Entre el acuerdo y la fortaleza

La buena fe ejercida en la política argentina debe siempre pasar por el filtro del peronismo. ¿Qué quiere decir eso? Pues que cualquier iniciativa bienintencionada no puede dejar de lado la posibilidad de que el peronismo haga una explotación malintencionada de ella.

Desde que el Presidente anunció el arte del acuerdo en su discurso de inauguración frente a la Asamblea Legislativa hasta el veto a la ley que impide los despidos por 180 días, ha habido múltiples momentos en que cualquier observador externo podría haber encontrado motivos para ejercer el arte del acuerdo, sin embargo, esa situación sólo se materializó en la votación para cerrar el tema de los holdouts. En todo lo demás, el Presidente debió manejarse por decreto de necesidad y urgencia o por decisiones administrativas que, si bien estaba en todo su derecho a tomar, porque él es el jefe justamente de la administración, hubiera sido no solamente saludable sino también muy conveniente y maduro haber mostrado un acuerdo.

No obstante, esas inocentadas tienen en el peronismo un límite infranqueable. El peronismo es ladino, anda siempre con el puñal abajo del poncho y no pierde ocasión para especular con el asalto al poder. Continuar leyendo

Ante una posibilidad histórica

El Gobierno de Mauricio Macri se enfrenta a una situación paradójica. Todos dirían que un escándalo en el seno mismo de la oposición (o de una parte importante de ella, que sigue representando el llamado modelo anterior) lo favorecería políticamente.

Se trata, para colmo, de un tipo de descomposición de las que hacen más daño público: la descomposición moral, la que no trepida en provocar acusaciones de unos contra otros, enfrente de todos; personas que integraban el mismo espacio (para algunos la misma banda) hasta hace algunos meses tirándose con dardos envenenados y calificándose con duros adjetivos, o bien recomendando “no perder la memoria” (como Lázaro Báez le sugirió a la mismísima Alicia Kirchner).

Es, al final de cuentas, el escenario político que todo dirigente en el Gobierno desearía ver en el interior de las agrupaciones que se le oponen políticamente. Sin embargo, al lado de este panorama en el kirchnerismo más cerril, también se abren disyuntivas en Cambiemos. La Dra. Elisa Carrió ya ha emprendido una avanzada para impulsar las causas de investigación contra funcionarios del Gobierno anterior —empezando, claro está, por Cristina Fernández— o contra empresarios relacionados con ese régimen —Báez y Cristóbal López, principalmente. Continuar leyendo

Unas PASO singulares y contradictorias

Las elecciones PASO que hoy se llevan a cabo en todo el país han concitado, obviamente el interés de todos. Se trata del primer eslabón en la carrera hacia la Presidencia. Y como no podía ser de otra manera, el evento está rodeado de las infaltables curiosidades argentinas, que muchas veces tiñen de modo particular lo que serían los compromisos electorales equivalentes en otros países.

En efecto, a este turno de votación se lo llama “primarias” (nombre tomado a todas luces de la tradición americana de las “primaries”), dando la impresión, para el que no lo sabe (un extranjero, por ejemplo), de que los partidos eligen sus candidatos internamente. Pero la singularidad argentina ha inventado otra cosa.

Aquí hay partidos que no dirimen nada, que no eligen candidatos, que no resuelven, en suma, ninguna interna, ninguna primaria, sencillamente porque concurren a la elección con un solo candidato. En honor a la verdad esos partidos no deberían participar de las PASO. Si quieren movilizar a todos los ciudadanos para que dediquen un domingo de su vida a ir a elegir candidatos obligatoriamente, de partidos que no son los suyos, por lo menos que los hagan ir para seleccionar entre más de una alternativa. De lo contario, el ciudadano no está votando en una interna, sino en una externa. Continuar leyendo

Lecciones de las elecciones

Luego de las elecciones de ayer en varios distritos del país, pueden sacarse varias conclusiones interesantes.

En Córdoba, por ejemplo, llamó la atención cómo el candidato Juan Schiaretti se proclamaba ganador con el 1,30 % de las mesas escrutadas y cómo la mayoría de los candidatos a presidente y la señora de Kirchner se apuraban a llamarlo para felicitarlo, como si su caudal de votos fuera una especie de tesoro político nacional que pudiera llevarse el que llegara primero con la felicitación.

