La presidente candidata

Carlos Mira

Seguramente Cristina Fernandez de Kirchner será candidata a diputada por la provincia de Buenos Aires. La Presidente no puede quedar a la intemperie de las amenazas judiciales. Su gobierno está recurriendo a todo tipo de retorcimiento jurídico para forzar un pronunciamiento favorable de la Sala 1 de la Cámara Federal; un pronunciamiento que desestime las denuncias de Nisman, Pollicita y Moldes. Cualquier jurista que se precie de tal deberá armarse de mucho valor para firmar un papel cuyo objetivo sea el archivo de las actuaciones. Lo han tenido otros -como Oyarbide, por ejemplo- en ocasiones y en causas anteriores. Pero Oyarbide es un caso perdido. El juez -si se lo puede llamar así- solo aspira a seguir cobrando su sueldo y a disfrutar del nivel de vida que ese ingreso le permite. Pero ha renunciado hace rato a la honra del puesto y a la dignidad de la magistratura.

Pero otros que aspiren a conservar al menos algo de esa honestidad deberán pensar dos veces las cosas antes de inhibir la apertura a prueba de la investigación. Archivar la denuncia de un delito sin investigarlo, sin siquiera tener la curiosidad profesional de producir al menos un puñado de las pruebas solicitadas por los fiscales, es de una temeridad tal que se hace impensable en el caso de tres jueces de Cámara.

Ya resultó bastante inexplicable que el juez Daniel Rafecas haya fallado como lo hizo, valiéndose incluso de documentos que le acercaron los fiscales de Justicia Legitima que se hicieron cargo de la Unidad Fiscal AMIA, documentos que no figuraban en la denuncia de Pollicita y que, sin embargo, sí fueron utilizados como “prueba” de “descargo”, aunque, al mismo tiempo, no se habilitó la producción de ninguna de las pruebas “de cargo”.

Ese manejo completamente parcial, discrecional y arbitrario del juez no puede volver a repetirse; la sociedad tiene derecho a saber si la denuncia tiene fundamentos antes de ser archivada. 

Si la Cámara dispone la apertura a prueba y el inicio de la investigación, la presidente necesitará de un paraguas político que la cubra de semejantes inclemencias.

Otro tanto ocurre con Hotesur, la causa que investiga el juez Claudio Bonadio y en donde aparece involucrada no sólo la Sra de Kirchner sino el resto de la familia presidencial, empezando por su hijo Máximo. Las comprobaciones que ya están en manos del juez son lo suficientemente graves como para que la presidente sepa que no puede quedar huérfana de un dique de contención.

Y luego está, por supuesto, el costado político. Una lista de diputados provinciales encabezados por ella misma, mandará a Daniel Scioli al descenso; quiero decir, a los eventuales candidatos del gobernador a ocupar lugares en esas listas. La sábana se llenara de camporistas que intentarán arrastrar, con Cristina a la cabeza, la mayor cantidad de lugares en la cámara baja y con ello condicionar seriamente las posibilidades de cambio del próximo gobierno.

La elección de octubre renueva la mitad de los diputados y un tercio de los senadores. Con ello queda claro que la otra mitad de diputados y dos tercios de los senadores actuales quedaran en sus lugares. Si el kirchnerismo lograra neutralizar el efecto cascada que siempre produce una elección presidencial y de ese modo mantener un número mínimo de diputados capaz de obstruir cualquier iniciativa que tendiera a desmantelar el tipo de sistema socioeconómico instaurado en los últimos doce años, indudablemente habría obtenido una victoria política resonante.

La Presidente está apostando a ese escenario. ¿Puede ese horizonte llegar al extremo de expulsar a Scioli de las filas “oficiales” para presentar una variante de kirchnerismo puro y duro? Es posible. Algunas espadas importantes del oficialismo ya se encontrarían trabajando detrás de una idea como esa.

Hace unos días el dirigente camporista José Ottavis lo dijo con todas las letras: ellos sueñan con una continuidad cristinista en manos de Kicillof, Larroque, o De Pedro lo que sería un sinceramiento neomarxista del gobierno. Zanini -otro que comulga desde su juventud con las mismas ideas y que solo se unió al peronismo por conveniencia electoral de acuerdo al plan trazado por el “entrismo” sesentista- también adhiere a la misma idea.

¿Puede una candidatura de la Sra de Kirchner cambiar la composición del caudal electoral del kirchnerismo? Es difícil. A la Presidente podrá convenirle personalmente (por las razones judiciales expuestas) mantenerse al calor de una candidatura. Pero el gobierno podría entregar al ruedo político a su principal ficha que dejaría las Altas Torres del palacio para bajar al barro de la pelea y de los pases de factura. En la oposición parece haber una larga lista nombres anotados para agregar más agua y más tierra a ese barro.

La presidente deberá decidir esto de aquí a 60 días. No le queda mucho tiempo. Si desistiera de competir (y este puede ser otro elemento que tenga en cuenta para su toma de posición) el fragor de la campaña la puede dejar sin protagonismo, incluso entes de ese tiempo, cuando empiecen las PASO en la ciudad. Las fichas de la conveniencia están puestas en su candidatura. Hay millones de razones por las que la Presidente no querrá quedar marginada de la campaña que viene.