El costo de los derechos

Christian Joanidis

Hay una frase muy conocida que realmente me gusta: “Donde hay una necesidad nace un derecho”. Si la frase no se toma a la ligera o como una excusa para la demagogia, es cierto que la verdadera necesidad del prójimo debe generar un derecho. Eso implica que hay un Estado que se hace responsable por garantizar que ese derecho se cumpla y que detrás de ese Estado hay muchos ciudadanos que contribuyen con su trabajo para que eso sea así. Y es justamente esta última idea la que nunca se termina vislumbrando.

Empiezo por decir que todo derecho genera una obligación, en principio, la obligación del Estado. Pero detrás de esa obligación está otra, que es la de los ciudadanos a contribuir a ese Estado, lo cual se hace a través del pago de impuestos. Pero el Estado, que en el fondo es un espacio de poder, ha sabido con el tiempo disimular ese pago de impuestos y a veces nos cuesta dimensionar con claridad todos los impuestos que estamos pagando.

A muchos les asalta un ataque de rabia cuando ven que les descuentan el impuesto a las ganancias del sueldo, pero pocos se indignan cuando al gastar mil pesos, cerca de ciento setenta y cinco pesos, van directo al arca del Estado (el IVA). Y estos son sólo los impuestos que terminamos pagando todos los ciudadanos. También están los impuestos que pagan las empresas, sobre todo las grandes empresas. Esos que cuando el Estado los crea salimos todos a festejarlos, porque creemos que por fin están pagando los grandes en lugar de los chicos. Otra ilusión: como especialista en gestión sé muy bien que las empresas cuando tienen que pagar un nuevo impuesto suben los precios. Esto quiere decir que, por más que los aplausos quieran ocultarlo, cada vez que se le agrega un impuesto a una empresa, somos todos los ciudadanos los que sin darnos cuenta nos solidarizamos y lo pagamos en el precio de lo que nos venden.

¿Cuántos días trabajamos por año para pagar impuestos? Hay muchos valores, pero he visto alguno que roza los 215 días al año: es decir que en el año, una persona puede aprovechar el fruto de su trabajo, recién después del día 215, porque hasta ese día ha trabajado sólo para pagar impuestos. Sin detenerme en el valor, quiero llegar finalmente al punto: nuestro trabajo es la forma que tenemos de contribuir al Estado, para que éste haga lo suyo y garantice los derechos de las personas.

Entonces, volviendo a la frase con la que abrí mi artículo, si ante cada necesidad se crea un derecho, significa que ante cada necesidad los argentinos deberemos trabajar más y más para garantizar los derechos de todos, porque serán necesarios más impuestos para poder financiar ese derecho. Esto muchas veces no lo entrevemos con claridad y entonces reclamamos más derechos para todos, sin darnos cuenta que terminaremos pagándolos entre todos, siendo los que llevan la peor parte los trabajadores. Porque en definitiva, los más débiles, los que no pueden o no quieren trabajar, se ven beneficiados por este sistema. Así, la tentación de convertirse en un “débil” es cada vez más grande. Y en este punto hay que dejar algo en claro: el trabajo estatal no cuenta realmente como “trabajo”, porque son justamente los mismos trabajadores los que pagan esos sueldos, no surgen de una actividad económica.

Yo soy un partidario de que necesitamos un Estado fuerte que genere condiciones para que se cumplan los derechos de las personas. Y estoy convencido de que la necesidad realmente crea derechos. Pero tampoco podemos tener una masa de trabajadores que día a día se despiertan y van a su trabajo para garantizar los derechos de otros muchos que no tienen el mismo nivel de esfuerzo.

Hay quienes dicen que sólo es cuestión de que el Estado administre mejor los recursos que tiene, pero no olvidemos que el Estado es también un espacio de poder y como tal tiene que ser sostenido: lamentablemente a fuerza de beneficiarios y gente que muchas veces se aprovecha de su posición, lo que nunca va a cambiar. Hay un adaggio que reza: “Es fácil administrar la abundancia, lo difícil es administrar la escasez”. Los operadores del Estado primero se pagarán a sí mismos lo que les corresponda, con salarios o dádivas, y luego se ocuparán de los derechos de los ciudadanos. Y cuando haya escasez, entonces deberán recortar derechos… y si no recortan derechos, entonces tendremos que trabajar cada vez más días al año para sostenerlo: muchas más alternativas no hay. Hoy el Gobierno ante la escasez favorece el impuesto inflacionario, variable de ajuste que la Argentina ha fomentado siempre para cubrir las ineficiencias de un Estado que cada vez exige más a sus ciudadanos.

No nos engañemos, los derechos son algo maravilloso, pero recordemos que alguien tiene que pagar por ellos. Cada vez que se crea un nuevo derecho, cada vez que se anuncia un aumento jubilatorio, que se crea un subsidio o que se fomenta alguna actividad desde el Estado, somos todos nosotros los que pagamos, por más que nos quieran hacer creer que le van a cobrar más impuestos a los grandes. Los grandes y el Estado nunca son los primeros en sufrir, antes que ellos sufran, se va a desangrar primero el pueblo entero.