En comparativa, dicho sea de paso, hubo un contraste notable entre el sistema de boleta impresa y el de boleta electrónica: mientras en la capital a las 9 de la noche todo estaba terminado, en Córdoba casi ni había empezado.

Los temores que parte de los porteños y parte del país habían demostrado con la operación de las máquinas impresoras se diluyó en menos de una hora, cuando quienes votaban se convencían de la simpleza y la rapidez del funcionamiento. Si uno lo piensa retrospectivamente, resulta hasta medio patético el miedo que se le tenía a la máquina. Continuar leyendo

Confusiones esenciales

La biografía no autorizada de la Presidente escrita por la periodista Laura Di Marco entrega varios costados interesantes sobre la personalidad de la Sra. de Kirchner pero también sobre cómo la Argentina define determinadas cuestiones y sobre cómo y por qué califica de tal o cual modo a las personas.

En el capítulo dedicado a la génesis de la Asignación Universal por Hijo (AUH), Laura cuenta que la iniciativa había surgido en el ámbito académico bastantes años antes del interés del Gobierno por implementarla. Tanto antes que sus orígenes se remontan a los finales de la década del 90, cuando la diputada Carrió presentó la idea basada en los estudios de Rubén Lo Vuolo y Alberto Barbeito.

La Presidente siempre se mostró contraria a su implementación bajo el argumento de que se trataba de una medida “asistencialista” y que, a esos fines, eran mejor los planes Jefes y Jefas de Hogar que manejaba su cuñada, Alicia Kirchner.

Sin embargo, el 9 de Septiembre de 2009 todo aquello iba a cambiar. Ese día apareció en la portada de La Nación un artículo que se basaba en un reportaje a la Dra. Roxana Kreimer bajo el título “La violencia social y el delito son frutos de la desigualdad”.

El artículo captó la atención del entonces ministro de Justicia y Seguridad, Julio Alak, que ni lerdo ni perezoso citó a Kreimer a su despacho. En ese encuentro, la filósofa le soltó la definición sobre la que basa la edificación de toda su teoría, volcada en el libro “Violencia Social y Desigualdad”. Kreimer le dijo a Alak que “no es la pobreza, la falta de educación o el desempleo lo que determina el mayor o menor grado de inseguridad en los países, sino la desigualdad social. Las sociedades de consumo proponen, en lo formal, las mismas metas para todos, pero, en la práctica, solo algunos las pueden alcanzar. La frustración, la violencia y el delito son los frutos de esa desigualdad.”

Alak confesó que la Presidente era muy afín a “este tipo de miradas” y que él estaba trabajando en un plan de seguridad “que no podía llevar a cabo” por razones políticas”, pero que su idea le parecía muy acertada y muy buena para encarar una temática tan controvertida.

Más allá de cómo continuó la historia -la AUH fue sancionada un mes después en octubre de 2009 por el decreto 1602/09- surgen varias conclusiones de esta historia que podrán parecer simples pero que tienen interesantes costados cómo para descubrir el proceso decisorio de la Argentina.

En primer lugar, salta a la vista que el Gobierno no tenía (ni tiene) ningún plan conexo prácticamente respecto de ninguna cuestión. Todos son arrestos individuales, movidos por la moda, las encuestas o “lo que dice la gente”. El propio Alak decía en esa reunión con Kreimer que él tenía una idea respecto de la seguridad pero que no la podía implementar por motivos políticos.

En segundo lugar, llama la atención cómo una iniciativa importante del Gobierno (para algunos la más importante que tomó la Sra. de Kirchner) fue finalmente gatillada por un artículo de un diario. Es decir, no respondió a una estrategia pensada dentro de un marco interconectado de ideas y tácticas para encarar y resolver un problema, sino que fue un espasmo eventual, que podría no haber sucedido nunca si La Nación no entrevistaba a Kreimer.

En tercer lugar, da cuenta de cómo el país suele encandilarse con personas y corrientes con una facilidad pasmosa, con la misma facilidad que tiempo después las deja de lado. También es curioso ver cómo la sociedad (o cierta clase dirigente) tiene la alegre discrecionalidad de colgarle el mote de “eminencia” a ciertos personajes que luego llevan esa cucarda por efecto de la repetición impensada del adjetivo, que queda adicionado a sus personas como las palabras que aprenden los loros quedan pegadas a su memoria irracional. El alto impacto que acusó Kreimer en Alak se encuadra dentro de este misterio.

