Un espectáculo bochornoso

Carlos Mira

El Día de la Independencia del año 2014 será recordado como una jornada de contrastes. Por un lado, la inmensa alegría producida por el seleccionado argentino que se clasificaba para jugar la final de la Copa del Mundo el domingo próximo en el estadio Maracaná de Rio de Janeiro y, por el otro, el bochornoso espectáculo ofrecido por el vicepresidente Amado Boudou en Tucumán al presidir el acto patrio.

Y decimos día de contrastes porque lo que se vio en Brasil fue una demostración de altura y responsabilidad, de sacrificio y honestidad (la Argentina es el equipo que menos faltas cometió en el certamen) cuando en Tucumán lo que se vio fue un despliegue populista barato, una exposición demagógica insincera, un discurso antiguo y falso y una falta de respeto por el pueblo y por las instituciones que dejaron una imagen francamente impresentable.

Boudou pronunciaba palabras que sonaban hipócritas en sus labios, se refería a los “enemigos del pueblo de adentro y de afuera” recreando un escenario de enfrentamiento y broncas al cual espera aferrarse para sostener su caída.

¿Quiénes son, Boudou, los enemigos interiores? ¡Terminemos con esta historieta de la Argentina víctima, la pobrecita que todos quieren invadir para robarle sus riquezas, porque como es la más rica del mundo, todos los ojos de los buitres se posan sobre ella para esquilmarla!¡Terminemos, por favor, con ese cuento, porque mientras queremos convencer a algunos de que somos los ricos del barrio a quienes todos quieren robar, estamos viviendo en la pobreza, sin índices oficiales que se animen a desmentirlo, sin agua en donde abunda el agua, sin cloacas a menos de 50km. de la Capital y con un único crecimiento comprobado: el de la gente que vive en villas miseria.

Boudou habló del sistema financiero como si él viniera de embarrarse las manos junto al Padre Mugica y se refirió nada más y nada menos que a la “colonia” en el Día de la Independencia.

El vicepresidente debería saber que la Argentina hace 198 no solo declaró la independencia de España. Ese 9 de Julio el país se declaró independiente de una cultura. Se declaró al mismo tiempo “independiente” y “libre”. Estos dos términos no son necesariamente sinónimos. Allí tenemos a Cuba, un país “independiente”, pero claramente esclavo de un sistema que reduce sistemáticamente a la servidumbre a su pueblo. Por el otro lado, un “país” que forma parte del Commonwealth norteamericano como Puerto Rico y que no es, en ese sentido, “independiente”, sin embargo es “libre” porque su pueblo puede progresar, esta protegido por el Derecho y las instituciones están por encima de los caprichos de un conjunto de impresentables.

La Argentina ha completado, en ese sentido, una parábola incomprensible: se declaró hace casi 200 años libre del reglamentarismo, del puerto único, de tener que pedir permiso para todo, del centralismo, de las prohibiciones como regla general, del unitarismo, de la realeza, de la esclavitud comercial, del Estado fiscalista… Quería arrancar una aventura de libertad, de emprendimiento, de soltura, de riesgo y de la excitación que produce el decidir la vida propia. Le costó 37 años más conseguir plasmarlo en un documento -la Constitución- pero finalmente lo logró.

Desde allí pareció despegar hasta hacerse un lugar entre las primeras naciones de la Tierra, casi con un único grito de verdad: “quienes trabajen lícitamente aquí podrán disfrutar de lo que es suyo; nadie se los quitará… Cada uno es el dueño de su destino y todos son responsables de sus vidas y de las consecuencias de sus actos”. Con ese mantra, simple pero infalible, la Argentina asombró al mundo.

Paradójicamente, casi dos siglos después, el país se encuentra preso de la misma cultura de la cual se independizó aquel 9 de julio de 1816. Boudou habló de la “colonia” sin aparentemente percibir que él es uno de los principales protagonistas de la “nueva colonia”, de aquella que coloniza las mentes de la personas, haciéndoles creer que precisan de la tutoría del Estado para vivir, tal como aspiraba España a convencernos mientras mantuvo su dominio.

El país vive hoy bajo la misma mentalidad prohibitiva, reglamentarista, fiscalista, desconfiada del individuo, invasiva de la libertad, restrictora de derechos, plagada de permisos para operar, infectada de una burocracia asfixiante que solo sirve para encumbrar a una casta de parásitos que vive de los esfuerzos del pueblo y que se vale de sus privilegios para, encima, estafarlo.

Por eso este 9 de julio de 2014 quedará en la historia. En la historia de los contrastes; en la historia que demuestra que se puede llegar lejos con seriedad y con respeto y que se puede caer en la más baja de las ignominias cuando las instituciones son burladas y puestas al servicio, no de la gente, sino de un conjunto de privilegiados que, más que ganarse, han usurpado la confianza de sus conciudadanos.