La viabilidad de la Argentina

Cuando de repente uno advierte que muchas cosas que fueron argumentos para chistes, caricaturas y otras tantas representaciones del humor, forman el núcleo central del pensamiento de la Presidente, las preocupaciones crecen hasta transformarse en pánico.

Por segundo discurso consecutivo, la Sra. de Kirchner volvió a elaborar en público su tesis sobre por qué la Argentina atraviesa por las dificultades que atraviesa. Dijo, por otro lado, que este es un ciclo repetitivo (como dando a entender que no solo ha afectado a su gobierno) que se produce cada vez que el mundo advierte que el país empieza a “levantar la cabeza”.

Es en ese momento, de acuerdo con la idea presidencial, que el mundo cita a una secreta confabulación internacional para cortarnos las piernas de cuajo.

Para ilustrar su convicción contó una anécdota que le confesó un presidente de la región (“que no pertenece a nuestra ideología…” “Es un buen hombre” -dijo- “pero no piensa como nosotros… bueh… no importa…”, agregó). La Sra de Kirchner dijo que este colega le había dicho que, en una reunión con economistas norteamericanos, había surgido la teórica pregunta sobre cuál sería el único país que sobreviviría a una situación de aislamiento internacional. “¿Qué pasaría”, preguntaron, “si de pronto se suspendieran las exportaciones y las importaciones, nadie le vendiera nada a nadie y todos los países se recluyeran sobre sus propias fronteras…?, ¿cuál sería el único país que sobreviviría…?”. El aire se cortó por un instante hasta que un economista norteamericano dijo “La Argentina”.

Pasada la anécdota, la Presidente volvió sobre los argumentos que ya había dado el viernes por los cuales ella cree, efectivamente, que aquella reducción de la teoría es enormemente práctica. Dijo que el país es el octavo del mundo en dimensiones, que tiene una densidad de población baja, que tiene minerales, agua, energía, alimentos y una población altamente educada. Por eso podríamos prescindir de todos. Y por eso nos quieren tumbar. Por eso cuando toda esta verdad comienza a tomar cuerpo real “empiezan los misilazos y los bombardeos…”, dijo la Presidente.

Es decir, la presidente cree realmente que la Argentina puede convertirse en una amenaza para el mundo; la Sra. de Kirchner está convencida de que el país es tan excedentario en todo que el mundo lo tiene en la mira para bajarle el copete porque, si no lo hiciera, la Argentina se lo comería crudo.

El corazón de está creencia ha servido históricamente de base a innumerables cuentos, chistes, monólogos de humoristas, caricaturas y -en mucha medida también- ha servido para forjarnos el concepto que muchos países tienen de nosotros.

Ahora, que ese guión humorístico se haya convertido en la convicción principal de la Presidente de la República, es preocupante. Y mucho más cuando dicho pensamiento sea el que motoriza las decisiones que toma.

No caben dudas que más allá de las exageraciones que permite el lujo de la teoría (como preguntar retóricamente que ocurriría si, de pronto, dejara de existir el comercio internacional) es cierto que la presidente actúa en los hechos como si esa opción fuera realmente cierta. Y, para ser sinceros, no está sola en ese pensamiento. A todos nos resulta familiar la expresión “vivir con lo nuestro”, creída con vehemencia por Aldo Ferrer -un economista con simpatías por el gobierno- a tal punto de hacerla el título del que probablemente haya sido su libro más conocido.

Es decir, existe, efectivamente, en el país, una corriente fuertemente asilacionista que cree que la Argentina no solo podría entregarle aceptables niveles de vida a su gente viviendo aislada del mundo, sino que esa práctica sería hasta mejor como elección voluntaria y no solo por la obligación que le imponga una catástrofe.

Pero en este punto lo importante no es lo que piensa la presidente o Aldo Ferrer o los muchos teóricos que adhieren a la idea. Con todo lo grave que esto podría llegar a ser por los efectos de medidas tomadas en la creencia de que el mundo nos quiere hundir, lo que realmente importa es saber qué opinamos nosotros; qué sentimos nosotros frente a esto; si realmente pensamos que este disparate tiene algún viso de realidad.

La presidente tampoco ha explicado por qué a otros países se les permite el éxito y a nosotros no. Australia, Nueva Zelanda, Singapur, el propio Japón luego de la guerra, Irlanda, el sudeste asiático, son ejemplos de éxito por los que el mundo ni se ha mosqueado. Al contrario, ha recibido a todos ellos en el seno de una comunidad próspera que se interrelaciona para avanzar.

Otros países que no son una “joyita” pero a los que claramente mirábamos por encima del hombro no hace tanto tiempo (México, Brasil, Perú, Colombia, Chile y hasta el propio Uruguay) nos han superado regionalmente sin que el mundo se pusiera en guardia por ello. Frente a su crecimiento nadie convocó a una Convención Internacional en las sombras para idear un rápido plan de “misilazos y bombardeos”

La Argentina es un país importante. Claro que lo es. O podría serlo, para mejor decir. Pero son nuestras políticas y el tipo de instituciones políticas y económicas que nos rigen las que sabotean ese triunfo. El mundo recibiría con beneplácito a una Argentina desarrollada al seno de un conjunto de naciones de avanzada, interrelacionadas por el comercio y por la creencia en un conjunto de valores que probaron ser la base del buen nivel de vida. Nadie nos pondría un palo en la rueda en ese camino.

No sabemos por qué la Presidente cree que la opción a una Argentina exitosa debería ser un mundo fracasado. O por qué un mundo exitoso necesita de una Argentina derrumbada. No hay ninguna guerra aquí. No hay oposición entre el exito del mundo y el éxito de la Argentina. Repetimos: Australia pudo alcanzar el éxito mientras el mundo seguía con el suyo. Eventualemente, ambos se encontraron y se beneficiaron mutuamente de tal circunstancia. Pero el desarrollo no es binario; no deja de suceder en un lado porque sucede en otro: puede ocurrir en ambos lugares a la vez, si en ambos rigen el tipo de instituciones que lo hacen posible.

Con todo lo lamentable que es confirmar que la mandataria de una nación tiene un pensamiento tan irreal, lo más inquietante sería saber cómo es el pensamiento medio de la sociedad argentina respecto de estas cuestiones. Aunque si en la última década nos llamaron a votar seis veces y lo hicimos de la manera que lo hicimos, algunos indicios podríamos tener como para ayudarnos a saber cuál puede ser nuestro rumbo futuro.