Democracias liberales contra iliberales

La crisis griega es la expresión de un gravísimo problema planetario. Es verdad que la desataron los socialdemócratas y conservadores con su gasto público desbocado y su corrupción rampante, pero la han agravado los neocomunistas y sus primos neopopulistas, en el poder desde hace pocos meses.

¿Por qué es un asunto que concierne al planeta? Tres ejemplos. Syriza en Grecia, Podemos en España y el chavismo en Venezuela comparten varios elementos que los hermanan: son enemigos de la democracia liberal, partidarios irrestrictos del populismo, y sostienen unas proclamadas simpatías por el comunismo.

Sus dirigentes odian el mercado, la propiedad privada, el comercio internacional sin ataduras y los organismos financieros internacionales como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional o el Banco Central Europeo. Todas estas instituciones, con sus errores y sus aciertos, constituyen la savia de la economía en las naciones más desarrolladas de la Tierra. Continuar leyendo

Siete razones para oponerse a la reelección presidencial

Rafael Correa casi seguramente intente reelegirse como presidente de Ecuador. Sostiene la supersticiosa fantasía de que es imprescindible. Es uno de los síntomas del narcisismo. Mientras más tiempo pase en Carondelet más sufrirá su imagen. Es inevitable. Ésa es una mala idea.

Pero peor fue la de Daniel Ortega en Nicaragua, quien manipuló la Constitución y el parlamento hasta hacer posible la reelección perpetua. Seguramente imitaba al venezolano Hugo Chávez, quien en 1998 juraba que sólo ocuparía el poder durante un periodo, pero cambió la reglas y se casó con Miraflores hasta que la muerte lo alejó de la poltrona, 14 años más tarde.

La reelección trae más inconvenientes que ventajas, aunque la ejerzan buenos gobernantes como el brasileño Fernando Henrique Cardoso o el costarricense Oscar Arias, dos políticos democráticos que también modificaron las normas. El primero para mantenerse en el poder y el segundo para regresar a la casa de Gobierno.

La reelección ni siquiera es aconsejable en periodos alternos, como hoy sucede con Michele Bachelet y ocurrió en el pasado con Alan García, pese a su segunda magnífica presidencia. Tampoco es útil en Estados Unidos, con sus dos gobiernos consecutivos. No tiene mucho sentido mandar pensando y actuando en función de las próximas elecciones.

Hay varias razones para desaconsejar esa práctica en los sistemas presidencialistas. Se me ocurren, al menos, siete importantes:

1.     Obstruye el reemplazo generacional, la competencia entre líderes y la circulación de las élites.

2.     Refuerza el caudillismo en detrimento de las instituciones.

3.     Cuando se prolonga el mandato, el caudillo se va rodeando de cortesanos que lo halagan y confunden en busca de privilegios.

4.     Fomenta un tipo de nociva relación mercantilista entre el poder económico y el político. Se retroalimentan mutuamente. Facilita la corrupción.

5.     Los errores tienden a reiterarse por el conocido Einstellung Effect. No solemos hacer las cosas porque estén bien o mal, sino porque primero la hicimos de determinada manera y el cerebro es una máquina que aprende y repite los comportamientos.

6.     Los viejos gobiernos se quedan sin ideas, se van fosilizando, se resisten a las reformas y segregan burocracias calcificadas, cada vez más incompetentes.

7.     La no reelección refuerza la noción de que lo conveniente es seguir planes de gobierno a largo plazo, pensando en el país y no en periodos cortos. Se llega al poder a medio camino y se entrega a medio camino porque es un viaje que no puede o debe llegar a ninguna parte. Es una obra continua en la que el presidente es sólo un factor transitorio limitado por la ley.

Si no hay reelección, ¿cuál es el periodo ideal? A mi juicio, la fórmula mexicana es la más indicada. Seis años y adiós muy buenas. Se podrá argumentar que el PRI, que gobernó 70 años con más pena que gloria, no es el mejor ejemplo, pues sustituyó al caudillo por el partido, reiterando casi todos los defectos señalados, pero probablemente hubiera sido peor un gobernante que diez, como sucedió durante los 35 años que previamente mandó Porfirio Díaz. Por eso en 1910 Francisco Madero inició la Revolución enarbolando una sabia consigna: “Sufragio efectivo y no reelección”.

