Urgente una diagonal

Existe una corriente de pensamiento que cree que lo que votó la sociedad el 22 de noviembre es un proyecto de despresidencialización de la política, entendiendo por eso una nueva forma de relacionamiento entre la gente y el Presidente, según el cual este será más prescindente de la vida cotidiana de las personas y estas cobrarán más relevancia en el destino de sus propias vidas. ¡Ojalá Dios oyera a esos que interpretan la realidad de ese modo y les diera la razón en los hechos!

Hace ya seis años que imaginamos en estas mismas columnas lo que llamamos “Discurso imaginario de un presidente”, en donde soñábamos exactamente con eso: un jefe de Estado que nos dijera que no había llegado a ese sillón para ser nuestro papá y que cada uno de nosotros, en medio de un clima generado por sus medidas de razonabilidad económica, delineara su horizonte y su felicidad.

Pero hay que reconocerlo: esa cultura política no está en nuestros genes. Para ser simple: no hay tal cosa como haber votado un proyecto de despresidencialización de la Argentina. Lo que la sociedad votó mayoritariamente fue un cambio por hartazgo de un escenario —en gran medida ya grotesco— en el que desde el robo hasta el mal gusto se habían apoderado de la realidad; la sociedad no lo resistió más.

Pero de allí a concluir que los argentinos renunciaron a tener un papá-presidente hay un trecho inmenso que la sociedad no cruzó.

Frente a esta realidad se conciben dos estrategias: Continuar leyendo