo unida la coalición, se impuso en segunda vuelta por 56% de los votos y hoy ostenta niveles de popularidad y aprobación similares que orillan el 80%. Este es un dato importante porque una de las falencias más señaladas de este esquema sucesorio es que, al día de hoy, no hay un candidato kirchnerista que sea competitivo electoralmente.  Dado el personalismo de Cristina y nuestro híper-presidencialismo, esto no es una casualidad. Pero, con una Presidente fuerte y una base electoral sólida, transferirle votos a un candidato no es una tarea tan difícil.

Para que este esquema sucesorio sea exitoso es menester que la Presidente llegue al 2015 con buenos niveles de aprobación y una coalición unida.  Los gestos de “autonomía” serán castigados, más aún si provienen del peronismo de la provincia de Buenos Aires. Néstor Kirchner aprendió rápido la importancia de controlar la provincia más grande del país sin intermediarios.  Como se atestiguó recientemente en Paraná, el PJ sigue respondiendo orgánicamente a la Presidenta. Al mismo tiempo, el candidato elegido debe mantener relativamente unida a la coalición oficial.  Dicho de otra manera, debe ser kirchnerista en la palabra y la acción para el sector más ideologizado y, al mismo tiempo, aglutinar detrás suyo a los intereses del aparato peronista, básicamente la permanencia en el poder.

Este esquema le permitiría a Cristina mantener un peso importante dentro de la sucesión y, teóricamente, en el futuro Gobierno. Tal como ocurre actualmente con Lula en Brasil, además, le dejaría la puerta abierta a su retorno en 2019 (la Constitución Nacional lo permite).

¿A quién elegirá como su delfín? Al respecto, podemos establecer una hipótesis: cuanto más potencia tenga Cristina como “electora”, menos poderoso (y, por ende, maleable y ‘orgánico’) será el elegido.  Según el politólogo Andrés Malamud, el próximo presidente de la Argentina fue electo gobernador en 2011.  La lista de potenciales presidenciales es amplia y, si bien suena extraño, Daniel Scioli también integra esa lista (aunque queda claro que no es el favorito de CFK).

Pero también podría ser un miembro del Gabinete, algún legislador nacional o un tapado, como Carlos Zannini. La lista de potenciales es larga y sus integrantes seguirán cambiando y rotando. Esta parecería ser, sin re-re a la vista, el esquema de sucesión predilecto del oficialismo. Una variación dentro de este esquema sería que, para garantizar continuidad y ofrecerle a Cristina aún más control sobre la coalición, ella se comprometa a asumir un rol dentro del futuro Gobierno, por ejemplo, como jefa de Gabinete o canciller.  Pese a sus diferencias, sería similar al esquema V. Putin-D. Medvedev en Rusia.

Otra condición para que este esquema sea exitoso es que el kirchnerismo haga una buena elección en las legislativas de 2013.  Si todas las variables mencionadas juegan a favor, el candidato oficial llegará a las elecciones de 2015 con un piso de 30-35% de los votos, una posición más que interesante para que nadie saque los pies del plato.  Otra opción, menos probable, es que la interna se resuelva en las PASO de ese año.  Así fue ungido, por ejemplo, José ‘Pepe’ Mujica como candidato del Frente Amplio.

Pero, ¿qué pasaría en un contexto de baja imagen presidencial, problemas económicos crecientes, oposición competitiva y fragmentación dentro de la coalición oficial?  Es decir, un escenario similar al fin del menemismo.  En ese escenario, al kirchnerismo se le haría muy difícil presentar un candidato competitivo (se arriesgaría a una derrota) y una parte del peronismo podría irse con José Manuel de la Sota, Mauricio Macri y/o el propio Scioli, como lo hicieron con Eduardo Duhalde en 1999. Este es, de hecho, el escenario que imagina el gobernador bonaerense: ser el candidato inevitable o natural del peronismo. 

En este escenario, más anárquico, el juego que haría Cristina es una incógnita.  Cabe, incluso, la posibilidad de que se mantenga al margen de la contienda si no logra imponer a un candidato, quizás esperando que una derrota peronista la mantenga como la líder de la oposición o del electorado kirchnerista.  En ese escenario, Scioli tendría todas las fichas de ser el candidato peronista.  O quizás Cristina se incline a “salir por arriba” y estimular internas genuinamente abiertas dentro del peronismo.

En síntesis, las posibilidades de una reforma constitucional hoy son escasas, más allá de que tanto el oficialismo como la oposición lo coloquen como un opción cierta.  Para Cristina es fundamental mantener al peronismo unido (especialmente al bonaerense) y expectante, tanto para asegurar la gobernabilidad de 2013-2015 como para potenciar su condición de electora.  La duda ya no es pingüino-pingüina sino quién será el pingüino bebé.