Un nuevo comienzo

Finalmente Mauricio Macri es el presidente electo de la Argentina. Un hecho simplemente inconcebible sólo unos meses atrás se ha transformado en realidad. Una noche de doce años de oprobio y despotismo ha terminado. Lo que queda por delante es una tarea ciclópea. La columna vertebral del país ha sido destruida: se dividió a la sociedad, se fundieron sus reservas, se quebró el aparato de producción agrícola probablemente más eficiente del mundo y se unió a la Argentina a los carros de los peores autoritarismos del planeta.

La magnanimidad será la palabra de la hora. De todos. De Macri, extendiendo la mano hacia quienes no lo votaron. De los que perdieron, aceptando el cambio de época. De la sociedad civil que deberá ser paciente y comprensiva. De los sindicatos, que deberán colaborar para mantener la paz social. De los empresarios, que deberán ser más emprendedores que dueños de empresas y de los trabajadores, que deberán confiar en un futuro mejor para sus familias.

Pero todo lo duro que pueda ser ese horizonte cercano no se compara con la degradación que el país soportó en estos años, con el robo, la prepotencia, el atropello, la ambición enferma por el poder, con la degradación republicana, con la burla a las instituciones y a la Constitución. Continuar leyendo

El inverosímil cambio de Daniel Scioli

No caben dudas de que Daniel Scioli ha operado un cambio sustancial dentro de su propia persona. Hasta su rictus aparece forzado, como emitiendo espasmos de sonrisas programadas que, en más de una ocasión, saltan al protagonismo en un momento inadecuado, como ligeramente desfasadas, para luego dar lugar al regreso de otras muecas de nerviosismo igualmente impostadas.

Debe ser que ni él cree lo que ha comenzado a decir. Dicen que cuando uno dice cosas en las que no cree, la química del organismo emite sustancias que transforman las expresiones de la cara. Pues algo parecido le debe estar sucediendo al gobernador, porque las imágenes que entrega su presencia son completamente inéditas. Son tan inéditas como el contenido de sus declaraciones, aun cuando esos mismos dichos sirvan para aclarar un poco más los tiempos que vienen.

Scioli se crió en una familia de comerciantes. Su padre, José, que empezó bien de abajo, se transformó en un gran empresario del retail, con muchas sucursales de su famosa casa de artículos para el hogar. Fue, junto con Héctor Pérez Pícaro, lo que hoy son Garbarino y Frávega.

Esa crianza le enseñó cuántos pares son tres botas. En otras palabras, quién es el que crea la riqueza de un país, de quién depende la creatividad y, fundamentalmente, quién es el principal generador de trabajo en una sociedad. Continuar leyendo

Era lógico

El fin del kirchnerismo es una especie de gran ironía. El Gobierno más espiador de la historia del país se despide del poder con un enorme desaguisado de espionaje en donde más de cien argentinos con nombre, apellido, número de documento y tarea a la que se dedican han sido identificados como objetivos de escuchas y persecuciones por parte de agencias del Gobierno, de las cuales se han ubicados dos edificios físicos concretos desde los que partirían las “ondas” vigilantes.

Y el tema es una gran ironía, porque, en efecto, el kirchnerismo ha tenido con la mentalidad policial y militar un regodeo familiar y hasta sádico que consistió en cebarse con la obsesión de saber qué hacen y qué piensan (o en “qué andan”) los argentinos que, de alguna manera, ellos han determinado como importantes.

Incluso resulta una frutilla del postre que el Gobierno haya generado una división militar de inteligencia con equipos sofisticados con los que había provisto al general caído en desgracia César Milani.

Este último episodio es casi una paparruchada de principio al fin. El Sr. Oscar Parrilli, a cargo ahora de la nueva Agencia Federal de Inteligencia, ha dicho que la noticia es una mentira, porque “ellos” no escuchan teléfonos, ni vigilan a los argentinos… Quien hacía eso, dijo Parrilli, era Jaime Stiuso, como si semejante revelación eximiera al Gobierno de las duras acusaciones y conceptos que durante estos doce años se han vertido sobre la materia. Continuar leyendo

Frente a campañas incomprensibles

Vincent Price se hizo famoso por una risita macabra con la que decoraba algunas películas de suspenso y terror. Se trataba de una mezcla de goce y perversión que el actor transformó en su marca registrada.

