Una fórmula competitiva y coherente

Mauricio Macri finalmente decidió cuál será su compañero de fórmula para las futuras elecciones. Se trata de Gabriela Michetti su elegida de siempre y con quien llegó a la primera jefatura de gobierno de Buenos Aires con el PRO.

Como se sabe, Macri tenía en mente el diseño de unas PASO sin competencia en la ciudad, con Rodriguez Larreta como candidato único del espacio y Michetti como su compañera en la fórmula presidencial.

Pero la senadora se negó a ese esquema y quiso competir por la jefatura porteña. Perdió. Fue un triunfo para la fortaleza de Macri pero muchos intuyeron que se trataba de una primera rispidez dentro del PRO que quizás traería sus consecuencias.

Lo que ocurrió hoy parece demostrar que, en el partido, se aprendió una lección profunda: la gente sigue privilegiando la capacidad de estar juntos en las diferencias y de reivindicar el valor de los acuerdos sustanciales antes que los distingos por pretensiones electorales.

No hay dudas de que Gabriela Michetti es la figura más “externa” del PRO, no porque esté en los márgenes o no pertenezca al riñón más profundo del partido: al contrario nació a la política junto con Mauricio Macri y desde allí construyó un perfil propio.

Muy amiga de Elisa Carrió, Michetti una vez que dejó la vicejefatura del gobierno para ir al Senado, se alejó un poco del círculo íntimo de las decisiones que fueron más bien centradas por el propio Macri, Duran Barba y Marcos Peña.

Es más, el nombre del secretario general del Gobierno de la Ciudad era uno de los que más sonaban para integrar la fórmula presidencial. La concreción de esa idea le hubiera dado una pátina “kirchnerista” al PRO: se habría manifestado como otro partido en donde en la cumbre hay muy pocas personas y finalmente todo el gobierno se reduce a un minúsculo grupo de personas que toma todas las decisiones.

La elección de Michetti es una señal en sentido contrario a esa interpretación. Es más, muchos decían que luego del empecinamiento de la senadora por competir en las PASO de la Capital, se había producido un distanciamiento con Macri. Quizás haya sido cierto o, tal vez, la interpretación exterior de un conjunto de analistas que le aplicaban al PRO las reglas estándar de la política clásica.

Con esta movida Macri demuestra una veta bien opuesta a la Sra. de Kirchner, que jamás hubiera perdonado un desaire de esa naturaleza; la presidente se la hubiese tenido jurada de por vida a quien fuese que se hubiera atrevido a contradecir una orden suya.

Michetti es una llave importante también para un distrito evidentemente débil para el PRO como es la provincia de Buenos Aires. La fórmula Vidal-Salvador, con Fernando Niembro como primer candidato a diputado, necesitará del apuntalamiento de alguien que tiene mucho predicamento en las clases medias y en el electorado independiente.

Si bien es cierto que el PRO no puede contentarse con el discurso “nosotros somos la nueva política” para seducir a esa franja “independiente” de los votantes (como ocurrió en Santa Fe en donde la performance de Del Sel proveniente de la no-política no fue suficiente para un triunfo claro sino que se alcanzó un empate que aun pende de la decisión de los tribunales electorales), es verdad que los acontecimientos de las PASO de la Capital (y quizás también lo de Santa Fe) hayan ayudado para que Macri insistiera con Michetti y ésta aceptara, dejando atrás roces del pasado reciente.

En ese sentido, hay que reconocer que el jefe de Gobierno porteño ha sido bastante coherente con lo que insinuaba desde el primer momento: él siempre quiso que Gabriela fuera su compañera y también interpretaba esa movida como una defensa de lo que hoy se llama “purismo” del PRO: al final de cuentas la senadora había estado con él desde mismo comienzo.  Lo que ocurre es que luego del “desafío” que Michetti le planteó a su jefe forzando una interna con Larreta, ella se forjó esa imagen de “oposición” a Macri dentro del PRO, por el mero hecho de que él endosó públicamente la candidatura de su jefe de Gabinete. Por eso la elección de Michetti es importante como señal al electorado independiente en el sentido de dejar en claro que el jefe del parido no es un sectario, como muchas movidas de la presidente autorizan a sospecharlo de ella.

Michetti tiene una relación muy estrecha con el Papa Francisco. Su confesor en Buenos Aires, el padre Carlos Accaputo, es el alter ego de Bergoglio en Buenos Aires. Eso le permite articular un discurso social no por conveniencia, sino por convicción, que la alejan del cliché simplemente librecambista con el que muchos pretenden, equivocadamente, etiquetar al PRO. De hecho sus comienzos fueron casi junto a Javier Auyero, el hijo de Carlos, el prominente dirigente de la Democracia Cristiana que hasta integró la famosa “Hora del Pueblo” con Perón y Balbín.

Los dilemas de Macri

La interna del PRO en la capital ingresa en su recta definitiva. Horacio Rodriguez Larreta y Gabriela Michetti han quedado oficialmente solos en la contienda, luego de que Christian Ritondo retirara su candidatura: ahora es uno contra otro.

Mauricio Macri decidió hacer explícito su apoyo al jefe de Gabinete. Lo hizo en una nota en Facebook y en la cena de Mirtha Legrand el sábado. Muchos asesores le habían aconsejado al jefe de Gobierno mantenerse formalmente imparcial en la disputa, aun cuando todas las señales que emitiera fueran a favor de Larreta. Pero Macri finalmente desoyó esos consejos y se jugó por quien él considera “la continuidad de una gestión”.

