Ucrania, Venezuela y Argentina en una devaluada guerra fría

Alexander Martín Güvenel

Las protestas que los ucranios realizaron durante los últimos tres meses tomaron otro cariz a partir del 18 de febrero cuando una fuerte represión sobre los manifestantes intentó poner fin a las protestas contra el régimen pro ruso del ahora desplazado presidente Viktor Yanukovich. En Venezuela, con la avanzada de los estudiantes y el acompañamiento de gran parte de la sociedad, cada vez se pone más en entredicho lo que Hugo Chávez intentó instaurar de manera permanente y que, bajo el sostén teórico del sociólogo alemán Heinz Dieterich (hoy enemistado con el chavismo), se denominó socialismo del siglo XXI. En Argentina, una crisis económica en progreso, con devaluación incluida, alta inflación, inseguridad y narcotráfico crecientes ponen en crisis lo que el kirchnerismo llamó el “modelo de acumulación de matriz diversificada con inclusión social”.

¿Podemos encontrar algún hilo conductor entre estas situaciones? La primera sensación que tengo es que “esto ya lo viví” o, en tal caso, “esto ya lo leí”. Escribió Carlos Marx que es cierto que la historia se repite, pero primero como tragedia y luego como farsa. En este sentido y ya que evocamos al mentor intelectual de una de las principales corrientes de pensamiento que prevalecieron durante el siglo XX y que funcionó como sostén ideológico de uno de los bloques que estuvieron en pugna durante gran parte del pasado siglo, veamos si podemos encontrar aquí y ahora alguna relación con aquellos años.

Al ex presidente ucranio, desplazado institucionalmente el 22 de febrero por la Rada (Parlamento) y políticamente con anterioridad por los manifestantes de la plaza Maidán no le alcanzó con el dinero y apoyo político que tuvo de parte del presidente ruso Vladimir Putin para mantenerse formalmente en el poder. Luego de intentar mejorar su deteriorada imagen internacional con los Juegos Olímpicos de Invierno en Sochi (para lo cual destinó 50.000 millones de dólares), este reemplazo de un aliado suyo en un país caro a los intereses rusos no le debe hacer ninguna gracia al ex agente de la temible KGB. Tanto es así que el primer ministro ruso Dimitri Medvedev ha manifestado que no reconocen al gobierno interino de Ucrania, país al que consideran “amigo y hermano, un socio estratégico de Rusia”. El desafío para la Unión Europea y EEUU pasa entonces por estabilizar al país y velar por una integridad territorial amenazada por ciudades ancladas en la zona de Crimea, donde la presencia rusa es muy fuerte y donde Putin va a apostar a un proceso de separatismo si no logra recuperar para un aliado el dominio del poder central.

La historia nunca es lineal pero está claro que entre la Federación Rusa y su antecesora URSS se pueden encontrar tanto rasgos rupturistas como de continuación. Difícilmente la sociedad acepte volver atrás en las libertades económicas adquiridas pero sí es un hecho que ha sufrido un retroceso en materia de libertades políticas de la mano de Putin. Quien fuera ministro de Boris Yeltsin y accediera luego al cargo más importante del país con la misión de dotar de instituciones económicas y políticas estables a la Federación Rusa, se ha convertido en un líder autoritario que siente nostalgia por el poder que yacía en el Kremlin cuando era la cabeza del imperio soviético.

Hugo Chávez supo construir un vínculo estrecho con aquellos regímenes a los que Occidente mira con recelo. Lo hizo con Rusia, con Irán, con los hermanos Castro en Cuba y con el dictador bielorruso Aleksandr Lukashenko. Bajo el contexto de la actual crisis en Venezuela, Nicolás Maduro cuenta además con el apoyo explícito de los países que adhirieron al exótico ALBA (Alternativa Bolivariana para las Américas) más Argentina y goza de la precaria indulgencia del gobierno de Dilma Rousseff. El kirchnerismo ha sido cercano de alguna manera a estos vínculos estableciendo aceitados negocios con el chavismo, muchos de ellos sospechados de esconder relaciones impropias.

Fue “ley” durante el dominio de la nomenklatura soviética, sucede en la Venezuela chavista con los boliburgueses, en la Argentina con los empresarios K y en Ucrania con los empresarios amigos del régimen de Yanukovich; todos ellos se beneficiaron de un Estado poco transparente en la asignación de recursos e inclinado a la caprichosa intervención de la economía que genera monumentales beneficios entre los amigos del poder.

Bajo historias diferentes y contextos diversos, los mencionados son gobiernos que intentaron afianzar su autoridad a través de la fortaleza de un estado que se volvió al mismo tiempo poco transparente y carente de controles y que como consecuencia de ello ha elevado o sostenido niveles de corrupción no acordes con una democracia republicana. También, en mayor o menor medida, tanto Rusia como Venezuela y Argentina han querido expandirse. La Venezuela de Hugo Chávez ha pugnado por impulsar una agresiva diplomacia haciendo base en los dólares que le permitió despilfarrar por años el elevado precio del petróleo. El kirchnerismo intentó un expansionismo fundamentalmente discursivo, tratando de impulsar a la Argentina como modelo digno de imitar en el mundo. La Rusia de Putin aprovechó los recursos petroleros y gasíferos más el dinamismo de la economía capitalista para asentarse en una política autoritaria y represiva tanto al interior de su país como en su zona de influencia. En todos estos casos y con el agua aún corriendo bajo el río, la realidad parece haberse antepuesto a sus ambiciosos proyectos.