La presidente candidata

Seguramente Cristina Fernandez de Kirchner será candidata a diputada por la provincia de Buenos Aires. La Presidente no puede quedar a la intemperie de las amenazas judiciales. Su gobierno está recurriendo a todo tipo de retorcimiento jurídico para forzar un pronunciamiento favorable de la Sala 1 de la Cámara Federal; un pronunciamiento que desestime las denuncias de Nisman, Pollicita y Moldes. Cualquier jurista que se precie de tal deberá armarse de mucho valor para firmar un papel cuyo objetivo sea el archivo de las actuaciones. Lo han tenido otros -como Oyarbide, por ejemplo- en ocasiones y en causas anteriores. Pero Oyarbide es un caso perdido. El juez -si se lo puede llamar así- solo aspira a seguir cobrando su sueldo y a disfrutar del nivel de vida que ese ingreso le permite. Pero ha renunciado hace rato a la honra del puesto y a la dignidad de la magistratura. Continuar leyendo

¿Cómo sería todo sin conspiraciones?

¿Cómo sería la vida de la Presidente si de pronto su mente dejara de estar dominada por la presunción de conspiraciones?, ¿cómo sería su gobierno si no creyera que todo lo que ocurre es el resultado de una conjura, por supuesto maquinada en su contra?

La respuesta es inasible, simplemente porque la situación planteada en la hipótesis es imposible. La Sra de Kirchner, su figura, su pensamiento, sus acciones y sus dichos están todos impregnados de convicciones conspirativas. Cuando no son los empresarios “dueños de la pelota”, son los sindicalistas que engañaban a los trabajadores; cuando no son ninguno de estos son los comerciantes que estafan al pueblo con la inflación, cuando no, son los buitres… Siempre hay alguien detrás de lo que sale mal, siempre están los que explican los motivos de su fracaso. 

El ya largo período presidencial de Cristina Fernández ha sido un extenso listado de excusas y acusaciones. Empezó con ellas y se está yendo con ellas.

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Haciendo los deberes

Hoy a las 11 de la mañana se llevará a cabo una audiencia de presentación de pruebas contra el fiscal José María Campagnoli, en un paso más hacia su destitución por juicio político.

Recordemos que Campagnoli fue suspendido de su cargo y su fiscalía de Saavedra semidesmantelada por haber “investigado de más” en una causa que lo llevó directamente a Lázaro Báez.

Mientras analizaba las conversaciones grabadas de un barra de River con otra persona -que resultó ser el hermano de la actual ministra de seguridad Cecilia Rodriguez-, Campagnoli accedió a pruebas palmarias sobre un caso de lavado de dinero de la empresa Austral Construcciones. Como no podía ser de otra manera, dado su cargo de fiscal, abrió una línea de investigación sobre esos pormenores que, efectivamente, no estaban en la causa original.

Ese es el sacrilegio que le imputan. Según Gils Carbó -la procuradora que más que procuradora del Estado parece ser procuradora del gobierno-, Campagnoli debería haberse abstenido de abrir esa línea de investigación contra Báez porque no era su causa original (la de los barras)

En lugar de mandar a los otros fiscales a imitar a Campagnoli, que honró la excelencia del ministerio público tratando de esclarecer un delito, el gobierno quiere echarlo de su puesto por eso.

El tribunal que lo juzga tiene mayoría kirchnerista de 4 a 3. El fiscal que elevó el dictamen del ministerio público en su contra fue Javier De Luca, el hombre de Justicia Legítima que acaba de enseñarnos que el delito no es delito, sino “conflicto social” y que las penas a los que roban y matan deben ser abolidas porque en realidad esos hechos son la consecuencia de las maldades que la sociedad cometió antes, excluyendo y segregando a parte de la población a la que no le quedó otro camino que volcarse a lo que los burgueses llaman “crimen” y él “conflicto”.

La audiencia que decidió la suspensión y el desmantelamiento de la fiscalía de Saavedra no permitió el ejercicio del derecho de defensa ni la presentación de pruebas a Campagnoli. En un día lo puso fuera de su cargo, le bajó 40% su sueldo y le impidió seguir trabajando. “Estoy a su disposición, Sra. presidente”, había dicho Gils Carbó cuando la Sra. de Kirchner le tomó juramento.