No sabemos de dónde obtuvo la Dra. Kreimer su prestigio, pero si debiéramos inferir su versación de la frase que pronunció como si fuera una sentencia frente al ministro, la conclusión no sería muy halagüeña. En efecto, Kreimer dijo aquella mañana que “el grado de inseguridad de los países no depende de la (…) educación, sino de la desigualdad social (…) la sociedad de consumo propone, en lo formal, las mismas metas para todos, pero, en la práctica, solo algunos las pueden alcanzar” generándose de ese modo el caldo de frustración que genera en violencia y delito.

No sabemos de dónde ha sacado esto la Dra. Kreimer, pero sí sabemos que ha leído una historia, una filosofía del Derecho y una sociología económica o muy errada o muy sesgada.

Es una mentira total que “las sociedades de consumo” -si lo quieren más claro, que la “democracia liberal”, o, más claro aún, que el “capitalismo”- propongan “las mismas metas para todos”. Ese concepto, que es el embrión de toda la idea que Kreimer desarrolla después, es completamente errado. La democracia liberal o el capitalismo lo que proponen es la misma “caja de herramientas” para todos y el mismo “manual de instrucciones”. Esto es, los mismos derechos y la misma ley, igual, única y general para todos. A partir de allí lo que cada uno de nosotros haga con la “caja de herramientas” (el uso libre y combinado de los derechos de que disponemos) dentro del marco de legalidad general, será una cuestión nuestra y también una manera de diferenciarnos en la vida, de acuerdo a nuestras personalidades, a nuestros gustos, a nuestras preferencias y prioridades. Es una completa falacia decir que el sistema capitalista promete las mismas metas para todos y que cuando esas metas, en la práctica, no se cumplen de manera pareja para todos la gente se frustra y empieza a robar y a matar a congéneres por la calle. Eso es un disparate.

Los seres humanos no son robots que tengan objetivos por duplicado, copiados con carbónico, porque si eso fuera así, el sistema capitalista sería acusado justificadamente de no reconocer la variedad de las personalidades y de las preferencias humanas y de pretender estandarizar las metas de todos.

La democracia liberal es un sistema multicolor que permite la libre elección de un plan de vida. Qué brinda un “manual de instrucciones” (el orden jurídico) general e igualitario para todos y una “caja de herramientas” (los derechos y garantías de la Constitución) para que cada uno podamos darle forma a nuestra vida (y a nuestras “metas”) dentro del marco de prioridades personales de cada uno. La democracia liberal está muy lejos de ser un sistema que estandarice las metas de todos. La riqueza y vivacidad de su sistema de vida radica justamente en esa diversidad.

Pero para que el “manual de instrucciones” sea entendido y la “caja de herramientas” sea útil, se debe educar a la sociedad. Educarla en los valores de la libertad y de la honradez de modo que las diferencias de “metas” sean tomadas como la consecuencia de un sistema de elecciones, libre, individual, por el que cada uno se ha inclinado en la vida siguiendo sus gustos y preferencias y no como el resultado de la maldad intrínseca de un sistema que me ha llevado al fracaso.

Si el sistema educativo trasmite esa concepción envidiosa del mundo, entonces será ése, y no el sistema capitalista, el embrión del mal. En efecto si los chicos desde muy chicos no reciben el mensaje de que viven en una sociedad que les permite elegir lo que quieren ser y cómo quieren serlo, usando un sistema de derechos y garantías dentro de un orden legal justo, sino que, al contrario, son educados bajo la idea de que viven en una sociedad injusta por definición que debería entregar el mismo “output” para todos y que, como no lo entrega es discriminatoria en favor de unos y en perjuicio de otros, obviamente se está creando un germen de resentimiento que muy posiblemente genere violencia y eventualmente delito (también teniendo en cuanta las diferentes personalidades de los seres humanos y la diferente manera que tenemos todos de absorber aquellos mensajes de cizaña)

Pero, de nuevo, lo grave aquí es que una intelectual de aparente renombre elabore teorías alambicadas que parten de una premisa completamente errónea y que el Gobierno le dé predicamento sin analizar lo que se está diciendo. Para la Dra. Kreimer -y evidentemente para Alak y la Sra. de Kirchner- la no violencia en comprable por plata y el delito no existiría si “las metas” de todos estuvieran igualadas. Esa sí que es una banalización del problema y una visión “consumista” de la vida.