Algo parecido debe estar ensayando Daniel Scioli al ver el espectáculo que ofrecen Mauricio Macri y Sergio Massa desgarrándose votos que sólo serían útiles para ganarle a él.

El ex intendente de Tigre acaba de desafiar al candidato de Cambiemos a un debate cara a cara por el segundo puesto, mientras que el líder del PRO ha pedido a la ciudadanía no despilfarrar su voto y concentrarlo en su propuesta para asegurarse un lugar en la segunda vuelta.

Si Scioli gana en estas condiciones, sería un caso de estudio en donde un candidato se impondría casi con nada, debiéndoles casi todo su triunfo a sus contrincantes.

En efecto, Scioli carece de una propuesta atrayente. Su discurso es una ensalada de kirchnerismo culposo y contradictorio. En el mejor de los casos, sus fórmulas parecen bien lejanas de lo que el país necesita en este momento del mundo.

El gobernador aún cree que su fórmula mágica de amor y paz todo lo puede. Pero hoy en día hay ciertos rigores técnicos de los que no se puede escapar y en los que él y su equipo no parecen querer meterse. Continuar leyendo

Argentina debatió

Finalmente Argentina tuvo un debate presidencial. Cinco de los seis candidatos a la Presidencia se presentaron en la Facultad de Derecho y completaron la primera experiencia del país en esta materia.

Sin embargo, la ausencia de Daniel Scioli, además de injustificada, privó al encuentro de las características de un verdadero debate.

En efecto, todos quienes estaban allí tenían posturas contrarias al rumbo que el país tiene bajo el kirchnerismo y la real gracia de la cuestión hubiera consistido en enfrentar, justamente, las posiciones de defensa y ataque al modelo actual.

El gobernador de Buenos Aires dio una malísima señal al ausentarse. Se sabe que su presencia no fue “autorizada” por la plana mayor del Gobierno, esto es, por la señora de Kirchner. Obedeciendo esas órdenes Scioli reafirma las dudas que pesan sobre su real capacidad de mando y sobre su verdadero nivel de autonomía. Aunque al no ir al debate haya evitado que le hicieran preguntas como esa, no pudo impedir que su atril vacío fuera una especie de confirmación de las sospechas.

El experimento debe mejorarse, no caben dudas de eso. Los candidatos aparecían como recitando su “cuentito” en los dos minutos que tenían y, al estar vedadas las repreguntas, no se podían profundizar las posiciones. Continuar leyendo

La recta final

El país entra en el mes final antes de las elecciones de primera vuelta con la duda, justamente, si el presidente podrá ser decidido en una sola ronda electoral o si se necesitará de un ballotage para terminar de conocer el resultado.

Todas las mediciones apuntan a un escenario muy ajustado en donde Daniel Scioli puede ganar por apenas unas décimas o ir a una segunda vuelta también por unas décimas.

No es, desde ya, el escenario ideal. Con el antecedente tucumano aún fresco en la memoria de todos, cualquier número ajustado traerá aparejados reclamos, sospechas, peticiones e incertidumbre.

Muchos de los que aspiran a un cambio en el país le achacan a Mauricio Macri su falta de visión para presidir una gran coalición que desalojara, sin duda alguna, al kirchnerismo del poder. Esa posibilidad estaba en el tablero de opciones si el PRO hubiera alcanzado un acuerdo con el Frente Renovador.

A partir de sus diferencias, el Gobierno encontró una rendija por donde colar e incentivar la división del voto opositor, haciendo que esa intención de cambio se divida entre Macri y Massa neutralizando al mismo tiempo a los dos.

Si la táctica da resultado, habrá muchos que considerarán que se perdió una enorme oportunidad para derrotar al populismo autoritario.