Estas negativas, por cierto, no se tienen ni con el peor de los delincuentes. Si algún juez negara los beneficios de la defensa y de las pruebas al acusado de cualquier delito, terminaría expulsado de su juzgado -como correspondería, por otra parte- al caer en uno de los principales vicios del totalitarismo.

Pero eso, precisamente, es lo que el gobierno ha hecho con Campagnoli, en decisiones tomadas entre gallos y medianoche y sin que ninguna voz haya podido oponerse a ese avance atronador del poder.

Ahora, para la audiencia de hoy, se ha dispuesto un operativo poco menos que secreto. Campagnoli había pedido que el acto fuera abierto, que pudiera ingresar la prensa y los legisladores que quisieran participar y que todos pudieran escuchar los cargos y las pruebas que se presenten, como asi también las que él arrimara para sustentar su posición en el caso. Pero toda esa aspiración no solo fue rechazada sino que se dispuso expresamente que el ingreso sea completamente restringido.

La destitución del fiscal dará un paso más hacia su concreción. El tribunal que lo juzga carece de la más elemental característica que debe tener un juez: la imparcialidad, la equidistancia y la limpieza de los procedimientos.

El caso de Campagnoli es uno de los emblemas de la falta de escrúpulos del gobierno para llevar adelante lo que se propone contra todo y contra todos, a la vista de todo el mundo y sin que le importe en lo más mínimo la forma republicana de gobierno, el respeto a las instituciones y la defensa en juicio.

Cuando Daniel Reposo -el asombroso candidato a procurador que el gobierno presentó al Senado luego de que Boudou consiguiera echar a Esteban Righi- pasara el papelón que pasó en la Comisión de Acuerdos en donde un asistente pelado le soplaba todas las respuestas mientras el senador Sanz se quejaba “che, el pelado le está soplando todo…”, desde estas columnas sospechamos que aquello no podía ser otra cosa que una escenografía plantada: un hombre que nadie podía aprobar, pondría a la oposición frente a la opción de hierro de rechazarlo. Con esa carga sobre sus espaldas, los senadores de la oposición no se animarían a rechazar al siguiente candidato si éste era al menos “presentable”.

Fue lo que ocurrió con Gils Carbó, una verdadra soldado del gobierno. ¿Habría sido aprobada la actual procuradora si hubiera sido candidata de entrada? Nadie lo sabe. Pero lo que sí es seguro es que nadie se animaría a rechazarla después de haber rechazado a otro. Los propios senadores radicales lo admitieron sin disimulo en conversaciones privadas.

Este escenario allanó el camino a Gils Carbó. Lo demás es historia conocida: Justicia Legítima, Campagnoli, e innumerables pruebas de un alineamiento militante desde un lugar que, en una República normal, debería ser garantía de independencia, de investigación y de control.

El ofensor ofendido

Uno se refriega los ojos frente a las declaraciones. Vuelve a leerlas para ver si no leyó mal. Pero no. Todo está bien leído. No hay errores. Lo dicho fue dicho.

“Cuando se habla de una Argentina violenta se quieren reeditar viejos enfrentamientos”, fueron las palabras de la Sra. de Kirchner en la inauguración del mural de Carlos Mugica para referirse al documento de la Iglesia sobre la “enfermedad de la violencia” que padece la Argentina.

“¿Se quieren reeditar?”, ¿quién los quiere reeditar? O mejor dicho, ¿quién los quiso reeditar? O mejor aún ¿quién los reeditó ya?

A la presidente le convendría repasar el fraseo de algunos “cantitos” de La Cámpora, o de algunos de sus ministros, legisladores, funcionarios y allegados oficiosos al gobierno. O incluso el contenido de más un discurso suyo.

¿Quien convocó públicamente por primera vez a odiar, sino Luis D’Elía?, ¿quién sino Juan Carlos Molina habló de “ellos” y “nosotros”, para decir que “para ‘ellos’, ‘nosotros’ somos basura, chorros, negros…”?, ¿quién es el que crea enfrentamientos allí?¿quién trajo a la Argentina ese idioma clasista y racial tan ajeno a nuestra tradición?

