De nuevo ante la realidad

Terminó el Mundial y con él se fue el magnetismo, aunque sea temporal, que provocaba el avance de la selección argentina hacia la final. Durante un mes los problemas del país se agudizaron. Tanto desde el punto de vista económico como desde el político, los inconvenientes por los que atraviesa la Argentina están hoy peor que cuando Brasil y Croacia dieron comienzo a la Copa del Mundo en el Arena Corinthians de Sao Paulo.

El gobierno especuló con que la anestesia futbolística de un equipo que se afianzaba en el torneo iba a ser suficiente para que los problemas desaparecieran o, al menos, fueran dejados en un segundo plano. Pero cometió el error de caer él mismo en la ensoñación y, en lugar de trabajar para cortar el deterioro, también pareció caer en la tentación de que todo se solucionaría por la inspiración de Messi y el sacrificio inacabable de Mascherano.

Durante el Mundial se consumió la mitad del tiempo que el país tenía para no caer el default. El 31 de julio ocurrirá esa debacle si antes no se llega a un acuerdo de ejecución de sentencia del fallo del juez Griesa con los holdouts, que ganaron el juicio en New York.

El ánimo negociador del gobierno no ha sido hasta ahora el mejor. Aferrado a una visión ilusionista del asunto, sigue vociferando la parcialidad del juzgado y juntando apoyos “políticos” como si creyera que eso efectivamente producirá algún resultado que tuerza la suerte judicial. Kicillof y la Presidente parecería que no entienden que la Justicia ya se ha expedido y que ese hecho no podrá ser cambiado por discursos efectistas. Si bien el gobierno tiene una larga tradición de no acatar las decisiones condenatorias de la Justicia argentina, esa conducta no es trasladable a lo que sucede en Estados Unidos y en el mundo. Nadie concibe la idea de que, simplemente, un “condenado” diga “no voy a cumplir lo fallado por el juez”.

El gobierno podrá reunir voces de simpatía de la OEA, de Putin, de Maduro, de la UNASUR, de quien sea, pero eso no lo eximirá de entregar alguna salida que le permita decidir a Griesa que lo fallado en su sentencia se ha cumplido. Y los avances en ese sentido son lentos. El gobierno entiende que cualquier movida suya que dé la imagen de que los holdouts se salieron con la suya es una especie de capitulación final, una derrota en una guerra que fue el propio gobierno quien la inventó.

No se entiende la diferente actitud que la Presidente ha tenido en este asunto respecto de la que tuvo con el CIADI, con Repsol y con el Club de París. En todos esos casos terminó pagando más de que lo que podría haberse conseguido bajo otras condiciones de negociación con tal de terminar con el asunto y desligarse de su vinculación con esos organismos o empresas. El caso del Club de París, por ejemplo, con el capricho de que no intervenga el FMI nos costó más de U$S 3000 millones sin ton ni son.

El el ámbito interno, la situación del vicepresidente Boudou que, justo es decirlo, no fue abandonada desde el punto de vista informativo por la influencia de la fiebre mundialista, tampoco alcanza a ser abordada con altura y conciencia.

La Sra. de Kirchner ha dispuesto un férreo sostenimiento del Vicepresidente con el acto cúlmine de hacerlo presidir los festejos del 198 aniversario de la Declaración de la Independencia, provocando la incomodidad de todos, propios y extraños.

La situación judicial de Boudou empeorará en los próximos días con otro probable procesamiento y con mayores revelaciones en el caso Ciccone. Dos hechos que aparecían vinculados por alguno de sus protagonistas pero que hasta ahora no tenían una relación causal -Ciccone y el caso de la renegociación de la deuda de Formosa con la Nación- parecen finalmente conectarse con la ruta del dinero: la Justicia tendría probado que fueron los fondos formoseños los que justamente se usaron para hacer el primer depósito que produjo el levantamiento de la quiebra de la imprenta a favor de su nuevo dueño, The Old Fund, la misma firma que había “asesorado” a Insfrán para que renegocie su deuda con el ministerio de economía que, por entonces, presidía Boudou.

Al mismo tiempo, el deterioro económico cotidiano, las trabas al fluir operativo del trabajo de las personas comunes, la inflación, el cerramiento cambiario, la falta de pago de importaciones, la caída del mercado de autos, inmobiliario, del consumo de la clase media, el aumento de las suspensiones y despidos, la caída del precio de la soja y una proyección de conflictividad gremial creciente, hacen ver lejano el horizonte electoral de 2015. La velocidad del empeoramiento de las condiciones tiene una discordancia evidente con el tiempo que falta para que el pueblo sea llamado a expresarse.

Por eso es preciso que la Presidente tome conciencia rápida de los tiempos y de los valores en juego para disponer acciones que resuelvan la cuestión de los holdouts y deje de proteger políticamente a quien le está causando un serio daño a las instituciones. Del mismo modo, sería ideal que utilizara el tiempo que le queda en el gobierno para deshacer la enorme maraña de trabas en que ha transformado al simple hecho de trabajar en el país, para que, quien tenga que sucederla, encuentre parte del camino hacia esa liberación ya iniciado y en consecuencia la carga para todos nosotros sea más liviana.

