Massa, al 40% y más allá

El Frente Renovador (FR) cumplió su primer objetivo con creces: le ganó al Frente para la Victoria (FpV) en la provincia de Buenos Aires por casi 500.000 votos.  Julio Burdman, uno de los mejores analistas políticos vernáculos, denominó su victoria como una “pequeña revolución electoral”. Mario Ishii, ex intendente de José C. Paz y poeta frustrado, fue más sutil: “Fue una cagada a palos tremenda”.  Ahora, el FR va por más y aspira a llegar a los 40 puntos en octubre. Grosso modo, deberá, además de mantener los actuales, sumar unos 500.000 votos más.

Y es probable que llegue, o incluso supere,  ese umbral.  Como quedó demostrado en las PASO de 2011, la sociedad “premia” a los ganadores de las primarias en las generales porque el ganador siempre está de moda o porque muchos se decepcionan con la performance de su candidato original. En 2011, los beneficiarios fueron Cristina Kirchner y Hermes Binner. También los intendentes bonaerenses, junto a parte de sus aparatos, suelen moverse al son de las urnas. No por nada muchos de ellos han permanecido por varios años, sino décadas, en sus despachos viendo desfilar a distintos presidentes por Olivos y gobernadores por La Plata. Otros varios candidatos provinciales buscarán pegarse a su boleta. Massa también se beneficiará por el efecto voto “estratégico” o “útil” mediante el cual los votantes utilizan al candidato para un determinado fin como, por ejemplo, castigar al Gobierno Nacional.

Salvo grandes imponderables, caben pocas dudas de que Massa “robaría” buena parte de los 100.000 votos que obtuvo el partido Compromiso Federal, que no llegó a piso del 1,5% (desde ya se llevará los 33.000 de Eduardo Amadeo); algunos miles de los 135.000 votos del partido  Fe de “Momo” Venegas (según los datos provisorios pasaría el umbral de 1,5%, pero podría bajarse); varias decenas de miles, sino cientos, de los 915.000 de Francisco de Narváez y otros miles al propio FpV.  Sumando todas esas migraciones, Massa llegaría a los 40 puntos.  En términos geográficos, el FR tiene espacio para crecer en el interior provincial y en “el campo”, que ya se entusiasmó con algunas de las propuestas del equipo económico massista.  Por ejemplo, puede sumar votos en la Quinta (tiene un padrón de más de un millón) y la Sexta Sección Electoral; en ninguna de las dos superó el 25% de los votos.

Hasta octubre, Massa seguirá con su libreto. Equipo que gana no se toca, y menos si juega bien. También continuará con su mensaje atrapa-todo y despojado de confrontación, que parece haber sido bien recibido.  Además, él y sus acompañantes seguirán presentando proyectos sobre temas de alto impacto popular, como la inseguridad y el bolsillo. Por ejemplo, ya propuso subir sensiblemente el mínimo no imponible. Mientras tanto, seguirá reclutando full-time.

¿Y el largo plazo? En mi anterior columna planteaba que todo político en ascenso debía atravesar tres etapas secuenciales (la comunicacional; la electoral y la política) y que Massa sólo había pasado la primera. El domingo pasó, con bastante éxito, la segunda y, si repite en octubre, se encamina a la tercera. Para 2015 falta muchísimo, pero Massa ya se prepara.

Los próximos pasos de Massa

Desde hace algunos años, Sergio Massa es uno de los políticos argentinos con más imagen positiva en la sociedad, y no sólo en Tigre, el conurbano norte o en la vastísima provincia de Buenos Aires. Incluso en los distritos más lejanos del país, y para la curiosidad de muchos encuestadores, Massa “mide bien”. Con semejantes números y con las grandes ambiciones que tienen, según quienes lo rodean, era más que obvio que Tigre le quedaba chico. Sin re-re de Cristina a la vista y con un oficialismo que no pasa por su mejor momento, Massa debía salir a la cancha este año si quiere llegar a la Casa Rosada en 2015 o, cuanto menos, no dilapidar su capital. Si se quedaba en Tigre existía el riesgo de que la gente se olvidara de él. Por eso, siguiendo el manual, salió a la cancha.

Si bien el anuncio fue sobre la chicharra, estuvo lejos de ser una decisión intempestiva. Su candidatura está lejos de estar basada, únicamente, en las encuestas o en la buena relación con los grandes medios opositores, siempre al pie del cañón para apoyar a quienes puedan acabar la “pesadilla kirchnerista”. La candidatura de Massa también se asienta en un paciente y estratégico armado en el territorio que comenzó a tejer tras su paso por el Gobierno. Por eso, hoy tiene el apoyo de más de 10 intendentes de municipios importantes del conurbano, varios más del interior provincial y, sotto voce, algunos más. No es un “invento de los medios” ni de las encuestas, aunque ambos hoy lo ayuden.