La cuestión es si Sciole gana. Porque allí se abre un escenario de pujas que incluso se han insinuado con bastante claridad aun antes de las elecciones, en estas semanas que estamos transcurriendo.

El último ejemplo de lo que podría ser un eventual gobierno de Scioli lo tuvimos estos días cuando prácticamente al unísono, el gobernador de Buenos Aires anunciaba que durante su gestión habría inversiones por 30 mil millones de dólares y la CNV emitía una resolución por la que, manu militari, se le hacía perder a los ahorristas argentinos miles de millones de dólares por la simple vía de obligarlos a valorizar los bonos en dólares que pudieran tener en sus carteras, no al tipo de cambio del “dólar bolsa” sino al tipo de cambio oficial: en un solo segundo se habían esfumado de los bolsillos más de 4 mil millones de dólares.

¿Qué inversionista extranjero podría sumarse a los 30 mil millones que pretende Scioli con un antecedente como este? Además la sola mención aspiracional de atraer esos flujos al país conlleva el sobreentendido de un arreglo con los holdouts, y es justamente eso, lo que Cristina mandó a torpedear en el acto.

Imaginen ustedes la misma escena pero con el gobierno de Scioli ya echado a rodar. Será muy difícil para el país convivir con una lucha interior de semejante magnitud, entre un presidente que va a querer ejercer los atributos de su poder y un partido (el propio) que va a hacerle la vida imposible desde el Congreso y dese las declaraciones partidarias.

El país debe edificar canales de control lo suficientemente eficientes para evitar que autoridades que hayan sido elegidas por el voto popular se transformen en una amenaza para la libertad y que la ley sea utilizada para amparar esos comportamientos en lugar de estar dirigida, en primer término, a proteger los derechos civiles, las libertades individuales y las garantías de la Constitución.

No hay dudas de que la ambición política o un excesivo personalismo han sido también las causas de que parte de ese edificio jurídico no hay podido empezar a construirse ya. Una oposición unida en la defensa de los valores y de la filosofía de la Constitución y comprometida en regresar a las fuentes institucionales de la Argentina era lo que  se precisaba para consolidar un sistema que cerrara las puertas a la demagogia, al clientelismo y a la solidificación de una sociedad paupérrima y zombificada que no aspire a otra cosa más que a recibir “su ración” estatal diaria.

En el tiempo que queda solo puede aspirarse a que una mayoría decisiva de argentinos haya recapacitado sobre el tipo de vida a la que nos estamos acostumbrando y a que una repentina rebelión contra ese status nos dirija a un resultado que pueda cambiar el rumbo que traemos.

Si eso no ocurre, el futuro de la Argentina no será brillante, será gris. Y la gracia de vivir, de inventar, de crear, de ser originales, innovadores y diferentes habrá perdido una oportunidad quizás definitiva para hacer de esta tierra lo que alguna vez soñaron quienes nos fundaron y quienes, como nuestros abuelos, vinieron aquí con la esperanza de dejar atrás la pobreza, el yugo y la dominación de unos personajes que se creían los dueños de sus vidas.

Lo que Tucumán debería enseñarle a la oposición

Mauricio Macri dijo directamente que en Tucumán no había habido elecciones, dando a entender, seguramente, su intención de que la jornada electoral se repita por completo.

Quizás sea esa una exageración pero está claro que algo muy grave pasó en el feudo gobernado por los Alperovich y que alguna determinación firme deberá esperarse de la Justicia Electoral.

Ayer por la noche el escenario del domingo se agravó, cuando miles de tucumanos se dirigieron a la plaza que está frente a la Casa de Gobierno y se manifestaron fuertemente en contra del fraude y del sistema feudal que los gobierna desde hace años.

No era gente adinerada; casi diría que ni siquiera eran de clase media. Era gente humilde que pedía que terminara el sistema de compra de voluntades y de clientelismo político. Pedían trabajo y no extorsiones con bolsas de comida. Continuar leyendo

La “cristinización” de Scioli, una carta peligrosa

Daniel Scioli decidió ponerse un traje de antipatía para enfrentar las consecuencias de las inundaciones en la provincia de Buenos Aires. Quizás sea un primer ensayo sobre el curso de modales kirchneristas que, aparentemente, ha decidido tomar.