¿Quienes son los que hablan de “cipayos”, “gorilas”, “oligarcas”?, ¿quienes son los que, aquí y allá, andan metiendo esos rótulos en la frente de la gente?

¿Quiénes fueron los que empapelaron la ciudad con los nombres, apellidos y las fotos de ciudadanos argentinos bajo el título “Estos son los que te roban el sueldo”? ¿Quién elogió a los barras como la “pasión del fútbol”?

¿Quién revolvió el pasado como quien urga en la materia fecal pensando encontrar allí algo que le convenga a sus intereses?, ¿quiénes parecen justificar la violencia delincuencial vendiéndola como una consecuencia de la tarea “excluyente” que la sociedad burguesa habría hecho deliberadamente con anterioridad?

¿Quién inventó Tecnópolis para oponerse a La Rural?, ¿quién el Encuentro Federal de la Palabra para oponerse a la Feria del Libro?, ¿quién en Centro Cultural Nestor Kirchner para oponerse al Teatro Colón?, ¿quién repiqueteó con un nuevo revisionismo histórico cuyo último objetivo era defenestrar a algunos argentinos?

La presidente en uno de sus inefables tuits dijo que algunos que visitan a Francisco en Roma deberían leerlo más. ¿Lo ha leído ella? ¿Quién se ausentó de todos los Tedeums presididos por Bergoglio en la Catedral de Buenos Aires mientras el hoy Papa era Cardenal de la Argentina?

¿Quién trasmitió la idea del campo como la última basura de la Argentina?, ¿quién estigmatizó a Roca, a Alberdi a Sarmiento y a otros tantos argentinos que fueron importantes para muchos argentinos?, ¿quién la emprendió contra ciudadanos privados para tratar de vincularlos artificialmente con la dictadura militar?, ¿quién creó aquella imagen tremenda de la gente que “secuestró los goles”, como antes secuestraba personas?, ¿quién ha llamado “zánganos” a los opositores?, ¿y quién “papagayos” a los defensores de la seguridad jurídica y del clima de negocios?

Pero lo más inaudito de todo es que estos procedimientos no fueron una consecuencia inadvertida e indeseada de una política sino la aplicación consciente y perseguida de un plan pensado y llevado a cabo de acuerdo a las enseñanzas divisionistas de Laclau.

¿Quién creo “Justicia Legítima” para llevar la grieta también al seno de la Justicia el enfrentamiento de la calle?, ¿quién martilló cuatro años con el latiguillo “Clarín miente” y con la idea de que había que crear un conglomerado de medios partidarios (fondeado con dineros de todos los argentinos) para contrarrestar aquella “influencia”?, ¿quién pronunció, con la cara llena de furia, la frase “vamos por todo”, como si nada debiera quedar en pie de lo que perteneciera a todo aquel que no fuera kirchnerista?, ¿quién ha trasmitido la idea de que todo el mal que sufren algunos argentinos se debe a la “culpa” de los otros argentinos?, ¿quién ha estimulado la bronca de unos contra otros?

El reguero de división, de rencor -en muchos casos de odio directo- que se ha creado en estos años solo puede ser comparado al tiempo de Rosas o a los últimos años del Perón de los 50.

Es tan incontrastable la realidad que ha ocurrido desde el punto de vista de la división social en la Argentina en los últimos años que la pretensión de la presidente de endilgarle también esa culpa a los demás raya con el cinismo. El mismo que cualquier podía advertir en D’Elía pidiendo amor luego de convocar al odio.

Dicen que la presentación de los abogados de Apple en su millonario juicio contra Samsung fue muy sencilla. Parado frente al jurado, el abogado de la “manzanita” dijo: “Seré muy breve: solo voy a limitarme a preguntar cómo era un teléfono Samsung antes del iPhone”

En este caso en que la presidente pretende echar un manto de dudas sobre quién creó el clima de enfrentamiento en la Argentina, también sería muy útil responder la simple pregunta: ¿Como era el clima social de la Argentina, hace 15, 18 o 20 años? ¿Cómo era antes de los Kirchner?

