El nido vacío

Alexander Martín Güvenel

Cristina Fernández salió de su convalecencia decidida a evitar que se licue su poder, tal como parecía que iba a suceder luego de las elecciones de octubre donde Sergio Massa & cia. le habían asestado un duro golpe. Al aparecer con el perro (de la raza mucuchíes, originaria de Venezuela) llamado Simón (por Bolívar) y regalado por Adán Chávez (hermano mayor de Hugo), filmada por su hija Florencia, distendida y habiendo abandonado el luto que la acompañaba desde la muerte de Néstor Kirchner, intentó liquidar todas las especulaciones que se habían tejido alrededor de su convalecencia. Esta aparición no hizo más que tranquilizar a propios y ajenos que veían un panorama complicado en caso de que la presidente no se recuperara favorablemente.

El recibimiento para su primera aparición en vivo se hizo en el salón blanco de la Casa Rosada, que se encontraba colmado como nunca. Seguramente se buscó reemplazar el calor de un poder menguante por el afecto de la militancia joven. En los funcionarios había más inquietud e incertidumbre que euforia por su regreso y eso se notaba en el ir y venir desde y hacia los despachos.

Esta segunda etapa de su segundo gobierno, tercero en la era kirchnerista, arrancó con un importante recambio de funcionarios que movió el tablero político y reavivó, por enésima vez, expectativas de renovación. Una primera mirada a esos cambios muestra que ganó espacios La Cámpora (los más leales), sobre todo porque muchos de sus miembros han sido convenientemente ubicados en estratégicas segundas líneas. Por otro lado, la liga de gobernadores colocó a un componedor Jorge Capitanich y Axel Kicillof ganó la batalla de los 5 (funcionarios de economía que pugnaban por imponer su criterio económico en la cabeza presidencial).

Cuando uno quiere domesticar definitivamente a un “revolucionario” lo mejor que puede hacer es darle un alto cargo de gobierno. “El Soviético”, como llamaba el ahora ex secretario de comercio Guillermo Moreno a Kicillof, hace tiempo ya que no criticaba las cifras de inflación con las cuales miente el INDEC pero sí conservaba cierta cuota de desfachatez en acciones y declaraciones aprovechando la posibilidad que le daba representar ese poder real por debajo del ministro de Economía. Con el flamante cargo sobre sus espaldas, quien había manifestado que “el gobierno no le va a pagar nada a Repsol por la confiscación de YPF”, es parte de una negociación que incluirá una paga inicial más bonos a futuro por la reestatización de la compañía; quien detestaba el concepto de “seguridad jurídica” o “clima de negocios”, llama ahora a alentar y proteger inversiones; no se sorprendan que en poco tiempo se ponga corbata y se corte las patillas.

La llegada de “Coqui” Capitanich al gobierno explica parte de la nueva estrategia de Cristina Fernández para los dos años que le quedan de mandato: someter en lo que puede (reforma del Código Civil) y negociar en lo que no puede someter (la llegada de inversiones para Vaca Muerta). Para este rumbo, que intenta de manera pragmática imprimir, bien le viene la figura del gobernador de Chaco. Como bien señala el corresponsal en Argentina del diario El País de España: “Kicillof es de izquierdas y Capitanich (es) de lo que haga falta”.

En una columna publicada en este medio a principios de octubre (“Barón del conurbano, mensajero de la paz”) hice referencia a aquel sector del kirchnerismo, que podríamos englobar como pejotismo, que pretende una transición ordenada para conservar el poder y que el recambio se dé solamente a nivel nacional. En la provincia de Buenos Aires, esto lo representan cabalmente los intendentes y a nivel nacional los gobernadores. Esta es la tarea que los caudillos del interior le encomendaron a Capitanich.

Lo ideal para la vida política de Cristina Fernández es que ningún peronista gane las elecciones presidenciales de 2015 pero, si eso efectivamente sucede, lo más conveniente para sus aspiraciones de poder es que el triunfador no sea Daniel Scioli. En este sentido también puede explicarse la elección para el cargo de jefe de Gabinete de Ministros de Jorge Capitanich y las atribuciones que parece haber recibido para ejercerlo. Esta teoría también le daría sustento al abrupto cambio de posición respecto al alambrado de Aeroparque, que hace tiempo pedía el jefe de gobierno porteño Mauricio Macri que se corra para poder continuar con la autopista Illia; las relaciones con el Gobierno de la Ciudad podrían mejorar sustancialmente. Esta teoría explicaría además el porqué de las críticas al nuevo Código Civil (a pesar de haberlo apoyado por “lealtad partidaria”) del siempre maleable senador Miguel Ángel Pichetto, quien ya se jugó por el gobernador bonaerense en su intento de secundarlo en la fórmula.

La presidente teme por una situación que se asemeja más a un fenómeno psicológico que político. Mucho se ha mencionado luego de las elecciones de octubre la figura del pato rengo, metáfora política usada principalmente en Estados Unidos para describir la situación del presidente que pierde las elecciones de medio término. Mi sensación es que la presidente argentina teme más al “nido vacío” que al pato rengo. Se entiende como tal a la sensación de soledad que sienten los padres cuando los hijos abandonan el hogar y tiene mayor prevalencia en mujeres que en hombres. Ante una situación límite, con problemas de salud, una elección perdida y sin su marido para acompañarla, es bastante lógico que una presidente que concentró todo el poder en sus manos sienta que ni siquiera ella está donde le gustaría estar.