Razonamientos alarmantes

Carlos Mira

Muchas veces la selección de los temas que volcamos en estas columnas se hace difícil. Pero a veces los comentarios de la Presidente en cadena nacional producen un asombro tan profundo que realizar un comentario al respecto se hace esencial e ineludible.

Quiero hablar sobre sus expresiones en donde la Presidente, preguntándose “en qué mundo viven algunos”, hizo referencia al aumento de salarios en España para el período 2015-2018 de 1.5%.

La verdad uno no sabe cómo encarar los párrafos que siguen porque no se puede estar completamente seguro de que la mandataria esté hablando en serio.

En efecto, suponer que la Sra. de Kirchner nos pretende hacer creer sinceramente que en España son unos miserables porque en dos años y medio van a dar un aumento del 1.5% y aquí estamos en el paraíso porque se manejan cifras del 25/30%, resulta tan sorprendente que la posibilidad de que se trate de un chiste cargada no es completamente desechable.

De otro modo no se puede entender cómo siquiera se puede llegar a plantear la comparación entre la situación de un país en donde directamente hay deflación con otro en donde la tasa de incremento de los precios rozó en 2014 el 40%.

La Presidente incluso se enojó, diciendo “yo no sé cómo se animan a hablar”, como si quienes pidieran esos aumentos en la Argentina no vieran lo que ocurre en otros lugares del mundo, en donde esos ajustes son infinitesimales. Lo encaró  ácidamente (como es su costumbre) a Hugo Yasky como diciendo “¿de qué te quejás? Fijate lo que se aumenta en otros lugares contra lo que éste gobierno está autorizando en materia de ajustes salariales aquí… Deberías estar agradecido, antes que quejoso”.

Resulta obvio, a esta altura, preguntarse si realmente cree que se pueden comparar pasi pasu los dos casos. ¿La Sra. de Kirchner pensará que cuando los salarios se “aumentan” 30% el trabajador mejora 30% su capacidad adquisitiva porque todas las otras variables de la economía se mantienen estables y lo único que aumentan son los ingresos?

Si realmente toda la economía mantuviera los valores de su variables estables y los salarios vinieran aumentándose progresivamente al ritmo que lo vienen haciendo desde hace por lo menos 6 o 7 años, no cabe duda de que la Argentina habría hallado la fuente misma de la felicidad económica: otorgar incrementos impresionantes en los ingresos (comparados con lo que ocurre, efectivamente, en otros lugares del mundo) y por el otro lado mantener estables sus precios; todos seríamos millonarios.

En ese contexto, tampoco habría muchas explicación para la limitación de los aumentos al 25 o 30% por año: si esas movidas en los salarios son neutras en los precios, podrían darse aumentos del 100 o del 200% para acortar el camino a la riqueza absoluta.

De una manera similar, es muy común que la Presidente (lo ha hecho poco menos que en todos los mensajes inaugurales al Congreso) compare valores de la Argentina del 2003 con los de la actualidad, como si realmente creyera que se trata de términos monetarios constantes. Calculen ustedes que con las unidades monetarias que se necesitaban en 2003 para comprar un auto hoy solo se podría adquirir un teléfono celular. Pero parece que esas comparativas no le llaman la atención a la jefa del estado.

La gravedad de esta cuestión -que muchos hasta podrían pretender desechar porque considerarían inútil perder el tiempo con ella- radica en que la Presidente o está autoengañada o, al contrario, pretende engañar a los demás. No hay más que estas dos posibilidades. Y las dos, por cierto, son muy serias.

Si la Sra. de Kirchner cree realmente que su extraordinaria sabiduría ha encontrado la fórmula mágica de la felicidad,  por la vía de otorgar aumentos de salarios exorbitantes (medidos por lo que es normal en el mundo) a tal punto de sentirse ofendida porque no se lo reconocen vis a vis lo que ocurre en otros países a la vista de todo el mundo, el tema es grave por la enorme ignorancia económica que este pensamiento trasunta. Es casi de no creer. Suponer, efectivamente, que nuestra máxima autoridad está convencida de que todo el mundo nada en la abundancia por los aumentos salariales que su Gobierno ha homologado en los últimos años, sin advertir que todo eso se diluye en una alarmante pérdida del valor adquisitivo de los pesos con los que se pagan esos salarios por efecto de la imparable inflación, es de una gravedad tal que no nos quedaría otra que agarrarnos la cabeza.

Y si, al contrario, la Presidente supiera realmente la verdad pero adopta estas posturas para engañar a incautos que creen que su riqueza real aumenta por tener más billetes en el bolsillo, también estaríamos frente a un drama porque una especulación política tan baja y tan burda no cabría esperarse a esta altura del desarrollo de la democracia y de la información. Nadie podría decirlo y nadie debería creerlo. Si hay espacio para que nada menos la jefa de Estado lo diga, es porque ella cree que aún es posible que alguien lo crea. Y eso hablaría de una ignorancia promedio de la sociedad en materia económica muy preocupante.

No sabemos cuál de los dos engaños es el verdadero, si el autoengaño presidencial o la intención de engañar a la gente. Pero sea cual sea, ya sabemos que vivir en la mentira no es saludable. Sea que las digamos o que las creamos.