Desde hace algunos años, Sergio Massa es uno de los políticos argentinos con más imagen positiva en la sociedad, y no sólo en Tigre, el conurbano norte o en la vastísima provincia de Buenos Aires. Incluso en los distritos más lejanos del país, y para la curiosidad de muchos encuestadores, Massa “mide bien”. Con semejantes números y con las grandes ambiciones que tienen, según quienes lo rodean, era más que obvio que Tigre le quedaba chico. Sin re-re de Cristina a la vista y con un oficialismo que no pasa por su mejor momento, Massa debía salir a la cancha este año si quiere llegar a la Casa Rosada en 2015 o, cuanto menos, no dilapidar su capital. Si se quedaba en Tigre existía el riesgo de que la gente se olvidara de él. Por eso, siguiendo el manual, salió a la cancha.
Si bien el anuncio fue sobre la chicharra, estuvo lejos de ser una decisión intempestiva. Su candidatura está lejos de estar basada, únicamente, en las encuestas o en la buena relación con los grandes medios opositores, siempre al pie del cañón para apoyar a quienes puedan acabar la “pesadilla kirchnerista”. La candidatura de Massa también se asienta en un paciente y estratégico armado en el territorio que comenzó a tejer tras su paso por el Gobierno. Por eso, hoy tiene el apoyo de más de 10 intendentes de municipios importantes del conurbano, varios más del interior provincial y, sotto voce, algunos más. No es un “invento de los medios” ni de las encuestas, aunque ambos hoy lo ayuden.