Dos años de soledad

Alexander Martín Güvenel

Arropada por la militancia, fundamentalmente por los integrantes de La Cámpora, quienes disfrutan de la nueva modalidad de discursos duplicados que realiza en los patios de la Casa Rosada después de brindar una alocución por cadena nacional, es como la presidente se siente más contenida. Al mismo tiempo y como la otra cara de la misma moneda, los recursos políticos se le van agotando. Recostarse sobre una agrupación que carece de resortes técnicos y políticos para conducir a buen puerto una labor de gobierno es cuanto menos temerario. Las áreas donde La Cámpora ha puesto mayor empeño y militantes arrojaron magros resultados, teniendo como ejemplos salientes las empresas estatizadas (con Aerolíneas Argentinas a la cabeza) y la Cancillería, donde se van a necesitar años de reconstrucción para recuperar el recurso humano que ha sido reemplazado por torpes militantes al servicio de una difusa ideología y ciertamente inaplicable a la diplomacia. Recientemente hicieron también su desembargo en la Justicia a través del Consejo de la Magistratura con objetivos y resultados más que predecibles.

Los economistas denominados heterodoxos, otrora sostenes técnicos del gobierno, ya no respaldan como lo hacían años atrás y hasta uno de los decanos de esta corriente, Aldo Ferrer, empezó a formular tímidas críticas al “plan” económico del gobierno. Por este motivo y en pos de mostrar cierto sustento técnico debajo de las medidas que espasmódica y diariamente toman estado público, circulan por los medios de comunicación jóvenes economistas sin ningún prestigio que perder en un vano intento por darle racionalidad económica a un discurso plagado de teorías conspirativas e inspirado en el convencimiento de que los actores económicos ponen su propia deficiencia moral por encima de la racionalidad económica (ejemplo claro de esto fue la acusación contra Juan José Aranguren por la compra de dólares antes de la devaluación).

Por el lado de sus (aún) aliados políticos, la situación tampoco se presenta amable para la presidente. El gobernador bonaerense Daniel Scioli está desarrollando una estrategia dual con el objetivo de conservar cierta sintonía con el gobierno nacional sin perder ese tinte de sensatez y prudencia con el cual ha construido su carrera política y su imagen pública. En un juego más que habitual en política, Scioli elogia en público y critica por lo bajo; se diferencia a través de voceros y militantes de su proyecto, algunos de los cuales formulan duras críticas públicas contra el gobierno de Cristina. En su reciente visita al Consejo de las Américas habló de las oportunidades que aún brinda la Argentina y pidió invertir en el país. Mientras tanto, es asesorado por economistas, como Mario Blejer, que están en las antípodas del equipo económico actual, al menos desde el punto de vista de la pericia técnica y del respeto profesional que colegas de diversas vertientes les profesan.

Sin embargo, no es Daniel Scioli el único que debe hamacarse para abarcar distintos frentes sin descuidar, al mismo tiempo, ninguno de ellos. Sergio Massa sacudió la pasada semana el ambiente político, y particularmente la interna peronista, al incorporar a sus filas al oscuro y poderoso intendente de Merlo Raúl “El Vasco” Othacehé. A cargo del municipio desde 1991 y famoso por el férreo trato que le brinda a sus detractores dentro del municipio, Othacehé le suma a Massa una figura de peso en el complejo rompecabezas político que significa el conurbano bonaerense. No fue tan complicado para el intendente de Tigre explicar esta incorporación como sí lo fue para sus intendentes aliados, sobre todo para aquellos que siempre fueron críticos del grupo conocido como “barones del conurbano”. Después de todo, la relación entre ambos nunca se cortó y siempre funcionó como uno de sus padrinos políticos. En definitiva, a diferencia de lo que propuso con la incorporación a su espacio de la especialista en temas previsionales Mirta Tundis o del ex ARI Adrián Pérez, esta incorporación atiende más a la necesidad de conformar un amplio frente de intendentes que puedan torcer a su favor la interna peronista. Este pase, el cual anuncia nuevos corrimientos aún contenidos, es consecuencia, entre otras cosas, del desinterés que siempre mostró Cristina Fernández de Kirchner por la política local. A diferencia de su marido, el difícil juego político del conurbano nunca fue su fuerte y los próximos dos años son el preciso momento en el cual comenzará a pagarlo, mientras sortea el ocaso de su poder.

Los dos dirigentes que serán protagonistas de la próxima interna peronista representan, para quienes confían en ellos, cosas diferentes. Carisma y juventud es lo que aprecian en el caso de Massa, prudencia y trayectoria en el caso de Scioli, sin embargo ambos dirigentes se caracterizan por haber sido protagonistas, en mayor o menor medida por más o menos tiempo, del kirchnerismo que gobierna. Uno dio el salto en el momento que lo creyó oportuno para sus conveniencias políticas, el otro sigue dentro del proyecto sin haber sido confiable nunca para los kirchneristas de paladar negro. Leltades y traiciones, miserias al por mayor, esto tiene la política y el peronismo siempre parece representarla en su máxima expresión. Dicen que no hay peor astilla que la del propio palo. El objetivo compartido por ambos dirigentes es enviar al kirchnerismo a la caja de los recuerdos.

La realidad, más allá de los discursos de la presidente donde culpa a todos menos a los verdaderos responsables por los aumentos de precios (lo cual sería autoinculparse), le ha impuesto al gobierno adoptar medidas que sistemáticamente rechazó durante años. Faltarían muchas otras como para enderezar un rumbo que camina torcido desde hace años pero la frágil estabilidad que vivimos en las últimas semanas tiene una prueba de fuego con los inicios de las paritarias en todos los sectores. Para esto, la presidente ya apeló a sus clásicos pedidos voluntaristas. En reuniones con miembros de la CGT oficialista pidió de los gremios “moderación, prudencia e inteligencia”, a lo que ellos replicaron pidiéndole que evite que los precios sigan subiendo. Como aquel slogan del mayo francés y siendo válido para ambos solicitudes: sean realistas, pidan lo imposible.