Apertura y confrontación

En una época donde la palabra política ha ido perdido su valor, la primera apertura de sesiones del Congreso Nacional del presidente Mauricio Macri ha concitado el interés de buena parte de la sociedad. Esto se debe a varias inquietudes que el discurso había generado, como conocer si finalmente habría un inventario de la herencia kirchnerista, saber cuál es la agenda legislativa del Gobierno de la alianza Cambiemos, y también observar el desempeño personal de Macri en un terreno escarpado.

Fueron 61 minutos de discurso, 38 interrupciones por aplausos y 2 abucheos. En este tiempo, se vio a un presidente entre tenso y circunspecto (¿o enojado?), que improvisó la parte inicial y final de su alocución, que leyó mecánicamente buena parte de su mensaje, al punto de equivocadamente reiterar una página, lo que le arrancó la única sonrisa de la mañana.

Quienes sostenían que no servía mirar hacia atrás hablando sobre la herencia kirchnerista perdieron.

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Confirmaciones y sorpresas

El politólogo francés Daniel Gaxie ha dicho que toda elección son en realidad dos elecciones: la primera es el acto real de la votación, y la segunda es la interpretación de sus resultados. En el caso argentino de las elecciones Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias del 9 de agosto, las interpretaciones sobre los resultados son tan variadas como las modalidades de organizar y leer los datos.

Dos cuestiones contribuyen a la confusión. La primera es coyuntural: la demora en el escrutinio de los datos y la arbitraria organización de carga y publicación de los mismos en las primeras horas del día lunes favorecieron la generación de falacias ecológicas: tomar la parte por el todo. La segunda cuestión es estructural. El propio esquema organizativo de las PASO no contribuye a entender su mecanismo central de funcionamiento, esto es si son personas compitiendo en distintas categorías; desde la presidencial hasta para concejal del último pueblo del país; o si son partidos y frentes presentando candidatos, y estos son los que compiten entre sí.

Desde ya se debe aclarar que toda afirmación sobre si ganó tal o cual candidato es virtual, o en el mejor de los casos transitorio, simplemente se ha resuelto que ese ganador por frente o partido concurrirá en las elecciones generales del 25 de octubre, mientras que los perdedores quedan eliminados, así como los frentes que no hayan logrado reunir el piso del 1,5%.

El sistema es imperfecto. Daniel Scioli fue como único candidato por el Frente para la Victoria. Con más de 82 por ciento de las mesas escrutadas, el 37.7% obtenido a nivel nacional por Scioli está levemente por debajo de lo esperado, pero se da por hecho que esos votos son propios de su espacio político, y lo seguirán en las generales. Por su parte, Cambiemos presentó tres candidatos con diferentes posibilidades. Macri, obtuvo el 24,9%, en forma individual quedó a más de 12 puntos de Scioli, pero fue socorrido por Sanz y Carrió para alcanzar en conjunto casi el 31%, lo cual lo deja a 6.3 puntos del Gobernador.

Pero los votantes no son robots, nadie asegura que algunos de los votantes de Sanz viajen automáticamente a Macri y no para Stolbizer que sacó apenas 3,5% pero de cosecha propia. Esto es más notorio en UNA, el frente entre Massa y de la Sota. Globalmente obtuvo en muy destacable 20,6% que lo vuelve a colocar en la carrera competitiva. Sin embargo, con de la Sota fuera de carrera, nadie asegura que parte del 7,2% de los votantes del cordobés vayan automáticamente al tigrense.

Una pequeña sorpresa se daría en el Frente de Izquierda de los Trabajadores, donde el debutante Del Caño (PTS) le estaba ganando por escaso margen al incombustible Jorge Altamira (PO), propiciando una renovación en este espacio.

Aquí hay una problemática no menor. Las PASO fueron pensadas idealmente para que los partidos dinamicen su democracia interna, sin embargo, la primera línea de la clase política argentina optó, de acuerdo a sus consideraciones y posibilidades, construir unidades transitorias entre dirigentes con estructuras partidarias de muy diversa envergadura. Estos frentes políticos tienen una finalidad electoral y no constituyen nuevas identidades políticas. En el caso del oficialista Frente para la Victoria, el camino fue el inverso, la propia Presidenta invitó a la no participación de los múltiples candidatos a presidente disponibles, en especial a Florencio Randazzo.

A revés de presidenciales, en la carrera a Gobernador en la provincia de la provincia de Buenos Aires, el FPV forjó una interna competitiva por lo que dividió sus votos entre Aníbal Fernández (21,1%) y Julián Domínguez (18,4). Esto elevó a Vidal, la candidata de Cambiemos a ganadora en términos individuales 30,7%, superando a su propio jefe político a modo individual. Pero enunciar que Vidal le ganó al actual Jefe de Gabinete es real pero a la vez engañoso, porque es esperable que la gran mayoría los votantes de Domínguez sigan al ahora sí candidato Fernández podría superar los 40 puntos.

Por lo visto, las reales sorpresas hay que rastrearlas a nivel municipal con las derrotas de Raúl Alfredo Othacehé en Merlo, Darío Giustozzi en Almirante Brown y Mariano West en Moreno. Ellos sí estarían hasta el momento perdiendo las internas dentro del FPV contra Gustavo Menéndez; Mariano Casacallares y Walter Festa, respectivamente. En este caso, los notorios barones del Conurbano quedarían fuera para las elecciones generales del 25 de octubre.

