La sal en la herida

Pocos días atrás, un Hugo Moyano enojado sostuvo que “el presidente entiende menos de política que yo de capar monos”. No quedó del todo claro el porqué de sus dichos pero a la luz de ciertos acontecimientos posteriores podría decirse que al Presidente todavía le faltan algunas lecciones de peronismo explícito pese a tener entre sus funcionarios a muchos que aún se consideran a sí mismos como tales (es evidente que la identidad PRO requiere todavía años de trabajo). En términos futbolísticos diríamos que al Partido Justicialista no se le puede dejar picando siquiera una pelota en el círculo central, y mucho menos en el área chica.

En la columna anterior he argumentado de todas las formas que el espacio y mi propia capacidad me permitieron en contra del proyecto de ley antidespidos pero, aún así, creo que fue el propio gobierno de Mauricio Macri quien le ha dado, involuntariamente claro, mayor vuelo. El anuncio de veto logró fijar en la agenda un tema que podría haberse trabajado de manera discreta. Es muy difícil sostener ante la opinión pública que existe una crisis de empleo a 5 meses de asumido un gobierno y cuando era una de las variables en las cuales el kirchnerismo se decía superador. Mucho más difícil era argumentar a favor de una ley de estas características cuando la líder de aquel proyecto político se había manifestado públicamente en contra pocos años atrás. Sin embargo, aún en pleno proceso de descomposición, no se le puede dejar al Frente para la Victoria una herida a la vista porque ellos tienen el salero siempre a mano. Más aún si en esa herida pueden aglutinar nuevamente al justicialismo en fuga.

Lo que bastaba para calmar los ánimos de empresarios asustados era decirles por lo bajo que el gobierno se oponía y no que el jefe de gabinete Marcos Peña sostenga que “vamos a dialogar, pero el veto es constitucional”. Este es un análisis para un constitucionalista y no para un funcionario de alto rango de gobierno. El ministro de trabajo Jorge Triaca señaló por su parte que el kirchnerismo (¿por qué no hacer extensiva la definición a todo el PJ?) tiene “vocación de ponerle palos en la rueda al gobierno”. Es correcto exponer esta verdad de Perogrullo a la luz pública pero debería ser algo que los funcionarios y políticos de Cambiemos internalicen como lucha diaria. Por supuesto que es dable abrirles el crédito luego de haber lidiado, para bien y para mal, durante 8 años con algunos sectores muy arraigados en las estructuras de poder de la ciudad de Buenos Aires y que rechazaban al macrismo desde su propio nombre pero no hay muestras aún del convencimiento necesario para hacerlo.

Es tal el auge que tomó un proyecto absurdo, que permitió la federalización del esperpento. Así fue que el intendente de la ciudad santafesina de San Jorge, Enrique Marcucci, prohibió por decreto la instalación de nuevos negocios hasta el 3 de noviembre. Según el intendente, la decisión respondió a “una inquietud de los propios comerciantes, que celebraron la medida”. El intendente, supuestamente electo para mejorar dentro de sus posibilidades las condiciones de vida de los habitantes de la localidad y generar situaciones para un mayor desarrollo, optó por aplastarlos en la chatura; ¿cobrará por esto?

Lo que subyace debajo de estos errores procedimentales es que los argentinos tenemos internalizada una comprensión equivocada de lo que significa el empleo y la generación de riqueza en una sociedad. El concepto mismo de “puesto de trabajo” implica un anquilosamiento de una actividad que necesita justamente de la dinámica para que rinda frutos. Los trabajos productivos y de calidad atraen más y mejores oportunidades también para el resto de la población mientras que los empleos “para ocupar un puesto” perjudican las posibilidades del resto de la sociedad. Está claro que quien no tiene un trabajo de calidad y productivo prefiere estar empleado en cualquier actividad con la que pueda darle un sustento a su familia, por lo cual es lógico que perciba como positiva una ley que supuestamente lo pone a salvo de perder lo poco que tiene. Lo que resulta cínico es que los políticos que deben tener como meta fundamental el desarrollo económico que permita más empleos y mejor remunerados, opten por el camino que genera lo opuesto, en muchas ocasiones sabiendo de las consecuencias que ello implica, transformando así lo equivocado del planteo en algo cruel.

