Zonceras que atrasan

Tres hechos, que parecen no estar conectados, tienen sin embargo algunos denominadores comunes, impensados si uno los mirara aisladamente.

En primer lugar surge, obviamente, el encuentro que protagonizaron la Presidente y el Jefe de Gobierno al dejar abierto el último kilómetro y medio de autopista Illia Norte que termina de conectar el centro porteño con la Gral Paz.

Con unas palabras que uno no sabe bien cómo interpretar la Presidente pidió “no mirar hacia atrás” y “celebrar el hecho de que el trabajo en conjunto y el sentido común permitan resolver problemas…” ¡Pero si eso era lo que medio mundo le ha venido diciendo los últimos ocho años!

Ese tramo de camino no podía completarse porque para hacerlo había que correr veinte metros hacia el Este un alambrado perimetral del aeropuerto Jorge Newbery y la Señora de Kirchner se negó persistentemente a hacerlo impidiéndole a millones de personas un tránsito más fluido y al país un enorme ahorro de combustible.

La presidente con la misma naturalidad habló de la “civilización” política que conlleva el hecho de poder hablar con representantes de otras ideas políticas sin que ello signifique un hito nacional. Pero, una vez más, ha sido ella y el gobierno que ella preside el que se encargó de trasmitir una idea monopólica del pensamiento según la cual sólo el gobierno defiende a los argentinos, solo los que piensan como el gobierno son argentinos y solo el kirchnerismo está en condiciones de interpretar el sentir de los argentinos.

Más allá de que en todo caso debe darse la bienvenida a este cambio, uno debe preguntarse hasta dónde es completamente real. La duda la alimenta justamente el otro caso que merece comentario y que encuentra precisamente aquí su punto de contacto con el episodio de la autopista.

Ayer fue designado en el área del ministerio de Cultura, que ahora preside Teresa Parodi, el llamado “intelectual” Ricardo Forster, uno de los integrantes más salientes de Carta Abierta. Su secretaría será la de la “coordinación estratégica del pensamiento nacional…” ¡¿Qué cosa!? “La coordinación estratégica del pensamiento nacional”.

¿Pero qué diablos es el “pensamiento nacional”?, ¿desde cuándo algo tan absoluta y definitivamente individual como el pensamiento puede transformarse en “nacional”?, ¿cuál de los pensamientos que tienen los millones de argentinos en su condición de ciudadanos libres, será elevado a la categoría de pensamiento nacional?, ¿con qué criterio?, ¿por qué el de Juan y no el de Pedro?, ¿qué significa intentar “coordinar estratégicamente” el pensamiento?, ¿acaso suprimir alguno y privilegiar otros?, ¿y por qué eso debería hacerlo Ricardo Forster?, ¿quién es Ricardo Forster más que Juan Perez?

La Presidente, en la autopista, decía que no había que mirar hacia atrás. ¿Y qué cosa sino “mirar hacia atrás” es volver sobre conceptos de los años ’40 que el mundo dejó atrás por fascistas, por manipuladores de la verdad y por censores del pensamiento libre?

Esta zoncera jauretchiana del “pensamiento nacional” es una mordaza a la libre expresión, es un escrache al desafío; es una policía intelectual. 

También respecto de esto medio país le viene diciendo a la Presidente, a sus laderos de Carta Abierta y a sus ubicuos de La Cámpora que esas son cuestiones que deben terminar en un país pretendidamente moderno como la Argentina. Igual que con la apelación al sentido común, a los principios de la civilización política y a la idea de resolver problemas de la gente común, nadie puede arrogarse la representación del “pensamiento nacional” porque eso supone necesariamente la aplicación de un criterio de selección (encarnado por un “seleccionador”) según el cual lo que opinen determinadas personas tendrá las salvaguardas del poder y lo que opinen otras tendrá la censura, la inequidad y, eventualmente, las persecuciones del poder.