La Argentina antes de los Kirchner tenía muchos inconvenientes. Pero con gran esfuerzo iba dejando que el tiempo opere sobre sus viejas heridas y apostando a que un pasado negro quedara definitivamente atrás. La prédica de las Bonafini de este siglo enterró aquel intento de paz. Ese odio repugnante, visceral, intransigente triunfó. A los codazos se hizo espacio en los huecos elevados del poder y desde allí se enseñoreó en el rencor, en la rabia y en la negativa a cualquier reconciliación. En esas almas solo reside una inconmensurable sed de venganza y una incontenible vocación por no dar el brazo a torcer.

El documento de la Iglesia no es ningún descubrimiento. La violencia de la Argentina actual no es algo opinable: es la triste realidad, un puerto de llegada al imperio de una terminología, de una postura, de una propuesta frente a la vida. El gobierno no quiso tenderle la mano a nadie que no fuera propio. Bajó desde las alturas un lenguaje de intolerancia a la diferencia que es tan evidente como las mentiras económicas. Ningún discurso que convierta en ofendido al ofensor borrará esa realidad que todo argentino imparcial y de sentido común conoce y sufre todos los días, desde hace 11 años.

Hora de combatir el delito con profesionalismo

El principal argumento del gobierno para explicar cuanta cuestión se relacione con el principal drama argentino de hoy -esto es, la inseguridad- implica el reconocimiento del fracaso más absoluto sobre un terreno en donde el mismo gobierno se atribuye todas las victorias.

En efecto, la aproximación oficial al tema de los delitos y de la delincuencia báscula sobre un alto componente clasista que concluye que esa realidad (en el peor de los caos de que fuera tan grave como se dice) es la consecuencia de un proceso de exclusión social que ha dejado a la intemperie de los goces del confort y del desarrollo moderno a millones de personas que, concientes de su indigencia y de su marginalidad, no les queda otro camino en la vida que salir a delinquir, porque la sociedad le corta -poco menos que a propósito- toda vía decente de ascenso social.

Si esta alambicada teoría fuera cierta,  el gobierno estaría reconociendo que, luego de más de una década en el poder, no ha podido incluir a nadie en el sistema social sano y evolutivo y que, al contrario, ha mantenido o empeorado las condiciones de vida de los millones que hoy se debaten en la miseria. El propio razonamiento oficial llevaría como de la mano a caer en una alternativa de hierro: o es falso que la exclusión genera delito o es falso que estos diez años hayan sacado a alguien de la exclusión. Si el proceso económico kirchnerista hubiera sido tan exitoso como sus protagonistas dicen, y también fuera cierto que la causa del crimen es la pobreza, ambas posiciones oficiales no podrían ser verdaderas al mismo tiempo.

El Congreso fue el jueves el marco físico para la reunión del “Encuentro Federal por una Seguridad Democrática y Popular”, y en esa ocasión se volvió sobre la misma cantinela ideológica de la “restauración de derecha” que enarboló Agustín Rossi frente a Luis D’Elía, Milagro Sala, Estela de Carlotto, el padre Molina, Julián Dominguez,  el “Chino” Navarro y Alejandra Gils Carbó.

Desde el propio nombre de este foro se insiste en asociar la cuestión de la seguridad con la democracia y lo “popular” como si el encare riguroso de la cuestión significara poner a quien lo proponga en la vereda antidemocrática o antipopular.

Por lo demás, no se sabe muy bien quién dio la autorización para que este grupo de personas se arrogue la exclusividad de lo “popular” y, por otro lado, es bien sabido que hay muchas posibilidades de que quien más machaque sobre lo “democrático” de sus características probablemente sea todo lo contrario.