Finalmente, ¿qué rol juega en esta puja de poder un novísimo partido que aparece, en esta etapa, como llamado a ser el fiel de la balanza en el Congreso Nacional? Sergio Massa es un político -como todos ellos- adicto a las encuestas. Lo que tal vez lo diferencie es que sus posiciones están exclusivamente basadas en estas. En este caso le habrán llegado los sondeos donde un 60% de los argentinos estaría de acuerdo en una ley antidespidos. Pero allí es donde los problemas de su Frente Renovador comienzan. En primer lugar porque se da cuenta de que fue arriado por el Frente para la Victoria (por esto no dio el quorum para la sesión especial de ayer) y, en segundo lugar, porque no logra el consenso en su propio bloque, donde confluyen dirigentes empresariales y sindicales. El capital y el trabajo, aquella armonía soñada por Perón, parecen ausentes en un modesto espacio político como el Frente Renovador.

Siempre un atajo

Llegó finalmente a Diputados, para su tratamiento, el proyecto, que ya cuenta con la media sanción del Senado de la Nación, para prohibir despidos en el ámbito público y privado por 180 días. La ley, en una eficaz dosis de cinismo y desvergüenza, le ofrece al despedido la posibilidad de elegir entre ser reincorporado inmediatamente o que se le abone una doble indemnización. Este proyecto, como tantos otros, refuerza la idea de que sería bueno que quienes ejercen un cargo público hayan emprendido previamente algún proyecto privado para que así cuenten con una mínima idea de lo que significa hacerlo.

Las leyes no pueden transformarse en un cúmulo de buenas intenciones y mucho menos si con ello perjudican lo que supuestamente quieren proteger, en este caso, el trabajo. No es posible que tengan como leitmotiv esencial resultar agradables a la opinión pública biempensante. Así, no solamente crean falsas expectativas sino que ingresan medidas distorsivas en un mercado que siempre va a escapárseles por la tangente.

Durante 12 años han probado todo tipo de reglas para prohibir o exigir al sector privado determinadas cosas a la sola voluntad del gobernante y si hay algo que quedó claro, es que los resquicios aparecen, como así también las consecuencias indeseadas. No les alcanza con observar el rotundo fracaso de las economías con planificación centralizada, pretenden seguir intentando con medidas menos extremas pero igual de ineficaces y, en la mayor parte de los casos, altamente nocivas. Continuar leyendo

Decadencia y cinismo

Cristina Kirchner regresó finalmente hace unos días a Río Gallegos, luego de su maratónica visita por Buenos Aires. En su paso por la ciudad donde nunca se sintió cómoda y que en esta ocasión la citó para rendir cuentas ante la Justicia, la ex Presidente aprovechó para hacer su show. Un show que a esta altura aparece como decadente y que le permitió a Mauricio Macri abstraerse por un instante de las numerosas cuestiones que el kirchnerismo dejó pendientes de resolución para así elevarse por oposición. Más allá de las crudas diatribas lanzadas contra todo el Gobierno y contra el Presidente en particular, su aparición sirvió a quienes necesitaban refrescar por qué en las últimas elecciones le dieron la espalda al kirchnerismo. Esto no tiene que ver exclusivamente con ese 51% que permitió el triunfo de Cambiemos en el ballotage, sino también, y fundamentalmente, con el rechazo social que generó en el electorado cada (posible) candidato del riñón de la ex Presidente. Así fue que tuvo que aceptar a regañadientes a un candidato sinuoso para el paladar kirchnerista como Daniel Scioli, y así fue también como logró la impensada derrota del peronismo en la provincia de Buenos Aires, después de 28 años ininterrumpidos de gobierno y ante una joven candidata que era prácticamente desconocida meses antes de la elección.

La movilización que atrajo Cristina Kirchner en Comodoro Py suscitó fuertemente el interés de los medios y de la gente. Kirchneristas y antikirchneristas se batieron en un duelo de cálculos de concurrencia. Pero la pregunta que surge automáticamente es: ¿qué diferencia podría haber entre cinco mil o cincuenta mil personas si su imagen negativa es de más del sesenta por ciento? ¿Cuánto puede influir ese acompañamiento militante cuando gobernadores, legisladores e intendentes ya no reconocen su liderazgo, a pesar de que acuden a sus convites, en un gesto para no recibir el siempre lacerante mote de desleal? Continuar leyendo

Argentina como Castellfollit de la Roca

A principios de este año el presidente venezolano Nicolás Maduro redujo la jornada laboral de 40 a 36 horas semanales. Ahora decidió hacer largos los fines de semana para todos los empleados de la administración pública del país al incluir a los viernes en el combo. Tampoco se olvidó de pedirles a las mujeres que evitaran el uso del secador de pelo sugiriéndoles que luzcan al natural. Todo ello porque el fenómeno climático conocido como El Niño les ha traído sequías que impiden que el país genere la energía suficiente para su abastecimiento. El gobierno que se presenta como Socialismo del siglo XXI debe esperar la ayuda del clima para que se alivie la situación. Hay temor también de que embalses como Guri no se llenen, lo que podría provocar un apagón del 60% del país.

