Lecciones de las elecciones

Luego de las elecciones de ayer en varios distritos del país, pueden sacarse varias conclusiones interesantes.

En Córdoba, por ejemplo, llamó la atención cómo el candidato Juan Schiaretti se proclamaba ganador con el 1,30 % de las mesas escrutadas y cómo la mayoría de los candidatos a presidente y la señora de Kirchner se apuraban a llamarlo para felicitarlo, como si su caudal de votos fuera una especie de tesoro político nacional que pudiera llevarse el que llegara primero con la felicitación.

En comparativa, dicho sea de paso, hubo un contraste notable entre el sistema de boleta impresa y el de boleta electrónica: mientras en la capital a las 9 de la noche todo estaba terminado, en Córdoba casi ni había empezado.

Los temores que parte de los porteños y parte del país habían demostrado con la operación de las máquinas impresoras se diluyó en menos de una hora, cuando quienes votaban se convencían de la simpleza y la rapidez del funcionamiento. Si uno lo piensa retrospectivamente, resulta hasta medio patético el miedo que se le tenía a la máquina. Continuar leyendo

La hora del republicanismo

Contrariamente a lo que normalmente hacemos en estas columnas -que dedicamos de modo monográfico a un tema- hoy se me ocurrió hacer un par de comentarios sobre otros tantos temas que seguramente a poco que los analicemos bien los encontraremos conectados, aunque nuestro fin hoy no sea estrictamente ese.

En primer lugar, lo ocurrido en el fin de semana en Gualeguaychú en la Convención Nacional de la UCR no puede dejar de mencionarse con un hecho de una enorme importancia para el futuro político inmediato.

La aprobación allí del acuerdo con el PRO y la CC para competir en primarias abiertas comunes y elegir un candidato a presidente representativo de ese espacio introduce por primera vez en muchos años una inusitada claridad a lo que está en juego en la Argentina.

Quizás, incluso, el Gobierno tenga razón en decir que esa coalición significa una amenaza para la visión del mundo que el kirchnerismo le ha impreso a la Argentina en todos estos años. Por supuesto que la representa; de eso precisamente se trata: de otorgarle de modo claro, tajante, definido una opción real a la sociedad.

Sanz habló de que por primera vez en mucho tiempo surgía la posibilidad de que el republicanismo democrático le gane al populismo autoritario. ¿Y cómo creen que tomará eso el populismo autoritario? ¿Creen acaso que lo aceptará mansamente? ¡Por supuesto que no! Por supuesto que pondrá el grito en el cielo, mentirá, profundizará su demagogia, continuará despilfarrando recursos públicos en su propio beneficio político mientras pueda. ¡Por supuesto que hará todo eso!

Pero la cuestión aquí es no distraerse del aspecto central que la sociedad tiene por delante. Lo que dijo Sanz quizás pueda ser explicado más dramáticamente aun como para que no queden dudas respecto de aquello ante lo que estamos: se trata de que la sociedad argentina resuelva quien estará en su centro motor de ahora en más: si el Estado o la persona individual. De esa sola definición surgirá todo lo demás. Antes de que me salten encima, digo: hablo de un sesgo, no de extremismos. La sociedad deberá decidir si su sesgo esta puesto en el Estado o en la persona individual.

Si lo pone en el Estado, con ello vendrá lo que ya conocimos -allí sí, con marcado extremismo- respecto del autoritarismo, el cierre económico, los distintos “cepos” a que ha sido sometida la libertad en el país, el tipo de política exterior que ha tenido la Argentina y el uso incontrolado de recursos públicos en una trama que muchos de nosotros ni siquiera imagina. Esa sería la continuidad.

El cambio radica en sacar al Estado del centro de la escena nacional y poner allí a los ciudadanos libres, emprendedores, revestidos de derechos que le permiten avanzar, pero a los que no se les garantiza por ley tocar el cielo con las manos; el cielo se gana con trabajo, con esfuerzo, con inventiva, con una buena interrelación cooperativa y al mismo tiempo competitiva.

El papel del radicalismo, en ese sentido, resulta clave. El partido está advirtiendo que su tradición estatista (que no es la original de Alem sino la que surgió de los hechos de Avellaneda) está llegando a su fin; que los avances del mundo moderno no se logran con la presencia asfixiante de una nomenclatura estatal que se cree dueña de la vida de las personas, sino dotando a estas de ese vuelo liberal que las desata de los elefantes burocráticos poniendo en sus manos el diseño de su destino.

Ese cambio estructural rompe con un mito imposible (aquel que dice que el radicalismo podía ser un “peronismo prolijo y amable”) e introduce una novedad estelar en la política argentina de los últimos 50 años. Sin dudas puede entregar una oportunidad que la sociedad debería pensar muy bien antes de dejar pasar alegremente.

Un duro golpe para el futuro de UNEN

Elisa Carrió anunció su salida de UNEN aun cuando anticipó que su partido seguirá formando parte de la agrupación. Se trata de un retiro personal, individual, que la dirigente adelantó que decidió para no seguir al lado de la pusilanimidad que impide la República.

