Las estadísticas son el peor enemigo del próximo presidente del Banco Central

Carlos Arbia

En los últimos días se ha profundizado un debate dentro del equipo económico de Cambiemos sobre una nueva reforma a la Carta Orgánica del Banco Central de la República Argentina (BCRA). El futuro ministro de Hacienda y Finanzas Alfonso Prat-Gay ha manifestado en recientes reportajes que es necesaria una reforma.

En tanto, el próximo presidente del BCRA, Federico Sturzenegger, reconoce que no hace falta y que sólo hay que modificar los objetivos de la política económica del Central que se fijaron en la nueva Carta Orgánica ideada por Axel Kicillof y aprobada por el Congreso de la Nación en abril de 2012.

Esta reforma fue estrictamente de carácter ideológico, en particular el artículo 3: “El BCRA tiene por finalidad promover, en el marco de las políticas establecidas por el Gobierno nacional, la estabilidad monetaria, la estabilidad financiera, el empleo y el desarrollo económico con equidad social”. Luego de casi más de tres años de puesta en vigencia, lo que se puede observar es que sólo un objetivo, el del empleo, se ha cumplido; el resto no. Esto ocurre en particular porque los bancos centrales en el mundo, como lo hace la FED en los Estados Unidos, el Banco Central Europeo en la Comunidad Europea o el Banco Central de Brasil, tienen como único objetivo preservar el valor de la moneda, como indicaba el artículo 3 de la Carta Orgánica que Kicillof reformó a su manera.

Lo que está claro en función de lo ocurrido desde la aprobación de la Carta Orgánica en vigencia es que el BCRA no puede alcanzar los cuatro objetivos al mismo tiempo, ya que ante más objetivos de política monetaria, mayor será la probabilidad de que ninguno pueda ser alcanzado. La experiencia internacional indica que a lo sumo debe haber dos objetivos: atacar la inflación y fomentar el crecimiento económico.

Desde su creación en 1935 hasta la fecha, el BCRA ha sido de los bancos centrales más dependientes del poder político. Hasta ahora tuvo 58 presidentes y 12 cartas orgánicas, lo cual muestra su grado de dependencia política. Si hacemos el promedio, observamos que en 80 años los presidentes duraron 1 año y cuatro meses y la Carta Organica fue reformada cada seis años y medio. La independencia del BCRA es necesaria, porque los efectos de la política monetaria sólo se manifiestan con largos retardos y porque los resultados que busca la política monetaria no se obtienen de un día para el otro. Esa es la explicación y la ideología debe quedar de lado. Las estadísticas son evidentes y muestran que una reforma a la Carta Orgánica del BCRA no soluciona los problemas. El tema principal es tener un Banco Central independiente.

Hay sólo dos ejemplos de independencia del poder político del BCRA. Entre 1935 y 1944 su presidente fue Enrique Bosch y lo curioso es que en ese período hubo cuatro presidentes de la nación: Agustín P. Justo, Roberto Ortiz, Oscar Castillo y Edelmiro Farrell. En ese lapso no tuvo que financiar al sector público y la inflación fue del 3% anual en promedio. El otro período para diferenciar es entre abril de 1991 y fines del 1999. Con la aparición de la ley de convertibilidad, la emisión monetaria dejó de ser la principal causante de la inflación, porque se le prohibió al BCRA que financie al sector público, dado que el objetivo principal fue que el BCRA preservara el valor de la moneda.

Entre 1944 y 1991 el BCRA tuvo 50 presidentes con una total dependencia del poder político, donde la emisión monetaria pasó a ser la principal fuente de financiamiento del Tesoro, como ocurre en la actualidad y la inflación promedio fue superior al 200% anual, con récord histórico de dos hiperinflaciones: la del 89 con el 5.000% anual y la de principios de los noventa, con el 1.300 % anual. El hecho de que el BCRA sea independiente no significa que debe o puede elegir los objetivos de política económica en forma unilateral y autónoma. Es el Congreso quien debe establecer esos objetivos y ordenar al BCRA que los alcance. El BCRA debe tener total libertad para decidir cómo va a perseguir sus objetivos y, además, sus decisiones deben ser muy difíciles de revocar por cualquier otra instancia política. La independencia del BCRA se define como el hecho de tener independencia para elegir y mover libremente los instrumentos, las reservas internacionales, las tasas de interés, la cantidad de dinero y el tipo de cambio, pero no para determinar los objetivos, como la tasa de inflación y los niveles de crecimiento del PBI.