Lo que el ser humano se anota como un activo en su evolución económica y social es haberse hecho mucho menos dependiente de las condiciones climáticas y los designios de la naturaleza. Países como Japón son ejemplo de ello; pero en Venezuela, hay una suerte de retroceso al medioevo en muchos aspectos. Pese a estos problemas, los servicios públicos, entre ellos la energía eléctrica, están fuertemente subsidiados, y en muchos casos se abona una tarifa cuasi simbólica.

En la Argentina la tendencia avanzaba en la dirección de ese país. Además de la estrecha relación entre los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner con el chavismo, el fenómeno de la inflación (inexistente en el 99% de los países del mundo), la presión sobre los medios de comunicación, una política exterior beligerante hacia los países desarrollados, precios subsidiados en los servicios públicos y el transporte, una política de persecución sobre empresarios y generadores de riqueza, el cepo cambiario y una pobreza creciente  marcaron una impronta común a ambos gobiernos. Todo hacía prever un final parecido a lo que hoy se vive en el país caribeño. Sin embargo, el proceso electoral de 2015 y la elección de Mauricio Macri como presidente marcaron un cambio rotundo en la dirección del país, y la explosión social, económica y política que se observa en la tierra de Bolívar no llegó a materializarse en toda su dimensión.

El no haber alcanzado tales circunstancias le agregaron al  gobierno de Cambiemos una presión sobre resultados que no tuvo que soportar, por ejemplo, el gobierno de Eduardo Duhalde en el durísimo año 2002. Hagamos un poco de memoria: Duhalde, pese a no gozar de una buena reputación social sobre todo en las clases medias que aún lo recuerdan como un turbio caudillo del conurbano bonaerense, ha ganado cierta fama de buen piloto de tormentas. Sus colaboradores por aquellos años, principalmente Roberto Lavagna, gozan de un reconocimiento que aún les permite participar activamente de la política y los medios de comunicación. Recordemos sin embargo algunas medidas que tomaron y las consecuencias que tuvieron: pasó del corralito -impuesto por Domingo Cavallo y que impedía retirar más de $250 semanales de los depósitos bancarios- al corralón, que restringía la devolución de los plazos fijos y los reemplazaba por bonos y que también pesificaba a $1,40 por U$D las deudas y las acreencias–salvo con las entidades financieras a quienes debían devolvérsele 1 a 1-; la megadevaluación, que llevó el valor del dólar a casi un pico $4; y el crecimiento de la pobreza que pasó del 34% al 52% en menos de un año (dato que correctamente hizo notar el ex diputado Fernando Iglesias en la discusión televisiva que mantuvo esta semana con el ex presidente del Banco Central Aldo Pignanelli).

La situación que heredó el presidente Macri también fue muy grave pero el kirchnerismo amalgamó la realidad económica de tal forma que las “bombas” le explotasen al siguiente gobierno. En ese sentido, la ya  indisimulable inflación (pese a las mentiras del INDEC, los aprietes a los empresarios, los precios cuidados y los programas …para todos) trató de ser anclada por dos mecanismos claramente nocivos: el congelamiento de tarifas y transporte, que además de la distorsión de precios relativos generó un monumental déficit energético, y el cepo cambiario, que generó un tipo de cambio ficticio (y otro paralelo) e hizo que la economía argentina sufriera un proceso de estanflación en casi todo el segundo período de Cristina Kirchner.