Pero, obviamente, sabemos que esperar esto es ingenuo. La presidente sostendrá hasta último momento un modelo colonial de administración que nos ha condenado a la escasez, al aumento de las villas miseria y a la pérdida de una enorme oportunidad mundial. Una oportunidad tan grande como la que tuvimos el domingo en el Maracaná de Río de Janeiro, con la única diferencia que esa se escapó no por nuestras propias torpezas.

Un espectáculo bochornoso

El Día de la Independencia del año 2014 será recordado como una jornada de contrastes. Por un lado, la inmensa alegría producida por el seleccionado argentino que se clasificaba para jugar la final de la Copa del Mundo el domingo próximo en el estadio Maracaná de Rio de Janeiro y, por el otro, el bochornoso espectáculo ofrecido por el vicepresidente Amado Boudou en Tucumán al presidir el acto patrio.

Y decimos día de contrastes porque lo que se vio en Brasil fue una demostración de altura y responsabilidad, de sacrificio y honestidad (la Argentina es el equipo que menos faltas cometió en el certamen) cuando en Tucumán lo que se vio fue un despliegue populista barato, una exposición demagógica insincera, un discurso antiguo y falso y una falta de respeto por el pueblo y por las instituciones que dejaron una imagen francamente impresentable.

Boudou pronunciaba palabras que sonaban hipócritas en sus labios, se refería a los “enemigos del pueblo de adentro y de afuera” recreando un escenario de enfrentamiento y broncas al cual espera aferrarse para sostener su caída.

¿Quiénes son, Boudou, los enemigos interiores? ¡Terminemos con esta historieta de la Argentina víctima, la pobrecita que todos quieren invadir para robarle sus riquezas, porque como es la más rica del mundo, todos los ojos de los buitres se posan sobre ella para esquilmarla!¡Terminemos, por favor, con ese cuento, porque mientras queremos convencer a algunos de que somos los ricos del barrio a quienes todos quieren robar, estamos viviendo en la pobreza, sin índices oficiales que se animen a desmentirlo, sin agua en donde abunda el agua, sin cloacas a menos de 50km. de la Capital y con un único crecimiento comprobado: el de la gente que vive en villas miseria.

Boudou habló del sistema financiero como si él viniera de embarrarse las manos junto al Padre Mugica y se refirió nada más y nada menos que a la “colonia” en el Día de la Independencia.

El vicepresidente debería saber que la Argentina hace 198 no solo declaró la independencia de España. Ese 9 de Julio el país se declaró independiente de una cultura. Se declaró al mismo tiempo “independiente” y “libre”. Estos dos términos no son necesariamente sinónimos. Allí tenemos a Cuba, un país “independiente”, pero claramente esclavo de un sistema que reduce sistemáticamente a la servidumbre a su pueblo. Por el otro lado, un “país” que forma parte del Commonwealth norteamericano como Puerto Rico y que no es, en ese sentido, “independiente”, sin embargo es “libre” porque su pueblo puede progresar, esta protegido por el Derecho y las instituciones están por encima de los caprichos de un conjunto de impresentables.

La Argentina ha completado, en ese sentido, una parábola incomprensible: se declaró hace casi 200 años libre del reglamentarismo, del puerto único, de tener que pedir permiso para todo, del centralismo, de las prohibiciones como regla general, del unitarismo, de la realeza, de la esclavitud comercial, del Estado fiscalista… Quería arrancar una aventura de libertad, de emprendimiento, de soltura, de riesgo y de la excitación que produce el decidir la vida propia. Le costó 37 años más conseguir plasmarlo en un documento -la Constitución- pero finalmente lo logró.

Desde allí pareció despegar hasta hacerse un lugar entre las primeras naciones de la Tierra, casi con un único grito de verdad: “quienes trabajen lícitamente aquí podrán disfrutar de lo que es suyo; nadie se los quitará… Cada uno es el dueño de su destino y todos son responsables de sus vidas y de las consecuencias de sus actos”. Con ese mantra, simple pero infalible, la Argentina asombró al mundo.

Paradójicamente, casi dos siglos después, el país se encuentra preso de la misma cultura de la cual se independizó aquel 9 de julio de 1816. Boudou habló de la “colonia” sin aparentemente percibir que él es uno de los principales protagonistas de la “nueva colonia”, de aquella que coloniza las mentes de la personas, haciéndoles creer que precisan de la tutoría del Estado para vivir, tal como aspiraba España a convencernos mientras mantuvo su dominio.

El país vive hoy bajo la misma mentalidad prohibitiva, reglamentarista, fiscalista, desconfiada del individuo, invasiva de la libertad, restrictora de derechos, plagada de permisos para operar, infectada de una burocracia asfixiante que solo sirve para encumbrar a una casta de parásitos que vive de los esfuerzos del pueblo y que se vale de sus privilegios para, encima, estafarlo.

Por eso este 9 de julio de 2014 quedará en la historia. En la historia de los contrastes; en la historia que demuestra que se puede llegar lejos con seriedad y con respeto y que se puede caer en la más baja de las ignominias cuando las instituciones son burladas y puestas al servicio, no de la gente, sino de un conjunto de privilegiados que, más que ganarse, han usurpado la confianza de sus conciudadanos.