Alguien llamado Cabandié

Alfredo Vega

Alguien debería avisarle al ciudadano Juan Cabandié que ser hijo de desaparecidos no es ningún mérito personal. Él no hizo nada para llegar a esa triste circunstancia. En todo caso hay que respetar su dolor como el de muchos otros que atraviesan por la misma situación derivada de los años de horror en nuestro país.

Cabandié tiene 35 años, es candidato a diputado por la Ciudad en representación del kirchnerismo y es un militante de llegada habitual a la presidenta Cristina Fernández. Por su edad, sus antecedentes y su posición política ya debería haber comprendido la importancia de sostener fuertes convicciones democráticas, respeto por los demás y un desarrollado sentimiento de empatía hacia todo trabajador que sale a cumplir su tarea decentemente para ganarse la vida.

Si Cabandié intuyó que lo querían coimear, como argumentó, lo que cabía era hacer la correspondiente denuncia ante las autoridades naturales. Si le estaban exigiendo algo que no correspondía, siempre existe la Justicia de Faltas para defenderse. Es el comportamiento que se espera de cualquier ciudadano común. Pero si la documentación de su vehículo no estaba totalmente en regla le corresponden las generales de la ley y debió hacerse cargo de su falta. Tan simple como eso. Pero la actitud de Cabandié deja al descubierto que su escala de valores no es la del hombre de la calle. Posiblemente su confusión se derive de los antecedentes familiares ya mencionados o de algún resentimiento hacia la sociedad en general o de una deformada visión acerca de su propia ubicación en el universo de los mortales. Un buen consejo para Cabandié sería que haga una serena revisión de su comportamiento y, si entiende que se equivocó, que pida disculpas sinceras y de ahora en más actúe como una persona de bien.

Otro aspecto de esta historia involucra a Martín Insaurralde, candidato kirchnerista en la provincia de Buenos Aires. Más allá de cuál fuera su participación en el inmediato despido de la inspectora de 22 años, está claro que hasta que recibió una indicación superior no se le escuchó palabra alguna de condena hacia el comportamiento de Cabandié. Lo mismo le pasó a Jorge Taiana, también candidato kirchnerista en la Capital, y a otros funcionarios. Todos criticaron de alguna forma a Cabandié al mismo tiempo, luego de recibir la orden. Estaría bueno que todos ellos invitaran a Cabandié a tomar un café y le explicaran el significado de la palabra “soberbia”.