Las palabras de Carrió pueden resultar ostentosas, cargadas de un floreo solemne y aparentemente dramático, razón por la cual muchas veces se la describe como una gran oradora y como una notable “explicadora” de los problemas pero al mismo tiempo como una enorme teórica que no entiende las parcticidades de la vida real.

Ella se define como “radical”, a veces agrega, “radical de Alem”, y desde ese lugar imagina la posibilidad de un acuerdo amplio en base a las ideas de la Constitución, que, paradójicamente, permiten, justamente, la unidad en la disparidad.

Siente un desprecio visceral por el peronismo populista a quien le adjudica gran parte de la responsabilidad por la declinación argentina y en quien ve materializada la idea misma de la corrupción política.

En su búsqueda inmaculada se fue de la UCR cuando entendió que el partido había sido cooptado por el justicialismo y allí había dejado sus ideales republicanos. Fue formando sus propios partidos, Primero el ARI, Argentinos por una República de Iguales, y luego la Coalición Cívica con la que pretendía convocar a los radicales que compartieran su republicanismo.

En muchos momentos pareció que sometía la idea de configurar una expresión política competitiva a tantos requisitos de pureza que jamás lograría generar una unión útil.

Cuando se formó UNEN, con la frescura de las internas abiertas y el boom de aquella elección en Capital, parecía que había encontrado la aguja en el pajar. Pero al poco tiempo sus exigencias republicanas empezaron a encontrar resistencias en los bolsones populistas que escondía esa asociación. Su principal aliado, Pino Solanas (relación que hasta dio para que se emitieran los más variados chistes y parodias) era un peronista de la izquierda de Forja, es decir, del más recalcitrante antiliberalismo constitucional.

Otra grieta se abrió con sus propios “correligionarios” radicales que empezaron a coquetear con el peronismo de Massa para componer alianzas con el Frente Renovador. Una parte del radicalismo siempre se mostró predispuesta a unirse al peronismo. Envidió secretamente esa capacidad del movimiento creado por Perón para ganar el favor de las masas y no se le ocurrió mejor idea que entablar una especie de concubinato con él para ver si alguno de esos placeres electorales se le pegaban.

Si Carrió era sincera cuando hablaba de aquellas cuestiones de la verdadera República, esa unión no podía durar mucho. Y hoy terminó. Por cierto que para UNEN es un golpe muy duro. En términos de números significa la salida de una persona; pero en términos de volumen, no caben dudas de que Carrió significa más que su propia persona.

En la agrupación de la que hoy se despidió la acusan de querer unirse a Macri o de querer tejer con el jefe de gobierno una alianza nueva. Durante años el apellido “Macri” funcionó como un límite para muchos políticos, incluida la propia Elisa Carrió. Otro que manejó esos términos fue Ricardo Alfonsín que, al mismo tiempo que decía eso, formaba una alianza electoral mamarrachesca con Francisco de Narvaez, en una voltereta más de esa pasión radical por el peronismo que todo lo justifica.

Muchas veces parece que Carrió habla con el engolamiento de un prócer, desde el pedestal de una estatua. Muchos que no la quieren demasiado advierten lo que sería si tuviera el poder de Cristina Kirchner.

Pero hoy solo la podemos juzgar por sus palabras y sus hechos. Ella hace un esfuerzo enorme por trasmitir la idea de que ambos términos caminan juntos por la misma vereda, las palabras y los hechos. Y por ser fiel a lo que dice produce hechos de ruptura cuando advierte que la realidad de sus alianzas desmienten sus palabras. Hasta hoy, cuando creyó que ocurría eso le ha dado prioridad a su palabra.

Nadie puede adivinar lo que ocurrirá con ella ni con su futuro político. Las sucesivas soledades de un político que anda con el discurso de la República a flor de piel deberían llamar la atención de un país tan alejado de las formalidades de la ley y del valor de la ética. Carrió se ha quedado muchas veces arando en el barro. Ella dice creer en las convicciones republicanas de la sociedad, pero sus colegas -que no paran de hacer cálculos de conveniencia política- parecen pensar lo contrario.

Macri parece querer ensayar un discurso parecido. Pero tiene una enorme ventaja sobre Carrió: maneja un distrito y puede demostrar que detrás de él hay hechos, además de palabras. Quizás por ello la aun hoy diputada haya dado señales claras de que si a las palabras hay que sumarle estrategia electoral, esa estrategia debe ser asociarse al PRO.

Semejante confesión descarnada fue demasiado para muchos en UNEN. Los radicales convocaron a una “cumbre” en San Fernando para dejar en claro que ello no ocurriría. Ni Sanz ni Aguad, los más cercanos a Carrió en la estrategia “macrista”, lograron imponerse al aparato histórico del partido que hace rato dejó los efluvios de Alem en el archivo de los recuerdos.

Probablemente Carrió siga sola, dando discursos solemnes que todo el mundo alaba y que nadie acompaña. Pero no caben dudas de que en los últimos años ha sido una de las mejores descriptoras de la realidad argentina y de cómo el país fue cooptado por la corrupción, el envilecimiento de las instituciones y la pusilanimidad de sus colegas.