Hora de mostrar un compromiso

Carlos Mira

El jueves se conoció el cierre de FM Identidad, emisora en la que trabajé dos años y a la que me unía una relación cordial con su gerente de contenidos, José Luis Zorzi. La radio fue directamente eliminada. Su frecuencia 92.1 pasará a ser ocupada por la radio Vorterix de los empresarios Sergio Szpolski y Matías Garfunkel, fuertemente vinculados al Gobierno, cuyos medios están regados generosamente por una millonaria pauta pública inexplicada e incontrolada.

Todos los trabajadores fueron despedidos y todos los programas salieron del aire. Identidad era una emisora independiente perteneciente a la familia Cassino, que emitía una variada programación con periodistas independientes como Martín Pitton, Maria Eugenia Alonso Piñeyro, Carlos Maslaton, Quique Matavoz, José Benegas… Por allí pasaron Jorge Jacobson, Pepe Eliaschev, Marcela Salleras, Carlos y Malu Kikuchi, Beto Valdez.

Los programas de la radio expresaban una opinión crítica del Gobierno pero con apertura, moderación, con datos y con información confiable. Parece que la combinación de todos esos elementos no resultaba demasiado digerible para el kirchnerismo, que mandó a una de sus espadas empresarias a terminar con el problema. Por supuesto en este caso nadie se acuerda de la compatibilidad de la operación con la ley de medios o con el principio de la “no-concentración”. Aquí la única concentración que cuenta y está autorizada es la que respalda al Gobierno, todas las demás se consideran ilegales aunque nadie tenga concentrado nada.

El hecho es por demás preocupante. El silenciamiento de la opinión es siempre un problema grave para la democracia. El ataque sistemático sobre los medios con opinión crítica ha sido, sin dudas, una característica del “modelo” que, hace rato, debe dejar de definirse por sus contornos económicos para pasar a describirse como lo que realmente es: una matriz de dominación completa de la sociedad a manos de una nomenklatura privilegiada con acceso libre a todo aquello que le prohíbe a los demás.

En materia de emisoras de radio independientes ya van quedando pocas en el espectro. Un formidable torniquete económico ahogó a muchas de ellas y a muchas producciones independientes que se financiaban a sí mismas por la vía de la publicidad.

La pauta publica dirigida solo a los amigos del poder generó un desbalance de tal magnitud que hoy solo se cuenta a “periodistas” millonarios -por su cercanía con esa canilla libre- y a periodistas boqueando porque no tienen acceso a ella y porque el sector privado se ha retirado en mucha medida del mercado anunciador, contribuyendo indirecta pero grandemente con los propósitos y objetivos del gobierno.

Si las empresas tuvieran una idea aunque sea somera del daño que han producido por esa decisión quizás la revisaran. Estoy seguro que ninguna de ellas tiene una idea clara de cuán importante son en el mantenimiento del periodismo libre. Es muy posible que si FM Identidad hubiera estado bien apoyada por el sector privado interesado en mantener abierta la pluralidad de las ideas, no hubiera podido ser atropellada como lo fue. Y eso vale no solo para FM Identidad sino para muchas radios cuyos dueños, dejados de la mano de Dios, finalmente sucumben ante el ofrecimiento de una mano suculenta.

Desde aquí lamentamos lo que ocurrió con FM Identidad. Nadie sabe cuál será la siguiente. Nadie sabe cuántas radios quedarán. Hasta hace unos años ningún periodista tenía estos miedos. Las cosas podían ir mejor o peor, pero a nadie se le ocurría que podía quedar literalmente en la calle porque sus opiniones fueran críticas del gobierno. Esta es una novedad de la “década ganada”.

Ojalá las fuerzas vivas de la sociedad, entre las que se encuentra el sector privado productivo, tome conciencia de lo que ocurre con la libertad de expresión e interprete esos hechos como una circunstancia excepcional frente a la cual no se puede actuar como si se tratara de tiempos normales.

Resulta muy cierto que las empresas deben dedicarse a innovar, a invertir, a emplear gente, a desarrollar nuevos productos, a pagar buenos salarios y a cumplir sus obligaciones impositivas. Pero en tiempos donde un poder aluvional viene a llevarse puestas las voces que defienden los principios por los cuales esas empresas viven, no pueden dar vuelta la cara y hacer como que no tienen nada que ver. Es la hora de mostrar un compromiso, muchachos. Cuando todo se caiga a pedazos será muy tarde para salir a decir que a ustedes, esto, “nunca les gustó demasiado”. El momento es ahora; no cuando ya nadie pueda hablar.