¿Fracasó el “modelo K” en energía?

Boris Gómez Úzqueda

Con una reciente ola de calor, Argentin desnudó un problema evidente: su ausencia de política energética moderna, real, coherente y de largo plazo.

Las principales ciudades argentinas, Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba, han sufrido cortes de suministro eléctrico por horas y días completos en pleno verano, sufriendo una ola de calor (hasta 42 °C) y en fiestas de fin de año, hecho que demostró la fragilidad del “modelo K” (del gobierno de Kirchner/Fernández) en manejo de crisis y una absoluta falta de criterio y visión de futuro en relación a la energía.

Millones de argentinos protestaron -y continúan haciéndolo- en “piquetes” o revueltas callejeras contra la falta de electricidad y agua que los motivó a pedir, inclusive, la renuncia de la presidenta. En las redes sociales se posicionó un trending topic condenando la ausencia de reacción de Fernández ante la crisis energética evidente.

Realidad energética

Aunque Argentina tiene un gran potencial de producción de gas (principal fuente de generación eléctrica del país), en formaciones denominadas “convencionales” (reservorios geológicos de relativo fácil acceso en exploración), también tendría formaciones de gas en reservorios de modalidad shale-gas, que requieren inmensas cantidades de dinero para ser desarrollados (desde exploración, producción y comercialización). Y deberían empezar a atraer al país inversiones en exploración y certificación de volúmenes de gas en breve.

Argentina continúa recibiendo gas de Bolivia y además trayéndolo en barcos metaneros (gas tipo LNG liquid natural gas) desde Trinidad y Tobago, y desde Qatar. Adicionalmente empezará a adquirir 5 millones de metros cúbico de gas diario desde Uruguay, que tendrá lista su planta de regasificación (de gas LNG) en 2015.

Sin embargo, una notoria ausencia de visión de largo plazo indica que Argentina está en “crisis energética” por un alto consumo eléctrico, baja generación de energía y desconocidas nuevas fuentes de suministro.

En desesperadas medidas -que son simples paliativos- tanto el sector privado como el Estado argentino decidieron reducir el consumo de electricidad en inadmisibles operaciones. Por ejemplo, los teatros mantendrán por siete días todas sus marquesinas sin encender, la cadena norteamericana McDonald’s reducirá luces de sus marquesinas y la iluminación de su cartelería exterior, y todas las compañías privadas del Gran Buenos Aires apagarán la iluminación de todos los carteles y dispositivos publicitarios durante 24 horas, hasta que concluya la emergencia.

Modelo socialista

El problema de esta crisis radica, entre otros, en un modelo político que no funciona para Argentina, que es similar al venezolano o boliviano, y que en vez de hacer una planificación energética integral se dedicó a “despilfarrar” fondos estatales en subsidios: el 2013 cerrará seguramente con 120.000 millones de dólares que “cubren” el déficit energético argentino y el transporte público.

El gas y la electricidad reciben subsidios, por ello las tarifas están muy por debajo de lo real. El subsidio en este caso “compensa” la diferencia entre el precio real de importación del gas o el costo real de generación de electricidad y los precios finales que los usuarios pagan.

Analistas argentinos han confirmado que el verdadero problema de la crisis energética radica en que estos multimillonarios subsidios se aplican indiscriminadamente a todos los usuarios, beneficiando proporcionalmente más a los ricos de grandes ciudades que son los que más gas y electricidad consumen. Muchos de esos subsidios financian operaciones de gasto corriente y no estarían beneficiando directamente a los usuarios, sumado a ello que políticamente no han estructurado fórmulas de atracción de capitales a nuevos proyectos gasífero/petroleros y que más bien las nacionalizaciones que se han verificado años atrás están haciendo efecto negativo en la imagen argentina ante el mundo corporativo de los negocios energéticos.

Urge, consecuentemente, que Argentina, con una absoluta potencialidad de generación de recursos financieros a través de la energía (gas, petróleo y venta de electricidad y derivados de gas), encare una nueva política de inversiones, modernizaciones al sistema y definitivamente abandone el “modelo K” que no ha permitido nuevas inversiones multinacionales en sectores tan sensibles como hidrocarburos y energía, que son cosa de todos los días.

No olvidemos que Argentina tiene -además- como fuente de generación energética la energía nuclear, que tanto les costó en tiempo y en inversión pero que no está rindiendo en su máxima potencia. Además, debemos agregar la potencialidad económica del gigantesco reservorio de gas natural anteriormente conocido como “Vaca Muerta” y el diseño de planes de desarrollo en energías alternativas e hidroeléctricas que merecen inversiones y mejoras de sus centrales.

Todas esas fuentes energéticas requieren inversiones multimillonarias que se producen únicamente con estabilidad política, legal y respeto a inversiones extranjeras, aspectos que no han estado ocurriendo en la denominada “década ganada” de los esposos Kirchner-Fernández.

Argentina cada vez se parece más a la convulsa Bolivia o Venezuela y menos a la Argentina que otrora era el ejemplo de crecimiento latinoamericano.