Nombramientos e inundaciones

Cuando el país ardía, María Delfina Rossi se fue de la Argentina junto con su madre para vivir una vida europea. Se crío y estudió en España, donde se recibió de licenciada en economía en Barcelona, se unió al movimiento izquierdista de los indignados y obtuvo un máster en la universidad de Florencia en Italia.

María Delfina Rossi es hija del ministro de Defensa, Agustín Rossi. Ahora, con 26 años, regresó al país y fue designada directora del Banco Nación con un sueldo de $ 70.000 mensuales.

Rossi no tiene ninguna experiencia en el sector privado, no se le conoce trabajo alguno en una empresa, estudio o unidad productiva (cualquiera sea) privada. Llegó a su puesto sin haber ganado ningún concurso público de antecedentes ni de haber participado en ninguna competencia o compulsa de aptitud.

Ella dice que no tiene portación de apellido, sino portación de currículum, aunque muchos otros argentinos con currículums similares o mejores que el de ella no han podido acceder a la función pública o a la judicatura, sí por una cuestión de apellido o porque su familia tuvo alguna vinculación con épocas negras de la Argentina. Continuar leyendo

Razonamientos alarmantes

Muchas veces la selección de los temas que volcamos en estas columnas se hace difícil. Pero a veces los comentarios de la Presidente en cadena nacional producen un asombro tan profundo que realizar un comentario al respecto se hace esencial e ineludible.

Quiero hablar sobre sus expresiones en donde la Presidente, preguntándose “en qué mundo viven algunos”, hizo referencia al aumento de salarios en España para el período 2015-2018 de 1.5%.

La verdad uno no sabe cómo encarar los párrafos que siguen porque no se puede estar completamente seguro de que la mandataria esté hablando en serio.

En efecto, suponer que la Sra. de Kirchner nos pretende hacer creer sinceramente que en España son unos miserables porque en dos años y medio van a dar un aumento del 1.5% y aquí estamos en el paraíso porque se manejan cifras del 25/30%, resulta tan sorprendente que la posibilidad de que se trate de un chiste cargada no es completamente desechable.

De otro modo no se puede entender cómo siquiera se puede llegar a plantear la comparación entre la situación de un país en donde directamente hay deflación con otro en donde la tasa de incremento de los precios rozó en 2014 el 40%.

La Presidente incluso se enojó, diciendo “yo no sé cómo se animan a hablar”, como si quienes pidieran esos aumentos en la Argentina no vieran lo que ocurre en otros lugares del mundo, en donde esos ajustes son infinitesimales. Lo encaró  ácidamente (como es su costumbre) a Hugo Yasky como diciendo “¿de qué te quejás? Fijate lo que se aumenta en otros lugares contra lo que éste gobierno está autorizando en materia de ajustes salariales aquí… Deberías estar agradecido, antes que quejoso”.

Resulta obvio, a esta altura, preguntarse si realmente cree que se pueden comparar pasi pasu los dos casos. ¿La Sra. de Kirchner pensará que cuando los salarios se “aumentan” 30% el trabajador mejora 30% su capacidad adquisitiva porque todas las otras variables de la economía se mantienen estables y lo único que aumentan son los ingresos?

Si realmente toda la economía mantuviera los valores de su variables estables y los salarios vinieran aumentándose progresivamente al ritmo que lo vienen haciendo desde hace por lo menos 6 o 7 años, no cabe duda de que la Argentina habría hallado la fuente misma de la felicidad económica: otorgar incrementos impresionantes en los ingresos (comparados con lo que ocurre, efectivamente, en otros lugares del mundo) y por el otro lado mantener estables sus precios; todos seríamos millonarios.

En ese contexto, tampoco habría muchas explicación para la limitación de los aumentos al 25 o 30% por año: si esas movidas en los salarios son neutras en los precios, podrían darse aumentos del 100 o del 200% para acortar el camino a la riqueza absoluta.

De una manera similar, es muy común que la Presidente (lo ha hecho poco menos que en todos los mensajes inaugurales al Congreso) compare valores de la Argentina del 2003 con los de la actualidad, como si realmente creyera que se trata de términos monetarios constantes. Calculen ustedes que con las unidades monetarias que se necesitaban en 2003 para comprar un auto hoy solo se podría adquirir un teléfono celular. Pero parece que esas comparativas no le llaman la atención a la jefa del estado.

La gravedad de esta cuestión -que muchos hasta podrían pretender desechar porque considerarían inútil perder el tiempo con ella- radica en que la Presidente o está autoengañada o, al contrario, pretende engañar a los demás. No hay más que estas dos posibilidades. Y las dos, por cierto, son muy serias.

Si la Sra. de Kirchner cree realmente que su extraordinaria sabiduría ha encontrado la fórmula mágica de la felicidad,  por la vía de otorgar aumentos de salarios exorbitantes (medidos por lo que es normal en el mundo) a tal punto de sentirse ofendida porque no se lo reconocen vis a vis lo que ocurre en otros países a la vista de todo el mundo, el tema es grave por la enorme ignorancia económica que este pensamiento trasunta. Es casi de no creer. Suponer, efectivamente, que nuestra máxima autoridad está convencida de que todo el mundo nada en la abundancia por los aumentos salariales que su Gobierno ha homologado en los últimos años, sin advertir que todo eso se diluye en una alarmante pérdida del valor adquisitivo de los pesos con los que se pagan esos salarios por efecto de la imparable inflación, es de una gravedad tal que no nos quedaría otra que agarrarnos la cabeza.