Difícilmente una persona que cayó de un precipicio y tiene múltiples fracturas se queje por un dolor de muelas. El problema para Mauricio Macri es que el kirchnerismo condujo hasta el límite de ese precipicio pero esperó que el empujón lo diera el sucesor. En ese sentido, todo el esfuerzo del gobierno debe estar focalizado en comunicar los motivos de las medidas emprendidas, trabajar sobre mecanismos paliativos (que no se agotan en la implementación de las tarifas sociales y que pueden complementarse con, por ejemplo, un buen seguro de desempleo y capacitación) y, fundamentalmente, no permitir que las urgencias expuestas por muchos comunicadores sociales desvíen de un camino que pretende avanzar sobre políticas que den certidumbre y previsibilidad a una nación que necesita imperiosamente que los inversores pequeños, medianos y grandes, argentinos y extranjeros, vuelvan a confiar en un país que durante muchos años no respetó ni los más mínimos cánones de razonabilidad política, económica y judicial.

 

*Castellfollit de la Roca es un bello y pequeño pueblo sito en Cataluña (España) que está asentado sobre un risco de origen volcánico de 50 metros de altura

El desafío del kirchnerismo: sobrevivir sin el Estado

Mucho se ha dicho acerca de qué sería de la vida de los militantes de La Cámpora sin los recursos del Estado. “Viejos” peronistas no K los han ridiculizado al compararlos socarronamente con los antiguos militantes de la juventud peronista (JP). Ellos sienten que los han estigmatizado, y en algún punto tienen razón cuando vemos que no solamente a La Cámpora le cuesta su supervivencia estando fuera de la maquinaria estatal, sino que es el kirchnerismo en su totalidad lo que tambalea. De hecho es quizá la agrupación juvenil el único sostén político que aún conserva la ex presidente Cristina Kirchner. La imagen de estos jóvenes y aquellos ex funcionarios está tan deteriorada que no podrían migrar hacia ningún otro espacio político. Las opciones son ostracismo o kirchnerismo y por ahora están tratando de pelearla en el espacio que transitaron durante doce años, temen que quizás el ostracismo venga acompañado de prisión, creen tal vez que la batalla en el imaginario público aún pueda ayudarlos a frenar el nuevo ímpetu de los jueces. Continuar leyendo

Los tres mosqueteros del populismo

Hugo Chávez, Néstor Kirchner y Luis Inácio Lula Da Silva fueron emergentes de una forma de hacer política y gestionar el Estado que marcó un período de tiempo en la región. En términos generales, y más allá de algunos matices y grados, se los englobó dentro de la categoría típicamente latinoamericana denominada populismo.

Tal vez haya sido Lula quien, pese a su origen izquierdista y combativo puso mayor distancia respecto a las acciones que más identificaron este fenómeno. Sin embargo, para los medios de prensa brasileños y los sectores críticos del fundador del PT, la analogía con los otros líderes mencionados es directa. Pese a haber sido pragmático y moderado en su política interna, con logros en crecimiento del PBI y reducción de la pobreza, camino iniciado por su predecesor, Fernando Henrique Cardoso, en política exterior trabajó para posicionar a su país como un actor fuerte y en muchas ocasiones contestatario de las políticas llevadas adelante por los países centrales. Fue así como Brasil, durante su gobierno, se acercó a causas y líderes que poco tenían que ver con los países más democráticos y desarrollados.

En el caso de Chávez, a poco de andar, mostró un perfil típicamente populista, con un fuerte culto a la personalidad y que el periodista Andrés Oppenheimer calificó astutamente como narcisismo-leninismo. Continuar leyendo

Deskirchnerizar, una batalla cultural

Cambiemos, y en alguna medida gran parte de la propia sociedad argentina, va en busca de la deskirchnerización del país. En esa dirección apuntó el inicio del discurso de Mauricio Macri en su primer año de apertura de sesiones ante la Asamblea Legislativa del Congreso Nacional. Las famosas especulaciones acerca de la conveniencia o no de hacer un pase de facturas al kirchnerismo quedaron sepultadas este 1M. El desafío era congeniar la necesaria clarificación de la pesada herencia recibida en materia fiscal, monetaria, institucional y social con la posibilidad de entusiasmar a  los ciudadanos a través de esa retórica tan habitual en el PRO, y fundamentalmente en Mauricio Macri, que busca despertar la iniciativa y el empuje individual en la búsqueda de los objetivos anhelados.

Para algunos, el Presidente fue demasiado breve en el racconto de la herencia, aunque prometió un informe posterior de cada área del Estado. Difícil será que éstos puedan suscitar igual atención que el discurso. Tampoco genera el mismo impacto apelar a la apertura de dependencias públicas para que los medios de prensa más importantes documenten el estado calamitoso en que el gobierno de Cambiemos recibió la administración pública. Continuar leyendo

¡Basta de privilegios!