Como síntesis, el análisis de los resultados de las PASO muestra más un juego de estrategias y especulaciones, que de dato cerrado. Se trata de ver para la siguiente ronda, si los candidatos de cada espacio puede mejorar sus performances, pero observando cuáles son las fuentes de los nuevos votos.

La principal mirada estará puesta en si Daniel Scioli puede evitar el ballotlage. Si el Macri de Cambiemos logra mantienerse por encima del 30%, el actual Gobernador de la provincia de Buenos Aires, tendrá que ir por el 45% de los votos, lo que hace a primera vista inevitable la pelea en la última vuelta entre Scioli y Macri. Y allí sí a todo o nada.

Triunfo electoral, deterioro político

Lo que parecía un trámite más en la tercera etapa electoral se tradujo para el PRO en un sobresalto enorme por la diferencia mínima obtenida en el ballottage en la Ciudad de Buenos Aires.

El 51,6% obtenido por Horacio Rodríguez Larreta contra Martín Lousteau, que sacó el 48,4%, estuvo lejos de las diferencias esperadas. En forma sorprendente nueve de las quince comunas de la Ciudad de Buenos Aires cambiaron de color político desde las elecciones generales de apenas quince días atrás. El PRO sostuvo su triunfo en las zonas más acaudaladas de la ciudad.

El llamado al voto en blanco que realizaron el Frente por la Victoria y la izquierda no dio en el blanco. Sólo el 5,2% de los porteños eligieron esta modalidad de sufragio, contra el 1,1% de la elección anterior.

Pragmáticamente, un voto de diferencia alcanzaba para tener nuevo alcalde porteño, pero puede sostenerse la hipótesis de que de no mediar una elección nacional en pocos días con Macri como protagonista, a estas horas la Jefatura de Gobierno de la Ciudad podría tener un nuevo inquilino. ¿Qué pasó?

El sucesor de Macri en la ciudad se encerró en un discurso “municipalista” de poco atractivo. Frases del estilo “vamos a seguir haciendo lo que venimos haciendo”; “tenemos el equipo que viene trabajando”; “vamos a hacer lo que la gente necesita”, para no hablar del timbreo de rigor para estar cerca de “la gente” marcaron el ritmo cansino de la campaña del PRO, focalizada en el proyecto local. Esto llevó a muchos votantes a visualizar al PRO como un partido vecinal con escasas posibilidades de proyectarse a escala nacional, más allá de los voluntarismos de rigor.

Lousteau resultó ser un contrincante incómodo para el PRO. El partido amarillo, entrenado para responder a las “críticas” de neoliberal o privatista, no supo qué responder frente a los cuestionamientos de candidato de ECO. Por ejemplo, en el debate, Lousteau presentó en el plató televisivo estadísticas y números mostrando un novedoso perfil de auditor, planteando dudas sobre la trasparencia de los actos de gobierno de la ciudad, más que cuestionando la gestión propiamente dicha.

Las indicaciones sobre falta de “accountability” de la gestión PRO, en cuestiones como el presupuesto en salud, el juego, los gastos en propaganda o las cuentas en obra pública, resultaron más dañinas para el macrismo que simplemente tildarlo de neoliberal. En definitiva le quitan fuerza a los argumentos que Macri usa para posicionarse en la escena nacional. 

También Lousteau apeló al milenario recurso del David frente a Goliat, mediante su argumento inicial de “voy contra dos Estados”, al “hay presiones para que me baje”, cuando existieron dudas en su participación en el ballottage. Sin embargo, se empantanó cuando le pidieron que explicara la ambigüedad de pertenecer a la “Alianza Cambiemos” Macri-Carrió-Sanz a nivel nacional y su empecinamiento en enfrentar al macrismo en la Ciudad de Buenos Aires. Pero dio algunas pistas que hacen dudar de su encuadre futuro cuando dijo que no tenía “jefes políticos”.

En definitiva ECO fue formado a toda velocidad, luego de la implosión de UNEN y a diferencia de su oponente circunstancial sí tiene un ojo puesto en la política nacional. Una posible derrota de Macri en las elecciones de octubre dejaría el espacio para el nacimiento de un nuevo liderazgo de oposición. En este sentido, se equivocaron quienes vieron el ballottage como una interna del PRO. Tienen perspectivas e intereses contradictorios.

Sin embargo, el 48,36 por ciento obtenido el domingo de la segunda vuelta no es voto propio de Lousteau, y el 25,5% obtenido en las generales es parte del voto flotante, que va rotando de elección a elección: pudieron haber votado en anteriores oportunidades a Aníbal Ibarra, a Pino Solanas o en esta oportunidad a él. Como contrapartida Lousteau sí tiene una discurso nacional. En cada presentación televisiva se dedica a descargar sus conocimientos en economía, incluso invirtiendo el costo político de haber sido ministro de Economía de Cristina Fernández de Kirchner durante los cuatro meses más críticos de los doce años del kirchnerismo.

Pero el capítulo Lousteau ahora tendrá que esperar, la etapa siguiente se abre con las elecciones primarias del 9 de agosto, el combate de fondo. Macri deberá enhebrar con velocidad un discurso político más allá de “todo lo que hicimos en la Ciudad”, que le permita convocar al espacio no kirchnerista y con la finalidad mínima de acceder al otro ballotage, el de la elección presidencial, donde se decidirá quien gobierne la Argentina los próximos cuatro años.