Maltratar al soberano

Seguramente al momento en que usted esté leyendo estas líneas los distintos gremios docentes habrán aceptado la “oferta superadora” que el gobierno bonaerense les llevó en la voz de su jefe de gabinete Alberto Pérez. Sin embargo, sería bueno hurgar en las razones de un conflicto que dejó a más de 3 millones de niños bonaerenses sin clases por más de 15 días.

El kirchnerismo atravesó la huelga docente en la provincia de Buenos Aires cual chico que barrena despreocupado las olas durante las vacaciones familiares. No quiso intervenir de manera directa para ninguno de los bandos en pugna esperando quizás el desgaste en ambos sectores. Usó ese 6% del PBI que invierte en educación a partir de 2010 como su caballito de batalla para dejar a resguardo su vocación por fortalecer la educación pública sin ejercer un rol activo en la solución de esta situación particular. Apostó, de alguna manera, a resignificar el slogan de la ciudad del pecado; “lo que pasa en Buenos Aires, queda en Buenos Aires”. No es algo que debiera sorprender ya que ese es el modo en que actúa el kirchnerismo. Bien lo sabemos los porteños que hace años pagamos caro el darle la espalda en las elecciones locales. También lo saben los cordobeses que debieron esperar demasiado tiempo para recibir la ayuda de Gendarmería durante la huelga policial que tuvo a la provincia acechada por una ola de saqueos. Lo entienden los santafecinos que comprenden, a partir de las palabras del diputado de La Cámpora Andrés Larroque, que son gobernados por el narco-socialismo.

Si nos atenemos a los exámenes internacionales, la fuerte inversión realizada en educación no se reflejada en la calidad de la misma. ¿De qué sirven esos 6 puntos del PBI si la mayoría de los chicos en la provincia más populosa del país ni siquiera pueden comenzar sus clases en tiempo y forma? Si bien no es el primer año que esto sucede, el gobierno nacional debería tener en cuenta que en esta ocasión, el fondo del conflicto está en el proceso inflacionario que por tanto tiempo negó y que, cual olla a presión, explotó a principios de año junto con la devaluación de la moneda. El objetivo de máxima del kirchnerismo -poner un techo no declarado de 25% a las paritarias- es ahora a todas luces utópico.

Desde el sciolismo han insistido en que el conflicto y la intransigencia de los dirigentes sindicales durante la negociación son motorizados por Sergio Massa. Está claro que culpar a viva voz al kirchnerismo implicaría una ruptura que el gobernador no está dispuesto a afrontar en este momento pero no hay que ser un observador demasiado entrenado para ver que los cuatro sindicatos que encabezaron la protesta son kirchneristas (Ctera, UDA, Sadop y Suteba). Eso no es todo; Pablo Ferreyra, legislador porteño electo por una lista ligada al kirchnerismo, se ha mostrado al lado de Roberto Baradel durante el conflicto. El propio jefe de Suteba estuvo en el programa de difusión kirchnerista 678. Es cierto también que dirigentes de distintos frentes de izquierda integran los distintos consejos directivos de los gremios docentes por lo cual dificultan aún más la negociación. Los acontecimientos políticos nunca son unicausales.

La cadena nacional que ofreció Cristina Fernández el pasado jueves fue para justificar el anuncio de recortes hecho por Kicillof y De Vido en la mañana pero, con Scioli sentado a su lado, no hubo ninguna mención al conflicto docente. Resultó extraño sobre todo si recordamos que el 1º de marzo, con motivo de la apertura de las sesiones ordinarias frente a la Asamblea Legislativa, la presidente tomó 10 minutos de su alocución para referirse al tema. Les mojó la oreja mencionando lo largas de sus vacaciones e Incluso se animó a poner en cuestión el tema del presentismo, algo que irrita tanto a las bases como a los dirigentes del sector. De todos modos, en el sosegado clima de Olivos, seguramente Scioli aprovechó para pedir ayuda a la presidente y destrabar así el conflicto. Inmediatamente después, el mandatario provincial decidió enviar con una nueva oferta a su jefe de gabinete. Fue con la misión de hacer una propuesta que no puedan rechazar.

El conflicto le va a permitir al gobernador sacar conclusiones políticas. Quizás no todos sus funcionarios están aptos para el discurso de mesura y tolerancia que él quiere transmitir bajo cualquier circunstancia. Seguramente están contados los días de Nora de Lucía al frente de la Dirección de Cultura y Educación de la provincia. La mención de un sueldo posible de $44.000 no fue una buena estrategia cuando la mayoría de los docentes bonaerenses están a años luz de un ingreso así.

La ruptura entre Daniel Scioli y el kirchnerismo es inevitable. Lo que ahora se juega es la imagen pública del conflicto. Ninguno de los dos sectores quiere aparecer como el que traiciona. Cristina pretende una decorosa salida recluyéndose en tropa propia y el gobernador quiere fortalecer la idea de continuidad con cambios. Estimo que a esta altura todo el entorno de Scioli se habrá dado cuenta de la imposibilidad de conseguir el apoyo de la presidente a su candidatura.

La intervención de la justicia sobre cuestiones que son básicamente políticas resulta siempre confusa y también lo fue en este caso. La obligación de levantar la huelga que dos jueces pretendieron imponerles a los docentes atentó contra un derecho constitucional. Lo que sí debería revisarse es la diferencia en la estabilidad de los cargos que hay entre un establecimiento público y uno privado, lo que genera sin dudas una distorsión en el desempeño docente.

Es difícil cerrar estas líneas sin una reflexión que incorpore un componente moral. Después de todo, pese a lo que dicen los docentes, los días perdidos por esos millones de chicos no se recuperan. No todos tenemos el mismo proyecto educativo y tampoco acordamos en cuál es la mejor forma de llevarlo adelante pero sí coincidimos en que la educación es uno de los pilares fundamentales para la inserción social del individuo y para el desarrollo del país en el concierto mundial.

Barón del conurbano, mensajero de la paz

La pasada semana, las agresiones a la caravana que encabezó el intendente de Tigre y candidato a diputado por el flamante Frente Renovador sacudieron el reinicio de campaña de cara a las elecciones del 27 de Octubre. Está claro que los tumultos, insultos y agresiones con huevos son relativamente habituales cuando un político se encuentra poniendo la cara frente a algún problema puntual que genera controversias; sucedió con los diputados del oficialismo durante la crisis con el campo en 2008 y también con el gobernador Daniel Scioli durante las inundaciones en La Plata, además de ser una circunstancia habitual durante la crisis del 2001-2002. Sin embargo, las recientes agresiones a Sergio Massa y sus candidatos marcaron una luz de alerta que rápidamente se viralizó a través de los medios de comunicación. Desde el oficialismo eso se ve como una campaña más del Grupo Clarín (entre otros enemigos mediáticos del gobierno) para perjudicar electoralmente a los candidatos del FpV, pero me atrevo a puntualizar algunas razones que tal vez formen parte del inconsciente colectivo y por las cuales esto causó cierta inquietud entre la sociedad.

Un elemento que llamó la atención fue, aparte de lo contundente de los proyectiles arrojados (piedras y ladrillos además de los “tradicionales” huevazos), que haya armas de fuego entre algunos de los manifestantes anti-Massa. Una de las frases que se escucharon en esta suerte de emboscada que practicaron sobre la caravana fue “La Matanza es de Cristina”, frase que puede retrotraernos al medioevo, cuando la organización política estaba centrada en feudos que un señor comandaba a base de puños de acero y paternalismo y que poco tiene que ver con una democracia pluralista.

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