Con esa jugada el ex presidente de Boca pone en la primera línea de fuego su propio nombre en las PASO de abril en la ciudad. Si Larreta ganara, esa movida se interpretaría como un fuerte respaldo del votante del PRO hacia la candidatura a presidente de Macri; si perdiera, probablemente aparecería allí un nubarrón.

Gabriela Michetti es altamente popular en el votante PRO que no es un “PRO ciego”, es decir, en radicales desencantados hace tiempo con su partido y con su inmovilismo inútil, en sectores de clase media que reconocen el fracaso de opciones anteriores de tinte, digamos, socialdemócratas o de centro izquierda. A todos ellos la administración de los últimos ocho años de la ciudad les demostró que se puede ser altamente democrático (en el sentido estigmatizante del término que la centro izquierda siempre utiliza contra la centro derecha) y al mismo tiempo hacer eficiente al Estado local en la prestación de servicios ciudadanos.

Estos votantes “toleran mejor” a Gabriela Michetti que a Horacio Rodriguez Larreta. No se sabe si perciben en el jefe de Gabinete cierta alcurnia por la que siempre han sentido un secreto rechazo o si la senadora, siendo mujer, discapacitada y muy valiente los ha cautivado más.

Macri quería a Gabriela en su fórmula presidencial. Quería evitar unas PASO verdaderas para que Horacio fuera un candidato en solitario. Pero esa especulación no funcionó. En alguna medida la aceptación final del jefe de Gobierno a lo dispuesto por Michetti para sus propias aspiraciones políticas es un dato que habla a su favor: no pretende ejercer un liderazgo “digital”; da su opinión y expone claramente cuál sería su preferencia, pero si no están de acuerdo con él deja que los acontecimientos fluyan sin interferirlos. Se trata de una novedad mayúscula en la Argentina, tan acostumbrada a un caudillo frente a cuya voluntad mueren los pareceres y los deseos de los demás.

Todos los analistas coinciden en que el PRO estaría en condiciones de ganar la Capital en primera vuelta sea cual sea su candidato, Larreta o Michetti, hoy virtualmente empatados en las encuestas. La Ciudad tiene una Constitución que a dispuesto un balotaje verdadero: es decir aquí se precisa el 50% mas uno de los votos para ganar; no rige la mentira nacional impuesta por el peronismo en la reforma del ’94 según la cual se puede ganar con el 45% de los votos con una diferencia de 10 puntos sobre el segundo. Nada de eso. Aquí se precisa una mayoría absoluta verdadera. Y todos los sondeos indican que el PRO la supera con cualquier aspirante.

La imagen positiva de Macri supera el 70% en el distrito y eso quizás se está convirtiendo en un arma de doble filo. Quienes han trabajado profesionalmente para alcanzar esos números están fascinados con el resultado y se olvidan qué pasos se siguieron para lograrlo. Es cierto que el estar al frente de un Estado autónomo como es la ciudad de Buenos Aires le permite al jefe de gobierno exhibir una gestión que los vecinos pueden transformar en imagen positiva. Pero Macri también ha hablado, ha opinado sobre los temas nacionales. Y mucha gente se sintió identificada con ese discurso.

Sin embargo, desde que pelea cabeza a cabeza la elección presidencial en las encuestas y desde que alcanzó estos niveles de popularidad en su distrito, se ha llamado a silencio. Ha bajado notoriamente su nivel de exposición y casi no ha opinado sobre Nisman, sobre los fallos de la Justicia desestimando las denuncias de Pollicita y de Moldes, no se lo ha escuchado sobre la candidatura a juez de la Corte de Roberto Carlés (desde el PRO han dicho que no lo votarán, pero Macri no se ha explayado sobre lo que ese nombre significaría en la Corte… En ese sentido Massa ha sido mucho más explícito). Si bien últimamente ha dicho algo cobre el cepo cambiario, hay mucha gente que espera definiciones más contundentes sobre cómo un eventual gobierno suyo puede hacer que el país regrese al círculo de naciones libres de Occidente.

Si uno mira retrospectivamente (y ni hablar si lo hace de modo comparativo con los países donde prevalece la libertad sobre el reglamentarismo y la regimentación) la Argentina ha olvidado cómo es vivir en libertad. El cuento de la rana hervida lentamente es extraordinariamente gráfico respecto de cómo un sistema gradual de restricciones a los derechos civiles ha hecho que hoy se tomen como naturales situaciones que en países libres serian verdaderamente anómalas o ni siquiera nos vengan a la cabeza soluciones simples si antes pensar en la intervención de alguna autoridad estatal. A tal punto el kirchnerismo nos enfermó de “estatitis”.

En el tema compraventa de divisas, por ejemplo, hay mucha gente que no concibe la idea de individuos libres comprando y vendiendo moneda extranjera libremente, como podrían hacer, por ejemplo, los exportadores y los importadores sin la intervención de autoridad monetaria alguna. Después de todo la riqueza dineraria es la expresión de la producción de bienes y servicios y esa producción la concreta el sector privado, no el Estado. Por lo tanto son los particulares los que deberían establecer el valor de equilibrio de las demás monedas contra el peso en un sistema de flotación libre.

Macri debería dejar atrás el miedo a perder votos y ser más audaz, apostando a los que podría ganar si le entrega a la gente el aroma de un perfume que hace rato no huele: aquel que proviene de la libertad.