Cartel o cártel: esa es la cuestión

No es ninguna novedad que la droga ha pasado a formar parte de nuestra cotidianeidad. Prueba de ello es, por ejemplo, nuestra capacidad de naturalizar situaciones que no hace mucho tiempo nos hubieran horrorizado, como el asesinato a manos de un sicario de un narcotraficante en plena bicisenda de Palermo; o el peculiar modo en que se ha tematizado la problemática del narcotráfico en las series televisivas, cuyos guiones han pasado de presentar argumentos ficticios aunque plenamente verosímiles –como es el caso de la impactante historia del profesor de química devenido en cocinero de metanfetamina en Breaking Bad– a ficcionalizar hechos y personajes que de tan reales se vuelven paradójicamente menos verosímiles, como Escobar, el patrón del mal, la serie colombiana que hace furor en nuestro país.

Pero si hay algo que me asombra por sobre todas las cosas es la masiva y natural incorporación a nuestro vocabulario vernáculo de palabras propias del mundo de la droga, aunque a veces ni sepamos muy bien qué quieren decir ni cómo se pronuncian exactamente. Tal es el caso de cartel o cártel para referirse a las organizaciones ilícitas vinculadas al tráfico de drogas o de armas, como el Cartel de Medellín, de Cali o de Sinaloa. El cuñado del protagonista de Breaking Bad, por ejemplo, agente de la DEA en Albuquerque, Nuevo México, pronuncia [kurtél], con la a bien cerrada –porque es yanqui– pero con la acentuación en la e, mientras que Jorge Lanata prefiere pronunciar [kártel], quizás porque piensa que eso le otorga “más cartel” en el tratamiento del tema; por su parte, los periodistas de TN, utilizan en general [kártel], para los avances de programas sobre la droga, pero oscilan entre [kártel] y [kartél] cuando entrevistan a colombianos o mexicanos que dicen [kartél].

Convengamos que cuando un hablante acentúa una palabra indistintamente, puede suceder o que sea extranjero, en cuyo caso lo más seguro es que no sepa en realidad cuál es la forma correcta, o bien que quiera causar algún efecto en el interlocutor, como en el caso de Lanata, que como dije antes, para mí intenta transmitir una idea de solvencia en el tema. Pero pensemos además que el acento en español tiene la característica fundamental de distinguir significados, por ello no es lo mismo decir habito o habitó que hábito, porque las dos primeras formas son el presente y el pasado del verbo habitar y la última, el sustantivo masculino que puede referirse tanto al ropaje de un monje como a un hábito alimenticio. Pero como dije antes, sucede que cartel y cártel, a pesar de tener diferente acentuación, son usados como aparentes sinónimos de las organizaciones de narcotraficantes y, entonces, no sabemos si se trata o no de la misma palabra.

Según el Diccionario de la Real Academia Española, para el significado de “organización ilícita” son válidas ambas formas, cartel y cártel. Según otros diccionarios, cartel es un vocablo de origen provenzal que aparece registrado en el siglo XV para referirse a un “papel que se fija en un paraje público para hacer saber alguna cosa”. Deriva del francés cartel que, a su vez, proviene del latín charta, que tenía un significado muy parecido a la palabra carta en español. Los carteles en aquella época servían para difundir anuncios reales, decretos y ferias y luego fueron evolucionando hacia el poster propio de los bares y espectáculos teatrales de fines del siglo XIX.

Por su parte, cártel con acento en la a, aparece registrada como una palabra tomada del alemán, Kartell (carta, contrato) con la que se designa el acuerdo entre varias empresas para evitar la mutua competencia y regular la producción, venta y precios (cártel de precios) en un determinado campo industrial. Estos cárteles surgieron en Alemania en 1870 para controlar la producción industrial, pero como en los años 40 las mafias alemanas en Estados Unidos utilizaban cartas (Kartell), para comunicarse entre ellos y mantener los territorios delimitados sin interponerse unos sobre otros, el término cárteles quedó asociado a estas bandas mafiosas, es decir, al ámbito delictivo. Pero sucede que en alemán, la palabra Kartell se pronuncia [kartél] y no [kártel] por lo que lamentablemente no hemos avanzado en nada.

Conclusión –y que me disculpen los diccionarios–la palabra debería pronunciarse [kartél] en cualquiera de sus dos significados; es más, me jugaría a afirmar que cártel no es más que la versión spanglish utilizada por los narcos de tierras mexicanas, desde las cuales se nos ha infiltrado no solo esta confusión lingüística sino lamentablemente el flagelo de la droga.

Sí, se ensañan porque soy mujer

Con esta frase, hace un tiempo, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner reaccionó ante algunas críticas a determinados aspectos de su gestión de gobierno a las que tildó de “sexistas”. Según su interpretación, entonces, el ensañamiento de sus detractores y enemigos políticos se debía específicamente a su condición de mujer, creencia en la cual se evidencia entre otras cosas un punto de vista en sí mismo sexista, si pensamos que ningún político hombre esgrimiría que lo atacan por el mero hecho de ser varón.

Pero más allá de este detalle, el tema sobre el que quiero reflexionar en esta oportunidad, si bien alude a la presidenta, no es de corte ideológico ni político, sino meramente discursivo y tiene que ver precisamente con el llamado “sexismo lingüístico”, esa forma sutil de discriminación del lenguaje hacia cualquier persona, pero en general, hacia el sexo femenino. Este tema fue muy discutido por los lingüistas a partir de la publicación en distintas regiones de España de guías de lenguaje no sexista en las que instituciones públicas alertaban sobre usos lingüísticos discriminatorios hacia las mujeres. En ellas, se enumeraban una serie de recomendaciones que muchos académicos consideraron ajenas a las prácticas de los hablantes y a las normas gramaticales propias del español. Pero además, los lingüistas detractores de estas recomendaciones ridiculizaron, al igual que Jorge Lanata en su programa periodístico, las reduplicaciones del tipo “a todos y a todas” utilizada por la presidenta, pero también señalaron el error de confundir sexo con género gramatical, según el cual deberíamos decir futbolisto, astronauto o pianisto.

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