Y si, al contrario, la Presidente supiera realmente la verdad pero adopta estas posturas para engañar a incautos que creen que su riqueza real aumenta por tener más billetes en el bolsillo, también estaríamos frente a un drama porque una especulación política tan baja y tan burda no cabría esperarse a esta altura del desarrollo de la democracia y de la información. Nadie podría decirlo y nadie debería creerlo. Si hay espacio para que nada menos la jefa de Estado lo diga, es porque ella cree que aún es posible que alguien lo crea. Y eso hablaría de una ignorancia promedio de la sociedad en materia económica muy preocupante.

No sabemos cuál de los dos engaños es el verdadero, si el autoengaño presidencial o la intención de engañar a la gente. Pero sea cual sea, ya sabemos que vivir en la mentira no es saludable. Sea que las digamos o que las creamos.

Un espectáculo bochornoso

El Día de la Independencia del año 2014 será recordado como una jornada de contrastes. Por un lado, la inmensa alegría producida por el seleccionado argentino que se clasificaba para jugar la final de la Copa del Mundo el domingo próximo en el estadio Maracaná de Rio de Janeiro y, por el otro, el bochornoso espectáculo ofrecido por el vicepresidente Amado Boudou en Tucumán al presidir el acto patrio.

Y decimos día de contrastes porque lo que se vio en Brasil fue una demostración de altura y responsabilidad, de sacrificio y honestidad (la Argentina es el equipo que menos faltas cometió en el certamen) cuando en Tucumán lo que se vio fue un despliegue populista barato, una exposición demagógica insincera, un discurso antiguo y falso y una falta de respeto por el pueblo y por las instituciones que dejaron una imagen francamente impresentable.

Boudou pronunciaba palabras que sonaban hipócritas en sus labios, se refería a los “enemigos del pueblo de adentro y de afuera” recreando un escenario de enfrentamiento y broncas al cual espera aferrarse para sostener su caída.

¿Quiénes son, Boudou, los enemigos interiores? ¡Terminemos con esta historieta de la Argentina víctima, la pobrecita que todos quieren invadir para robarle sus riquezas, porque como es la más rica del mundo, todos los ojos de los buitres se posan sobre ella para esquilmarla!¡Terminemos, por favor, con ese cuento, porque mientras queremos convencer a algunos de que somos los ricos del barrio a quienes todos quieren robar, estamos viviendo en la pobreza, sin índices oficiales que se animen a desmentirlo, sin agua en donde abunda el agua, sin cloacas a menos de 50km. de la Capital y con un único crecimiento comprobado: el de la gente que vive en villas miseria.

Boudou habló del sistema financiero como si él viniera de embarrarse las manos junto al Padre Mugica y se refirió nada más y nada menos que a la “colonia” en el Día de la Independencia.

El vicepresidente debería saber que la Argentina hace 198 no solo declaró la independencia de España. Ese 9 de Julio el país se declaró independiente de una cultura. Se declaró al mismo tiempo “independiente” y “libre”. Estos dos términos no son necesariamente sinónimos. Allí tenemos a Cuba, un país “independiente”, pero claramente esclavo de un sistema que reduce sistemáticamente a la servidumbre a su pueblo. Por el otro lado, un “país” que forma parte del Commonwealth norteamericano como Puerto Rico y que no es, en ese sentido, “independiente”, sin embargo es “libre” porque su pueblo puede progresar, esta protegido por el Derecho y las instituciones están por encima de los caprichos de un conjunto de impresentables.

La Argentina ha completado, en ese sentido, una parábola incomprensible: se declaró hace casi 200 años libre del reglamentarismo, del puerto único, de tener que pedir permiso para todo, del centralismo, de las prohibiciones como regla general, del unitarismo, de la realeza, de la esclavitud comercial, del Estado fiscalista… Quería arrancar una aventura de libertad, de emprendimiento, de soltura, de riesgo y de la excitación que produce el decidir la vida propia. Le costó 37 años más conseguir plasmarlo en un documento -la Constitución- pero finalmente lo logró.

Desde allí pareció despegar hasta hacerse un lugar entre las primeras naciones de la Tierra, casi con un único grito de verdad: “quienes trabajen lícitamente aquí podrán disfrutar de lo que es suyo; nadie se los quitará… Cada uno es el dueño de su destino y todos son responsables de sus vidas y de las consecuencias de sus actos”. Con ese mantra, simple pero infalible, la Argentina asombró al mundo.

Paradójicamente, casi dos siglos después, el país se encuentra preso de la misma cultura de la cual se independizó aquel 9 de julio de 1816. Boudou habló de la “colonia” sin aparentemente percibir que él es uno de los principales protagonistas de la “nueva colonia”, de aquella que coloniza las mentes de la personas, haciéndoles creer que precisan de la tutoría del Estado para vivir, tal como aspiraba España a convencernos mientras mantuvo su dominio.

El país vive hoy bajo la misma mentalidad prohibitiva, reglamentarista, fiscalista, desconfiada del individuo, invasiva de la libertad, restrictora de derechos, plagada de permisos para operar, infectada de una burocracia asfixiante que solo sirve para encumbrar a una casta de parásitos que vive de los esfuerzos del pueblo y que se vale de sus privilegios para, encima, estafarlo.

Por eso este 9 de julio de 2014 quedará en la historia. En la historia de los contrastes; en la historia que demuestra que se puede llegar lejos con seriedad y con respeto y que se puede caer en la más baja de las ignominias cuando las instituciones son burladas y puestas al servicio, no de la gente, sino de un conjunto de privilegiados que, más que ganarse, han usurpado la confianza de sus conciudadanos.