Los dilemas de Macri

Carlos Mira

La interna del PRO en la capital ingresa en su recta definitiva. Horacio Rodriguez Larreta y Gabriela Michetti han quedado oficialmente solos en la contienda, luego de que Christian Ritondo retirara su candidatura: ahora es uno contra otro.

Mauricio Macri decidió hacer explícito su apoyo al jefe de Gabinete. Lo hizo en una nota en Facebook y en la cena de Mirtha Legrand el sábado. Muchos asesores le habían aconsejado al jefe de Gobierno mantenerse formalmente imparcial en la disputa, aun cuando todas las señales que emitiera fueran a favor de Larreta. Pero Macri finalmente desoyó esos consejos y se jugó por quien él considera “la continuidad de una gestión”.

Con esa jugada el ex presidente de Boca pone en la primera línea de fuego su propio nombre en las PASO de abril en la ciudad. Si Larreta ganara, esa movida se interpretaría como un fuerte respaldo del votante del PRO hacia la candidatura a presidente de Macri; si perdiera, probablemente aparecería allí un nubarrón.

Gabriela Michetti es altamente popular en el votante PRO que no es un “PRO ciego”, es decir, en radicales desencantados hace tiempo con su partido y con su inmovilismo inútil, en sectores de clase media que reconocen el fracaso de opciones anteriores de tinte, digamos, socialdemócratas o de centro izquierda. A todos ellos la administración de los últimos ocho años de la ciudad les demostró que se puede ser altamente democrático (en el sentido estigmatizante del término que la centro izquierda siempre utiliza contra la centro derecha) y al mismo tiempo hacer eficiente al Estado local en la prestación de servicios ciudadanos.

Estos votantes “toleran mejor” a Gabriela Michetti que a Horacio Rodriguez Larreta. No se sabe si perciben en el jefe de Gabinete cierta alcurnia por la que siempre han sentido un secreto rechazo o si la senadora, siendo mujer, discapacitada y muy valiente los ha cautivado más.

Macri quería a Gabriela en su fórmula presidencial. Quería evitar unas PASO verdaderas para que Horacio fuera un candidato en solitario. Pero esa especulación no funcionó. En alguna medida la aceptación final del jefe de Gobierno a lo dispuesto por Michetti para sus propias aspiraciones políticas es un dato que habla a su favor: no pretende ejercer un liderazgo “digital”; da su opinión y expone claramente cuál sería su preferencia, pero si no están de acuerdo con él deja que los acontecimientos fluyan sin interferirlos. Se trata de una novedad mayúscula en la Argentina, tan acostumbrada a un caudillo frente a cuya voluntad mueren los pareceres y los deseos de los demás.

Todos los analistas coinciden en que el PRO estaría en condiciones de ganar la Capital en primera vuelta sea cual sea su candidato, Larreta o Michetti, hoy virtualmente empatados en las encuestas. La Ciudad tiene una Constitución que a dispuesto un balotaje verdadero: es decir aquí se precisa el 50% mas uno de los votos para ganar; no rige la mentira nacional impuesta por el peronismo en la reforma del ’94 según la cual se puede ganar con el 45% de los votos con una diferencia de 10 puntos sobre el segundo. Nada de eso. Aquí se precisa una mayoría absoluta verdadera. Y todos los sondeos indican que el PRO la supera con cualquier aspirante.

La imagen positiva de Macri supera el 70% en el distrito y eso quizás se está convirtiendo en un arma de doble filo. Quienes han trabajado profesionalmente para alcanzar esos números están fascinados con el resultado y se olvidan qué pasos se siguieron para lograrlo. Es cierto que el estar al frente de un Estado autónomo como es la ciudad de Buenos Aires le permite al jefe de gobierno exhibir una gestión que los vecinos pueden transformar en imagen positiva. Pero Macri también ha hablado, ha opinado sobre los temas nacionales. Y mucha gente se sintió identificada con ese discurso.

Sin embargo, desde que pelea cabeza a cabeza la elección presidencial en las encuestas y desde que alcanzó estos niveles de popularidad en su distrito, se ha llamado a silencio. Ha bajado notoriamente su nivel de exposición y casi no ha opinado sobre Nisman, sobre los fallos de la Justicia desestimando las denuncias de Pollicita y de Moldes, no se lo ha escuchado sobre la candidatura a juez de la Corte de Roberto Carlés (desde el PRO han dicho que no lo votarán, pero Macri no se ha explayado sobre lo que ese nombre significaría en la Corte… En ese sentido Massa ha sido mucho más explícito). Si bien últimamente ha dicho algo cobre el cepo cambiario, hay mucha gente que espera definiciones más contundentes sobre cómo un eventual gobierno suyo puede hacer que el país regrese al círculo de naciones libres de Occidente.

Si uno mira retrospectivamente (y ni hablar si lo hace de modo comparativo con los países donde prevalece la libertad sobre el reglamentarismo y la regimentación) la Argentina ha olvidado cómo es vivir en libertad. El cuento de la rana hervida lentamente es extraordinariamente gráfico respecto de cómo un sistema gradual de restricciones a los derechos civiles ha hecho que hoy se tomen como naturales situaciones que en países libres serian verdaderamente anómalas o ni siquiera nos vengan a la cabeza soluciones simples si antes pensar en la intervención de alguna autoridad estatal. A tal punto el kirchnerismo nos enfermó de “estatitis”.

En el tema compraventa de divisas, por ejemplo, hay mucha gente que no concibe la idea de individuos libres comprando y vendiendo moneda extranjera libremente, como podrían hacer, por ejemplo, los exportadores y los importadores sin la intervención de autoridad monetaria alguna. Después de todo la riqueza dineraria es la expresión de la producción de bienes y servicios y esa producción la concreta el sector privado, no el Estado. Por lo tanto son los particulares los que deberían establecer el valor de equilibrio de las demás monedas contra el peso en un sistema de flotación libre.

Macri debería dejar atrás el miedo a perder votos y ser más audaz, apostando a los que podría ganar si le entrega a la gente el aroma de un perfume que hace rato no huele: aquel que proviene de la libertad.