La insistencia es asociar el submundo del delito con el pobrerío marginado, tal como lo dejan traslucir quienes defienden una aproximación laxa y zaffaroniana a la problemática (Movimiento Evita, Barrios De Pie, Tupac Amarú, La Cámpora, Unidos y Organizados, etc), una aproximación injusta y demagógica sobre el tema. Dar a entender que los delincuentes son delincuentes por ser pobres es ignorar el costado de las víctimas de los delitos que, en su mayoría, son pobres y, en el lenguaje oficial, “excluidos”. Si bien existe una incidencia de las condiciones sociales en la delincuencia, ese dato no es uniforme, porque hay millones de pobres (la mayoría, por otra parte) que son honrados y que siguen teniendo esperanzas en que el trabajo los saque de su condición.

Son estos los verdaderos estafados del régimen. Esas ilusiones, que una década de despilfarro y derroche han hecho trizas, son una de las primeras víctimas del drama de la inseguridad. El sistema económico que consumió en el altar del corto plazo el que probablemente haya sido el flujo de fondos más impresionante de los últimos cien años en la Argentina es el responsable de no haber cumplido precisamente con lo que declara por otro lado como el origen de la inseguridad.

Si el modelo kirchnerista hubiera elevado la condición social de millones, al menos estaríamos en condiciones de verificar si es cierto que, en ese caso, la seguridad aumenta y la delincuencia cae.

Pero la realidad, por la propia lógica del gobierno y de sus movimientos afines, demuestra que la organización económica de esta década ha sido un fracaso rotundo que arrojó a la marginalidad y a la indigencia a vastas franjas de la población en un proceso de concentración de riqueza pocas veces visto.

La insinuación oficial y de la ideológica usina “intelectual” de Justicia Legítima de que la inseguridad debe encararse desde políticas “sociales” de inclusión y de que mientras se haga ese trabajo no se puede hacer otro es completamente falsa.

Si bien es cierto que una mejora en los términos de desarrollo económico de toda la sociedad incide en los niveles de delito y en los indices de criminalidad, no es cierto que no se pueda hacer nada mientras se trabaja en aquellas profundidades. El encare correcto de la problemática señalaría un camino doble en donde, mientras se dispone de herramientas económicas capaces de dirigir al país al desarrollo, se ataque el problema urgente que termina con la vida de la gente en plena calle.

Lo único que no puede hacerse es practicar  una política económica que dirige al país al atraso y al subdesarrollo y entregarse a la inacción total respecto de una de sus posibles consecuencias: el aumento de la criminalidad.

Y este es precisamente el punto de vista que parece desprenderse del gobierno en todos sus ordenes, con la posible excepción esporádica del secretario Berni: defender un sistema económico retrógado que multiplicó, por ejemplo, por 130% la población en villas miseria y al mismo tiempo decir que contra el delito no se puede hacer nada mientras no se termine con la pobreza. La contradicción de ese razonamiento es evidente: digo que la pobreza es la causa de la delincuencia y pongo en práctica teorías económicas que lo único que hacen es fabricar pobres.

Por respeto a los muertos, a los robados, a los que todos los días viven bajo la amenaza del delito, es hora de dejar de hacer política demagógica con la inseguridad y encarar con sinceridad y profesionalismo el problema. Mientras la ideología ciega, la demagogia corrupta y cínica, la ignorancia y en chanterío estén a cargo de buscar las soluciones, seguiremos en este camino de decadencia que tiene la triste decoración de la muerte, de la violación, del asalto y del robo.

El truco de los perejiles

El viejo truco de emprenderla contra los giles para hacer un poco de ruido que deje conformes a los que reclaman mientras, por el otro lado, se deja vivitos y coleando a los responsables principales de los hechos. Esto es lo que parece haberse operado en el juzgado de Casanello con el procesamiento de Leonardo Fariña y Federico Elaskar.

Resulta obviamente más fácil caerle a estos dos “perejiles” que profundizar una investigación sobre el empresario patagónico de las “cavas” domésticas que quién sabe adónde puede terminar.

Empecemos por recordar que, de la carátula del expediente original, el nombre de Lázaro había sido eliminado por presión de la Procuradora General Gils Carbo, la soldado de la presidente que según sus propias palabras se puso “ su disposición” al asumir su cargo.

