Hacia la democratización neuronal

Hasta ahora, la lucha en defensa de la democracia nacional y popular se había concentrado en dos muy poderosos enemigos: el Grupo Clarín y los buitres. Sin embargo, del último discurso de la Presidenta de la República, en ocasión del nuevo convenio con la televisión oficial rusa, se infiere que un factor inesperado se resiste a la marcha del proyecto nacional y popular: las neuronas, al menos las argentinas. En las palabras de nuestra Presidenta, “las neuronas de todos y cada uno de los argentinos” necesitan ser democratizadas.

Ahora bien, parece haber al menos dos grandes dificultades que deben ser tenidas en cuenta si queremos que este proceso de democratización neuronal tenga éxito.

En primer lugar, pensemos en los problemas conceptuales de este nuevo proyecto. No se trata de subestimar el hecho de que enemigos internos como Clarín y externos como los buitres (sin mencionar al Gobierno de EE.UU. y al incipiente ISIS) hayan tenido acceso a nuestras neuronas. El problema es que los supuestos guardianes de las libertades republicanas pondrán el grito en el cielo debido al carácter interno, por no decir personalísimo, de las neuronas y exigirán seguramente por razones constitucionales que nuestras neuronas no estén expuestas a la autoridad de los magistrados.

En segundo lugar, la dificultad más grave que quizás deba enfrentar el proyecto neuro-democratizante es que la idea misma de tener que nacionalizar y popularizar a las neuronas es muy extraña, por no decir redundante. En efecto, según la neurociencia, el cerebro ha sido diseñado para razonar de manera tribal, i.e. para razonar en términos de la lógica amigo-enemigo y anteponer siempre el “nosotros” (i.e. la nación) a “ellos” (i.e. el resto del mundo), debido a que en el estado de naturaleza originario todo extraño o extranjero era por definición un enemigo, particularmente en términos genéticos, en la despiadada lucha por recursos somático-reproductivos, antes que, por ejemplo, un vecino que se acercaba para pedir una silla extra porque tenía invitados en casa.En otras palabras, el razonamiento nacional y popular ha sido seleccionado por o para nuestro cerebro debido a motivos puramente evolutivos, por eso es que muchos consideran al nacionalismo como una atavismo, y a pesar de ello la Presidenta detecta cierta resistencia neuro-vernácula a lo que la evolución misma ha determinado.

Es digno de ser destacado que si bien la neurociencia había hecho grandes adelantos en el campo de la explicación del comportamiento moral, en especial la manera en que el altruismo supera al egoísmo porque la moralidad facilita la cooperación (la cual a su vez facilita la supervivencia tribal), antes del anuncio presidencial y hasta donde sabemos, la neurociencia no había hecho grandes avances en el campo de la neuro-política, qué decir de la neuro-democracia, con la posible excepción de una muy breve escena de “Todos dicen te quiero”, el musical de Woody Allen.

En defensa de la democratización neuronal habría que decir que la evolución no pudo haber previsto la perversa fusión que tiene lugar en nuestro país entre interior y exterior, la cual ha permitido que no pocos argentinos poco argentinos (para parafrasear al Senador Pichetto) se convirtieran en enemigos internos, i.e. enemigos del pueblo y de la Nación. De hecho, los buitres internos se asemejan mucho a ciertas hemorroides que, en la gráfica terminología de Jorge Corona, no son ni internas ni externas sino medio pupilas, ya que entran y salen cuando quieren. Además, si Clarín pudo llegar hasta nuestro cerebro, ¿por qué no podría llegar el Estado también? Si las neuronas no deben quedar expuestas a la autoridad de los magistrados, tampoco deberían quedar expuestas a las corporaciones.Finalmente, quizás la democratización cerebral se logre acompañando a la nueva Ley de Medios Audiovisuales con un programa de mejoramiento de la neurotransmisión democrática, como por ejemplo un programa de oxitocina para todos y todas, la hormona responsable en nuestros cerebros por la confianza y la cooperación. Sin duda, sería el mejor legado al que podría aspirar un Gobierno democrático.

