Siempre un atajo

Llegó finalmente a Diputados, para su tratamiento, el proyecto, que ya cuenta con la media sanción del Senado de la Nación, para prohibir despidos en el ámbito público y privado por 180 días. La ley, en una eficaz dosis de cinismo y desvergüenza, le ofrece al despedido la posibilidad de elegir entre ser reincorporado inmediatamente o que se le abone una doble indemnización. Este proyecto, como tantos otros, refuerza la idea de que sería bueno que quienes ejercen un cargo público hayan emprendido previamente algún proyecto privado para que así cuenten con una mínima idea de lo que significa hacerlo.

Las leyes no pueden transformarse en un cúmulo de buenas intenciones y mucho menos si con ello perjudican lo que supuestamente quieren proteger, en este caso, el trabajo. No es posible que tengan como leitmotiv esencial resultar agradables a la opinión pública biempensante. Así, no solamente crean falsas expectativas sino que ingresan medidas distorsivas en un mercado que siempre va a escapárseles por la tangente.

Durante 12 años han probado todo tipo de reglas para prohibir o exigir al sector privado determinadas cosas a la sola voluntad del gobernante y si hay algo que quedó claro, es que los resquicios aparecen, como así también las consecuencias indeseadas. No les alcanza con observar el rotundo fracaso de las economías con planificación centralizada, pretenden seguir intentando con medidas menos extremas pero igual de ineficaces y, en la mayor parte de los casos, altamente nocivas. Continuar leyendo

Temerle a Dios y un poquito a Macri

Solo hay una declaración que podría haber generado mayor revuelo en los medios de comunicación y en lo que él mismo denominó oportunamente como “círculo rojo” que las que efectuó inmediatamente después de confirmado el apretado triunfo de Horacio Rodríguez Larreta -su delfín- sobre Martín Lousteau, que le permitió al PRO retener la ciudad de Buenos Aires: haber dicho exactamente lo contrario. Hay que imaginar por un segundo qué hubiera pasado si Mauricio Macri se paraba frente a sus militantes y a los cientos de miles que en ese momento lo miraban por televisión (y medios alternativos) y les decía que iba a reprivatizar Aerolíneas Argentinas e YPF y que la asignación universal por hijo pasaría a la historia si él fuera electo presidente. El temor al cambio, algo innato en el ser humano, está en su máximo esplendor en esta campaña.

Ciertamente, el jefe de Gobierno y precandidato a presidente de Cambiemos optó por acercarse a la postura massista del cambio justo que, en el caso del exintendente de Tigre -quien perteneció al espacio kirchnerista durante 7 años-, suena más bien a la búsqueda de cambiar de manos el poder. Es cierto que el PRO en su bloque de diputados se ha opuesto tanto a la reestatización de Aerolíneas Argentinas e YPF como a la de las jubilaciones y las pensiones, pero también es cierto que cuando lo hicieron se fundamentaron más en razones y procesos que en principios. En este sentido y con prudencia política, el discurso del líder de PRO apuntó a desmontar aquello de que la Argentina se mueve por olas, de estatistas a privatistas y viceversa. Sin embargo, era esperable que desde el oficialismo se use el argumento de falsedad e hipocresía para atacar al líder opositor con más chances de arrebatarle el poder al Frente para la Victoria. Continuar leyendo