En todo caso, hay un vínculo muy estrecho entre los valores que existen en la sociedad y el resultado de la obra de gobierno. Los políticos no surgen en el vacío. Son parte de la misma tribu de donde salen los ingenieros, los curas, los soldados o los vendedores de corbatas. No son peores. Si los países escandinavos son los mejor gobernados del planeta, no es por las cuestiones formales sino por las virtudes que prevalecen en esas sociedades.

Tal vez el complemento ideal para esos gobiernos presidencialistas de un solo período, es la recuperación de una institución jurídica excelente, proveniente de la tradición romana: el Juicio de Residencia. De manera automática, sin que mediara acusación formal, todo gobernante saliente debía someterse a una gran auditoría pública de la que podían derivarse consecuencias penales. Si había mandado bien, se le honraba. Si había violado la ley, se le castigaba.

Tras pasar por el Juicio de Residencia muy pocos querían volver al poder. Incluso los buenos. Estupendo.

La psicopatología de los censores

N. de E.: Reproducimos aquí el discurso brindado por Carlos Alberto Montaner ante la Sociedad Interamericana de Prensa (Miami) el pasado 30 de noviembre y que llevara como subtítulo “Radiografía latinoamericana: la libertad de prensa y la democracia”.

En memoria de Agustín Alles, buen periodista y buen amigo

En foros como éste, generalmente, y es una labor muy útil, se suele hacer una descripción detallada de cuáles son los peligros que acechan a la libertad de prensa, quiénes son sus más encarnizados enemigos y cuáles son las deplorables acciones que realizan.

No obstante, voy a acercarme al fenómeno desde una perspectiva diferente: ¿por qué sucede? Es decir ¿por qué hay gobernantes que requieren del aplauso absoluto de la sociedad?  ¿Por qué hay personas que necesitan silenciar a sus opositores y construir un mundo irreal de apoyos, como aquellas “aldeas Potemkin” que se construían en Crimea para persuadir a la implacable zarina y a quienes visitaban a Rusia de que en el enorme país se vivía una realidad espléndida y próspera? ¿Por qué estos gobernantes dedican enormes recursos a la innoble tarea de edificar sociedades corales que repitan mecánicamente el discurso oficial? Y con el objeto de lograr esa conducta de los asustados ciudadanos, convertidos en súbditos obedientes, ¿están dispuestos a crear estados policíacos dedicados a vigilar y confirmar que todos suscriban las mismas ideas y a castigar a los que se desvíen del guión obligatorio? ¿Por qué el gobierno de Cuba, y en menor escala (todavía) los de Venezuela y Nicaragua, impiden las manifestaciones de los opositores y las enfrentan con actos de repudio orquestadas por la policía política para acallar las voces de protesta, como si la unanimidad fuera un comportamiento normal, cuando sucede exactamente lo contrario?

¿Por qué se presentan los actos de repudio, esos pogromos modernos, como si fueran expresiones espontáneas de la sociedad ofendida por los disidentes, cuando todo el mundo sabe que se trata de manifestaciones de odio organizadas y dirigidas por el grupo dominante para aplastar o silenciar la inconformidad de ciertas personas y, de alguna manera, para ratificar el supuesto apoyo mayoritario que tienen el líder supremo y su gobierno? ¿Por qué hay gobernantes que necesitan tener razón siempre, y, cuando no la tienen, ocultan la realidad, deforman los hechos y convierten la divulgación de la información que los contradice en un delito de lesa patria? ¿Quién puede creer en la neurótica uniformidad de Corea del Norte? ¿No se ha visto, tras la caída de todas las dictaduras, las de derecha e izquierda, que esos regímenes monolíticos, empeñados en mostrar panoramas sociales y políticos uniformes, son pura coreografía dirigida por los comisarios políticos? En definitiva: ¿por qué ocurre este comportamiento anómalo?

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