El bienvenido ocaso de la industria automotriz

Christian Joanidis

El título del artículo es tal vez más una expresión de deseo que una realidad, pero soy un hombre de esperanza. Yo creo que la industria automotriz tiene que caer. No ahora, no en unos meses, pero tiene que empezar a declinar. Ya la sostuvimos demasiado tiempo, entre todos, con nuestros impuestos. Y hay que tener claro que la plata que se gasta para mantener con respiración artificial a una industria poco competitiva como la automotriz, es plata que falta en otro lado: escuelas, hospitales o incluso en subsidios a industrias que resultan más útiles al país.

Hoy la industria automotriz no tiene ningún sentido en el futuro de la Argentina. Ya lo sabemos, sin las muletas que le hemos provisto a esta industria en los últimos 30 años no podrá seguir con vida. No importa lo que hagamos como país, nunca podremos ser más competitivos que Brasil o China: los autos en el futuro tendrán que ser importados.

Si invertimos recursos para desarrollar una industria, tenemos que apuntar a algún sector en el que podamos ser competitivos, más allá de nuestro tipo de cambio, claro está. Rematar a bajo precio nuestro trabajo no es ganar competitividad, es pretender salvarse con una medida cortoplacista. Si haremos un esfuerzo para sostener a una industria, que sea parte de un plan estratégico. Podría tolerar que se sostenga a la industria ferroviaria, que se fomente la transformación de los productos del agro, pero nunca podré apoyar que se propulse la fabricación de algo tan superfluo como un auto: algo cuyo uso es más una costumbre o una aspiración antes que una necesidad.

Este plan estratégico tiene que delinear aquellas industrias que maximizan la creación de empleo, minimizan la importación de productos y agregan valor. Por cuestiones logísticas podemos ser competitivos en todo aquello que implique integrar verticalmente la cadena del agro: es decir, no exportar granos, sino productos que se acerquen más al consumidor final. Esto, en muchos casos no requiere ni demasiada inversión ni demasiado conocimiento, sino más bien voluntad política.

Pero volvamos a la industria automotriz. ¿Qué hacemos con las suspensiones y los despidos? Es preferible ofrecer un subsidio por desempleo antes que seguir invirtiendo millones para que a las grandes multinacionales les cierren los números. Y permítanme aclarar algo, para que a estas multinacionales les cierren los números en la Argentina realmente les tiene que ir demasiado bien. No confundamos las cosas: un subsidio por desempleo no es una limosna, porque se puede dar ese subsidio y pedir que el beneficiario haga algo a cambio. Lo sé, no es un trabajo, pero es al menos una forma digna de ganarse una ayuda.

Mientras tanto, el dinero que ahorramos por no estar financiando a grandes corporaciones automotrices lo podemos volcar en planes para desarrollar industrias competitivas que terminen siendo un buen negocio para todos los argentinos. Toma tiempo, no es fácil, pero no hay otro camino: el futuro sólo se puede conquistar con esfuerzo e inteligencia.

Por eso, el ocaso de las automotrices no es para mí una mala noticia, sino el prólogo de la historia de un país que supo desarrollar una industria fuerte, que se basa en sacar lo mejor que tenemos y ofrecérselo al resto del mundo, dejándonos muy buenas ganancias a todos los argentinos. Es el comienzo de un final necesario, para que nuestros impuestos no se vayan en sostener algo que no es sostenible.

Hay intereses en juego, es evidente. Pero por una vez necesitamos tener el coraje y la seguridad de seguir adelante, dejando atrás los alaridos de industriales que sólo lloran su pérdida. Hay que dejarlos caer. Los empresarios asumen riesgos, es así en todo el mundo. Esto significa que a veces ganan y a veces pierden. Hoy le tocó el turno de perder a las automotrices.