¿En qué se parecen Cristina y Maradona?

Alexander Martín Güvenel

La larga historia del kirchnerismo, y de la presidente en particular, con sus enemigos suma nuevos capítulos. La última y más reciente adquisición de sus críticas diatribas está en la industria automotriz. El otrora mimado, elogiado y ponderado sector es ahora el que “encanuta” los autos para, entre otras cosas, desestabilizar al gobierno y forzar una devaluación. Es difícil encontrar otra rama de la industria, al menos entre los que tienen relevancia para el PBI, que haya tenido empresarios más amigables con el gobierno. Salvo honrosas excepciones -Cristiano Ratazzi de la FIAT podría ser una de ellas- todas las empresas y directivos del sector han tenido fraternal relación con los gobiernos de Néstor y Cristina.

Repasando enfrentamientos de su mandato con el sector privado llegaríamos a la conclusión de que siempre el kirchnerismo ha tratado de fomentar la división entre empresarios y argentinos. Difícil es saber cuánto de convencimiento y cuánto de conveniencia política tienen estas actitudes. El sector industrial, gran sostén económico y político de todo el período kirchnerista, es hoy una compañía a disgusto. Tanto es así que el gobierno tuvo que convencer/presionar al titular de la Unión Industrial Argentina (UIA) Héctor Méndez para que asista a la cena por el Día de la Industria que se desarrolló en Tecnópolis y que tuvo a la presidente como principal oradora.

La ley de abastecimiento, próximo paso de un gobierno que aún mantiene un ritmo arrollador en el trámite legislativo de proyectos que lo obsesionan, también puso en alerta y pie de guerra al sector empresario. Quienes consideran que esta ley permitiría una excesiva injerencia del Estado sobre las empresas, propiciando un control absoluto sobre producción y consumo, tal vez se arrepientan de haber hecho oídos sordos a quienes siempre advertimos la notable enemistad del kirchnerismo con la iniciativa privada (salvo la de los propios funcionarios, muchos de los cuales han aprovechado el calor del poder para incrementar sus patrimonios a niveles exorbitantes). Muchos empresarios vieron en las medidas proteccionistas de este gobierno una forma de tapar sus propios errores como productores o bien como forma de compensar la falta de competitividad del sector al que pertenecían, por lo que se volcaron hacia la protección antes que a la readaptación económica. Durante bastante tiempo, las medidas del gobierno sólo fueron problema de “los importadores que destruyen empleo argentino”. Tal vez sea difícil dilucidar aquí hasta dónde fue instinto de supervivencia de empresarios que entienden que tener de enemigo a un gobierno poco afecto a la disidencia puede costarles hasta la propia empresa y hasta dónde se trató de un aprovechamiento de las ventajas y privilegios de una relación que siempre es sinuosa.

Debemos reconocer que cuando el kirchnerismo se autocalifica como auténtico heredero del peronismo original tienen algo de razón; al menos en lo que hace a la construcción de enemigos. Vale recordar cómo dos sectores importantes en el ascenso de Juan Domingo Perón al poder, como los militares y la Iglesia Católica, pasaron a ser luego enemigos íntimos. Lo mismo parece suceder ahora con sindicatos y empresarios. Será difícil, en este contexto de inflación más recesión, que al final de su mandato Cristina pueda contar como propia alguna central obrera u organismo empresarial salvo aquellos surgidos del propio seno del Estado y que poco tienen de genuinos.

Las diarias exposiciones del jefe de gabinete también le han permitido al gobierno mantenernos al tanto de los nuevos y viejos enemigos. Una de las últimas “adquisiciones” surgió a partir del trabajo sobre Infancia y Pobreza que elaboró la Pontificia Universidad Católica Argentina a través de su Observatorio de la Deuda Social (OSDA). Tal vez haya pasado inadvertido ,pero la UCA no sólo es una universidad católica sino que, como su nombre lo indica, depende directamente del Vaticano. Evidentemente la imagen del Papa es hoy demasiado fuerte como para que Cristina lo haga responsable de este informe que se aparta del discurso oficial. En caso de que eso sucediera, no sería demasiado complejo reflotar las plumas y declaraciones que fustigaron la elección del cardenal Jorge Bergoglio como Sumo Pontífice y dejar así de lado las buenas migas que, almuerzos mediante, vienen cultivando ambos jefes de Estado en la residencia de Santa Marta.

Parece ya una eternidad el tiempo en el que Hugo Moyano trabajaba codo a codo en el aumento mutuo de poder con el kirchnerismo, pero la CTA que conduce Hugo Yasky sigue siendo uno de las patas sindicales que aún le quedan al gobierno. Esto no impidió que el presidente de Aerolíneas Argentinas embistiera con dureza (y excesiva precisión en cuestiones salariales) sobre la Federación Argentina de Personal Aeronáutico (FAPA) -que forma parte de este sector de la CTA- por no aceptar el aumento ofrecido y los planes de reducción y readecuación que dan vueltas por la cabeza de Mariano Recalde. No faltaron a la verdad sus delegados cuando le recordaron al hijo del diputado que la ampliación de la planta de empleados de la compañía había llegado de su mano.

Sin dudas, las amistades en política tienen infinidad de componentes que van desde la lucha por el poder hasta la propia estructura psicológica y moral de las partes involucradas pero da la sensación de que el kirchnerismo ha construido muchos de sus enemigos desde el componente emocional. Pareciera que la propia personalidad de Cristina Kirchner necesita de sirvientes y aduladores más que de gente independiente y capacitada que pueda operar con eficacia. Esto no impide que la Pesidente sea permeable a su vez a la influencia de funcionarios que dominan –por decirlo de alguna manera- cuestiones que a la jefa de estado le cuesta entender en profundidad. Tal sería la explicación del actual “enamoramiento” de su funcionario estrella Axel Kicillof quien no deja de acumular poder al tiempo que acumula fracasos. Tal vez no falte mucho para que este economista neo marxista la convenza de abandonar finalmente la defensa del capitalismo como sistema que, de tanto en tanto, la presidente recuerda que profesa.

Y si me permiten para el final, se me ocurre una analogía con un personaje que parece hecho a medida para el kirchnerismo. El ex mejor futbolista del mundo Diego Armando Maradona tiene muchísimas coincidencias con la presidente de la Nación. Ambos son feroces críticos de los países desarrollados al tiempo que aman los lujos con los que allí se vive; ambos recuerdan con cariño los encuentros y las historias de sus autócratas amigos Hugo Chávez y Fidel Castro; y ambos tienen también una fenomenal capacidad para vilipendiar amigos del pasado hasta enterrarlos en su propio fango.