Y, finalmente, la última cuestión aparentemente desconectada de estas dos pero a la que se le puede anotar un denominador común con ellas, es una publicación, justamente de La Cámpora, que en su último número publica un dibujo de Sergio Massa delante de una bandera norteamericana con la frase “vengo a proponerles un dueño”. Pero, ¿se puede ser tan estúpido?, ¿se puede seguir con esta payasada de los “agentes nacionales del imperialismo yanqui”?, ¿se puede seguir mirando -justamente- tan “atrás”?

Mientras los argentinos seguimos colgados de estas banderas que ya no le mueven un pelo a nadie, el mundo avanza y nos deja tristemente atrás. Rodeados de nuestros problemas de creciente inseguridad, narcotráfico, inflación, aislamiento, perdida de empleo. Todos van resolviendo sus problemas y nosotros seguimos atados a rocas atávicas que nos hunden en el fondo del mar.

Por más que la Presidente en un acto aislado le haga restregar los oídos a todo el mundo para asegurarse de que uno está escuchando bien lo que está escuchando, lo que valen son los actos de todos los días. La Señora de Kirchner podrá decir, trepada a una ruta en medio de una soleada tarde de Buenos Aires, que no hay que “mirar para atrás” y que “hay que actuar civilizadamente y con sentido común”, pero si luego se establecen secretarías desde donde se “coordinará estratégicamente el pensamiento nacional” o se pretende transmitir la idea de que el país puede vivir aislado y en la vereda de enfrente de la principal potencia de la Tierra, de nada valdrán los discursos de ocasión.

Es hora de que el espíritu de las palabras presidenciales se haga carne en el pensamiento presidencial y que luego ese pensamiento se transforme en acción. Es posible que así los otros que viven solo para chupar las medias de los poderosos, pretendiendo ser más papistas que el Papa, también se sumerjan en una increíble pero saludable y esperada metamorfosis. De no ser así, las palabras de la presidente solo habrán alcanzado para salir del paso y cumplir con la burocracia de inaugurar un tramo de un camino que será solo de asfalto, en lugar de ser de progreso, de crecimiento y de armonía.

LAN: un ejemplo de un modo de gobernar

Sólo en un país en que su gobierno tenga una apreciación muy particular de su relacionamiento con el mundo se puede esperar que se expulse a las empresas que les dan trabajo a sus ciudadanos. El inverosímil conflicto con LAN ocurre en la Argentina porque, efectivamente, el gobierno ha llevado su actitud pendenciera hasta extremos que comprometen las relaciones con países amigos que han confiado en el nuestro para traer sus capitales aquí.

LAN es una compañía global. Está integrada al mundo y compite sin subsidios a primer nivel mundial. Acaba de comprar a la brasileña TAM para pasar a constituir la mayor compañía aérea de América Latina.

Emplea en el país a 3000 argentinos y sirve 14 destinos domésticos. Otros países en donde opera (Perú, Colombia) están gratificados con sus servicios y le han brindado condiciones para expandir sus negocios; no la persiguen, tratan de trabajar con la empresa para beneficio del público y de los que necesitan el transporte aéreo para ir de un lado a otro.

En la Argentina, en cambio, La Cámpora, ignorando la propia resolución que la ORSNA cita para desalojar a LAN de su hangar del aeropuerto Jorge Newbery, ha decidido entrar en guerra con la empresa a la que los programas de la Televisión Pública (“pública” porque sus gastos los pagamos todos, pero “partidaria” porque la pantalla ha sido copada por el discurso del gobierno) llaman la “línea aérea de la oposición”. Y ha decidido entrar en guerra porque Aerolíneas Argentinas no puede competir con ella en términos de eficiencia y servicio. Como se sabe Aerolíneas también es una empresa bajo el comando de la agrupación creada por Máximo Kirchner que pierde U$S 700 millones de dólares por año (unos U$S 2 millones por día)

Con LAN fuera de la operación doméstica, Aerolíneas tendría el monopolio del mercado y los pasajeros quedarían a merced de sus precios. Resulta francamente patético que el gobierno que se llena la boca hablando impune e impúdicamente contra los monopolios persiga a una empresa para construir uno que solo lo favorece a él y a los muchachos camporistas.

