Un despliegue para la opinión pública

Christian Joanidis

Diez mil nuevos policías. Así reza una de las publicidades más insistentes de la gobernación de la Provincia de Buenos Aires y es que para alguno que está distraído esto puede parecer una buena nueva, un gran avance contra el delito. Lo sé, son tiempos electorales y la obsesión por mostrarse lleva a estas cosas.

El hecho de que haya más policía no muestra que se transita una vía de solución, sino que el problema es más grande. Es muy sencillo: si no hubiera delito en la Argentina,  no necesitaríamos fuerzas de seguridad internas. El despliegue policial no es una solución, es en realidad un síntoma del delito,  una reacción tardía, necesaria pero tardía. Cuando tomamos la determinación de incorporar más policías es porque ya nos hemos quedado sin ninguna otra solución, porque ya no queda más remedio. A veces se debe también a la ausencia de creatividad: siempre es más fácil incorporar recursos antes que ocuparse de desarrollar planes que tengan un impacto real contra el delito.

Quienes asesoran al gobernador Scioli creen que el hecho de que haya 10.000 nuevos policías es algo de lo que ufanarse, cuando en realidad es la evidencia más burda de que se ha fracasado. Nuestra sociedad no lo ve así, es que todavía no hemos evolucionado lo suficiente. Hay una famosa frase que dice que “la guerra es la continuación de la diplomacia por otros medios”. Mientras que nuestra sociedad se ha sensibilizado frente a la guerra y exige siempre la solución diplomática, no ocurre lo mismo con el delito. Acá se pide que se ataque a los delincuentes, que se saque más policía a la calle: es el equivalente a pedir que para solucionar un problema con un país vecino es necesarios enviar más ejército a combatir.

Pero no se trata sólo de un fracaso rotundo para combatir el delito. A mi mente vienen todavía más preguntas: ¿Con qué recursos cuentan estos nuevos 10.000 policías? ¿Fueron debidamente capacitados? ¿Se insertan en una estructura que está preparada para ponerlos a trabajar contra el delito? ¿O sólo los van a desplegar para que la opinión pública se asombre con el desfile? Esto es casi como los desfiles militares de Corea del Norte: mucha pompa, pero todos sabemos que es un país pobre y débil. Los fuertes no necesitan ostentar su fortaleza.

Tampoco quiero excederme en criticar por demás a la administración de Scioli, porque es cierto que todos los distritos hacen lo mismo. Sacar más policía a la calle es la forma que tienen de poner de manifiesto que se están ocupando de la seguridad, cuando todos sabemos que la solución al problema del delito no pasa por la policía. Lejos de mí está decir que hay que suprimir las fuerzas de seguridad: lo tengo claro, son más que necesarias, sobre todo en un contexto como el actual. Pero tenemos que entender que las fuerzas de seguridad nunca van a solucionar el problema del delito.

También es cierto que en este último tiempo el gobierno de la Provincia de Buenos Aires se ha empeñado en crear un gran espectáculo de fuegos artificiales para mostrarle a la gente que está ocupándose seriamente del tema de la seguridad: la aberración de las policías municipales, la excesiva publicidad del operativo sol con foco en las fuerzas de seguridad, las escuelas descentralizadas de policías y ahora diez mil agentes más. Una mención especial requieren estas escuelas de policía descentralizadas, que sería el equivalente a decir que mi casa es más grande porque la dividí en más ambientes.

Yo entiendo que el gobernador tiene una restricción presupuestaria, tiene al Gobierno nacional en contra y que el camino de la ilusión es más fácil que el del esfuerzo intelectual de buscar soluciones creativas. Pero así como entiendo eso, también veo que ya lleva varios años en el poder y no ha logrado mejorar la situación de la provincia en este sentido particular. No puedo dejar de preguntarme si esta administración podrá hacerse cargo del problema del delito a nivel nacional. Una pregunta que, ante el panorama que vive nuestra sociedad, es necesario hacerse al momento de votar.