Los otros aumentos

La presidente volvió a la escena de la mano de una palabra que gobernó gran parte de su discurso. “Aumentamos” dijo, haciendo un juego de palabras, mofándose de los “aumentos de precios”, argumentando que “ellos” -el gobierno- aumentaron una cierta cantidad de dudosas variables. Pero la presidente olvidó otros muchos “aumentamos”.

Algunos han sido muy graves en términos sociales. Algunos le han costado la vida a miles de argentinos inocentes, como el aumento del número de criminales sueltos por la calle que tienen a la ciudadanía viviendo en estado de pánico. Otros dejarán secuelas culturales que costará mucho erradicar, como la inútil división social y el rencor gratuitamente repartido. Algunos esperan respuestas judiciales, como fue el aumento inexplicado de algunas fortunas. Y otros han traído a la Argentina males y escenas desconocidas para nosotros hasta hace sólo unos años, como las que entregan los sicarios del narcotráfico matando gente por la calle. Otros están respaldados por las cifras oficiales: cuando en el censo de 2001 vivían 10 personas en una villa miseria, en el censo 2010 vivían 16, un 60% más.

Algunos tendrán impacto por años en la Argentina, como el “aumento” del aislamiento internacional y del pésimo concepto que le hemos trasmitido al mundo. Otros han profundizado las peores prácticas de nuestra historia, llevando el unitarismo fiscal a niveles extorsivos que convirtieron a las provincias en meras dependencias del gobierno nacional.

Continuar leyendo

El comunismo como enfermedad del alma

Desde que Thomas Jefferson escribió “nosotros el pueblo de los EEUU [...] sostenemos estas verdades como autoevidentes: que todo los hombres han sido creados iguales y que tienen derecho a la vida, a la libertad y a la búsqueda de su felicidad” han pasado 237 años.

El mundo ha conocido desde allí muchas ideas e incluso muchos experimentos extravagantes que costaron tragedias y millones de vidas. Pero nadie, hasta ahora, había estatizado la felicidad.

Sin embargo desde la semana pasada ese hito ha sido alcanzado: el hombre que habla con los pájaros, el impresentable presidente Nicolás Maduro, ha creado en Caracas el Viceministerio de la Felicidad Suprema.

Continuar leyendo

La “cruzada moral” del Gobierno

En medio de la conmoción causada por la llegada del Cardenal Bergoglio a la silla de Pedro, el gobierno parece embarcado en otra “cruzada moral”: prohibir a los argentinos usar sus tarjetas de crédito en el exterior para comprar fichas de casino fuera del país.

La cuestión parece ser menor, y no me extrañaría que alguien saliera a respaldar los que para él sería la intención última de la medida: no estimular la inmoralidad del juego. Pero el tema encierra una cuestión enorme que trasmite una nueva señal horrible en la misma dirección de las muchas que estamos teniendo últimamente.

En primer lugar, la jerarquía moral del gobierno -como si ese pedestal autoasignado, les diera alguna prerrogativa para emitir bandos sobre lo que es y no es moral- está seriamente discutida. Un gobierno que a través de sus espadas principales admite que lo que sirve enla Argentina no es el bien y la buena educación, sino todo lo contrario, carece del suficiente respaldo ético para andar dando lecciones públicas.

Pero además de eso, el prohibir a los ciudadanos decidir en qué pueden utilizar sus tarjetas de crédito es una señal que se suma al aquelarre anti-individuo que el gobierno de la señora de Kirchner ha desatado sobrela Argentina. Se trata de sumar algo más a la lista de negación de derechos individuales que caracteriza a los Kirchner.

Mientras reivindican los derechos de colectivos abstractos, de entelequias que nadie conoce (el “Pueblo”, la “Patria”, el “Estado”, que no tienen manifestación corpórea y que por lo tanto no pueden ser sujeto de derechos) niegan todos los días los derechos concretos de las personas reales, las únicas que, siendo física o jurídicas, pueden ser titulares de derechos efectivos.

Lo cierto es que, en la Argentina de los Kirchner, las personas tienen cada vez menos derechos y los funcionarios del Estado (que, para ellos mismos, son la encarnación del “pueblo”) cada vez tienen más; cada vez gozan de más prerrogativas que los transforman en los verdaderos desiguales de la sociedad.

Además, la medida tiene un agregado sugestivo: la prohibición es para comprar fichas de casino en el exterior. Se trata de un dato no menor cuando se lo analiza a la luz de la tendencia que el gobierno va tomando cada vez con mayor nitidez respecto de los argentinos y, precisamente, “el exterior”.

La relación de los ciudadanos con el “exterior” ha recibido los siguientes últimos ataques:

1.- el cepo cambiario, por el cual resulta difícil obtener dólares para viajar;

2.- el recargo (ahora del 20%) a las compras con tarjetas de crédito

3.- la restricción para sacar dólares físicos desde un cajero automático fuera del país

4.- la extensión del recargo del 20% a los pasajes y paquetes turísticos

5.- la prohibición para utilizar tarjetas para la adquisición de determinados bienes o servicios (como ahora las fichas de casino) fuera del país

¿Qué seguirá luego?, ¿otras restricciones para decisiones individuales?, ¿que no podamos decidir comprar, por ejemplo, juguetes con nuestra tarjeta de crédito? Por lo demás, ¿a qué sistema de vigilancia estamos siendo expuestos como para que un funcionario del Estado sepa que usamos una tarjeta de crédito para comprar fichas de casino?

Como lo demuestra el mero hecho de listar los “toques” que ha recibido últimamente todo lo que tenga que ver con salir del país, la tendencia podría terminar en una seria restricción a la libertad constitucional para entrar y salir del territorio argentino. Una limitación severísima a los derechos individuales; diría de las más graves que puedan perfeccionarse.

Por lo demás, por los antecedentes internacionales de regímenes calcados al kirchnerismo, la aspiración a restringir esa libertad de desplazamiento es efectivamente una de las características principales de estos engendros de prisión.

Seguramente son conscientes de que las comparaciones que las personas pueden hacer  libremente cuando se les permite pisar otras tierras, son mortales para la imposición de su relato: las mentiras son tan evidentes cuando se contrastan con una realidad opuesta que no habría explicación posible para aquel que la pidiera. Por lo tanto, cuántos menos vean cómo son las cosas afuera, mejor.

Se trata de una tendencia peligrosísima que puede seguir, por ejemplo, con algún futuro proyecto para pretender regular el acceso a Internet. El escape y las comparaciones que permite esta vía virtual también pueden desenmascarar el “cuentito” oficial.

¿Cuándo llegará el momento de que franjas decisivas de la sociedad adviertan el peligro que nos rodea? No por repetido el cuento de la rana hervida de golpe o de a poco, es menos verdadero. Estamos soportando un hervor a baño maría: mientras bailamos en la cubierta del Titanic, el Leviatán avanza sin prisa pero sin pausa hacia la restricción completa de nuestra libertad. ¡Bailen, muchachos, bailen… que está todo bien…!

 

@ThePostArg