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Insaurralde, un buen candidato

Luego de meses de especulaciones, Martín Insaurralde resultó el elegido para encabezar la boleta del kirchnerismo en la provincia de Buenos Aires. Si bien su inclusión en la lista no fue sorpresiva, sí lo fue su ubicación y, sobre todo, la falta de acompañantes de peso. En las elecciones en la provincia de Buenos Aires, el kirchnerismo siempre tiró toda la carne al asador. Y de pronto se inclina por un joven intendente que, según una encuesta de Poliarquía, es un desconocido para más del 50% de sus potenciales electores. Ese déficit fue, por lejos, el más señalado por los analistas políticos. Además, quienes completan el podio (la moronense Juliana Di Tullio y la matancera Verónica Magario) son igual, o aún más, desconocidas.

Con las PASO (determinantes, como quedó demostrado en 2011, de los resultados de las generales dos meses después) a poco más de un mes de distancia, la estrategia es, cuanto menos, arriesgada. Sus principales rivales (Sergio Massa, Francisco de Narváez y Margarita Stolbizer-Ricardo Alfonsín) son, en cambio, mucho más conocidos para el elector bonaerense. La maquinaria oficial, la más potente desde la vuelta de la democracia, deberá acelerar el proceso de “instalación” de Insaurralde.

Pero no todo depende de él, claro, y por eso la jugada es menos arriesgada de lo que parece. Insaurralde no será el único caballito que empuje. Las boletas también traccionarán “desde abajo”, vía legisladores provinciales o candidatos a concejales testimoniales, como Fernando Espinoza. En definitiva, “el voto es al sello”, como sostiene Julio Burdman. Ni siquiera Néstor Kirchner encabezando la boleta pudo evitar una derrota en 2009.

Por ello, es probable que quienes quieran votar al kirchnerismo (el famoso núcleo duro que oscila entre 25-35% del padrón), lo voten. Es difícil pensar que quienes hayan acompañando al oficialismo y tengan pensado hacerlo ahora no se inclinen por el FpV porque no sepan quién es Insaurralde o no lo reconozcan en el cuarto oscuro. Las boletas, además, ayudarán. Por lo tanto, la falta de conocimiento del lomense no pareciera ser un déficit mayúsculo para su performance. En efecto, la amenaza a ese núcleo duro no es interna sino externa: básicamente, una economía que crece poco y la irrupción de Massa, que seguramente perforará ese núcleo duro.

Dejando a un lado este déficit, hay aspectos positivos de la candidatura del intendente de Lomas de Zamora, que no fueron tan recogidos por los analistas. En primer lugar, parece ser un dirigente “querible”. Según la misma encuesta de Poliarquía, en la populosa zona sur del Gran Buenos Aires, su área de influencia natural, ostenta una imagen positiva interesante (52%) y un desconocimiento de 32% (alto pero menor al promedio provincial). Su carácter de “querible” puede asociarse a sus características personales (cada vez más decisivas a la hora de decidir el voto), a los desafíos de salud que debió superar o a sus dotes como gestor, también muy importantes para decidir el voto (tal como lo demuestran, también, los casos de Massa o Darío Giustozzi). La pregunta es si el lomense podrá pescar votos, no en territorio enemigo, sino en ese tercio del electorado volátil que no forma parte del núcleo duro opositor ni oficialista.

Al no ser un miembro conocido del elenco oficial, puede presentar cierta imagen renovadora y recorrer el espinel, tan en boga por estos días, de rescatar lo bueno y desechar lo malo. Además, los opositores tienen menos elementos para apuntar cañones contra él (como sí los hubieran tenido en caso de que, por ejemplo, Florencio Randazzo estuviera en la boleta). “No lo conozco mucho”, dijo Stolbizer, y difícilmente se escuchen críticas altisonantes desde el campo massista. Incluso Eduardo Duhalde lo bendijo. “Es un buen chico”, dijo el también lomense. Esto le permitirá a Insaurralde presentarse (hasta cierto punto, claro) “aislado” de los problemas del Gobierno Nacional.

Asimismo, el intendente de Lomas, de 43 años apenas cumplidos, ha ensayado algunos gestos novedosos y diferenciadores, como brindar entrevistas a medios opositores (casi se concreta una con Clarín) y está lejos de la épica retórica (“la reforma de la Constitución no está en la agenda” y “nadie es eterno”, dijo) y la verba inflamada del camporismo del siglo XXI. Como Daniel Scioli, forma parte del ala de “paz y amor” del kirchnerismo. Además, se refiere, sin tapujos, a la inseguridad y la inflación, casi ausentes del discurso oficial.

En definitiva, Cristina, la que puso el gancho a su candidatura, optó por la racionalidad más que por la radicalización: no haber puesto a jugar a Alicia o no haber llenado las listas boanerenses de “camporistas”, al menos en los primeros puestos, apuntan en el mismo sentido. Puso a jugar a alguien que, además de aglutinar el núcleo duro, puede pescar votos más allá de las fronteras. Poner a un joven intendente con laureles de gestión y exitoso electoralmente (superó el 66% de los votos en 2011), al igual que Massa, sirve para demostrar que el kirchnerismo también tiene una cantera de candidatos como los que hoy parece demandar y valorar más la sociedad. Si gana (las encuestas lo muestran peleando el primer lugar con su colega tigrense), ingresará a las grandes ligas.