A 10 días de las primarias en las que el Frente para la Victoria (FpV) ganó la Antártida pero perdió la provincia de Buenos Aires (que el lector pondere la importancia de ambos resultados a piacere), el Gobierno empieza a reaccionar y salir del estupor que suponen las derrotas importantes. La autocrítica no es una cualidad del kirchnerismo ni, en rigor, de los políticos en general. El objetivo de corto plazo de Balcarce 50 es tan claro como complejo: evitar otra caída en las urnas en octubre y evitar que crezcan las filtraciones en la coalición. Las encuestas que llegan a las Casa Rosada no dan mucho margen para el optimismo. El Frente Renovador de Sergio Massa merodea el 40% de los votos en la provincia de Buenos Aires y el FpV perderá en las otras provincias grandes (CABA, Córdoba, Santa Fe y Mendoza) y en otros distritos menores del interior. El único aliciente es que, de darse esos resultados, las bancadas oficialistas del Congreso no sufrirían grandes cambios y no tendrían un escenario tan adverso como en 2010-2011.
Quienes esperan una agenda populista cargada de anuncios o se esperanzan con el hecho de que “el kirchnerismo siempre se fortaleció en las derrotas” se quedarán con sabor a poco. La Presidenta lo anticipó la noche del 11 de agosto: no esperen grandes cambios ni promesas que no podamos cumplir. El periodista Marcelo Zlotogwiazda menciona algunas de las decisiones que tomó el Gobierno luego de la derrota legislativa de 2009: la Asignación Universal por Hijo, el plan Argentina Trabaja, el Fútbol para Todos, la aprobación de la ley de Servicios de Comunicación Audiovisual que había sido presentada antes de la elección, la estatización de la ex fábrica militar de aviones de Córdoba, el nuevo DNI barato y de fácil tramitación, la eliminación del delito de calumnias e injurias contra funcionarios como figura penal, la modificación de la ley electoral con la creación de las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias y el plan Conectar Igualdad. ¿Hay margen, voluntad y energía para eso ahora? Parece que no, aunque sólo han pasado 10 días de la elección y resten igual cantidad de semanas para las generales. Mientras, los temas incómodos de la agenda pública (desde el “affaire LAN” hasta las denuncias realizadas por el programa de Jorge Lanata) siguen incómodamente presentes.
En el frente económico, se destaca la reunión que mantuvo la Presidenta junto a su equipo económico (curiosamente, sin Guillermo Moreno) con algunos (en efecto, pocos) de los principales empresarios y peces gordos del país. ¿Qué se habló en esa reunión? Salvo los escuetos trascendidos de los participantes, no se sabe. Lo que importa es la reunión. La señal. El Gobierno buscó mostrarse activo, sensible a los reclamos de los sectores productivos y acaso con ganas de enviar señales apaciguadoras de que no habrá “chavización”. En los discursos oficiales, el compromiso con “el modelo” sigue intacto y no deberían esperarse grandes cambios. Al menos que se lo fuerce el mercado, no habrá ajuste ni cambio de rumbo. El Gobierno recogió el guante del reclamo del mínimo no imponible del impuesto a las ganancias pero aclaró que subirlo cuesta plata. Puede ser que haya alguna suba antes de octubre. Hasta ahora, no anunció nada y lo que más trascendió fue la comparación que realizó CFK con Australia y Canadá. Poco y nada. El Gobierno sabe que no hay mucho para hacer antes de octubre para recuperar votos y tampoco tiene muchos márgenes económicos adicionales para empujar más la economía. Ya hizo casi todo.
En el frente político, se destaca la hiperactividad de Daniel Scioli. Casi como ocurriera con el Papa Francisco, el gobernador pasó de ser un timorato y cadete de Clarín a un militante camporista más, aunque aún no excomulgado del todo por el kirchnerismo de paladar negro. Es cierto que el FpV precisa de un Scioli “aliado” y que fortalezca la gobernabilidad, pero también es cierto que el gobernador necesita que al Gobierno no le vaya mal para mantener sus aspiraciones presidenciales vivas. Esto queda claro en sus recientes apariciones públicas. El gobernador presidirá la semana que viene un encuentro con la plana mayor del PJ para frenar la diáspora de “garrocheros” (Jorge Asís dixit), mostrar señales de unidad en torno a la Presidenta y empezar a colocarse como el sucesor. En el Gobierno ya no molesta que ventile sus aspiraciones de llegar a la Casa Rosada. ¿Habrá una interna peronista, o del FpV al menos, en 2015?
En definitiva, el Gobierno parece tener una estrategia defensiva (y algo resignada), buscando evitar que se siga licuando su poder. Caída la re-re y la “Cristina eterna”, está consciente de sus limitaciones. A diferencia del discurso de Tecnópolis del miércoles 15, es posible que Cristina se muestre más dialoguista y menos confrontadora. Si estas tendencias se mantienen en el tiempo, es posible que la transición política que se avecina sea menos traumática de los que muchos opinan hoy. Ese sería el mejor escenario para el Gobierno, para las fuerzas opositoras que aspiran a sucederlo y, sobre todo, para los más de 40 millones de argentinos.