Abajo la restauración

En su nota de ayer en Página/12, Emir Sader nos alerta acerca de una inminente “Restauración Conservadora” en América Latina. Sin embargo, no hay que desesperar, ya que la nota contiene buenas y malas noticias. Empecemos por las malas, como quería Don Corleone.

Por supuesto, el sujeto que empuña las armas son “los medios de comunicación privados”. Las armas en cuestión son dos y de doble filo. En primer lugar, la democracia. En efecto, los medios privados buscan “proyectar candidatos que representarían la antítesis de los gobiernos progresistas”. Sader cree que “como no es posible el camino liso y llano de golpes militares al estilo de décadas atrás, la derecha se vuelca hacia los procesos electorales, con grandes maquinarias de publicidad, valiéndose además de los medios privados de comunicación como su arma esencial”.

Sin embargo, si la democracia es un arma que la derecha usa para sus propios fines, se trata de una actividad riesgosa pero legal, similar a comprar pasajes aéreos a alguien con la esperanza de que se caiga el avión en el que viaja. En otras palabras, se trata de riesgos inevitables si queremos democracia o viajar en avión.

El otro arma es el Código Penal. En efecto, la derecha ha puesto en marcha “campañas de denuncias de supuestas irregularidades de los gobiernos, que sirven para debilitar su imagen frente a la opinión pública, así como para descalificar a Estados, gobiernos, partidos, política, como forma indirecta de ensalzar al mercado y a las grandes empresas privadas”. En lo que atañe al caso argentino, dormimos con la conciencia tranquila porque hemos advertido la persecución mediática que sufre nuestro amado Vicepresidente. Otra vez, nos preguntamos si Sader solamente sospecha del Código Penal cuando es empleado contra la izquierda (suponiendo, tal como lo sostiene nuestra Presidenta, que a su izquierda está la pared) o si Sader se opone por principios a la idea misma de un Código Penal (o al menos al título mismo sobre delitos contra la administración pública). Nos vemos en la obligación de recordarle a Sader que el Código Penal de Cuba, por ejemplo, cuenta con un frondoso título al respecto.

Las buenas noticias son que dado que la “experiencia de Sebastián Piñera en Chile fue un primer intento” de la restauración conservadora, “con un empresario de éxito en la esfera privada como supuesto mejor gobernante para el Estado”, precisamente “su paso por el Ejecutivo demuestra cómo esas nuevas caras apenas reproducen los viejos programas de la derecha tradicional y terminan fracasando”. En otras palabras, la derecha podrá ganar alguna elección, pero siempre termina mal, lo cual a su modo reivindica a la democracia, ya que el fracaso de la derecha le abre un camino democrático a la izquierda. Pero por otro lado, esto debilita la preocupación de Sader por la restauración ya que tarde o temprano la derecha siempre pierde.

El resto de las buenas noticias es que el “éxito que puedan tener” las restauraciones conservadoras “supone, siempre, errores de esos mismos gobiernos [progresistas]“, que pueden ser corregidos por dichos Gobiernos. El primer desacierto progresista es “la no democratización de los medios de comunicación, lo cual permite a la derecha disponer de un gran arma de acción”. Por suerte, entonces, en nuestro país estamos salvados, porque la así llamada Ley de Medios está siendo implementada.

El segundo desacierto progresista son los “errores en las políticas económicas, con sus efectos en las políticas sociales (…). Asimismo, cuando fallan las políticas sociales, a veces también por el efecto de la inflación, se pierde apoyo popular”. Acá la situación es mucho más delicada. En primer lugar, para Sader, si gana la derecha la elección eso se debe a los errores de la izquierda, mientras que para nuestra Presidenta, todo voto que pierde se debe a una conspiración internacional en su contra.

En segundo lugar, la inflación, que para Sader es un error del progresismo, es antes bien la política pública por antonomasia del progresismo, al menos en su versión populista vernácula cristinista. De ahí que para nuestro país la recomendación de Sader, “readecuaciones en las políticas económicas y sociales”, sea imposible. Otra vez, es algo así como cristinismo sin demagogia, o Hamlet sin el Príncipe, como se suele decir en inglés. Encima, semejantes readecuaciones suelen implicar devaluación (o desplazamientos del punto de convergencia entre monedas de diversas nacionalidades, parafraseando a nuestro jefe de Gabinete), pero por suerte nuestra Presidenta ha anunciado públicamente que vamos a tener que esperar otro Gobierno porque ella no va a devaluar nuestra moneda.

Sin embargo, pensándolo bien, nosotros no tenemos por qué preocuparnos ya que no tenemos inflación, o al menos no tanta como para preocuparnos por ella. Parafraseando al Jefe de Gabinete otra vez, sólo tenemos variaciones estacionales de precios debido al insaciable apetito de las corporaciones. Deberíamos preguntarle entonces, v.g., a nuestros hermanos brasileños cómo es que pudieron contener la voracidad corporativa, al menos teniendo en cuenta su tasa de inflación. Con un poco de colaboración, juntos venceremos.

