Un Gobierno inmune a las demandas de la sociedad

El principal cambio que debería auspiciar el próximo gobierno -cualquiera sea el elegido- es lograr que aquellos que no comulguen con alguna o ninguna de sus políticas no se sientan extranjeros en su tierra. Si bien las palabras de la Presidente han sido fluctuantes en ese sentido, siempre quedó la sensación, avalada también por sus acciones, que se siente más cómoda en la confrontación que en la concordia. Es más, algunos slogans típicos lanzados por el kirchnerismo, tal como “el amor vence al odio”, siempre dejaron la sensación de no tener relación con los hechos y ser una mera burla para todos aquellos que fuimos puestos del otro lado de la grieta. Continuar leyendo

Kirchnerismo religioso

A esta altura, el kirchnerismo pasó a ser una cuestión de fe, o se tiene o no se tiene, no hay mucho más para explicar; o al menos a eso apuesta Cristina Fernández de Kirchner en el último período de su gobierno. Inmersos en la crisis económica más auto infligida de la historia moderna, cuando las variables externas aún dan oportunidades para un vigoroso crecimiento, el gobierno, en base a caprichos, terquedades ideológicas y gestos demagógicos logró encaminar al país y a su economía hacia la temida estanflación.

Ante estas circunstancias, sabiendo de la imposibilidad de una reelección y admitiendo que vastos sectores de la sociedad “no la comprenden” y ya no le otorgarán su favor, la presidente optó por refugiarse en los fieles y extremar la presión hacia la incondicionalidad. Tanto es así que en su último discurso por cadena nacional, al referirse a la moratoria previsional que ponía en marcha y comparándola con un plan elaborado durante el gobierno de su esposo, se le escapó que “…la anterior moratoria fue abierta y por allí tuvo la jubilación gente que por ahí hasta te critica”. Hubo un intento inmediato de desdecirse pero la frase es más que elocuente. A la basura la ilusión de que gobierna para todos, al menos para aquellos que aún querían creer en ello.

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