La disyuntiva de los próximos meses

Carlos Mira

¿Qué haría usted si fuera un candidato que está a punto de heredar un problema enorme? ¿Sería sincero y diria la verdad antes de asumirlo? ¿O, al contrario, endulzaría los oídos de todos para después sorprenderlos en su buena fe?

El viernes el periodista Marcelo Bonelli planteó en el diario Clarín lo que él llamó el “paquete bomba” de Kicillof, es decir, un plan organizado a propósito para que un conjunto de bombas de tiempo -planeadas con toda malicia ahora- le comiencen a estallar al futuro presidente.

Ese plan, de existir, por supuesto que se agregaría al conjunto de desastres que por el solo desbarajuste económico, social e institucional que ha producido el kirchnerismo en estos últimos doce años se han acumulado en el país.

Entonces, de nuevo, ¿qué debería hacer un candidato frente a esa realidad? ¿Ocultarla y decir que confíen en él que todo se arreglará o que el trabajo por encarar es enorme y que costará mucho sacrificio enderezar este barco?

Me parece que la sociedad argentina por primera vez debe asumir con adultez lo que le ocurre, escuchar crudamente un diagnóstico, comprender el problema y respaldar la opción que juzgue mas responsable para solucionarlo.

Los candidatos, con la información de que disponen, deberían informarle a la nación la envergadura de los problemas y la dimensión de la tarea por encarar. Explicar que el solo ordenamiento de los precios relativos, por ejemplo, implicará un cimbronazo enorme al que todos tendremos que bancar. Hacer docencia clara sobre cuáles serían las consecuencias de no hacerlo y cuáles los beneficios a futuro por terminar con esas distorsiones.

Se debería decir qué debe hacerse para liberar el cepo, porqué no puede continuarse con él y cuáles serán las consecuencias inmediatas de su levantamiento, tanto positivas como negativas.

La sociedad debería escuchar cómo se saldrá del default y qué estrategia se seguirá para volver a integrarnos al mundo, como así también cuáles serían las consecuencias de mantener el presente aislamiento.

Los candidatos deberían explicar cómo harán parar terminar con la inflación y cuáles serán los costos a los que estaremos expuestos por enfrentar ese problema.

El costado que más le gusta a un político -el endulzamiento del oído electoral- debería llegar esta vez por el contar detalladamente cuáles serán los beneficios por encarar esta tarea y por dar un horizonte temporal de esperanza.

Concretamente: los candidatos deberían decir “tenemos por delante obstáculos increíbles, el trabajo por hacer será enorme, pero los réditos por terminar con esta mentira serán más monumentales que los obstáculos”

Una nueva frustración de la sociedad será hacerle el caldo gordo a los estafadores de ilusiones; será fomentar el regreso de la mentira.

¿Estamos preparados para ésta crudeza? Hemos alcanzado la suficiente madurez como para escuchar un digesto de verdades desagradables al lado de un programa serio que proponga revertirlas?

En las respuestas a estos interrogantes se haya encerrado gran parte de nuestra suerte en el futuro.

Los resultados de la demagogia ya los conocemos. Es hora de probar la mayor dosis posible se sinceridad