No es una novedad que el Gobierno de Cambiemos viene lidiando con varios frentes de tormenta. Sin embargo, a diferencia de las dos grandes crisis que recuerda la historia política y económica argentina desde el retorno de la democracia, la hiperinflación de 1989 y el derrumbe económico y social de 2001-2002, convivimos con una situación muy precaria que no todos alcanzan a dilucidar en su real magnitud. Al no partir de un estallido social o de un derrumbe político, cuesta que el ciudadano promedio tome dimensión de los enormes problemas políticos, económicos e institucionales que el kirchnerismo ha venido construyendo (y barriendo bajo la alfombra) durante sus años de Gobierno.

La discusión en ambientes intelectuales, políticos y periodísticos entre shock o gradualismo probablemente posea un buen análisis de las condiciones existentes en el país, pero carece de una adecuada observación acerca del humor y las percepciones sociales. En ese sentido, es bueno preguntarse: ¿son políticamente viables las estrategias de shock bajo estas condiciones? Claramente fue el camino elegido —y el único posible— en los inicios del menemismo y la realidad también se lo impuso a Eduardo Duhalde, ante una economía insostenible. ¿Pero es posible utilizar ahora una estrategia similar? Continuar leyendo

SEPA, inflación y después

En estos días nos encontramos de manera ininterrumpida con análisis, comentarios y hasta imágenes que pretenden reflejar el fenómeno de la inflación. Ya ni siquiera tenemos que esperar a escuchar sobre la temática en programas de economía, política o en los noticieros, sino que aparece en programas de espectáculos, deportes u otras yerbas de la radio, la televisión, los diarios y los medios digitales. La democratización de los analistas lleva a una serie de imprecisiones, contradicciones y errores técnicos que hacen casi imposible la comprensión de esta problemática que nos aqueja como país desde hace no menos de ocho años.

Está claro que en poco más de sesenta días de gestión no es demasiado lo que se le puede exigir a un Gobierno en cuanto a resultados. Sí aparece como lógico el cuestionamiento o el elogio si lo que se evalúan son los planes encarados para el combate de un flagelo que es unánimemente visto como nocivo para la salud de la economía de nuestro país y los bolsillos de quienes lo habitan. En este sentido, puede haber cuestionamientos acerca de la falta de un plan articulado y consecuente que ataque los diversos frentes que componen un fenómeno inflacionario que, convengamos, desde hace un par de décadas se encuentra en los libros de los recuerdos de los economistas. En América Latina, el chavismo y el kirchnerismo han logrado reflotarlo, para desgracia de Venezuela y Argentina. Continuar leyendo

Scioli en su vía crucis

No siempre las tendencias de los gobiernos hegemónicos pueden revertirse a tiempo. Un ejemplo de ello es lo que sucede en Venezuela, donde Nicolás Maduro gobierna a punto de llevar a su país a un proceso de hiperinflación, con unos índices de inseguridad alarmantes, aislado internacionalmente, pero con un control de la maquinaria electoral, judicial y represiva que, más allá de que las encuestas muestran un hartazgo hacia su gobierno y una masiva inclinación hacia la oposición, existe el riesgo concreto de que el gobierno se desentienda del mandato popular y se abstenga de respetarlo.

En Argentina, y en beneficio de una necesaria alternancia en el poder, el Frente Cambiemos ha dado un gran primer paso para poner un límite al proyecto hegemónico familiar de Néstor y Cristina Kirchner y, por si fuera poco, logró quitarle al peronismo su histórico bastión bonaerense luego de 28 años. En una elección histórica y sorprendente, María Eugenia Vidal resultó electa gobernadora de la provincia de Buenos Aires. Con ella se llevó numerosas intendencias de distritos claves destronando a algunos de los famosos barones del conurbano (Hugo Curto en el partido de 3 de Febrero es tan sólo un ejemplo) y también dos intendencias simbólicamente claves: Quilmes, distrito originario de Aníbal Fernández, donde el chef Martiniano Molina derrotó al Barba Gutiérrez, y también Morón, distrito de Martín Sabatella, donde Ramiro Tagliaferro (esposo de María Eugenia Vidal) derrotó al hermano del titular del AFSCA. Fue todo win-win, pero en este caso no para todas las partes. Continuar leyendo