No hay dudas que el mejor camino para prevenir el delito, la violencia y otras tantas calamidades humanas es la educación y no la plata, o, si quieren, “la plata” pero  invertida en educación buena (esto es, de nada vale tirar millonadas de dólares -como de hecho ocurre en la Argentina que dedica el 6,5% del PBI al presupuesto educativo- si las premisas trasmitidas son aquellas basadas en la envidia y el resentimiento).

Los chicos desde chicos deben ser educados en el espíritu sano, libre, igualitario y diferente de la Constitución para que aprendan que cada uno es dueño de su destino. Que la ley es pareja, que las metas personales son diferentes, que los derechos son iguales y que la Justicia es imparcial. Por supuesto que todo eso (los derechos iguales, la ley única, la justicia imparcial) debe ser cierto en los hechos, pero no es  diciéndoles a  los chicos que  la democracia liberal  “asegura”  las mismas  metas  para  todos y que eso es una falacia -como dice la Dra. Kreimer- , porque eso es definitivamente mentira. Al contrario, la democracia liberal quiere que todos tengamos metas distintas y que eso haga que la vida tenga sentido para cada uno, como seres únicos e irrepetibles que somos.

Una oportunidad única para funcionar como una república

El caso del vicepresidente Boudou sea probablemente el primero en donde el país puede dar una prueba del funcionamiento de las instituciones constitucionales mientras un integrante del gobierno está ejerciendo sus funciones y no luego de que se haya retirado del poder.

En efecto, la Argentina ha heredado esa pésima costumbre colonial del Juicio de Residencia que, a lo sumo, sometía a la investigación al funcionario en el llano, ya fuera de su cargo.

Más allá de que esa tradición contraría toda la lógica constitucional basada en el control y balance recíproco de los poderes, hace perder toda la gracia del funcionamiento republicano. El Poder Judicial existe precisamente para verificar que los otros dos poderes actúan bajo las órbitas organizadas por la Constitución y no superen los límites que ella establece.

Si ese mecanismo está diseñado así, para el orden lógico de la organización estatal, cuánto más deberá aplicarse cuando lo que hay de por medio es la sospecha de la comisión de un delito.

Muchos sectores de la oposición han salido a pedir la renuncia o el pedido de licencia del vicepresidente. Elisa Carrió y el PRO prefieren que permanezca en el cargo y que eventualmente sea destituido por juicio político. Es probable que el PRO asuma esa postura porque el jefe de Gobierno también fue procesado en el caso de las escuchas. Si bien su situación fue, desde el principio, mucho más bizarra y, desde el juez que le dictó el procesamiento (Oyarbide) hasta lo que se sustanció en esa causa, siempre se sospechó algún amañamiento de la misma, lo cierto es que Macri tuvo un auto de procesamiento en su contra que luego fue anulado por el juez Casanello, resolución que está ahora en apelación. El jefe de Gobierno siguió en su puesto a pesar de todo.

Pero lo cierto es que el país debería tener la oportunidad de ver funcionar el mecanismo constitucional en orden y en paz. Esas previsiones de los padres fundadores fueron tomadas para mantener el funcionamiento normal de las instituciones no para entorpecerlo o para crear una zozobra social.

Quien mejor reaccionó dentro del oficialismo fue la diputada Juliana Di Tullio que declaró que “ahora Boudou podrá defenderse”. En efecto, el acto procesal de la declaración indagatoria es una oportunidad para que el sospechoso declare lo que sabe y avance en su propia defensa. Puede mentir incluso o negarse a responder. Ese es su momento en el proceso.

Por otro lado, es cierto que cuando un juez cita a esa declaración, es porque ha reunido elementos suficientes que lo llevan al convencimiento de que el citado cometió el delito que se investiga. Es más,  los casos en la justicia penal en que, luego de la indagatoria, el juez dicta el sobreseimiento o la falta de mérito son realmente excepcionales.

Pero lo mejor es dejar fluir el funcionamiento normal de las instituciones para que las formas republicanas se consoliden en el país. Los argumentos de confabulaciones destituyentes por parte de monopolios mediáticos son completamente delirantes. Solo habría que ver los elementos que el juez Lijo menciona en su escrito para advertir la hondura de la sospecha.

Es probable que el gobierno y la presidente se abroquelen en defensa de Boudou. Está bien; es normal.

Eso no solo no debería extrañar sino que debería tomarse como una reacción natural de un gobierno que se ha acostumbrado a no rendir cuentas y a no tener noción de los límites; a creerse dueño y señor de hasta el último detalle de la vida argentina.