La resolución 123 de la ORSNA dice que “los hangares podrán ser entregados para su uso exclusivo al Estado nacional, a las líneas aéreas que operen vuelos regulares internos e internacionales en el referido aeropuerto o a las empresas que ofrecen servicios de rampa”. Claramente LAN opera vuelos regulares internos e internacionales desde ese aeropuerto.Contrariamente a lo que argumenta el gobierno, mantener la operación doméstica sin hangares resulta inviable: ¿Cómo se atendería a los aviones que están en Jorge Newbery si el hangar de servicios estuviera en otro lado?, ¿acaso los aviones deberían volar vacíos entre Newbery y Ezeiza para que pudieran ser controlados?

La descalificación rastrera que se intentó desde 6 7 8 llamando a LAN “línea aérea de la oposición” constituye otro capítulo más de la confrontación que el gobierno de los Kirchner ha utilizado desde que está en el poder. Como todos los otros ensayos lanzados para sembrar en rencor, resultó completamente innecesario, injusto y ofensivo. Solo los que alimentan una división odiosa podían echar mano de semejante recurso y solo puede haber tenido buena acogida entre los que celebran esas altisonancias.

La compañía presentó hoy un recurso de amparo que la ponga a salvo al menos del cumplimiento inmediato del bando. Si la Justicia sigue los pasos que sobre el fin de la semana pasada siguió para dos empresas de taxis aéreos expuestas al mismo caso, LAN quedará protegida bajo la acción del juzgado.

¿Qué habría sucedido si la “reforma judicial” que eliminaba las medidas cautelares contra el Estado no hubiera sido declarada inconstitucional? Muy sencillo: La Cámpora se habría salido con la suya y los ciudadanos hubieran quedado presos del monopolio de Recalde y Kicillof. Esta es, por si se necesitaba, otra prueba de lo que la señora de Kirchner buscaba con la ansiada reforma de la Justicia: maniatar el derecho de los ciudadanos y dejar completamente libre una sola voluntad, la de ella.

La presidente ha hecho una elección para su gobierno: entregarlo a la inmoderación, al extremismo y a la inexperiencia. Todas esas son las características del conjunto de jóvenes que vieron la veta de llenarse los bolsillos de oro trepando a posiciones a las que nunca podrían aspirar si entraran a un concurso de condiciones y habilidades. La mayoría de los integrantes de La Cámpora no tienen formación universitaria suficiente. Los que han pasado por las aulas no han completado un escalafón de experiencia que los califique y otros, directamente, están más cercanos –por modos, maneras y accionar- a las huestes de una barra brava que a un semillero de dirigentes.

Ese es el tono que la presidente le ha impreso a su gobierno, el estilo que ha decidido privilegiar. En lugar de usar el enorme poder que le da su posición para ayudar a sacarnos lo peor de nosotros, decidió usar lo peor de nosotros para gobernar. En lugar de erradicar la prepotencia, la profundizó; en lugar de ayudar a que fuéramos un poco menos altaneros, convocó a los más soberbios para que la ayuden; en lugar de contribuir a eliminar ese tono de bajo fondo que sirve para que cualquiera haga de nosotros una caricatura arrabalera, llevó el tono del arrabal a la cúspide del gobierno y, en lugar de que olvidemos esas poses de matones que solemos asumir cuando sabemos que los que podrían retrucarnos están impedidos de hacerlo, elogió esos tonos de bravucones que poco tienen que ver con la bravura.

LAN es una compañía seria acostumbrada a lidiar con los problemas que negocio aeronáutico plantea como desafíos. Nadie sabe si está preparada para enfrentar las zancadillas que traicioneramente le preparan aquellos que, antes de hacer negocios, prefieren que todos los negocios sean de ellos.