Menos heroismo y más trabajo

En los últimos meses se han escuchado a algunos legisladores y ex funcionarios de la oposición relativizar los avances del sistema educativo público de la Ciudad. En sus críticas, apelan mayormente a abstracciones y no pueden hacer pie cuando se los lleva a los números y datos de la realidad. Ocurre que los mismos surgen del trabajo, el esfuerzo continuo, conjunto y cercano con la comunidad y no de una simple observación rápida y externa. Son estos hechos concretos, los que nos llevan a sostener que la gestión de Mauricio Macri ha puesto un verdadero foco en la educación, logrando como resultado llenar la escuela pública de alumnos.

Cada año se renueva la urgencia de la educación para nuestro país por el simple hecho de que una nueva generación de argentinos llega a las aulas. Luego, no hay espacio para situar el debate en el pasado y reiterar nostalgias de tiempos ya superados. En educación pública para la Argentina lo mejor está por venir, de la mano del esfuerzo conjunto de familias, docentes, gobiernos, y la política.

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El Papa anda hablando de política

Que el mensaje del Evangelio iba a repercutir sobre la política, se viene diciendo desde San Agustín y su Ciudad de Dios. Y, si bien Jesús dijo que su reino no era de este mundo, más tarde insinuaría a Pilato que el mundo sí pertenecía a su reino. Desde entonces las relaciones entre la Iglesia y las ideas políticas han sido múltiples y conflictivas, pero el popular Francisco parece llevar el asunto al paroxismo. Recientemente el Foro Económico Mundial, en su reporte anual señala que más del 60% de los latinoamericanos y del 70% de los asiáticos opinan que los valores religiosos deben estar presentes en la política. El papa Francisco se ha mostrado “siempre vigilante” en “estudiar los signos de los tiempos”, como dice su último documento Evangelii Gaudium. Y como buen contemporáneo ha identificado la preocupación más importante de los pueblos en toda la tierra (hecho confirmado por todos los sondeos): la desigualdad social y la exclusión. Desde aquí, el Papa se lanza a fondo a hablar de política.

Para el Papa algunas realidades del presente, si no son bien resueltas, pueden desencadenar “procesos de deshumanización” difíciles de revertir más adelante. Y de entre estos procesos el más importante es la inequidad social. No se pueden negar los incesantes avances verificados en todos los campos; pero tampoco es negable que la mayoría de ellos “nunca llegan a los más pobres”. A modo de ejemplo, el 90% del gasto médico mundial se concentra en el 20% de la población, en los países ricos. Un tumor es casi diez veces más letal en los países pobres respecto de los desarrollados. Las personas de los países desarrollados viven 15 a 20 años más, en promedio, que en los países pobres (un argentino vive 10 años menos que un japonés). Entonces fulmina el Papa que así como el mandamiento de “no matar” pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir “no a una economía de la exclusión y la inequidad”. Porque “esa economía mata (sic)”, como han confirmado 30 años de epidemiología de las reformas neoliberales, que cuestan casi 10 años de esperanza de vida a los pueblos excluidos.

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El extraño “turismo docente” de Shanghai

Uno de cada tres huéspedes alojados regularmente en el conjunto de los hoteles de Shanghai es un maestro de escuela de las provincias del interior de China, que acuden a esta ciudad por cursos de perfeccionamiento docente. El dato nos fue provisto durante nuestra visita a la Comisión de Educación de Shanghai (órgano rector de todo su sistema educativo) y basta como expresión de los efectos de la revolución que allí se está produciendo.

El sistema educativo de Shanghai es hoy en día uno de los más poderosos de China y del mundo entero. La ciudad, con casi 24 millones de habitantes, tiene una tasa de enrolamiento escolar del 99,9%, similar a la tasa de compleción de la educación básica obligatoria de 9 años de China; allí la deserción escolar es prácticamente nula. La ciudad posee casi 1,8 millones de alumnos en sus niveles inicial, primario, y secundario, a lo que se deben agregar casi 500.000 alumnos en universidades. Shanghai cuenta además con programas de educación superior para adultos mayores, escuelas técnicas, y de oficios. Respecto de la calidad de su educación, en las evaluaciones internacionales la ciudad, rankea entre los primeros puestos, comparable a Japón y Corea del Sur. Para la Comisión de Educación, la política educativa de mayor impacto, ha sido y continúa siendo, el trabajo permanente en el mejoramiento de la calidad del maestro que se encuentra frente al aula.