Es más, un gobierno amoldado a las formas republicanas y a los límites establecidos por la Constitución no debería tambalear porque su vicepresidente deba responder ante la justicia. Si el funcionario usufructuó su cargo para beneficiarse personalmente, el gobierno no debería hacerse cargo de ello, más allá de la responsabilidad política que, en este caso, llevaría la presidente por haberlo elegido en soledad y no como el producto de un consenso. Pero la continuidad institucional del gobierno no debería resultar mellada.

El problema aquí es que nadie puede dar seguridades de que Boudou haya actuado solo y por su cuenta.

Y más allá de esa incertidumbre, muchos tienen la fundada sospecha de que el entonces ministro de Economía fue solo un operador que siguió órdenes.

Por cierto, el aborto de la operación contra el juez de la causa debe recibirse con júbilo. Aunque es preocupante comprobar que el gobierno estaba dispuesto a llevarse puesto al juez a la vista de todos, reconforta el hecho de que esa operación se haya truncado. Dos jueces de la Cámara Federal probablemente más cercana a la Casa Rosada se negaron a apartar a Lijo de la investigación.  Fue la misma Cámara que hace 20 días declaró inconstitucional el tratado con Irán. Se trata de una nueva demostración de que los jueces no firman un contrato a perpetuidad con los gobiernos. Ese mismo padecimiento ya fue verificado por Menem, que también se ilusionó con manejar la justicia y así le fue.

Lijo venía de visitar al Papa Francisco que en una audiencia privada le había dicho que no debía confundir prudencia con cobardía.

La Argentina tiene una oportunidad histórica: funcionar como una democracia desarrollada, al menos en su faz política. Dejar que los mecanismos de la Constitución -que son sabios y pacíficos- vayan fluyendo hasta encontrar un cauce que ponga las cosas en orden y las responsabilidades en cabeza de los que verdaderamente deben cargarlas.

La celebración de un fracaso

En el pasado día miércoles y con ánimo festivo, la presidente anunció el aumento de la Asignación Universal por Hijo a $644, un 40% respecto de la percepción anterior de $ 460.

Se trata de la admisión pública de un fracaso económico estridente. En primer lugar, la asignación debería ser por definición un programa  de emergencia asistencial  muy reducido, casi periférico, para una franja muy excepcional de la población. Contrariamente a eso, son cada vez más las personas que cobran ese plan y muchas las que casi dependen clientelarmente de él.

Que un país cuyo gobierno se ha estado vanagloriando de haber provocado un nivel de actividad económica que ha producido un crecimiento “chino” de su economía deba seguir asistiendo a millones de personas con una limosna impresentable de $ 650, es la admisión lisa y llana de que lo que ha ocurrido aquí es la venta de una enorme escenografía, una puesta en escena que tiene cada vez menos espacio para seguir convenciendo.

Otro de los reconocimientos tácitos que el anuncio implica es, obviamente, la tasa de inflación. El ajuste admite la pérdida del valor adquisitivo de la moneda local y la enorme devaluación de su capacidad de compra. Es más, considerando el rubro alimentos, la asignación anunciada ayer está por debajo de los movimientos de precios que en ese rubro se han producido desde junio del año pasado hasta ahora y también desde el año 2009, momento en que el plan fuera anunciado por el gobierno, tomándolo del proyecto de los diputados Prat Gay y Carrió.

Del anuncio de la Sra. de Kirchner también se desprende que todos los que reclaman un aumento del mínimo no imponible de ganancias deberían ir despidiéndose de esa aspiración. La presidente fue clara al decir que estos planes se financian con los ingresos de IVA y Ganancias y que cualquier retoque hacia la baja en esos impuestos haría imposible la continuidad del beneficio.

Esa confesión también revela que son los trabajadores con un sueldo en blanco los que pagan esta enorme transferencia de recursos. En efecto, hay más o menos un millón y medio de empleados en relación de dependencia a quienes se les aplica el impuesto a las ganancias para financiar, entre otras cosas,  la asignación universal.

Se trata de una manera cómoda y segura de proveerse los recursos para mantener esta situación clientelar. Resulta obvio que esta no es la manera ideal de vivir, ni el cuadro ideal de una sociedad. Con el flujo de recursos que circularon por el país en estos últimos 10 años deberían haber creado las condiciones económicas como para que el país genere una actividad genuina que emplee gente de modo auténtico en actividades concretas y verdaderas que multipliquen el producto real de modo de no estar hablando hoy de cifras infladas sino de estadísticas tocables y contables.

