La recta final

Carlos Mira

El país entra en el mes final antes de las elecciones de primera vuelta con la duda, justamente, si el presidente podrá ser decidido en una sola ronda electoral o si se necesitará de un ballotage para terminar de conocer el resultado.

Todas las mediciones apuntan a un escenario muy ajustado en donde Daniel Scioli puede ganar por apenas unas décimas o ir a una segunda vuelta también por unas décimas.

No es, desde ya, el escenario ideal. Con el antecedente tucumano aún fresco en la memoria de todos, cualquier número ajustado traerá aparejados reclamos, sospechas, peticiones e incertidumbre.

Muchos de los que aspiran a un cambio en el país le achacan a Mauricio Macri su falta de visión para presidir una gran coalición que desalojara, sin duda alguna, al kirchnerismo del poder. Esa posibilidad estaba en el tablero de opciones si el PRO hubiera alcanzado un acuerdo con el Frente Renovador.

A partir de sus diferencias, el Gobierno encontró una rendija por donde colar e incentivar la división del voto opositor, haciendo que esa intención de cambio se divida entre Macri y Massa neutralizando al mismo tiempo a los dos.

Si la táctica da resultado, habrá muchos que considerarán que se perdió una enorme oportunidad para derrotar al populismo autoritario.

La cuestión es si Sciole gana. Porque allí se abre un escenario de pujas que incluso se han insinuado con bastante claridad aun antes de las elecciones, en estas semanas que estamos transcurriendo.

El último ejemplo de lo que podría ser un eventual gobierno de Scioli lo tuvimos estos días cuando prácticamente al unísono, el gobernador de Buenos Aires anunciaba que durante su gestión habría inversiones por 30 mil millones de dólares y la CNV emitía una resolución por la que, manu militari, se le hacía perder a los ahorristas argentinos miles de millones de dólares por la simple vía de obligarlos a valorizar los bonos en dólares que pudieran tener en sus carteras, no al tipo de cambio del “dólar bolsa” sino al tipo de cambio oficial: en un solo segundo se habían esfumado de los bolsillos más de 4 mil millones de dólares.

¿Qué inversionista extranjero podría sumarse a los 30 mil millones que pretende Scioli con un antecedente como este? Además la sola mención aspiracional de atraer esos flujos al país conlleva el sobreentendido de un arreglo con los holdouts, y es justamente eso, lo que Cristina mandó a torpedear en el acto.

Imaginen ustedes la misma escena pero con el gobierno de Scioli ya echado a rodar. Será muy difícil para el país convivir con una lucha interior de semejante magnitud, entre un presidente que va a querer ejercer los atributos de su poder y un partido (el propio) que va a hacerle la vida imposible desde el Congreso y dese las declaraciones partidarias.

El país debe edificar canales de control lo suficientemente eficientes para evitar que autoridades que hayan sido elegidas por el voto popular se transformen en una amenaza para la libertad y que la ley sea utilizada para amparar esos comportamientos en lugar de estar dirigida, en primer término, a proteger los derechos civiles, las libertades individuales y las garantías de la Constitución.

No hay dudas de que la ambición política o un excesivo personalismo han sido también las causas de que parte de ese edificio jurídico no hay podido empezar a construirse ya. Una oposición unida en la defensa de los valores y de la filosofía de la Constitución y comprometida en regresar a las fuentes institucionales de la Argentina era lo que  se precisaba para consolidar un sistema que cerrara las puertas a la demagogia, al clientelismo y a la solidificación de una sociedad paupérrima y zombificada que no aspire a otra cosa más que a recibir “su ración” estatal diaria.

En el tiempo que queda solo puede aspirarse a que una mayoría decisiva de argentinos haya recapacitado sobre el tipo de vida a la que nos estamos acostumbrando y a que una repentina rebelión contra ese status nos dirija a un resultado que pueda cambiar el rumbo que traemos.

Si eso no ocurre, el futuro de la Argentina no será brillante, será gris. Y la gracia de vivir, de inventar, de crear, de ser originales, innovadores y diferentes habrá perdido una oportunidad quizás definitiva para hacer de esta tierra lo que alguna vez soñaron quienes nos fundaron y quienes, como nuestros abuelos, vinieron aquí con la esperanza de dejar atrás la pobreza, el yugo y la dominación de unos personajes que se creían los dueños de sus vidas.