Durante meses -si no años- trató de convencer a media ciudadanía de que, pese a ser “un hombre del proyecto”, él era distinto, dialoguista, educado, de buenas maneras.

Pero el desastre que es su provincia puesto de manifiesto por la inclemente naturaleza, sumada a la falta de controles y a una administración ineficiente, parece haber sacado de su centro al gobernador, que no tuvo mejor idea que salir al cruce de Mauricio Macri, del peor modo.

Durante mucho tiempo vendió la imagen de la amistad y de la relación de respeto que lo unía al hoy candidato de Cambiemos. Pero bastó que este comentara los trabajos de ingeniería hidráulica que harían falta en la provincia de Buenos Aires y que no se han hecho en todos estos años, para que el gobernador saliera con los tapones de punta.

A su juicio también estaría mal que los candidatos de la oposición hayan hecho comentarios sobre las inundaciones: según Scioli, esos son aprovechamientos políticos de las desgracias. Continuar leyendo

Nombramientos e inundaciones

Cuando el país ardía, María Delfina Rossi se fue de la Argentina junto con su madre para vivir una vida europea. Se crío y estudió en España, donde se recibió de licenciada en economía en Barcelona, se unió al movimiento izquierdista de los indignados y obtuvo un máster en la universidad de Florencia en Italia.

María Delfina Rossi es hija del ministro de Defensa, Agustín Rossi. Ahora, con 26 años, regresó al país y fue designada directora del Banco Nación con un sueldo de $ 70.000 mensuales.

Rossi no tiene ninguna experiencia en el sector privado, no se le conoce trabajo alguno en una empresa, estudio o unidad productiva (cualquiera sea) privada. Llegó a su puesto sin haber ganado ningún concurso público de antecedentes ni de haber participado en ninguna competencia o compulsa de aptitud.

Ella dice que no tiene portación de apellido, sino portación de currículum, aunque muchos otros argentinos con currículums similares o mejores que el de ella no han podido acceder a la función pública o a la judicatura, sí por una cuestión de apellido o porque su familia tuvo alguna vinculación con épocas negras de la Argentina. Continuar leyendo

El dilema de Scioli

El FpV tendrá, tarde o temprano, un problema serio si llega a ganar las elecciones: su modelo social, económico y -si se le puede llamar así- hasta “filosófico” es incompatible con la naturaleza humana de su candidato.

En efecto, este modelo no funciona sin matonismo, sin meter medio, sin el ejercicio de la fuerza, sin amenazar, sin escrachar, sin atropellar… Y Daniel Scioli, simple y sencillamente, no es así. Podrá ser más o menos apto, más o menos inteligente o hábil; más o menos formado o más o menos aggiornado, pero no es un matón, no es un metedor serial de miedo, no privilegia el uso de la fuerza, no tiene vocación de escrachar y no ha andado por la vida atropellando maleducadamente a quien piensa diferente… En suma: Scioli no es kirchenrista.

Es posible que Scioli sí sea maquiavélico en el sentido de preferir privilegiar el fin “ser presidente” a los medios “parecer kirchnerista”; y también es posible que el maquiavelismo kirchnerista haya creído que era preferible el fin “conservar el poder con el caudal electoral de Scioli” que los medios “hacer que Scioli sea su candidato”.

Pero sean como sean los antecedentes de este matrimonio, se parecen mucho a los “juntaderos” frentistas o aliancistas que muchas veces se le critican a la oposición. En efecto, no es raro que cualquier intento de unión por parte de fuerzas opositoras que hasta un momento determinado habían actuado separadamente, sea tildado de “bolsa de gatos” unida con engrudo al solo efecto de llegar al poder.

Ese solo argumento con más el malogrado antecedente de la Alianza le ha servido al peronismo para enchastrar cualquier asociación de fuerzas que no piensan como él.

