Ley de Abastecimiento: hacia un régimen de libertad condicional

Carlos Mira

Comentábamos con anterioridad en este mismo lugar lo que estaba por venir en la Argentina. Sin embargo, ahora que todo ese rumbo está por confirmarse, resulta francamente increíble, aun para nosotros que ya lo comentamos, que el Gobierno crea que transformando a la Secretaría de Comercio en un soviet, la Argentina va a resolver los enormes problemas que fueron creados justamente por aplicar teorías de esa misma raíz ideológica aun cuando los intentos hasta ahora hayan sido mucho mas larvados.

Es como si alguien que quisiera probar los beneficios de estar en buena forma física hubiera fracasado probando los virus de la gripe e intentara mejorar su condición con el del sida.

Según lo que trascendió del proyecto para modificar la ley de abastecimiento, el secretario Costa pasaría a ser el Gran Comisario argentino con facultades para regular precios, márgenes y cantidades de producto, volúmenes de producción, márgenes de ganancia, con poder de policía para inacautar mercadería sin indemnización y para requisar toda la documentación relativa al giro comercial.

Se trata de una definitiva venezualización de la Argentina y de la economía del país que nos dirigirá al mismo escenario de Caracas: violencia, desabastecimiento, inflación, mercado negro, indigencia, más villas miseria, represión, pérdida completa de los derechos individuales, aislamiento terminal del país (con compañías aéreas, por ejemplo, que dejarán de servir el mercado argentino) y con el establecimiento de un estado definitivamente policial.

Semejante nivel de sovietización de un país no puede hacerse en el marco de respeto al Estado de Derecho y a la vigencia de las garantías individuales de la Constitución, de modo que, salvo que medie una intervención de la Justicia, los ciudadanos argentinos vivirán en un régimen de libertad condicional.

Aunque resulte antipático decirlo, se trata de una medicina contra la que muchas cámaras empresarias empezaron a levantar la voz ahora, pero contra la que callaron cuando era evidente que el rumbo del país era el mismo, aunque se lo pretendiera disimular con una aplicación más atenuada.

Resulta francamente desopilante que muchos de ellos cuando esta dirección estaba más que clara hayan callado por temor y por la especulación de que, si callaban, el nivel de estatismo iba a sostenerse en ese escalón que muchos habrán considerado como “soportable”.

Ahora estamos ante la evidencia de que el autoritarismo y el ataque a la libertad nunca se detienen y que estos sistemas tienen una lógica propia y una inercia evolutiva que no se detiene hasta tender un torniquete total sobre las personas y los derechos.

Esos peligros, señores, hay que verlos ANTES, hay que anticiparlos, porque cuando te quisiste acordar estas preso, preguntándote, qué pasó, cómo es que llegaste a eso. 

Cuando desde nuestro lugar advertíamos sobre estas tendencias muy en el inicio de este proceso de colectivización, no fueron pocos los que nos trataron de exagerados y muchos incluso los que se dejaron encandilar por los números de un crecimiento con cimientos de barro.

El desarrollo a largo plazo debe basarse en la vigencia de instituciones políticas y económicas inclusivas que fomenten la libertad de contratación, el derecho de propiedad y la libertad individual. Esos derechos -al generar una afluencia económica cada vez más expandida- fuerzan una democratización de las instituciones políticas que impiden que el Estado sea copado por castas de privilegiados que usufructúan sus estructuras para beneficiarse personalmente a costa de la miseria del mayor número.

Esas “contrainstituciones” que la sociología económica llama “extractivas” (por oposición a “inclusivas”) se basan en el desconocimiento de la propiedad, en la centralización de las decisiones económicas y el la estratificación social.

Venecia sin ti… y sin tu ejemplo

Resulta interesante relatar cómo el ducado de Venecia se había convertido hacia el año 1300 en el lugar más libre, más democrático y más próspero de Europa. Venecia era, en ese momento, lo que hoy es New York.

¿Como llegó a verificarse ese fenómeno extraordinario? Muy sencillo: por la aplicación de una institución económica en particular que generó como en cascada una revolución social y política.

Esa institución se llamo “commenda” (de donde deriva el actual tipo de sociedad “comandita” por acciones). En efecto la commenda era un tipo de contrato por el cual se asociaban libremente dos personas para explotar los beneficios del tráfico marítimo. Uno de los socios el “sedentario” quedaba en tierra y ponía todo el capital para hacer el viaje, mientras que el otro socio aportaba el trabajo de viajar, el riesgo del transporte y la fiscalización de la carga. Una vez terminado el negocio el “sedentario” llevaba el 75% de la utilidad y el viajante el 25%. Si ambos socios habían aportado distintas cantidades de capital,el resultado del reparto también era libre, ellos mismos podían determinarlo de acuerdo a su voluntad.

Como resultado de la “commenda” se comenzó a formar una burguesía rica, una clase media educada y con un buen nivel de vida que exigió y obtuvo representación política en el Consejo del Ducado también integrado por una aristocracia hereditaria.

Cuando esa porción de nuevos ricos ganó una buena porción de poder, la casta aristocrática vió en peligro el suyo propio. Como era obvio que el origen de aquella nueva burguesía era el exitoso funcionamiento de la “commenda”, comenzaron a regularlo y reducirlo hasta que dictaron una ley final (cuyo nombre lo dice todo “Ley de la Serratta) para prohibir definitivamente los acuerdos privados que la “commenda” permitía.

Venecia, la New York del XIV, ingresó en una interminable declinación que la redujo a los que es hoy, un museo para que los turistas saquen fotos, Woody Allen haga películas y los jubilados le den de comer a las palomas.

Si alguien creía que la Argentina era el único caso mundial de involución del desarrollo al subdesarrollo, pues se equivoca; a Venecia le pasó lo mismo, por las mismas razones: las prohibiciones, las regulaciones, las limitaciones a los derechos, y la centralización económica en una casta de privilegio.

Sin terminar de aceptar los ejemplos de la Historia (ni siquiera de la propia) vamos de nuevo hacia un choque frontal contra la realidad. Los muchachos que experimentan sus utopías universitarias desde el Estado, quizás olviden que ahora ya no hay trabajos prácticos que pueden resultar aprobados o aplazados sino personas que pueden quedar bajo los efectos de una miseria sin remedio.