Lo que Tucumán debería enseñarle a la oposición

Carlos Mira

Mauricio Macri dijo directamente que en Tucumán no había habido elecciones, dando a entender, seguramente, su intención de que la jornada electoral se repita por completo.

Quizás sea esa una exageración pero está claro que algo muy grave pasó en el feudo gobernado por los Alperovich y que alguna determinación firme deberá esperarse de la Justicia Electoral.

Ayer por la noche el escenario del domingo se agravó, cuando miles de tucumanos se dirigieron a la plaza que está frente a la Casa de Gobierno y se manifestaron fuertemente en contra del fraude y del sistema feudal que los gobierna desde hace años.

No era gente adinerada; casi diría que ni siquiera eran de clase media. Era gente humilde que pedía que terminara el sistema de compra de voluntades y de clientelismo político. Pedían trabajo y no extorsiones con bolsas de comida.

Aun en medio de hechos electoral y democráticamente bochornosos que ocurrieron el domingo, el oficialismo había sufrido una fuerte derrota en la capital y en las zonas urbanas de la provincia. Pero en el Este tucumano, mucha gente ni siquiera sabe que el voto es secreto y allí Juan Manzur arrasó con porcentajes de más del 80%. En otras áreas, el candidato radical José Cano, denunció tener en su poder actas de mesas firmadas por las autoridades y por los fiscales en donde tenían promedios de 90 votos por mesa, cuando en los telegramas entregados al correo, de esas mismas mesas, el Frente del Bicentenario aparecía con cero votos.

Igual que con las inundaciones y su viaje a Italia, Daniel Scioli eligió su cara más antipática para responder: una nueva aplicación práctica de su curso rápido de kirchnerismo duro que tomó en los últimos meses.

No sabemos si eso responde a una reacción visceral del gobernador o a una salida estudiada. Pero lo que sí está claro es que fue lo peor que pudo haber hecho. Es más, no estamos seguros si no fue ese camino el que decidió a la gente a ir a copar la plaza del centro tucumano.

El domingo hubo quema de urnas, gente que entraba armada a las aulas de los colegios para amedrentar a las autoridades de mesa y a los fiscales. Hubo gendarmes heridos, disparos de armas de fuego, reparto de bolsones de comida y otras extorsiones durante todo el día.

La impunidad en la provincia llega a un grado tal -en el sentido de que los que se apoltronan en los sillones del Estado creen que la provincia entera es parte de su patrimonio personal-, que muchos “repartidores de extorsiones” se filmaron a sí mismos llevando bolsones de comida y otros regalos y luego subieron ese material a las redes sociales.

Más allá de lo que termine ocurriendo legalmente con los comicios de Tucumán, lo cierto es que este sistema tiene que acabar. No puede ser que el pueblo reciba el equivocado mensaje de que quienes los explotan están allí para ayudarlos y que, al revés, quienes vienen proponiendo una elevación de la dignidad popular, sean etiquetados como los enemigos de la nación.

Quienes se presentan hoy como una opción al kirchnerismo, tanto en la nación como en las provincias, deberían ingeniárselas para trasmitir un mensaje claro a la población para que ésta entienda que lo que se vota en estas elecciones es una opción para que finalmente se verifique una enorme transferencia de poder de los funcionarios del Estado (que se llenan la boca con esa palabra para defender sus intereses personales y crear una clase privilegiada y desigual al resto de los ciudadanos, como en la Edad Media) hacia los ciudadanos; hacia los individuos privados.

Es más, los partidos de la oposición deberían elaborar un mensaje que dijera algo así como “Es curioso, pero nosotros queremos llegar al poder para dejar de tener tanto poder; queremos llegar al poder para devolverles el poder a ustedes; queremos llegar al Estado para dejar de SER el Estado; queremos ganar para que ganen ustedes; queremos servir para que ustedes sean más libres, porque queremos que usando esa libertad progresen por sus medios… Nuestra ayuda no será la limosna sino la construcción de un sistema jurídico que les permita desarrollarse a ustedes, que les permita su realización personal y que no nos deban nada a nosotros…”

Es absolutamente esencial que el pueblo entienda la estafa a la que está siendo sometido. Ya que muchos se precian de tener en sus equipos gurúes de la comunicación, deberían conminarlos a redondear un mensaje simple, que todo el mundo pueda entender y que trasmita la idea de que el deseo de llegar al poder es para DESPRENDERSE de poder y para DEVOLVER ese poder al verdadero dueño que es el ciudadano individual.

Si esos ciudadanos, una vez que recibieron esa notificación clara y fehaciente, igual siguen eligiendo al coleccionista de esclavos, ya sabremos que está todo perdido en la Argentina y, a partir de allí, muchos sabrán que hacer y otros a qué atenerse.

Pero esta mentira no puede mantenerse. Es preciso cortarla de raíz: es necesario que la gente escuche claramente lo que quieren unos y lo que quieren otros. Los mensajes lavados, sin ton ni son, ya no sirven para nada. La Argentina ha llegado a un grado de degradación democrática de tal magnitud que el problema debe enfrentarse con toda la fortaleza y con toda la virilidad.