Es más, lo que la presidente definió como un “aumento del 40%” no es tal porque a esos números debería descontársele la inflación del período, ejercicio que, si se hace, arrojaría, como vimos, un resultado negativo en materia de poder de compra sobre la canasta básica de alimentos. “Aumento” habría sido si la inflación del período hubiera sido del 3%. En ese caso el “aumento” hubiese alcanzado al 37% neto.  Pero lo de ayer fue un nuevo acto de realismo mágico, solo explicable si se admite estar especulando con el bajo nivel de comprensión económica de vastos sectores sociales.

Ese es, también, un cinismo bajo y lastimoso: aprovecharse de que mucha gente no domina estos tecnicismos para hacer aparecer lo que se dice como una mejora manifiesta y encima como una concesión graciosa y bondadosa del Príncipe, ya entra en un terreno en donde el juzgamiento no debería  ser económico sino moral.

Esta presentación de los hechos confirma un estilo y una táctica. Lo que en realidad es la prueba de un fracaso económico, se presenta como un beneficio redistributivo fruto de la convicción revolucionaria de sacarle a los que más tienen para darle a los que menos tienen. Ya vimos cómo, en realidad, se les saca parte de su ingreso a los que tampoco tienen mucho y, también, cómo los que reciben, reciben algo que no es lo ideal, ya que una economía organizada y productiva (que además por obra de la Naturaleza y de las condiciones internacionales y a pesar de las políticas oficiales, generó fortunas en los últimos 1diezaños) lo que debería haber entregado son buenos salarios, producto de la generación de trabajo real.

Quizás lo que nos viene ocurriendo -y que fuera ratificado anoche- es un enorme pacto tácito entre un gobierno que prefiere la demagogia y una sociedad que prefiere los planes. Lo ideal, obviamente, sería un gobierno que prefiriera la inversión y una sociedad que prefiriera el trabajo. Pero por algún sortilegio del destino, parecen haberse combinado en la Argentina dos conveniencias que se retroalimentan y se benefician mutuamente: un gobierno que regala dinero en lugar de generar las condiciones para que haya trabajo, y una sociedad (para ser sinceros una parte de ella) que prefiere la dádiva y el “rebusque” al trabajo formal.

Más de una vez dijimos que el socialismo está doctorado en escasez. Lo común en él es la limosna, la insuficiencia, el racionamiento, la pobreza; la igualdad ante la falta. El kirchnerismo ha puesto en ejecución esas ideas. Hoy el 80% de los jubilados cobra la mínima, una miseria de $ 2700. Cada vez más argentinos cobran la “asignación”, ahora de $ 644. Las cifras dan vergüenza. Son un cachetazo a la grandeza argentina. Pero lo más preocupante es la celebración; el ambiente festivo del que se rodean estos anuncios. Cuando la mera existencia de una “asignación por hijo” debiera ser una afrenta para un país moderno y afluente, aquí es una fiesta que exista y que “aumente”, aun cuando el “aumento” sea otro engaño.

Algo muy profundo anda muy mal en la Argentina para que tomemos como “normal” lo “anormal” y como “bueno” lo “malo”. Se trata de un retorcimiento tan grande del sentido común promedio de la sociedad que si Gramsci viviera no podría creer que el país que primero tradujo su obra en el mundo hubiera llegado tan lejos en su aplicación.

Las PASO y el corazón común

Las elecciones primarias han convocado muy poco interés ciudadano. Casi la mitad de los argentinos no saben qué se vota, ni que se elige, ni para que sirven; llegarán a las urnas con una alegre inconsciencia.

Se trata de la consecuencia de una doble causa: la explosión natural del sistema de partidos que provocó la crisis del 2001 y la profundización adrede que el gobierno ha buscado de esa circunstancia.

Desde que Duhalde suspendió las elecciones internas previas a las elecciones anticipadas del 11 de marzo del 2003, el peronismo decidió trasladarle sus propias guerras a la sociedad. El partido ya no arregla dentro de sus propias fronteras los que le sucede internamente sino que exporta esas batallas por fuera de sus límites obligando a la ciudadanía a inmiscuirse en sus entuertos.

Continuar leyendo