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Nunca se invirtió tanto en escuelas

La estrecha relación entre contenidos educativos y edificios escolares no es nueva: en 1849 decía Sarmiento que “antes de establecer sistema ninguno de enseñanza, debe existir un local de una forma adecuada”. Sin embargo, tras años de desinversión, a mediados del 2007 la situación de las escuelas de la ciudad había llegado a un extremo tal que se llegó a sancionar la denominada “Ley de emergencia de los establecimientos educativos de gestión pública”. La actual gestión puso manos a la obra para corregir esta grave situación que ponía en riesgo la seguridad de alumnos y docentes, la calidad del sistema, y que amenazaba a uno de los pilares del futuro de nuestra sociedad: el orgullo por la escuela pública. La consecuencia es que nunca se ha invertido tanto en las escuelas públicas como durante la gestión de Mauricio Macri.

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Modelo argentino y tendencia global

Este año será clave: el “modelo” enfrentará el escrutinio popular. Luego conviene analizar las principales tendencias propias de un mundo en transformación que seguramente afectarán a corto y largo plazo el resultado de nuestras definiciones.

Dentro de tan sólo cuatro elecciones presidenciales estaremos en el 2030, el mundo será otro y los procesos que hoy vemos en estado embrionario serán cotidianos. El país de entonces será resultado de la experiencia del camino elegido y su desempeño en el contexto global. Algunas de las principales tendencias de este marco vienen siendo interpretadas por centros de pensamiento internacionales, encontrando fuertes coincidencias e implicancias para nuestro país.

La primer tendencia es demográfica: la población mundial crece en países pobres y se estanca en los desarrollados y China; luego, los jóvenes serán mayoritariamente pobres, sin empleo ni educación. Entretanto, la fuerza laboral de las potencias se reducirá. Grandes masas de jóvenes sin educación ni empleo emigrarán y los países desarrollados enfrentarán inconvenientes para mantener su productividad y bienestar. Hoy la Argentina también crece sólo en su población carenciada, por lo que la educación de la futura fuerza laboral así como la incorporación de inmigrantes son prioridades impostergables.

A su vez, el cambio tecnológico define el futuro y la vanguardia es asiática. La ciencia hablará en inglés pero se creará en China, Japón, Corea, y la India, donde además se consumirá la innovación de todo el resto. Cabe preguntarse por nuestra estrategia para generar ciencia de relevancia y en las cantidades que un país ambicioso como el nuestro necesitará en este nuevo mundo científico. Hoy no la tenemos.

La entrada de millones de personas (chinos e indios) a la “clase media global” duplicará las necesidades de alimentos, el agua escaseará en tres cuartas partes del globo, y los minerales serán vorazmente absorbidos por la nueva industria tecnológica. Para convertir desafío en oportunidad requerimos una sólida estrategia agropecuaria, industrial, y minera, y el manejo científico de nuestro medioambiente. Todo esto no tiene lugar en un país casi sin ingenieros, biólogos, o químicos, y con paupérrima inversión en innovación.

La energía será prioritaria y principalmente fósil y nuclear. Nuestros cambios recientes en materia petrolera tienen sentido si creásemos un jugador global del sector como hicieron Brasil o China. De otro modo, desperdiciamos ingentes recursos y aumentamos nuestra dependencia. Cada uno juzgue hacia dónde vamos.

Los expertos adelantan, asimismo, una profunda transformación económica. China, India y el sudeste asiático serán motores de producción y consumo. No está de más preguntarse por la cantidad de funcionarios de relaciones internacionales y de comercio exterior que dominan el idioma y costumbres de estos complejos mercados, o por nuestra estrategia para sacar rédito suficiente de nuestros futuros socios comerciales obligados.

La sociedad también se transforma; demanda comunicación, participación, equidad, perspectivas, una altísima capacitación y sistemas de asistencia médica y social complejos. Con 40% de los niños bajo la línea de pobreza, más del 20% de los jóvenes de sectores bajos desempleados y 70% de ellos sin secundario completo, nuestro desafío es, entonces, épico.

Pero la tendencia de las tendencias es política. La difusión del poder global y la entrada en juego de actores no estatales pondrán a prueba nuestra argentinidad misma. Señalemos al narcotráfico para entender la magnitud del desafío; la tensión por las Malvinas y el riesgo de toda nuestra proyección austral es otro doloroso ejemplo. Consecuentemente la Argentina como país requiere -por el bien de su gente- un orden político-jurídico avanzado, y aquí también nuestras definiciones determinarán si el modelo elegido está a la altura de las circunstancias globales o es un paso más fuera de la marcha de la historia.