Este artículo apareció originalmente en el blog de Andrés Rosler, La Causa de Catón

Pensamiento masónico nacional

En medio de tanta discusión efímera sobre la economía, es refrescante que en dos entrevistas recientes, el Secretario para el Pensamiento Nacional, quizás sin proponérselo, haya revelado la estructura masónico-trinitaria de su pensamiento. En efecto, es fácil de advertir la manera en que el Secretario apela frecuentemente a la trinidad para revelar su pensamiento. Por ejemplo, tomemos una reciente entrevista en Página/12 (los corchetes son nuestros):

- “El nombre [de la Secretaría] [1] tocó sensibilidades, [2] movilizó ciertos fantasmas, [3] provocó reacciones”.
- “‘Pensamiento nacional’ es un nombre [1] polisémico, [2] equívoco, [3] complejo”.
- “Lo nacional hoy en la Argentina es muy difícil de categorizar desde una sola perspectiva. ¿A Borges cómo lo colocamos? [1] ¿Como un escritor cosmopolita sin raíces? [2] ¿Como un escritor del criollismo vinculado a su Palermo natal o a los relatos de Guillermo Hudson o de Güiraldes, o lo vinculamos con su descubrimiento de Herder, de Keats, de Whitman o de Schopenhauer? [3] ¿O es todas las cosas al mismo tiempo?”
- “Lo que hay son [1] giros, [2] invenciones, [3] sentidos en disputas y eso nos plantea la dificultad de pensar la Argentina”.

Por supuesto, cualquiera puede tener un día triádico, y quizás las respuestas en esta entrevista hayan sido sólo una casualidad. Pero hete aquí que en otra entrevista (click) reaparece la estructura masónica, la cual a la sazón, es la misma que la del vals y sobre todo del pericón nacional (un, dos, tres):

- “Darle a la cultura ese lugar de gabinete ministerial permite una serie muy poderosa de [1] acciones, de [2] reconocimientos y de [3] legitimidad”.
- “Esto implicaría dejar afuera a todos aquellos modos de la creación cultural [1] que no son inmediatamente rentables, [2] que no son un negocio, [3] que no están en el ‘main street’ de la creación cultural”.
- “Un Ministerio de Cultura básicamente protege… a aquellos que con enorme esfuerzo sostienen esa trama de la creación cultural y que no tienen como objetivo [1] el negocio, [2] la construcción mercantil o [3] la rentabilidad”.
- “La verdad que las actividades que estamos planeando son [1] diversas, [2] múltiples y [3] con mucha intensidad”.
- “Yo creo que el nombre que decide desde la Presidencia de la Nación para esa Secretaría tiene esa potencia. Porque es un nombre que produce [1] escozor, que produce [2] interrogación, que produce [3] rechazo también”.

Por si esto fuera poco, Forster nos ha legado una frase para reflexionar -no sería la primera vez que el Secretario nos deslumbra con su sutileza- como respuesta a la pregunta acerca de por qué “la derecha mediática atacó” la creación de su Secretaría:

“Se combinan dos cosas. A veces los nombres tienen dos posibilidades: o pasar desapercibidos, no producir ningún efecto; o tener la potencia de generar efectos. Y yo creo que el nombre que decide desde la Presidencia de la Nación para esa Secretaría tiene esa potencia. Porque es un nombre que produce escozor, que produce interrogación, que produce rechazo también”.

En otras palabras, (1) que los nombres producen efectos o no lo hacen a primera vista parece ser una obvia tautología, algo así como decir que el mundo se divide entre los que conocen al Gallo Claudio y los que no lo conocen, pero no lo es porque Forster sutilmente, casi de manera inadvertida, califica su aserto mediante el adverbio “a veces”. En cambio, las tautologías se cumplen necesariamente: la división que provoca el Gallo Claudio tiene lugar siempre.

Y (2) la respuesta según la cual la Secretaria es rechazada porque produce rechazo, no es otra tonta tautología como parece, sino una velada referencia a aquella virtus dormitiva de Molière, que tiene la virtud de producir sueño porque precisamente da sueño, y da sueño porque tiene la virtud de dar sueño. En otras palabras, se trata de otra muestra del fino sentido del humor que caracteriza al Secretario y que tanto bien le hace al pensamiento.

Finalmente, quisiéramos aprovechar esta ocasión para insistir en que, como bien dice Forster en Página/12, su Secretaría no es nazi, y no lo es por una muy sencilla razón: los nazis no tuvieron una secretaría para el pensamiento. A Heidegger le habría hecho mucha gracia semejante idea.