Combustible subsidiado: un lujo que los pobres no pueden permitirse

Bjorn Lomborg

El sufrimiento de Venezuela muestra por qué los subsidios a los combustibles deben acabarse (y por qué ahora es el momento perfecto). Esta semana, Venezuela aumentó el precio de la gasolina seis mil por ciento, la primera vez que el país ha aumentado los precios del combustible en dos décadas.

Después de un aumento tan drástico de la noche a la mañana, ¿por qué algunos observadores dicen que la subida de precios no fue suficiente? Parte de la respuesta es que Venezuela todavía tiene los precios de gasolina más bajos del mundo.

Cuando la gasolina cuesta menos que el agua o la cerveza, sabes que su precio aún no es el adecuado. Ofrecer gasolina barata es una buena política a corto plazo, pero una medida económica terrible a largo plazo.

Por otra parte, los subsidios a los combustibles fósiles hacen que sea más barato usar la energía, lo que significa más contaminación del aire, más dióxido de carbono y más automóviles que congestionan las calles.

En los últimos años, el Gobierno venezolano ha solventado más del noventa por ciento de la factura por el uso de combustibles fósiles de su país, lo que significa que los ciudadanos han tenido que pagar sólo alrededor de diez centavos por galón de gasolina, menos de tres centavos por litro. Pero ese combustible barato ha sido enormemente costoso. El cambio recién anunciado le ahorrará al Gobierno 800 millones de dólares al año, pero eso es sólo una fracción de 30 mil millones de dólares que el Estado gasta anualmente en subsidios a la energía.

Los subsidios han desviado el financiamiento de otras áreas donde los ciudadanos los hubieran usado desesperadamente. Esos 30 mil millones de dólares podrían haber sido invertidos en prioridades más inteligentes, como programas de salud y educación.

Los subsidios a la energía son una mala idea en cualquier lugar, pero son especialmente costosos para los países pobres. Los ciudadanos de clase media y alta suelen comprar autos en mayor medida que los pobres, y utilizar más electricidad que ellos. Así que las personas más pudientes terminan beneficiándose más por los subsidios. Una estimación de la Universidad de Harvard mostró que los venezolanos más ricos se beneficiaron más de siete veces más por los subsidios que los más pobres.

Eventualmente, el precio de los subsidios tiene que ser pagado, lo que perjudica a la economía. Eso está sucediendo ahora en Venezuela, donde el año pasado la economía se redujo en un 10%, la inflación se disparó a los tres dígitos y la nación entró en su peor recesión en más de una década. Se ha deteriorado tanto que el Presidente ha hecho un llamamiento a la gente en las ciudades a alimentarse parcialmente por sí mismos, vía huertos urbanos y gallineros.

Entonces sí, subsidiar los combustibles fósiles puede hacer felices a sus electores en el corto plazo, pero es malgastador y contaminante en el largo plazo. Con los precios del petróleo en su nivel más bajo en más de una década, los Gobiernos de todo el mundo tienen una gran oportunidad. Ahora es el momento perfecto para reducir los subsidios a los combustibles fósiles.

En realidad, Venezuela no es la única en subsidiar los combustibles fósiles. Países en todo el mundo gastan cerca de quinientos mil millones de dólares en estos subsidios cada año, según la Agencia Internacional de Energía. Al contrario de lo que muchos piensan, ninguno de los principales transgresores son del oeste. Ricos en petróleo, Irán y Arabia Saudita gastan alrededor de setenta mil millones de dólares al año, absorben el 80% de los costos energéticos de sus ciudadanos. Rusia e India gastan cada uno alrededor de cuarenta mil millones de dólares al año en subsidios a los combustibles, mientras que Indonesia, Egipto, Argelia y China han gastado, cada uno, alrededor de veinte o treinta mil millones de dólares en los últimos años.

La ONU ha adoptado una amplia gama de objetivos de desarrollo para mejorar las condiciones de las personas más pobres del mundo para el año 2030. Les pedimos a 60 equipos de los principales economistas de todo el mundo, entre ellos varios premios nobel, que analicen los costos sociales, económicos y ambientales y los beneficios de todos estos objetivos. Al tratar de averiguar dónde ofrecería mayor beneficio cada dólar gastado, hemos encontrado que la supresión de los subsidios a los combustibles fósiles sería una de las acciones más beneficiosas que los países en desarrollo podrían adoptar.

Nuestra investigación, realizada por las economistas Isabel Galiana y Amy Sopinka, descubre que cada dólar desviado de los subsidios a la energía aportaría 15 dólares en beneficios. Los miles de millones de dólares que los Gobiernos ahorrarían podrían beneficiar a cientos de millones de personas mediante la mejora de la salud, la nutrición y la educación, a la vez que reducirían tajantemente las emisiones de dióxido de carbono, la contaminación y la congestión.

A la luz de los bajos precios del petróleo, ahora es el momento perfecto para reducir los subsidios, ya que los precios al consumidor no se dispararán como lo harían si el petróleo estuviera caro. Un puñado de países ya ha dado cuenta de esto. Egipto, India, Indonesia, Malasia y Nigeria han hecho recientemente planes para reducir o abolir los subsidios al combustible. Incluso Arabia Saudita está considerando recortar. Más países deberían seguir su ejemplo.

La eliminación gradual de los subsidios a los combustibles fósiles es una de las medidas más beneficiosas que un Gobierno puede tomar. El combustible subsidiado puede parecer barato, pero es un lujo que los pobres del mundo no pueden permitirse.