La militante de Justicia Legítima movió sus fichas para que en la portada del expediente solo quedaran los nombres del valijero Fariña y del arrepentido de sí mismo Elaskar. Solo la presión de la información pública hizo que el nombre de Báez no pudiera seguir ausente del título de aquel expediente.

De todos modos -dado lo que ahora conocemos- la decisión de sacar al dueño de Austral Construcciones del centro de la investigación ya estaba tomada.

Fariña y Elaskar están procesados por el lavado de casi 60 millones de dólares en una causa que involucró la participación de una cadena de empresas fantasma y que recorrió Panamá, EEUU y Suiza.

El valijero declaró públicamente que él trabajaba para Báez y que ese dinero no le pertenecía a él sino al empresario patagónico. El mediático ex esposo de Karina Jellinek también dio a entender que Báez tampoco era el último eslabón de la cadena en esa generación turbia de fondos.

Es esa escalera ascendente en la averiguación del origen de los fondos la que la Justicia se niega a escalar.

Hay documentación que a esta altura es pública y que ha circulado desde la televisión hasta las manos del fiscal Campagnoli que deja a los procesados de ayer a la altura de unos nenes de pecho cuando se compara su involucramiento con el de otros peces gordos.

Resulta obvio que Fariña y Elaskar han puesto a disposición su “trabajo” (uno su caradurez sin límites y el otro su ingeniaría financiera) para canalizar ciertas operaciones que permitieran sacar dinero al exterior y para volcarlo al circuito legal, pero que no son ni los cerebros ni los generadores de los hechos que terminan produciendo estas avalanchas de fortunas.

La Justicia debería investigar el origen final de los fondos. Casanello se apoya justamente en esos vericuetos para justificar por el momento el no procesamiento de Báez. Pero si la investigación va a continuar algún día por el sendero del sentido común, no caben dudas de que el hilo debería desenredarse hacia las actividades que generaron esos dineros.

Luego, por su puesto, está la ingeniería que constituye empresas aquí y allá par confundir y hacer dificl la trazabilidad de la ruta. Pero el núcleo central de la investigación debería consistir en averiguar qué produjo esas fortunas.

Y es allí donde la investigación a Lazaro Báez puede volverse vidriosa. El empresario patagónico, que era oficial de cuentas del Banco de Santa Cruz, tenía una amistad muy cercana con los Kirchner, fundamentalmente con Néstor. Fue el ex presidente el que lo sacó del Banco para aprovechar todo el conocimiento que Báez tenía de la gente con deudas en Santa Cruz.  Con esa base de datos Kirchner se constituyó en un financista paralelo al sistema financiero oficial de la provincia. Hasta aquellos días se remonta su amistad.

Cuando Kirchner llega al gobierno, Báez se transforma milagrosamente en un empresario de la construcción con una capacidad admirable para ganar licitaciones.

Si bien Casanello fundamentó su decisión respecto de Elaskar y Fariña en el hecho de que se trata de operaciones realizadas en el mercado local y que, respecto de Báez, aún está esperando información internacional, lo cierto es que unas operaciones (las de expatriación de capitales en la que está acusado Báez) no podrían ser posibles sin las otras.

La señal dada ayer por la Justicia ayer parece dar validez a la versión más farándulezca de los episodios sin vocación por profundizar los costados más oscuros del caso.

Cuando los nombres de Fariña y Elaskar saltaron al dominio público, el gobierno hizo un esfuerzo muy notorio para llevar el caso a los programas mediáticos de chimentos, aprovechando la aparición de algunos personajes que tenían que ver con el mundo del espectáculo como la mujer de Fariña, Karina Jellinek, o Ileana Calabró, la esposa de Fabián Rossi, uno de los involucrados en los trámites de constitución de empresas en el exterior que llevaba adelante “la Rosadita” de Elaskar.

Pero la Justicia no debería “comerse ese amague” y, al contrario, debería tratar de profundizar la línea de investigación que intente descubrir dónde se originaba el dinero que Báez confiaba a Fariña y Elaskar para que lleven de un lado a otros en una maraña financiera-legal que, sobre todo Elaskar, daba muestras de manejar con maestría.