Pobre de vos

En su nota del sábado en Página 12, Luis Bruschtein sale al encuentro de quienes sostienen que en lo que atañe al índice de pobreza el kirchnerismo básicamente ha logrado lo mismo que el menemismo. Se trata, por supuesto, de una comparación que no deja bien parado al kirchnerismo (ya habíamos visto sin embargo que el rechazo que los kirchneristas sienten por el menemismo no era compartido por el propio Kirchner; o en todo caso, quizás Kirchner también rechazaba el menemismo, pero era un confeso admirador de Menem como presidente).

Sin duda, la decisión por parte del INDEC de no publicar el índice de pobreza ha puesto al kirchnerismo en una posición difícil. Algunos creen que la omisión del índice de pobreza se debe a que los números son tales que el Gobierno prefirió pasar semejante papelón antes que exponerse a la realidad de las cifras. Bruschtein, no obstante, cree que la decisión se debió a un cambio de metodología. Es curioso, sin embargo, que el cambio de metodología no haya impedido que el INDEC publicara índices de inflación de un diez por ciento trimestral aproximadamente.

Además, es muy llamativo que Bruschtein mismo hable en su nota de inflación cuando el kirchnerismo hasta hace muy poco negaba la existencia de semejante fenómeno. También es extraño que Bruschtein sostenga que la política redistributiva del Gobierno “interfiere con la tendencia del capitalismo a la concentración”, cuando el propio Guillermo Moreno se enorgullecía de que unas pocas empresas manejaban la economía del país, lo cual facilitaba su control.

Y es aún más arduo de explicar para el kirchnerismo un muy difícil logro: a pesar de las políticas redistributivas de las que se suele jactar, la pobreza no parece haber cambiado sustancialmente. La posición estándar kirchnerista actual consiste en replicar que el índice de pobreza es redundante: cualquiera que observe las políticas públicas del Gobierno en los últimos años puede inferir muy fácilmente que la pobreza ha bajado sustancialmente. Es muy curioso sin embargo que el Gobierno no se quiera tomar el trabajo de indicar literalmente la pobreza para eliminar de ese modo todas las suspicacias provocadas por esta diabólica alianza que se ha formado entre la derecha y la izquierda contra el Gobierno.

A decir verdad, la alianza anti-kirchnerista es mucho más amplia aún. En efecto, Bruschtein señala como miembros de dicha alianza a Infobae (por alguna razón que se nos escapa completamente el grupo Clarín ni siquiera es mencionado en la nota, quizás porque lo obvio no debe ser mencionado), a “la mayoría de la oposición”, a la UCA (cuyo Observatorio de la Deuda Social, dirigido por Agustín Salvia, está políticamente contaminado, a diferencia del INDEC suponemos) y “a una becaria del Conicet” (por alguna razón, esta última mención nos hace acordar a los legionarios romanos que luego de recibir una paliza por parte por Asterix y Óbelix no olvidaban señalar en sus informes la existencia de “una jauría de perros salvajes” para hacer referencia a Ideafix, que siempre acompañaba a su amo en sus aventuras).

Frente a los escépticos que dudan de semejante alianza entra la derecha conservadora y la izquierda revolucionaria, y en defensa de Bruschtein, debemos recordar, nobleza obliga, que no es la primera vez que la extrema derecha y la extrema izquierda unen fuerzas para lograr un objetivo común. Para muestra, basta el botón de la breve aunque significativa alianza entre el nazismo alemán y el comunismo soviético mediante el así llamado pacto Molotov-Ribbentrop de 1939 merced al cual se repartieron Polonia.

Finalmente, hagamos un mea culpa. Antes nos quejábamos de los índices falsos del INDEC. Ahora, nos quejamos de que el INDEC directamente prefiere no mentir y por eso prefiere no dar a conocer el índice de pobreza. No hay nada que nos venga bien.

Este artículo apareció originalmente en el blog de Andrés Rosler, LaCausadeCatón.