La sociedad, a su vez, se ha creído el verso de que el peronismo puede metamorfosearse sin consecuencias en cuanto monstruo pueda pensarse sin que eso se traslade a un aquelarre en el poder y en el país.

Para los que creen eso no habría más que recomendarle una lectura de la historia de los años 70, en donde las trifulcas entre peronistas terminaron a los tiros por la calle, con gente colgada de los árboles y con un baño de sangre cuyas consecuencias se hacen sentir hasta ahora.

Si Scioli gana las elecciones esta tensión será ineludible. Tuvimos un adelanto sordo el otro día cuando el gobernador debió pedir permiso a la Casa Rosada para hacer una reunión con el peronismo “ortodoxo”. La tensión entre el marxismo matón y el peronismo componedor y campechano de Scioli serán invivibles.

El tiempo de las elecciones y de la campaña habrá pasado y por delante solo quedará gobernar. Gobernar con un conjunto de creencias que vienen de la crianza, de las costumbres y de las más ancestrales tradiciones y que son completamente incompatibles entre sí. Allí también habrá una “bolsa de gatos”

Es un embuste total y completo el hecho de que las “bolsas de gatos” solo pueden ser protagonizadas por personas o partidos que no se escudan bajo un aparente mismo techo. Debajo del “techo” del peronismo han sucedido batallas incontables, crímenes, traiciones, amenazas, agachadas.

La otra cara de la mentira es que el peronismo puede llevar su sentido del pragmatismo a niveles tales que los que han criticado y humillado públicamente a Scioli todos estos años (incluida por supuesto -y empezando por ella- la propia Presidente) pueden ahora “convivir con él al solo efecto de cuidar sus privilegios.

Es posible que esa mentira aguante hasta las elecciones, pero será insoportablemente invivible luego.

¿Qué ocurrirá cuando el sentido de mundo que Scioli tiene indudablemente más desarrollado que el aldeanismo kirchnerista, le indique que debe trazar alguna estrategia de negociación con los holdouts?

¿Qué pasará cuando Scioli, que sabe cuánto pesan los EEUU en el mundo, intente un acercamiento con Washington? ¿Qué dirá Zannini cuando Sciloi dé a entender que el tema del dólar no tiene nada que ver con una cultura “cipaya” que hay que desterrar por las buenas o las malas (como en su momento dijo Martín Sabbatella) sino con la inflación y con el hecho de la Argentina no tiene moneda ni medios genuinos de ahorro? ¿Qué pasará con La Campora cuando Scioli se aleje -o quiera alejarse- del socialismo a la violeta que estimulan los parásitos del Estado que ganan más de $ 50000 por mes por el trabajo de esparcir la utopía marxista? ¿Qué ocurrirá con el diputado Kicillof cuando Scioli quiera terminar con la discriminación del campo y con la persecución ideológica de sus dirigentes? ¿Qué pasará con Cristina cuando Scioli quiera tender puentes de entendimiento con la prensa? ¿Qué ocurrirá cuando no quiera abusar de la cadena nacional o cuando se preste a conferencias de prensa abiertas?

¿Y qué pasará con Scioli si baja la cabeza y se aviene a ser otra persona de la que es? ¿Qué pasará con su salud, con su interior, con su psiquis? ¿Qué ocurrirá cuando advierta que luchó por llegar a un lugar desde el que ha pasado a ser un sello de goma, un escribano certificador de las voluntades de otros? ¿Resistirá su estómago? Me dirán: ¿pero qué decis? ¿No tenés ya suficientes pruebas de lo que resiste su estómago? Sí, las tengo. Pero esa resistencia hasta ahora tuvo un norte, un objetivo. ¿Qué pasará cuando a la noche, solo, antes de dormir su mente repase las humillaciones del día a cambio de algo que, de todos modos, ya consiguió? Ya no hay norte, ya no hay objetivo. Todo eso quedó atrás. Ahora solo se ve la obediencia y la frustración.

Es posible que estas elucubraciones queden lejos de las especulaciones que los ciudadanos hacen antes de votar. Pero no hay dudas de que las consecuencias de semejante tormenta en ciernes las terminarán pagando ellos.